La deslucida gira del secretario de Estado de EE. UU. por Latinoamérica
La relación entre Estados Unidos y América Latina está atravesada por la crisis política instaurada desde la asunción del gobierno de Donald Trump y la contradicción de una política aislacionista sustentada por el gobierno estadounidense, en un mundo que tiende hacia la multipolaridad. La reciente gira del jefe del departamento de Estado, Rex Tillerson, puso en evidencia la confusa y contradictoria política exterior expuesta por Trump en Davos, al cuestionar el modelo de globalización de las inversiones, despreciar los mecanismos diplomáticos como formato de resolución de conflictos internacionales y reiterar su lema (provocador) de unilateralidad despótica, titulada America First. En este contexto se enmarcó el recorrido de Tillerson.
El periplo fue prologado por un sintomático discurso en la Universidad de Austin, Texas, de la cual el actual secretario de Estado es egresado. En ese encuentro adelantó los ejes de su visita a la región, orientados básicamente por tres preocupaciones: (a) Restituir el prestigio de Washington en un espacio que continúan considerando como su patio trasero; (b) Contribuir al cerco económico, político y diplomático sobre la Venezuela chavista, y (c) Recuperar parte del terreno perdido frente a la paciente y persistente avanzada de Rusia y China en la región.
La desabrida gira del vicepresidente Mike Pence en agosto de 2017 (que incluyó Colombia, Chile, Argentina y Panamá) y la recurrente andanada de fraseología supremacista utilizada por el empresario devenido en primer mandatario, contribuyó al constante derrumbe de la imagen de Washington entre los latinoamericanos. Los sondeos actuales muestran la máxima caída histórica en ese rubro: el último número de la revista Foreign Policy ubicó en un 24 por ciento la aceptación de las políticas exteriores ligadas con la región y la encuestadora Gallup sitúa la consideración positiva del gobierno de Donald Trump —entre los latinoamericanos— en un piso histórico del 16 por ciento, según los datos difundidos a fines de enero por la investigadora Elizabeth Keating. Desde que asumió Trump, las temáticas del muro con México y el supremacismo WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant: blanco, anglosajón y protestante) han restringido el vínculo con sus vecinos al sur del Río Bravo. El desprecio recurrente hacia los migrantes se vio ahondado recientemente ante la incendiaria pregunta retórica, proferida por Donald Trump en enero de este año, en el marco de los debates sobre los cambios en la legislación de migraciones: “¿Para qué queremos a esta gente de países de mierda?”. Con similar timing que su jefe, Tillerson instigó a los militares venezolanos a dar un golpe de Estado, antes de visitar a sus vecinos del sur.
Las soluciones del incendio
Su excéntrica apología bélica fue enunciada mediante un giro lingüístico carente de sutileza: “La forma en que habitualmente se solucionan los problemas en América Latina es con un golpe militar. Luego ordenan el país”. Casi de forma inmediata el general en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), Vladimir Padrino, rodeado de los comandantes de las distintas instituciones castrenses, brindó una respuesta a la solicitud de Tillerson: “La FANB rechaza de manera radical tan deplorables declaraciones que constituyen además un nefasto acto de injerencismo. En Venezuela no aceptaremos jamás que algún gobierno o potencia extranjera intervenga bajo ninguna forma”. El mismo general señaló más adelante que la gira de Tillerson se asemeja a “un juego de torero mediocre en una infeliz tarde” que tiene el objeto de “persuadir a los gobiernos latinoamericanos para intervenir en Venezuela”. Durante la gira del vicepresidente estadounidense Pence se pretendió orientar el vínculo continental en un formato de sociedad comercial cooperante, pero el vicepresidente viajero tuvo que dedicar gran parte de su periplo a minimizar un oportuno Twit de Trump en el que amenazaba con una invasión militar a la Venezuela de Maduro.
La relación entre Caracas y el actual jefe de la diplomacia estadounidense está enmarcada —además— en el conflicto puntual entre la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) y EXXONMobil, la corporación trasnacional que fue dirigida por actual jefe de la diplomacia de EE.UU. entre 2006 y 2016. La empresa liderada por Tilleson demandó a la PDVSA ante el tribunal arbitral del Banco Mundial por un monto de 20.000 millones de dólares en 2007, después que la venezolana de energía —en tiempos de Hugo Chávez— nacionalizó la Faja del Orinoco. En ese año la República Bolivariana decidió no renovar los contratos con EXXON en Cerro Negro y La Ceiba. Luego de diez años de enfrentamientos legales, en marzo de 2017 el tribunal arbitral del Banco Mundial laudó a favor de Venezuela advirtiendo que la demanda de EXXON incluía irregularidades y excluyó a la petrolera estatal venezolana de pagar indemnización alguna. Según analistas internacionales, la derrota de EXXON —y de su CEO, Tillerson— fue la peor capitulación legal de su historia.
