Salud y economía

Una peligrosa combinación de imponderables

 

La crisis mundial en la salud pública no ocurre por la dimensión de la pandemia sino por la dimensión exigua de los sistemas correspondientes a la atención sanitaria de las poblaciones en casi todos los países (con algunas excepciones, como el Reino Unido), producto de más de 30 años de desfinanciamiento de esa parte del Estado y que muestra hoy la incapacidad para enfrentar con más paridad los estragos del coronavirus.

El mundo capitalista reacciona cuando la pandemia llega a Italia, tocando con abrumadora violencia contagiosa el Occidente conocido. Mientras el coronavirus se enseñoreaba en China y Corea del Sur y con alguna presencia en Irán, las alertas no sonaban con tanta fuerza. Y con esta invasión al mundo cercano, principia el drama que combina la salud con la economía. El sistema capitalista cruje en virtud de que se visibilizan las contradicciones internas de movimiento y acaparamiento de capital, por el dinero que se mueve y fluye persiguiendo ganancias en su ciclo de producción, consumo y reinversión. Ahora colisiona con un freno en el flujo de capital, iniciado por la paralización china y continuado por casi todos los países, lo que hace que el ciclo de expansión y crecimiento se detenga y ponga semáforos muy en rojo en todas las economías nacionales y supranacionales.

China pelea por ser la economía más grande del mundo y, obviamente, cualquier cimbronazo suyo provocaría, como lo hace, una crisis global. Cuando hay bloqueo al derrame de capital, cuando se discontinúa su presencia, aparecen las devaluaciones nacionales y cuando se hacen presentes en muchos países es indicio de crisis. Al calor de la pandemia y la cerrazón casi total de mercados internos, cae la demanda de los bienes y valores que el capital produce y eso pone en jaque a los modelos económicos dominantes, que pasan a ser cuestionados en su legitimidad y se los percibe incapaces para proteger a sus ciudadanos.

Vincularemos virus y economía desde otra mirada. Durante los últimos 40 años, en el mundo se modificaron condiciones ambientales en función de la necesaria reproducción de un sistema económico y de gobierno con degradaciones y deterioros no deseados, pero tampoco combatidos: la perforada capa de ozono, el cambio climático, la deforestación etc. Combinemos esto con algo de teoría de la evolución darwiniana y veremos que no hay mucho de lo “natural” que quede exento de acciones humanas que hacen variar las condiciones del ambiente en forma permanente, a la vez que son modificados por éste. Entonces decimos que los virus aparecen porque deben sobrevivir y para eso primero y mayoritariamente atacan a las bacterias en un intercambio de batallas feroces, que producen “mejoras” en las condiciones de supervivencia de cada uno. Luego van por el homo sapiens como huésped privilegiado y en ese camino mutan todo el tiempo, pero su conversión a intimidante invasor depende en gran parte de los hechos humanos, de sus irresponsabilidades, de su dependencia del capitalismo.

Ya en Wuhan-China se cortó parte de las cadenas de producción que abastecen algunos insumos al mundo. No se le dio importancia y se las consideró muy sectoriales, porque afectaban algunas líneas corporativas como Apple y otras demandantes de instrumentos tecnológicos.

No se asustó el mundo tampoco con la propagación a Corea del Sur e Irán, pero si cuando, ya llegado a Italia, suma al grave y doloroso problema de muertos, contagiados y carencias visibles en el sistema de salud pública, una caída en los mercados de valores de todo el mundo de casi el 30%.

En esos momentos, avanzado marzo, surgen las incompetencias de casi todos los sistemas de atención sanitaria y muchos reflexionaron (o no) sobre la forma en que se manejaron los Estados nacionales cuando adhirieron a esquemas neoliberales y conservadores que dejaban deficientemente dispuestos los espacios de lo público en lo que hace a la salud. Y también estarán reflexionando, o no, sobre cómo fueron despojando de recursos las aéreas de emergencias médicas, sanitarias, epidemiológicas en virtud “ideológica” de una política de austeridad que también en forma, hoy apreciada como criminal, pasaba por bajar impuestos a los sectores mas acomodados y beneficiar a los ricos de las sociedades.

La lucha hoy es por la vida. La defensa de la salud le gana a la incertidumbre que traerá la economía. Aun con disparidades en varios países como los de Trump, Lopez Obrador y Bolsonaro que pretenden sostener lo más que pueden la dinámica de circulación, producción y consumo, o China que, mediante un asfixiante —y tal vez necesario, en esta etapa— centralismo controlador (el Big Data a pleno) supera su parate y comienza a andar; o la Argentina y otros, que privilegiando a las personas optan por aislamientos obligatorios; o los modelos que planteaban el contagio etario como Israel y Gran Bretaña en un comienzo. Todos tienen dificultad en controlar los efectos de la crisis de salud trasladados a lo económico. La ruptura de cadenas de valor en las empresas va a perjudicar la producción, los suministros, el consumo y el comercio y eso llevará, probablemente a formas productivas que demanden menos mano de obra, menos empleo y se vuelquen, en el tiempo y modificadas, hacia variables tecnológicas de robótica e Inteligencia Artificial.

Cuando cesan en su trabajo millones de trabajadores, aparte del impacto individual y deterioro material de cada uno de ellos, se produce también la caída de la demanda en general y el consumo. Esto origina recesión y complejidad social, lo que a su vez motiva nuevas relaciones de producción y, ¿por qué no?, novedosas formas de traducirse a la política y generar modelos de poder que varían las relaciones de fuerzas existentes.

El virus, ¿será el fantasma que recorre el mundo? No. Las fuerzas sociales poseen su propia dinámica histórica. Y la historia no es igual en todos los países. Pero es interesante analizar y prever qué mundo va a quedar luego de este momento anómalo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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