RESISTIR ES REINVENTARSE
La década de resistencia tras la Revolución Fusiladora, relevada por Laura Ehrlich
Cuando el peronismo llegó al poder por el voto popular en febrero de 1946, comenzó a consolidarse como el signo político de la clase trabajadora en la Argentina tras su irrupción del 17 de octubre del año anterior. Durante una década, y hasta ser derrocado por la caterva de curas, magnates y milicos en septiembre de 1955, desenvolvió una construcción política sustentada en la activa participación popular en la conquista de sus derechos laborales y sociales. Reivindicaciones convertidas en medidas gubernamentales, a su vez instauradas como doctrina dentro de un movimiento amplio, siempre conducido por Juan Domingo Perón, asimismo constructor de un lenguaje identitario inédito. Organizaciones del trabajo, de la vida civil y agrupaciones políticas de distinto signo, fueron sumándose a fin de no quedarse por fuera de la Historia.
Con la Revolución Fusiladora, su salvaje represión, persecuciones y legislación proscriptiva, ex funcionarios, dirigentes y masas populares se vieron obligadas a recorrer un camino de oposición inverso en pos de sostener, cuando no de recuperar las conquistas obtenidas, encabezado por las consignas del retorno del líder y la devolución del cadáver de Evita. La década que va de 1955 a 1965 se caracterizó por la experimentación de formas alternativas de lucha y organización, de acuerdo a la diversidad de prácticas y convergencias ideológicas multiplicadas en una diáspora heterogénea, muchas veces inorgánica, a menudo contradictoria e inconexa entre sí. Desde el exilio, primero en Paraguay, Panamá, Venezuela, República Dominicana y finalmente en España, Perón procuraba aunar voluntades, elaborar alianzas, organizar los agrupamientos. Con marchas y contramarchas fue tejiendo un nuevo armado, hasta lograr el retorno en 1972 y abrir una nueva etapa.
Minimizada, cuando no fragmentada, esa década inmediata al violento desalojo del poder suele sintetizarse bajo el rótulo de Resistencia Peronista. Caracterización subsumida folklóricamente en la acción directa, que la hubo, aunque empapada de una épica que, contra la voluntad de sus actores, soslayó tan abundantes como intensas otras prácticas políticas y sociales, más o menos radicalizadas. Este espectro es el investigado desde la historiografía por la politóloga Laura Ehrlich (Buenos Aires, 1977) con el propósito de dar cuenta de las múltiples vicisitudes llevadas a cabo por distintos grupos para transformar la cultura política del peronismo, permitirle sobrevivir y perdurar. En el flamante aporte de la editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, La reinvención del peronismo (1955- 1965), la autora recorre las producciones documentales, principalmente de difusión en hojas, volantes y periódicos de distintas franjas de activistas no siempre homogéneos. Variedad política e ideológica relativas a sus respectivas trayectorias, a su tiempo atravesadas por sucesivas coyunturas, impulsoras de realineamientos y divergencias en el sistema de creencias, redes de socialización y valoración de elementos simbólicos provenientes del pasado.
En un primer momento Ehrlich encuentra un entramado ideológico procedente de un manojo de tradiciones de derecha que van mutando a medida que se incorporan nuevos elementos destinados al análisis de coyuntura y a las construcciones de acumulación masiva. A la resignificación de las categorías doctrinarias originarias, se le sumaron hibridaciones provenientes del imaginario de los procesos emancipatorios de Asia y África, así como luego de la Revolución Cubana. A la par, y en gran medida como contraparte, el activismo debió incorporar las renovadas formas de actividad gremial, abarcadoras de un panorama tanto de las tomas fabriles como de la burocracia sindical y el neoperonismo sin Perón; de Augusto Timoteo Vandor a John William Cooke.
Cundieron las movilizaciones relámpago, homenajes, misas, pintadas, volanteadas, pequeños altares, todo fruto de la imaginación popular tendiente a quebrar la clandestinidad imperante, lanzar mensajes a la población de que el peronismo seguía con vida, creciendo por fuera del poder. La táctica de desperonización ejercida por los golpistas tenía en el primer periodismo semi clandestino un indicio de respuesta formal. Tibios atisbos emergían desde las revistas legales frondizistas, el nacionalismo católico y el radicalismo intransigente, a los que se sumó Mayoría, donde Rodolfo Walsh publicó por entregas Operación Masacre, abriendo un nuevo frente reivindicativo en recuerdo de los mártires de la lucha popular. En paralelo, la prensa propiamente peronista circulaba de mano en mano, cada tanto se distribuía en kioscos mientras el gobierno las clausuraba para que volvieran a aparecer con el mismo u otro nombre. El exhaustivo relevamiento de Ehrilch da cuenta de buena parte de estas publicaciones en todo el país, sus conducciones, redactores, contenidos y polémicas, con el aditamento de copias facsimilares de tapas y artículos que ilustran la edición.
Un espacio político paradigmático, que ocupa asimismo lugar destacado en el libro, son las sucesivas conmemoraciones del 17 de Octubre, donde se actualizaba “el sentimiento de pertenencia de la comunidad peronista, en ausencia del estado que antaño había cobijado y de los líderes en la que se reconocía, ante las crecientes divisiones internas”. Tradición convertida en ritual, “con una parte de su liturgia relativamente conservada o evocada –en la ornamentación, los himnos de apertura, los lugares de localización, el bombo, el minuto de silencio y el saco que se saca— provocó probablemente la activación de un conjunto de mitos compartidos, en un nivel vivencial y una escala que otros dispositivos simbólicos como la propaganda no alcanzaban”. Finalizados los discursos, se transmitían las cintas magnetofónicas grabadas por Perón, comenzaba a surgir “la juventud como depositaria de las banderas peronistas”. Mensajes orales complementarios a las columnas periodísticas que el líder firmaba con el seudónimo Descartes, asimismo consignados por la autora.
Nuevas generaciones activas en el campo nacional y popular han de encontrar en La reinvención del peronismo que las voces y los cantos, las consignas y el folklore en el que participan, guarda inmensas continuidades e innovaciones en sus prácticas de difusión, construcción y acumulación. Junto a ello, comprobar una vez más que el peronismo contiene un movimiento político y cultural en —precisamente— constante renovación y, al repensarse, zanja de modo mejor o peor las diferencias, siempre consagrándose como opción acorde a los intereses de los desposeídos.
FICHA TÉCNICA
La reinvención del peronismo (1955-1965)
Laura Ehrlich
Buenos Aires, 2022
312 páginas
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