Algo más que un WhatsApp, es una historia inconclusa
En 1978 cuando llegué al Delta para vivir aquí, en el Río Carapachay, aún pasaban chatas cargadas con mudanzas en dirección al continente. Luego supe que era el final de un éxodo masivo de isleños, casi todos productores mayormente de frutas, aunque también de mimbre, de formio, y forestales. Motivos atribuibles, según algunas versiones, a grandes inundaciones en algún caso y en otras a un comercio desleal y falto de respaldo del Estado para ayudar en los procesos de comercialización,
En el año 1984 hicimos un estudio más profundo con indagaciones que realizamos recorriendo el Delta. Las conclusiones dieron origen a la presentación de un Proyecto de ley en el Congreso de la Nación ese mismo año, estrenando así el regreso a la Democracia y que se titulaba a propósito de ese éxodo “Repoblación y Desarrollo del Delta del Paraná”. Aquél Proyecto tuvo aprobación en la Cámara de Diputados y el Senado nunca lo trató.
La soberanía que pretendíamos conquistar con aquella guerra de locos que tuvimos en 1982 por las Malvinas, nos costó una herida que hoy aún sigue abierta. Con muertos, heridos, y una deuda que entonces le agregó 4.500 millones de dólares a la entonces abultada Deuda Externa.
Mientras tanto nuestras islas del Delta, a sólo 30 kilómetros de la Capital Federal, quedaban después del éxodo, con una población de apenas 2000 habitantes. Daba lástima, dolía ver las quintas de producción abandonadas con sus estructuras productivas aún visibles, frutales en medio de la maleza, casas que se venían abajo y embarcaderos con techo, entrada para la canoa isleña y estantes en altura repletos de canastos vacíos para llevar la fruta a granel al “Puerto de Frutos”.
Así fue como se resignó sin resistencia alguna, la soberanía de un territorio insular de alto valor ambiental y social sobre el cual ningún gobierno, desde las dictaduras hasta nuestros días, se interesó.
Y así fuimos llegando a los años ’90 sin ninguna política de gestión social y eco regional, como Delta Fluvial, como Humedal. Y es entonces en esa década, a expensas de una política económica (capitalismo salvaje) que se destruye lo poco que quedaba de soberanía y el Municipio de Tigre abre sus puertas a los “Ganadores del Sistema”. Financistas y desarrolladores inmobiliarios (especuladores de toda laya) que habían comenzado sus negocios espurios con la última dictadura, se lanzaron con la complicidad de los gobiernos municipales, provinciales y nacional, a la compra y ocupación de tierras baratas, en algunos casos desalojando población preexistente.
Entre esas poblaciones estábamos los isleños. Sin representación institucional, tuvimos que detener unos pocos isleños conscientes, a lo más granado de la sociedad opulenta que de la mano del entonces intendente Ricardo Ubieto, comenzaba la tarea de transformar Tigre en un territorio de Alta Gama, con una inmensa sucesión de Barrios Privados Cerrados, que hoy ocupa el 50% del Territorio Continental con las consecuencias ya conocidas:
Destrucción de la trama social, inundaciones al elevar el suelo por sobre la cota de la marea máxima, destrucción del Humedal y con ello todas las funciones del mismo (filtrado y purificación del agua, recarga de acuíferos, regulación de mareas, fijación de carbono, producción de oxígeno y diversidad biológica). Nombres como Rockefeller, Robirosa, Beccar Varela, Constantini, Soldati, O’Reilly, Schwartz, Britos, Ignoto y empresas como Consultatio, Comercial del Plata, Super Cemento, Pentamar, Dyopsa, Eidico, son sólo una pequeña parte de la nueva conquista. De la mano de los más encumbrados “representantes del pueblo” se lanzaron sobre estos territorios de zona Norte hoy casi un país aparte con obras de infraestructura financiadas y autorizadas por los municipios, gobierno de la provincia de Buenos Aires (y todos sus organismos de contralor) y de la Nación.
El Delta comenzó también a estar bajo la lupa de esta nueva conquista. La diferencia fue que aquí encontraron “resistencia” y no pudieron llevar a cabo la entrada a la isla del mismo modo que en continente. Me refiero al Camino Isleño que intentaron luego de la reforma de la Constitución del ’94 que nos dio algunos Derechos Ambientales y la Ley 11723 (Ley Integral del Medio Ambiente de la Provincia de Buenos Aires) que supimos aplicar con el defensor del Pueblo de la Nación. Al no tener Declaración de Impacto Ambiental quedaron en la ilegalidad. Le ahorramos al Pueblo de la Provincia y su deuda externa, 30 millones de dólares que se hubiesen gastado para un puente que cruzaba el Río Luján y una autopista que uniría continente con el Río Paraná. El impacto negativo ambiental hubiese sido una catástrofe. No pudieron entrar por allí.
