Debo reconocer que me resulta muy sintomático el “sí, pero…” que suele usarse políticamente para decir que la situación X es grave “pero” hay/hubo otras más graves en “el otro lado”. Con lo cual no quedamos pegados por el “sí” pero justificamos con el “pero”. Así, estamos en contra de los genocidios “pero” si somos turcos el genocidio armenio no lo fue tanto o hubo situaciones que justificaron la masacre, o estamos en contra del genocidio nazi “pero” el de Stalin fue peor, o el de Mao. O al revés, nos parece serio lo de Stalin “pero” lo de Hitler fue terrible. Y así sumamos parcialidades que pretenden ponernos en el espacio del equilibrio por el “pero”.
En realidad, para empezar, no sabía que existía una suerte de campeonato mundial de la barbarie humana y que además habría una especie de jueces imparciales que mensuran y evalúan. Aunque creo sensato reconocer que, a toda persona, el propio dolor es el que le duele y en cambio relativiza los demás. Comprensible no significa justo; ni tampoco verdadero. Además creo que sería insensato medir la crueldad humana por la cantidad de víctimas. Acá es donde suele ocurrir que juega otro lugar el “pero”. Terrible, sí, pero “no fueron 6.000.000 de judíos”, “no fueron 30.000”, etc.
Curioso, especialmente por la incapacidad de movernos fuera del esquema buenos/malos, nosotros/ellos y demás caricaturas de la existencia.
Así, me resulta serio que los que tienen una mirada crítica del actual gobierno toman postura por Ucrania sin ningún análisis (en muchos casos, obviamente, porque están incapacitados para el mismo) y otros, del mismo modo, asumen una postura pro-rusa también sin análisis alguno.
La guerra es mala, es un monstruo grande que pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente, esta guerra y la de ayer y la de antier. Eso de “guerras justas” ya no se sostiene más en el pensamiento humanista… o cristiano. Por supuesto que todos tenemos miradas, y eso implica parcialidades. Eso es humano. Pero cuando tal parcialidad impide mirar otras parcialidades, otros dolores, otras humanidades, el “sí, pero” se transforma en otra cuota de la crueldad.
Me ha tocado ver, leer, escuchar opiniones de todo tipo sobre el actual conflicto entre Rusia y Ucrania. Veo parcialidades sensatas de un lado y del otro; veo motivos de horror de un lado y del otro, y veo muertos. Y veo cosas que no me gustan. De un lado y del otro. Veo tanques, aviones… y muertos. Es decir personas, es decir hermanas y hermanos nuestros. Muertos. Nada menos que muertos. Y no hay muertos bien matados. ¿Seré perdonado por creer que el arduo, difícil y subversivo camino de la paz es más evangélico? Lo siento mucho, pero no quiero entrar en el “sí, pero”. El simplismo no ha aportado nada en los tiempos rudos, y en estos momentos difíciles me parece que lo más difícil es lo más perdurable… porque sabe ir a las raíces de la realidad, de los conflictos, de las soluciones. Cuando veo algunos “embanderados”, como si de un partido de futbol se tratara, realmente creo que no es por ese camino que “llegará la paz, ¡al fin!”
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