El literal fracaso de Tillerson en conseguir seguidores para la aventura golpista en Venezuela quedó en evidencia, además, con la advertencia realizada por varios presidentes acerca de la potencial guerra civil que podría generar cualquier escalada militar y su potencial ola expansiva de violencia regional. Las declaraciones de Tillerson fueron rechazadas incluso por el canciller del gobierno de facto brasileño, Aloyso Nunes, quien advirtió que cualquier cambio debe ser tramitado únicamente “mediante el pueblo venezolano”. La desilusión de Tillerson sólo pudo ser compensada gracias a un puntual éxito pírrico: a través de una operación realizada en Bogotá, logró que gran parte de la oposición venezolana se abstenga de firmar las actas de los acuerdos de paz que se tramitan en República Dominicana, avalado por su presidente Danilo Medina. Dichos convenios fueron negociados durante las seis jornadas previas, con el objeto de consensuar un cronograma electoral. El jueves 8, mientras concluía la gira de Tillerson, el mediador y garante de los acuerdos de paz celebrados en Santo Domingo, Luis Rodriguez Zapatero —ex primer mandatario español por el PSOE, alguien insospechado de chavismo— declaró: “De manera inesperada el documento no fue suscripto por la representación de la oposición". En la perspectiva de los funcionarios que rodeaban a Tillerson, el impedimento de lograr un golpe de Estado podrá ser sustituido —gracias a la crisis de las negociaciones de paz que impulsaron— por una guerra civil que autorice posteriormente una intervención exterior.
La multipolaridad como desafío
El secretario de Estado se refirió con preocupación manifiesta a la creciente presencia de política de China, aseverando que “El modelo de desarrollo liderado por Pekín recuerda al pasado. No tiene que ser el futuro del hemisferio”. A continuación advirtió que Pekín implementa “prácticas comerciales desleales” que son inconvenientes para América Latina. Refiriéndose a Moscú, señaló: “La creciente presencia de Rusia en la región también es alarmante, dado que vende armas a quienes no comparten ni respetan el proceso democrático”. Antes de finalizar su conferencia en Austin, afirmó —sin ningún temblor de dicción— que los latinoamericanos poseen “con Estados Unidos un socio multidimensional, uno que beneficia a ambas partes”. Refiriéndose a China y Rusia —ejes de la agenda exterior de Trump, junto al muro fronterizo con México, Irán y Corea del Norte—, agregó que “América Latina no necesita nuevos poderes imperiales que solo buscan beneficiar a su propia gente”.
La respuesta de China no se hizo esperar. La vocera del ministerio de relaciones exteriores de Pekín, Hua Cunying, rebatió a Tillerson el 2 de febrero, al considerar que sus comentarios “muestran una total falta de respeto contra gran número de países latinoamericanos”, a los que se cuestiona por desarrollar vínculos beneficiosos con distintas regiones más allá de su continente. La funcionaria china agregó que “la cooperación está basada en la igualdad, reciprocidad e inclusión” y que “el desarrollo de las relaciones entre China y América Latina no está dirigido ni rechaza a una tercera parte, ni afecta los intereses de terceras partes en América Latina", en clara alusión a la postura “supervisora” de EE. UU. que pretende la prolongación del control hegemónico. Por su parte, Russia Today (RT) ironizó sobre las aseveraciones del magnate petrolero de EXXON devenido secretario de Estado, al ridiculizar sus afirmaciones, poniendo en evidencia las contradicciones de su discurso. En un informe difundido el día 2 de febrero, el portal moscovita cuestionó las diatribas del jefe del departamento de Estado caracterizando de cinismo las referencias a Rusia y a China, que Tillerson calificó como “imperios”.
El irónico análisis del portal de noticias moscovita.
Tanto China como Rusia se han constituido en crecientes importadores de materias primas de Latinoamérica y ambos países implementaron proyectos de infraestructura de miles de millones de dólares en la región —como las dos represas planificadas en Santa Cruz, Argentina— que el “aislacionismo” promocionado por Trump no podría ni querría emular. El America First de los actuales republicanos se asemeja al perro del hortelano: Washington no invierte, no compra, pero se niega a aceptar que sean otros quienes lo hagan.
