Repitencia y selección
La escuela secundaria, la reproducción de la exclusión
En 1863, el Presidente Bartolomé Mitre promulgó un decreto que creaba, en la Ciudad de Buenos Aires, el Colegio Nacional de la capital provincial, sobre la base del Colegio de Ciencias Morales y el Colegio Seminario. Constituyó el intento más serio de organizar la educación secundaria en el país de la post independencia. Tenía como fin, la “enseñanza preparatoria” que habilitaba para el ingreso a grados universitarios. Este tipo de educación sería privado, hasta la decisión sobre su gratuidad, tomada por la administración peronista en 1952.
Si bien la iniciativa referida no lo previó como propósito, con la creación de la escuela secundaria quedaba instalado un sistema de selección de matrícula, durante la etapa previa al pasaje a la universidad. Asimismo, el Estado oligárquico, vigente en la Argentina, posterior a Caseros y Pavón, comenzaría a tomar las precauciones necesarias para formar académicamente a su “Nobleza de Estado”, la que garantizaría su hegemonía a lo largo del tiempo, aunque a partir de una oferta de escuelas diversificada. La educación secundaria ostenta, desde entonces, el título de ser la etapa del proceso educativo que menos modificó su matriz fundacional desde aquellos tiempos a la actualidad.
La modalidad de repetir el año aparece, en realidad, en el mundo, con la escuela moderna y la enseñanza primaria, con la incorporación masiva de los niños a la educación, la presencialidad, simultaneidad, la repitencia, la descontextualización de los saberes, así como con la heteronomía de lxs alumnxs, que pasarían a regirse por poderes y normativas externos y extraños, que debían acatar sin lugar a reclamos.
Para resumir, la institucionalización de la repitencia, traducida como una nueva oportunidad para lxs alumnxs, se planteó históricamente como una solución del sistema educativo primario y secundario ante las dificultades para el aprendizaje de lxs alumnxs. Es decir, se pensó y se piensa todavía que para que un alumno/a aprenda lo no aprendido, basta con darle más de los mismos contenidos, de los mismos docentes y estrategias de aprendizaje, aunque separándolo de su grupo de pares y sometiéndolo a una estigmatización natural dentro y fuera del aula. Cabe agregar que recursar una materia en la escuela se trató de una acción que, en general e históricamente, fue definido solamente por un/una docente en el aula hacia la finalización de cada ciclo lectivo
Nos parece mentira que en el siglo XXI haya tenido vigencia semejante dispositivo, y que para ello se haya puesto el acento en los requerimientos discrecionales de lxs adultxs y no en las necesidades de lxs niñxs y jóvenes, que desde siempre han aspirado a ser incluidos en el sistema educativo. La repitencia es un mecanismo que excluye, discrimina, promueve el abandono de la escuela, genera limitaciones en las capacidades de aprendizaje y en la autoestima de niños y jóvenes. Ninguna argumentación, como las que suelen defender esta práctica, puede justificar la cultura de la repitencia.
Otro aspecto nocivo de la repitencia consiste en la inversión que implica, tanto para el Estado como para las familias de quienes repiten. Un ejemplo, que surge de la historia, lejano en el tiempo, aunque elocuente al respecto, es que hacia 1993, en América Latina y el Caribe, los Estados desembolsaron 4.2 millones de dólares anuales para financiar a 20 millones de alumnxs repitentes.
Con lo cual, la reducción y/o eliminación de la repitencia, para una jurisdicción, podría implicar una diferente afectación de los recursos públicos, que podrían ser utilizados para fortalecer las estrategias de acompañamiento, los dispositivos de tutorización, apoyo y recuperación de conocimientos para lxs jóvenes que lo necesiten.
Para las familias, enviar nuevamente a los hijxs a la misma escuela —si es que la institución lo permite—, al mismo año, implica, además de gastos de traslado, indumentaria, materiales y comida, por ejemplo, diferimiento de la finalización esperada del nivel educativo, así como la postergación de su ingreso al mercado laboral.
Creemos que la cultura de la repitencia se encuentra estrechamente vinculada con las tradiciones históricas que determinaron el desarrollo de los sistemas educativos y, en particular, los que arrastran un legado colonial. Ha regido, preferentemente, en países latinos y mediterráneos y, en menor medida, germánicos. Con lo cual se complica más aún en países de la periferia donde las tendencias al recursado de grados y años se concentran en los sectores más pobres de la sociedad. Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe, Asia, África y el área del Océano Pacífico sur fueron y son testigos de ello.
Un deseo de cambiar
Cuando días atrás, la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires anunciaba la finalización de la repitencia en el secundario, procedía a ejecutar una acción de estricta justicia, que deberá consolidar debatiendo en marcos comunitarios, a fin de mejorar la escuela actual.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires, con su decisión, ha marcado un rumbo. Lo que para nosotros, y según lo advertimos desde estas mismas páginas en junio de 2020, debería ser un cambio gradual, un cambio del modelo de escuela, no porque este fuese antiguo, sino porque en realidad no está dando los resultados deseados y de ello hay suficientes consensos en los últimos 20 años.
La repitencia en la escuela secundaria constituye, junto con otros mecanismos de selección de matrícula como la meritocracia, un obsoleto sistema de inasistencias, la ausencia de articulación entre las 13 disciplinas de estudio simultáneo, las carencias en materia de pensamiento crítico e integración de conocimientos, los modelos de cursada, una herramienta cultural de reproducción social y distribución del poder, que ha jugado un papel preminentemente político a lo largo de la historia.
Suprimir la repitencia en la provincia no va a deteriorar la calidad de la educación, sino que eliminará, por lo menos, uno de los factores que la impiden. La medida, por sí sola, no solucionará en su real dimensión la falta de adquisición de los aprendizajes relevantes. Sin embargo, modificará una práctica nociva y antipedagógica, un avance significativo hacia una mejor práctica en la educación de los adolescentes.
Las elites de la meritocracia, producto de la segmentación y la desigualdad, deben terminarse. Los mensajes de endurecimiento de la educación, que aportan los conocidos de siempre, carecen de perspectiva y sentido, si tomamos en cuenta que los mejores docentes de la historia han sido, desde su amplitud de conocimientos y desde la práctica docente, verdaderos facilitadores del acceso a los saberes.
La repitencia en el mundo ha demostrado con creces su ineficacia como medida, lo que nos permite pensar que se trató, en realidad, de una trampa sutil, un modo de seleccionar la matrícula, retrasar y promover el abandono de la escuela media de vastos sectores de la población adolescente; de limitar el número de jóvenes con título secundario, reservar este para unos pocos, de manera tal, de eliminar las posibilidades de ascenso social de quienes más lo necesitan.
Finalmente, la jurisdicción más poblada de la Argentina ha dado un paso en favor de la igualdad en la educación. Deberá tomar conciencia de que ha tocado una estructura educativa prácticamente inamovible y de que ha democratizado las posibilidades de quienes, dada su procedencia social y/o cultural, vienen quedando rezagados a lo largo de siglo y medio de historia. Vaya entonces, nuestro reconocimiento.
Raúl Moroni es profesor de Historia, supervisor y ex director de Educación Media y Técnica de la Ciudad de Buenos Aires (1993-1997). Actualmente retirado, pertenece al GRUPO RESCATE por la Educación Secundaria.
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