Comenzamos entonces la tarea de tratar de preservar al Delta con varios Proyectos: “Area Protegida”, “Sitio Ramsar”, “Presupuestos Mínimos Ambientales” y “Régimen de Protección Socio Ambiental para el Delta de Tigre” que en 2013 desembocó en agónico “Plan de Manejo” hoy aún vigente.
Hubieron otros intentos menores que abortaron. En 1999 Rockefeller desembarcó en Tigre centro con un proyecto de 3 torres de 35 pisos, donde hoy está la Oficina de Agencia de Turismo de Tigre y las Amarras Isleñas Hugo del Carril, que fracasó.
En el año 2000 grandes movilizaciones se manifestaban en Tigre por el Desvío del Río Reconquista por el Canal Aliviador (Pista Nacional de Remo) que impactó fuertemente sobre el Delta con la contaminación del Río Reconquista no resuelta.
En el 2001 y 2002, Soldati con su Proyecto Delta del Plata intenta otro Mega Emprendimiento en el Delta desplazando isleños y clavando cartelitos de “propiedad privada”. Con una superficie inicial de más de 500 hectáreas ubicadas en la primera sección de islas y que se conectaría con San Fernando a través de un puente. Es detenido por la acción decidida de Organizaciones Isleñas. Se pararon otros emprendimientos menores en el Carapachay como “Poblado Isleño” y otros.
Hacia 2008 comenzó Colony Park, seguramente una lucha conjunta que fue emblemática, y que finalmente fue detenida. Este emprendimiento argumentaba en su estudio de Impacto Socioambiental lo que transcribo textualmente:
“Pág 27 del EIA , punto 53 A: El estrato social receptor principal de los beneficios de esta urbanización, es un sector poblacional que no tiene hoy día presencia permanente en las islas aunque sí de fin de semana. Este desembarco masivo de una población que a priori elige no integrarse, genera frentes de potencial conflictividad y degrada la identidad asociada a la región deltaica, sus historias y tradiciones.”
“Pág.29 del EIA, punto 44 A , Relocalización de Población: el aumento del valor de la tierra, lleva él un desplazamiento de la población que no puede sostener económicamente una presión fiscal creciente. El tipo de urbanización, cerrada y aislada, busca evitar la integración social. Al mismo tiempo, se impone la discontinuidad y la inequidad social dadas por lo abismal de las distancias que separan uno y otro estrato social a la vez que coexisten en lugar y tiempo. Se adjuntan fotos en las que se pone en evidencia la falta de confort que es parte de la calidad de vida de pobladores locales”.
A confesión de parte, relevo de pruebas. POR EXCLUSIVOS, “SON EXCLUYENTES”.
La caída del Colony Park fue el origen del Plan de Manejo del Delta a través de un Proyecto de Ordenanza que presentamos en 2010 en HCD ( Honorable Concejo Deliberante) de Tigre y que se titulaba “Régimen de Protección Socio Ambiental para el Delta de Tigre”.
En el 2015 también con la participación de varias organizaciones socio ambientales, se logró detener Remeros Beach, otro Mega Emprendimiento sobre Valle de Inundación.
Todos los gobiernos avalaron el avance de este “Modelo de Desarrollo Urbano Privado Cerrado”. Y lo hicieron aprobando sus proyectos o con un guiño en contra de leyes ambientales, del uso del suelo y de la “Planificación Urbana Social Inclusiva”.
Así se regaló la “Soberanía Territorial” y se les financió la obra pública de conectividad vial, provisión de agua y cloacas, energía y toda la seguridad jurídica necesaria para la conquista.
La nueva planta de AySA Juan Manuel de Rosas de Dique Luján, mega obra de varios miles de millones, trae el agua del Río Paraná, es decir, del Delta, y los primeros contratos de concesión los realizaron con los recién llegados: los barrios privados.
El troncal de distribución de agua potable pasa —oh casualidad— por los barrios cerrados igual que las estaciones del tren que quedaron comprendidas entre Pacheco y Zárate. Sin embargo el Delta es el proveedor del recurso AGUA. Nosotros los isleños NO estamos contemplados en el Plan de Provisión de Agua Potable. ¿Tendremos que cobrar regalías por explotación del recurso agua y así financiar junto a otros ingresos nuestras necesidades?
