REAGAN Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

Bienes primarios entonces términos del intercambio deteriorados es un simple espejismo

 

Con la puesta al día de los derechos de exportación han vuelto las oscuras golondrinas en los debates históricos asociados a las materias primas, pero sin que éstas puedan sacar las no menos históricas espinas que los atraviesan. Los términos de intercambio (relación de precios de exportación con precios de importación) se siguen confundiendo con el resultado comercial (exportaciones menos importaciones: positivo = superávit; negativo = déficit) en el sentido de que los análisis sugieren que altos términos del intercambio llevan a superávits comerciales o bajos términos de intercambio a déficits, al punto que los tratan directamente como sinónimos y no se logra saber bien si se está hablando de unos u otros. Ni altos ni bajos términos de intercambio llevan necesariamente a superávits o déficits comerciales. Hay prueba abundante de ello.

La confusión no es inocente. Generalmente se la invoca para sostener que la señora era una populista buena para nada que se aprovechó de una situación muy favorable del mercado mundial. Si es por eso, la del gato que acaba de dejar la presidencia fue sensiblemente mejor (tasa global de interés pandeando el cero, términos de intercambio más altos que los registrados entre 2003 y 2015) y el desmadre que dejó es mayúsculo. No obstante, con tener su importancia esa confusión es más bien agonal. Desde el punto de vista arquitectónico, resulta más interesante y decisivo escombrar el terreno donde se asienta la creencia de que nuestros términos de intercambio se deterioran porque exportamos bienes primarios e importamos una buena cantidad de insumos industriales. Bienes primarios entonces términos intercambio deteriorados, es un simple espejismo que trata de hacer pie sobre una supuesta demanda deficiente (suben los ingresos globales baja la cantidad demandada global de ese tipo de bienes).

En consecuencia, dar con una explicación plausible de la trayectoria de los términos del intercambio hace a la estrategia de desarrollo nacional. Como se trata de una relación de precios, en el fondo de la cuestión se trata de una explicación atinente a como se forman los precios. El mercado del chocolate saca credenciales de caso concreto que bien mirado lleva a encontrar las respuestas al asunto de la formación de los precios, máxime teniendo en cuenta que los precios que se deterioran como tendencia secular son de las materias primas de la periferia. Cuando se trata de un mismo tipo de materia prima pero del centro (típico: cereales y madera) los términos de intercambio no se deterioran.

El cacao como los cereales es una materia prima alimenticia pero a diferencia de los segundos no es producido por la Argentina (ni ningún país desarrollado) lo que adiciona la ventaja de despejar cualquier aprensión a resquemor sobre posible prejuicios en el análisis. Además, el chocolate como alimento en sus diversas formas no es barato en ningún lugar del mundo y no tiene sustitutos.

Ronald Reagan

Cuando Ronald Wilson Reagan asumió como el 40 presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 1981, vino precedido de una campaña en la que la segmentación del electorado se utilizó para infundir y exacerbar la visión ultra liberal de las cosas, sello distintivo de las que desde entonces pasó a llamarse y ser identificada como reaganomics. En verdad, en sus dos presidencias además de ganar la Guerra Fría, Reagan devino en un singular y curioso keynesiano accidental que hizo correr enormes déficits fiscales y estropeó la distribución del ingreso. Reagan encabezó el contragolpe liberal que aún estamos padeciendo en todo el orbe.

Su cortada publicitaria de que todo lo que se frena el gobierno lo subsidia y todo lo que se mueve le pone un impuesto, en el caso específico del chocolate componía un relato volcado en una esquela dirigida a uno de los tantos segmentos en que sus publicistas habían particionado el electorado, en el que explicaba como desde la madrugada en el trópico cuando el campesino cosechaba el cacao se ponía en marcha un mecanismo de mercado que iba desde los transportes hasta las minas de bauxita para el aluminio que recubre la envoltura característica del chocolatín, para que este sea fabricado y esté en las góndolas a disposición por unos pocos dólares o fracción de dólar. La ambición de los seres humanos a través del impersonal mecanismo del mercado, regulado de acuerdo a los intereses contrapuestos armonizados finalmente por los precios, obraba el milagro de la barra de chocolate. La intervención estatal además de innecesaria resultaba contraproducente. La idea era hacer en el resto de la economía que todo fuera tan dulce y libre como lo era en el mercado del chocolate.

