Las 7.139 familias más pudientes de la Argentina poseen activos por U$S 81.000 millones en el año 2016. Estas representan el 1% más adinerado del capítulo de Bienes Personales en el Anuario de Estadísticas Tributarias que produce la AFIP. Dichos activos equivalen a dos veces el Producto Bruto Geográfico de la Provincia de Santa Fe del mismo año.
En los últimos años se ha popularizado la exhibición de la desigualdad por segmentos poblacionales. El movimiento Occupy Wall Street arengaba por entonces: “Somos el 99%”, en alusión a la distancia económica –política y cultural— que existe con el top 1% de la sociedad. Esta forma de estudiar el fenómeno atravesó la Academia, al punto que el trabajo de Thomas Piketty sobre la desigualdad en el largo plazo alcanzó los primeros puestos de ventas de libros.
La desigualdad de la riqueza es mucho más profunda que la de ingresos, dado que posee explicaciones estructurales. En este sentido, el incremento de la desigualdad en la riqueza se produce por décadas de políticas económicas que reproducen una débil distribución del ingreso, o peor aún, una redistribución regresiva a través de un régimen de acumulación excluyente. El aumento de la desigualdad en la riqueza es hija de la valorización financiera y la consecuente desindustrialización. Al fenómeno de acumulación originaria de las tierras agrícolas de nuestra extensa llanura pampeana, hay que sumarle lo que David Harvey denominó como acumulación por desposesión: un devenir de sucesivas campañas del desierto que beneficia a los más ricos. Nuestra historia económica posee grandes hitos de transferencias asimétricas del ingreso que son petrificadas en una sólida desigualdad de la riqueza:
- bicicleta financiera durante la última Dictadura cívico-militar,
- la estatización de la deuda,
- los regímenes especiales,
- las políticas de ajuste,
- el plan Brady,
- las privatizaciones,
- la crisis del 2001,
- la fuga de capitales
- las devaluaciones,
- las quitas de retenciones, etc.
Por si fuera poco, el ascenso del gobierno neoliberal de Mauricio Macri intensificó los fenómenos antes señalados.
Una de tesoros escondidos como los piratas
El cuento de enterrar el oro en una isla del Caribe es muy conocido por nuestra élite, la cual se queja constantemente por los altos impuestos. Las retroexcavadoras deberían buscar en suelo extranjero, con el fin de focalizarnos en el estudio de la fuga de capitales y su relación con los centros financieros internacionales. De los U$S 81.000 millones mencionados anteriormente, 63.000 millones (el 77% del stock del top 1%) se encuentran en el exterior.
En 2016 se llevó adelante el denominado Blanqueo (Ley N° 27.260), y volvimos a presenciar una nueva redistribución regresiva del ingreso, fruto de la renuncia por parte del Estado en el cobro de impuestos. Los sectores de mayores ingresos exteriorizaron bienes que se encontraban principalmente en el exterior. De los U$S 116.000 millones declarados en el Blanqueo, 93.000 millones se encontraban fuera de la Argentina. Estos bienes declarados engrosaron el capítulo de bienes personales sin que pudiéramos cobrarles impuestos retroactivamente, luego de una penalización pagada por única vez.
El stock de riqueza del 1% más rico pasó así de U$S 44.000 millones en 2015 a U$S 81.000 millones en 2016. Prácticamente dicho aumento se produjo gracias a los bienes en el exterior, al crecer de los U$S 23.000 millones en 2015 a los 63.000 millones en 2016. La élite mantuvo estos bienes escondidos de los radares de los agentes tributarios, y como consecuencia, la proporción de activos en el exterior pasó del 50% al 77%.
Fuente: Elaboración propia, AFIP.
El hecho de que la riqueza se encuentre en el exterior tiene severas consecuencias para el desarrollo económico de la Argentina. En primer lugar, estamos hablando de bienes que no son reinvertidos para incrementar las fuerzas productivas, y sus efectos inmediatos en el empleo, la evolución del salario y finalmente la tributación –es decir, menor infraestructura social—, etc. En segundo lugar, y vinculado con el anterior punto, la fuga de capitales intensifica el faltante de divisas, acentúa la restricción externa, la cual posee como consecuencia el aumento del endeudamiento. Teniendo en cuenta que la riqueza de las familias en el exterior es fruto del trabajo argentino, estos capitales son el reflejo del niño pobre delante de una vidriera de una juguetería: se puede ver, pero no tocar. Podemos ver el dato de los bienes exteriorizados, pero nunca podrán ser el impulso del desarrollo de la matriz productiva. En tercer lugar, la élite argentina se puede ver tentada a propiciar una brusca devaluación y obtener una ganancia patrimonial descomunal, como ocurrió a finales de diciembre de 2015 y durante 2018. Es decir, la propia desigualdad en la riqueza propicia mayor desigualdad en los ingresos.
Como consecuencia del blanqueo, conocemos que el 1% más rico concentra el 37% del stock de riqueza en bienes personales, cuando antes del mismo alcanzaba la proporción nada despreciable del 29%. Ni siquiera el 50% más pobre logra asomarse a los tobillos del 1% más rico, y menos aún luego del blanqueo. El segmento más pobre de la población concentra meramente un nivel de riqueza inferior al 10% del total.
Fuente: Elaboración propia, AFIP.
Blanqueo para los blancos, futuro negro para los negros
Los rubros de las familias más ricas con mayor dinamismo, fruto del blanqueo, fueron aquellos que poseen un alto grado de liquidez. Se destacan los títulos y participaciones en empresas, los cuales se incrementaron de U$S 16.000 millones en 2015 a 42.000 millones en 2016. De este monto, los títulos y participaciones en el exterior fue el renglón que más aumentó en términos absolutos. Le siguen los depósitos en el exterior los cuales más que se duplicaron, de 5.000 a US$ 13 mil millones. Paradójicamente, dentro de los activos menos líquidos los inmuebles en el exterior crecieron explosivamente. Cabe destacar que el 1% más rico concentra el 66% de los bienes totales declarados en el exterior. Esto quiere decir que los más ricos tienen una amplia propensión a fugar capitales.
Se presenta como curioso el peso que poseen los títulos y participaciones en empresas respecto al stock de activos de las familias más ricas. Estas podrían poseer títulos públicos del Estado nacional en el exterior por medio de artimañas legales, por las cuales estos activos no fueron declarados al fisco. La ley de Blanqueo permitía adquirir una serie de Bonos del Estado para desligarse de la penalización. Como consecuencia, el agujero en divisas que provoca la fuga de capitales de las familias más ricas, es financiado por los propios activos fugados por estas, cerrando de esta manera un círculo perverso a través del incremento de la Deuda Externa.
Licenciado en Economía-UNR, Becario doctoral del CONICET, Doctorando en Desarrollo Económico-UNQui, miembro de la Sociedad de Economía Crítica.--------------------------------
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