Los aspectos bilaterales de la gira incluyeron la renovada demanda hacia México de la construcción del muro de contención de migrantes —a ser solventada por los propios mexicanos, según exigencia de EE. UU.— como prenda de negociación extorsiva para renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que el propio presidente Trump ha calificado como “el peor acuerdo que ha hecho EE. UU. en su historia”. Tillerson también renovó su ofensiva contra Enrique Peña Nieto en relación con los carteles de narcotráfico, en momentos que el Centro para el Progreso Americano —ONG dedicada el estudio sobre temáticas de violencia social— divulgaba los números del flujo de armas desde EE. UU. hacia su vecino del sur. En 2017, México alcanzó el más alto nivel de homicidios en los últimos 20 años: 20,5 por cada 100 mil personas. La investigación difundida el 2 de febrero consigna que desde 2014 a 2016, en quince países de Centro, Norte y Sudamérica se secuestraron más de 50.000 armas provenientes de territorio norteamericano.
Un dinosaurio en apuros
En Argentina, Macri se mostró obnubilado por la presencia de mandamás diplomático estadounidense, pero debió recibir el reclamo por la continuidad de los vínculos con Rusia y China iniciados por el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner. Según miembros de la cancillería argentina, Macri le habría expresado el pedido de que empresarios de EE. UU. viniesen a invertir para “sustituir las inversiones rusas y chinas”, solicitud que no mereció ningún compromiso. Los únicos acuerdos alcanzados entre Tillerson y Macri se redujeron a la cooperación militar y de seguridad, sin compromiso alguno de inversiones ni de compras de bienes argentinos. Días después de la visita del jefe de la diplomacia estadounidense, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón mantenía reuniones con el FBI y la DEA, mientras que el ex secretario del tesoro de Bill Clinton, Larry Summers, tuiteaba el 7 de febrero acerca del peligroso deterioro de la democracia de su país, subrayando su preocupación sobre “la argentinización del gobierno de EE. UU.” en referencia al autoritarismo reinante.
En Perú, el 6 de febrero, el secretario de Estado elogió al presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien se encuentra acusado de corrupción, vinculado a la causa Odebrecht, y fuertemente cuestionado por el indulto al ex mandatario Alberto Fujimori, condenado por violaciones a los derechos humanos. PPK recibió con honores a Tillerson mientras gran parte de los analistas locales consideraba como cierta la posibilidad de que el presidente peruano sea destituido por el Congreso en las próximas semanas. Tillerson respaldó los postulados injerencistas del Grupo de Lima (conjunto de gobiernos que apoyan el cerco sobre Caracas), pero recibió la amarga noticia, mientras se encontraba en ese país andino, de la presencia de Nicolás Maduro en la VIII Cumbre de las Américas, a celebrarse en abril próximo. Todos los integrantes del Grupo de Lima habían especulado hasta ese momento con la exclusión forzada del presidente bolivariano o, por lo menos, con su disimulada ausencia.
En Colombia Tillerson abordó junto al presidente Juan Manuel Santos el exponencial aumento de los cultivos de coca que a pesar de los millonarios aportes estadounidenses para erradicarlos (400 millones de dólares por año) no dejan de aumentar. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNOCD), en 2016 los cultivos ilícitos se acrecentaron un 52 por ciento y la productividad por hectárea cultivada aumentó en los últimos cinco años. A pesar del estrecho nexo diplomático entre Bogotá y Washington, Trump amenazó con poner a Colombia en la lista negra de los países que no cooperan en la lucha contra el narcotráfico. En 2017 la DEA difundió un informe en el que se evalúa “seriamente denominar a Colombia como un país que ha fracasado demostrablemente en cumplir sus obligaciones en virtud de acuerdos internacionales contra el narcotráfico”. La última cita de la gira fue en Jamaica, donde su primer ministro, Andrew Holness, fuertemente alineado con Washington, no pudo darle garantías de convencer a sus colegas caribeños de votar contra Venezuela para lograr su expulsión, como alguna vez sucedió con Cuba en la década del ´60.
El Tiranosaurio Rex —también conocido como T Rex— vivió en América del Norte hace casi 70 millones de años. Su nombre proviene del griego latinizado, “tyrannus” (tirano) y del latín “rex”, (rey). Uno de los debates más extendidos en la paleontología moderna es si fue un depredador dominante o simplemente un carroñero.
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