Claro que lo que el POTUS Reagan (POTUS: President Of The United States) no explicaba cómo era que la misma barra de chocolate enriquecía a los trabajadores suizos, italianos, norteamericanos, alemanes, franceses, ingleses en fin en el país desarrollado en el que fuera fabricado mientras empobrecía y empobrece a los campesinos de la periferia, eso sí: mediante los impersonales mecanismos del mercado que tanto ensalzaba.

El POTUS Ronald Reagan en sus tiempos de actor con Virginia Mayo en “The Girl from Jones Beach” (1949)

 

 

Para corroborar el punto, basta registrar los datos del mercado global del chocolate conforme se vierten en distintos informes sectoriales. La manufactura está dominada por cinco o seis grandes multinacionales. El mercado global actual de chocolate se calcula en 100.000 millones de dólares y se proyecta que aumentara de acá a 2025 entre 24 y 43%. Dos tercios de la producción global provienen de la República de Ghana y Costa de Marfil. En el otro tercio incide fuerte Latino América. Los alrededor de dos millones de campesinos que trabajan en las plantaciones de África Occidental (fuerte incidencia de trabajo infantil pese a las iniciativas para erradicarlo) reciben 7.000 millones de dólares de ese mercado global de 100.000 millones de dólares. El resto es muy poco en molienda y flete y el grueso salarios e impuestos en fabricación y distribución en los países consumidores. Los campesinos africanos viven con menos de dos dólares por día. A los latinoamericanos mejor no les va. Los trabajadores de la industria chocolatera de los países desarrollados cobran sus tradicionales salarios promedio de 30 o 40 dólares la hora.

El salario nacional

Viendo la estructura de costos cuya parte del león se la llevan los países desarrollados, se abandona toda idea de comparar que lo que paga el consumidor de chocolate es lo que determina la remuneración del cultivador de cacao. Debe admitirse que no hay lugar para establecer una medida común entre los dos procesos de producción. Si fuera posible tal medida en común, la demanda de los granos de cacao, en tanto materia prima exclusiva (sin sustituto posible) del chocolate, debería derivar de la demanda del producto final (tabletas, bombones, etc.) y debería seguir la misma curva, buena o mala, de ésta última.

Bajo esas condiciones, la única demanda que resulta determinante es la del producto final, lo que no se debe únicamente al hecho de que es la que se enfrenta a las necesidades del consumidor y con las diferentes elasticidades de la demanda. Si esta demanda es mala, por la causa que fuere, debe repercutir en primer lugar y antes que nada sobre el producto final, y luego golpear sobre la de la materia prima. Pero si ese producto final es uno de un país desarrollado, en tanto que tal, se beneficia de los buenos términos de intercambio de esos países.

Pensar que el precio del cacao baja o se estanca a causa de una demanda desfavorable remite a suponer que la demanda por chocolate es deficiente. Pero si la demanda por chocolate es deficiente, y si es la demanda del producto la que determina el precio y los ingresos de los productores, ni de cerca ni de lejos se alcanza a ver bien cómo es el hecho que la misma demanda por el mismo producto final determine salarios tan, pero tan diferentes entre los cultivadores de cacao de la periferia y los trabajadores del sector chocolatero de los países desarrollados. Estas diferencias salariales son como se apuntó, a calificación laboral igual (o teniendo en cuenta las diferentes calificaciones) 20, 30 o 40 veces superior en el centro respecto de la periferia. Además, como fue visto la demanda lejos de ser deficiente se proyecta al alza y bastante pronunciada de aquí hasta que finalice el lustro que corre.

Bien visto, el caso no difiere en nada si del conjunto del proceso se encarga una sola empresa, la que cultiva los campos de cacao en Bolivia (su variedad salvaje está entre las más buscadas) y fabrica el chocolate en Suiza lo envasa y distribuye en la UE. Debería quedar en claro que si la demanda es determinante, entonces se debería fijar la misma tasa de salarios a todo lo largo del proceso de fabricación. En cada etapa de fabricación, el precio del producto correspondiente a ese tramo está formado por el salario local y la tasa de ganancia mundial más el precio del producto de la etapa anterior. Si ello no fuera así, cambia el sentido de la determinación, y la demanda se convierte en el origen de la fijación, que como se ha visto no es así.

