Sensatez y sentimientos

Por la boca muere el pez

 

El humanismo pareciera ser un valor escaso en estos tiempos. Me refiero a ese que necesariamente debería estar presente en la acción pública, en sus gestos. Aunque la experiencia me dice que la solidaridad y el compromiso han sido siempre más regla que excepción en la base.

El martes, cuando nos anoticiábamos que el Presidente de la Nación viajaba a Jujuy con el único propósito de ver a Milagro, quienes no somos ni indiferentes ni neutrales vimos en esa acción aquel valor que –cuanto menos– le ganaba a la indolencia.

Muchas voces se alzaron para intentar descalificar ese enorme gesto. La derecha no puede con su genio y sabemos que es intrínsecamente insensible. Otras lo hicieron para reconocerlo vivamente, mientras arreciaban a la par las que sentían sabor a poco.

No vengo a ejercer la defensa de ese acto, de ese gesto o como quieran destacarlo, ni a su autor. No lo necesita. Nunca para sumarme al coro de vociferantes críticos por su desmesura o por su insuficiencia, todo, a mi entender, tan infecundo como innecesario.

Sólo intentaré en las líneas que siguen hacer unas pocas referencias y reflexiones sobre sensateces y sentimientos.

El crimen que se comete a diario en la persona de Milagro Amalia Ángela Sala pesa en cabeza del gobernador jujeño y en su sistema de justicia, y debería inscribirse en los anales de la infamia de nuestro tiempo.

Mucho se ha dicho y escrito sobre las múltiples causas que pesan contra Milagro. Quienes estamos convencidos por la evidencia de que se trata de armados que suministraron lo necesario para su encarcelamiento a perpetuidad no necesitamos agregar más.

También lo sabe bien el que eligió ser verdugo. Lo sabe Morales. Sabe que ese gesto humano que expuso al escrutinio público al primero de todos los magistrados no es de su naturaleza y nunca lo será, y, tentado como el pez ante la carnada, abre la boca para su perdición.

Escribe una carta “abierta”. Leerlo en su estilo, falseando hechos descaradamente y confesando el destino que espera para su víctima debería sellar su suerte. Pero bien sabemos que no lo será por ahora, todavía goza del favor ajeno y de protección suficiente. Cuánto le durara es inimaginable.

Sí sabemos que es un inescrupuloso, destacado exponente del cinismo que habita en muchos de los suyos. Un negador de las instituciones democráticas que habla como si fuese su adalid. Hay un decálogo de acontecimientos que ranquearían para intervenir el Poder Judicial jujeño, pero para eso hay que hacer que la política tome la posta, el derecho es meramente instrumental.

Milagro fue desde siempre el objeto de deseo de Morales, no voy a fundamentar por qué, es harto sabido. Lo logró en parte, siendo su carcelero. Ahora, a cara descubierta, se ha puesto lo que le sienta más y mejor: ensaya a ser su verdugo. No pudo encerrar su dignidad, sólo denigrarla, exhibirla como trofeo, promover su escarnio.

¿Pagará esa demasía? Es de esperar que lo haga más temprano que tarde. Será cuando reine la Justicia en su provincia. Transita la insensatez, hasta acá casi sin costo. Le cuestiona al Presidente la patriada que lo expuso en esa dimensión que Morales no conoce. La de los sentimientos. Porque fue esa forma la que para tantos y tantas tuvo un enorme significado humano. No lo puede entender, no le es propio. El señor gobernador, como me decía un viejo militante –algo más viejo que yo– está atravesado por el odio, ese que viene de los tiempos. El que nosotrxs nunca sentimos.

 

 

¿Quién se acuerda de Milagro?

Esta pregunta, que desvela a sus carceleros, tiene una sola respuesta: Nosotrxs, lxs que vimos qué y a quiénes se animó a enfrentar y de lo que fue capaz para transformar la vida de los suyos y el precio que paga por eso. Y no vamos a cejar hasta lograr su libertad definitiva.

El Sistema Interamericano y el Universal se han ocupado y preocupado de Milagro en estos más de seis años de vejaciones y cárcel. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, anoticiada de la gravedad de su caso, le acaba de pedir al Estado Argentino que informe sobre su situación, mientras se la sigue hostilizando sin pausa en el feudo de Morales. Los informes de los dos expertos profesionales que la vieron y examinaron lucen inobjetables y dan cuenta de la gravedad de su cuadro.

Si es el indulto, la amnistía o la conmutación de pena; si es la intervención a la Provincia o tan sólo a su Poder Judicial; si está condenada o no, nos muestran las alternativas posibles a escudriñar.

Lo cierto es que la saña tiene que tener un límite que el Derecho no siempre sabe imponerle. ¿Cuánto se puede hostigar a alguien? ¿Cuánto aguanta un cuerpo el sadismo de su verdugo?

“No la jodan más a Milagro”. Esa pintada que vi en una pared perdida del “cantri”, en ese Jujuy profundo, se nos impone casi como un mandamiento. Ojalá los impunes de hoy lo entiendan a tiempo. Mientras doctos y profanos hurgan entre biblos y sentencias y adelantan las salidas posibles del tormento, me pregunto si esta sociedad debiera plantearse si no es hora de volver a ganar la calle en ese ejercicio sublime del que solo los pueblos son capaces. Y vaya que el nuestro cuenta con una sagrada memoria en la cual recostarse.

 

 

 

* Eduardo Tavani es abogado y presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

 

 

 

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