Las 18 Verdades de la revolución de Cambiemos
La diputada Carrió afirmó en un acto alusivo a los 10 años del comienzo del enfrentamiento entre las patronales del campo y el gobierno de Cristina Fernández que “estamos haciendo la revolución”. Y tiene razón.
Tanto es así que la revolución triunfante en diciembre de 2015 no ha dejado de sorprender con sus enseñanzas. (Pensé en 18, suficientes para refutar las míticas 20 verdades del peronismo.) En ellas habría que buscar los mandatos que vinieron a cumplir el comandante Macri y los combatientes por la felicidad —la suya, claro—, pero también los ostensibles errores de los contrarrevolucionarios, desestabilizadores por definición.
1) La doctrina de la Revolución sostiene que hay que consolidar la dependencia para evitar definitivamente el flagelo del progreso social. Para alcanzar este objetivo estratégico se ha propuesto llevar el nivel de endeudamiento al límite que, como corresponde, será definido por los acreedores. En ese momentolos combatientes que operan en este frente habrán alcanzado una considerable cuota de felicidad; las consecuencias para el resto de los compatriotas presentes y futuros es una cuestión secundaria. Esto es justamente lo que no comprende la Contrarrevolución, porque parte de dos errores: a) Pretender que el progreso social es prioridad y b) Suponer que no hay progreso social sin autodeterminación nacional.
2) La Contrarrevolución no entiende que el gobierno revolucionario no mantiene relaciones carnales con Estados Unidos, sólo aspira a ser carne de cañón en las relaciones de Estados Unidos con nuestra América. Pero este objetivo aún no ha sido alcanzado, por lo que la Revolución todavía es considerada un grave peligro para la hegemonía norteamericana, razón por la cual el país ha sido castigado con el bloqueo de limones, biodiesel, acero y aluminio. En este contexto, urge que los contrarrevolucionarios revisen su dogmático ideologismo y esperen a que el Comandante convenza telefónicamente a su amigo Trump de que la voluntad de la Revolución no es poner en jaque a Estados Unidos; de que se nos van a arruinar los limones, se nos va a evaporar el biodiesel y se nos van a oxidar el acero y el aluminio.
3) Los economistas de la Contrarrevolución no entienden que la Revolución practica una política económica anticíclica: mientras los países centrales son cada día más proteccionistas, el gobierno revolucionario realiza una amplia e indiscriminada apertura de la economía. Tampoco entienden que la Revolución no ha venido a impulsar el crecimiento de la economía ni a controlar la inflación, ha venido a elevar fuertemente la tasa de ganancia de las grandes empresas acentuando las desigualdades sociales. Nadie que viva en el país y esté mínimamente informado puede negar que este hito estratégico haya sido logrado, aunque la modestia de algunos revolucionarios los lleve a afirmar que todavía no se ha alcanzado en toda su magnitud.
4) La Contrarrevolución pretende que el Estado haga un uso responsable y regulado del monopolio de la fuerza, lo que implica desconocer que para la Revolución el monopolio de la fuerza debe subordinarse a la fuerza de los monopolios.
5) La Contrarrevolución no escucha al subcomandante Marcos, que con una claridad conceptual comparable a la del Comandante y haciéndose eco de los aportes de un vocero de la Revolución, enseña que desaparición forzada es lo mismo que terrorismo de Estado, un concepto que en nuestro país está indisolublemente ligado al de dictadura. Por eso para Marcos, toda sospecha de desaparición forzada y el consecuente reclamo de verdad y justicia equivalen a afirmar que el gobierno revolucionario es una dictadura. Éste fue el ardid del que se valió la Contrarrevolución para concretar uno de sus ataques desestabilizadores aprovechando el caso Maldonado que, como pudo ver todo el país, no daba lugar a tal sospecha.
6) La Contrarrevolución plantea la curiosa exigencia de que el Estado garantice que la educación esté al alcance de todos, en lugar de aceptar uno de los principios de la Revolución: que la educación esté al alcance de todos los que la puedan pagar.
7) La Contrarrevolución insiste en la tontera de que una educación para democracia es una educación en la solidaridad, la inclusión y la no discriminación. Niega así el principio revolucionario que reza que la mejor educación es la educación al servicio de la empresa capitalista. Su obsesión combativa le impide asimismo apreciar que la Revolución no vino para evitar discriminaciones, vino para recuperar una desdibujada cualidad del colonialismo, la discriminación étnica, como atestiguan el emblemático caso de Milagro y la propuesta del revolucionario Morales de cobrar a los extranjeros —en su mayoría bolivianos y peruanos— que reciban atención en los hospitales de Jujuy. La Contrarrevolución es antidemocrática, pues no tiene en cuenta que estas políticas cuentan con el apoyo mayoritario de las masas de capas medias, de estirpe blanca, individualista y con poco apego a eso que los contrarrevolucionarios llaman patria. Más aún, la Revolución también ha venido a salvar de cualquier peligro al patriarcado o discriminación por género, después del acecho bajo el cual lo puso el populismo autoritario de CFK.