Una disociación de la demanda por materia prima con respecto al producto final podría explicarse si existieran materiales sustitutos producidos en los países desarrollados. Tales materiales de sustitución no existen, al menos para la mayor de las materias primas provenientes de la periferia, a pesar de una creencia en contrario muy extendida. En cualquier caso, y esto es indiscutible, no existe sustitutos comercialmente viables ni para el cacao, ni para el petróleo, ni para un cierto número de otros productos entre ellos la soja. En resumen, indiferente del tipo de producto que se trate, sufre exactamente el mismo deterioro de los términos del intercambio.

Desde otro ángulo, difícilmente exista un producto de exportación de los países desarrollados que no contenga alguna que otra materia prima proveniente de la periferia. El simple dato de la realidad resulta de considerar que la demanda por los productos primarios de la periferia es específica y autónoma, debido a que la casi totalidad de esos productos son materias primas de los procesos manufactureros que tienen lugar en los países desarrollados. De última, algo esquemáticamente, se puede expresar que lo que se intercambia son productos industriales contra sus propias materias primas: chocolate contra cacao, jabón contra aceite, acero contra mineral de hierro, neumáticos contra caucho. Como para cada dupla no hay más que una sola demanda en juego, hacer determinar una variación de los términos del intercambio por una característica cualquiera de la demanda deviene en una proposición ininteligible.

El Sentido

El fenómeno del deterioro secular de los términos del intercambio no puede tomar otra dirección que no sea la de cambiar el sentido de la determinación de la causalidad, esto significa que se debe rechazar toda determinación del salario en la demanda del bien y buscar los elementos determinantes del ingreso de los factores en las relaciones de producción. No es la fatalidad de una demanda deficiente por los productos de la periferia la que determina los precios en baja, y entonces no son esos precios, normalmente formados en el mercado mundial, los que determinan a su turno los ingresos de los productores. Es la capacidad de la conciencia política de las mayorías nacionales la que determina el nivel del salario (de paso determina la viabilidad nacional de un territorio) y éste a su turno y por caso el precio del bien de exportación. Ghana y Costa de Marfil fueron en su momento uno de los núcleos del mercado mundial de esclavos y donde hubo fuego…

Al maro de esta lógica se puede reflexionar que el problema con la actual Vicepresidenta cuando era Presidenta no era el supuesto malgasto de los términos de intercambio favorables sino que su política apuntaba a que se volvieran favorables de forma sostenida en el tiempo. Es la gran banana que no se quieren comer por nada del mundo los gorilas. El salario como precio de la fuerza laboral, no es justamente un precio como los otros precios. Representando la parte de los ingresos nacionales que correspondan a la clase trabajadora. No es sólo el precio de una mercancía, sino que al mismo tiempo, es el elemento constitutivo necesario y suficiente de distribución, siendo el ingreso de los no-asalariados (ganancias en sentido genérico) un residuo. Esto constituye uno de los principales elementos de las luchas políticas dentro del sistema capitalista. En tanto que tal, se fija de manera extra-económica, por lo tanto exógena. Como la dirección de todas las determinaciones es desde lo exógeno a lo endógeno, el salario posee una precedencia lógica sobre los otros precios.

Es hora de que los argentinos sepamos leer bien la que hay en el chocolate de Ronald Reagan, es hora de que dejemos de buscar el billete dorado de Willy Wonka en el mercado mundial para penetrar en el secreto de la fábrica del desarrollo, y nos decidamos a sustituir importaciones en vez de infructuosamente intentar por el lado de las exportaciones, suponiendo incluso que el intercambio es igual cuando bajar los salarios o mantenerlos estancados para -según dice el mito-volverse y permanecer competitivo lo único que hace es ampliar el subdesarrollo exacerbando el intercambio desigual. Chocolate por la noticia.

Salarios altos en la fábrica del desarrollo
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