El último cambio de gobierno marca una etapa decisiva poniendo a prueba a la población isleña. Si bien siempre fuimos discriminados, las actuales medidas todas tienden a dificultar la vida en esta región insular al punto de reinstalar la idea de un “nuevo éxodo isleño”. Provocado por el abandono de políticas de promoción por parte del Estado, que fomenta, en cambio, el desplazamiento de la población actual.
Medidas como el cierre de escuelas del Delta (nadie se había animado a tanto) que sólo se desactivó por la movilización de distintos actores sociales pero que habrá que sostener porque la gobernadora Vidal anunció que era sólo por este año. Se han cerrado estaciones de servicio que afectan la provisión de combustibles en todo el Delta. Se prohibió a lanchas de pasajeros y almaceneras llevar combustible. Los alimentos se encarecen por la política económica actual. Los pasajes de lanchas colectivas son más caros que el transporte aéreo en relación a los kilómetros recorridos. El transporte público isleño no tiene tarjeta SUBE.
Un nuevo tipo de turismo privado invade el Delta con sus embarcaciones produciendo impactos ambientales negativos, graves accidentes incluso muertes, por navegación temeraria e irresponsable. Operadores turísticos que explotan el paisaje insular hablando de los isleños, nos llenan de ruido, polución, rotura de amarras, erosión de nuestras costas (lo más caro de mantener en la isla) y destrucción de nuestros muelles.
También se ven carteles de “propiedad privada” sobre las islas en formación en el frente del Bajo Delta. Una más de las conquistas en tiempos en que el Estado está más del lado de los negocios que en la defensa del Humedal, del territorio, y de los pobladores isleños.
Un nuevo perfil social asoma tras estas medidas nada inocentes que buscan un cambio de target o perfil social, apropiándose de un territorio.
Y es aquí donde “todos somos mapuches” – salvando las diferencias. Somos sujetos de expulsión. A no engañarse, otra vez con que “darán trabajo,” “respetarán nuestra identidad y nuestra geografía”.
Agreguemos la contaminación del agua. No sólo por el Río Reconquista –que basta ver el Río Tigre, que es el mismo río— para entender lo que estoy diciendo. Sino además el uso indiscriminado de agrotóxicos y herbicidas que naturalmente van por escurrimiento hacia las vías y espejos de aguas. Terminan envenenando nuestros ríos y como consecuencia a todas las especies y nosotros somos una especie más.
Me pregunto entonces: ¿cuál es el sentido del reclamo sobre las Islas Malvinas (que por supuesto comparto) si a los isleños cuando no nos ignoran nos quieren expulsar del territorio del Delta?
Y es esta la pregunta que da origen al título: ¿nos resistiremos a un segundo éxodo?
Nadie aceptaría dentro de un consorcio o de un barrio privado que funcionarios extraterritoriales impongan normas de procedimiento y de convivencia sin conocer ni lo más mínimo el lugar. Para cualquier gestión hay que salir del Delta, ir al Municipio, a la Provincia o a la Capital.
Entonces, ¿por qué no pensar en gestionarnos nosotros mismos, comenzando por proponer una Dirección de Islas pensadas por y para isleños? Esto se llama empoderamiento. Es un principio de autodeterminación, con vías a la autonomía.
Autodeterminación significará entonces que nosotros, los isleños, decidiremos sobre todas las cuestiones relativas a nuestra condición y necesidades: Recursos Naturales (bienes comunes), economía, educación, salud, servicios, producción, comercio, turismo, cultura e identidad.
Por supuesto que no todo es armonía entre los isleños, pero queremos discutir entre nosotros cómo organizar nuestra vida en el Delta. Establecer nuestras Políticas Públicas, manejar Nuestros Recursos, y sobre todo, “pensar el Delta desde el Delta”, con sus características fluviales y de inundabilidad naturales, que hacen a los beneficios que los Humedales prestan a la Humanidad. Es decir, para conservar la población isleña, hay que prioritariamente preservar el territorio.
Y para salvar al Delta, unirnos, empoderarnos y decidir nuestro destino isleño.
Citando a Fito Páez: ¿Quién dijo que está todo perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.
¿Y si todos ofrecemos el corazón? De un Yo a un Nosotros, quizá funcione.
Me gusta, a pesar de todo, seguir pensando que un mundo mejor es posible.
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