8) En tiempos de la Revolución Productiva la Contrarrevolución cometió el error de rechazar la sentencia “ramal que para, ramal que cierra”, ahora reincide al oponerse a la nueva proclama revolucionaria escuela estatal que enseña escuela que cierra.
9) En tiempos de la Revolución Productiva la Contrarrevolución cometió la osadía de denunciar al gobierno revolucionario por la venta ilegal de armas, ahora consumó una de sus acciones golpistas cuando dio a conocer la compra secreta de armas en el mismo momento que la Revolución eliminaba las pensiones por discapacidad.
10) En su afán deslegitimador, la Contrarrevolución se enfrenta incluso a los postulados éticos de la Revolución: el gobierno revolucionario nunca se enorgullecería si alguno de sus combatientes muriera pobre, pero sí lo haría si hubiera hecho todo lo posible para que murieran los pobres.
11) Insólita es la pretensión contrarrevolucionaria de que los recursos públicos sean de todas y todos, cuando la Revolución ha establecido con meridiana claridad que los recursos públicos son de todas y todos los revolucionarios.
12) La desconsiderada idea contrarrevolucionaria de que sean los ricos con sus impuestos los principales sostenes del Estado se las tuvo que ver con uno de los axiomas de la Revolución: no deben ser los ricos el principal sostén del Estado sino el Estado el principal sostén de los ricos.
13) La Contrarrevolución cuestiona la concentración de riqueza y enciende la violencia social al afirmar que genera desigualdad; la Revolución, pacificadora, protege a todas y todos, a la concentración de riqueza y a la desigualdad social.
14) La Contrarrevolución insiste en que es el trabajo humano lo que genera la riqueza, a pesar de que la Revolución enseña que es la riqueza la que genera riqueza.
15) La Contrarrevolución no comprende la naturaleza profundamente democrática de la Revolución que, aferrada a los tratamientos igualitarios, desprecia por igual a todas y todos los pobres, sean jubilados, estudiantes, niños o afectados por alguna discapacidad; y beneficia por igual a todas y todos los ricos, sean terratenientes, dueños de las empresas prestatarias de servicios públicos o especuladores varios, siempre que sean pesos pesados.
16) En ese imperturbable apostolado de la Revolución por la democracia —sólo equiparable al de los grandes medios de comunicación— se inscribe la necesaria censura a periodistas que difunden información peligrosa para el proceso revolucionario. Y lo más importante, la Contrarrevolución no ha entendido que Cambiamos en los asuntos de cultura, información y comunicación: estas cuestiones ya no responden a la obsoleta concepción liberal de los derechos del ciudadano —como elementos fundamentales para el más elemental ejercicio democrático—, sino a la neoliberal —más moderna y primermundista— que los considera productos de una industria cultural y del ocio dirigida a consumidores y controlada por los parámetros de la oferta y la demanda. Por lo tanto, el avance respecto de la dimensión democrática de estos temas consiste en que de la soberanía del ciudadano hemos pasado a la del consumidor, y del debate político al debate empresario. En otras palabras, la información y opiniones que deben circular no son las que interesan al conjunto de la sociedad, sino las que benefician a algunos factores revolucionarios de poder.
17) La Contrarrevolución contradice la inobjetable escala de valores de la Revolución, que considera traidores a la patria a quienes intentaron esclarecer un crimen múltiple contra la sociedad argentina y benefactores de la patria a quienes la saquean diariamente.
18) La Contrarrevolución persiste en ignorar la importancia política de los modelos que luce la revolucionaria buena —con aspiraciones a Comandante— María Eugenia Vidal, sin tener en cuenta que son esenciales para la felicidad de tan abnegada luchadora. Esta conducta subestima algo que probablemente se convierta en uno de los legados de la Revolución.
El infundado predicamento de la Contrarrevolución, y no la realidad, ha conseguido que en los últimos meses se haya fraguado un creciente cuestionamiento social a la Revolución, tan extendido como incomprensible, pues la Revolución mintió para ganar y ganó para mentir.
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