Durante los últimos cien años de historia del cine argentino, museos y archivos públicos y privados han tenido que lidiar, pese a la falta de una política estatal consistente, con la tarea de conservar y mantener tecnologías y soportes que hacen a la historia, aunque el resto de la sociedad la considere irrelevante. Trabajamos para preservar estos objetos, pero nada dura para siempre y la mayoría de los materiales pasan por algún tipo de deterioro y cambios químicos a lo largo del tiempo. A veces estos objetos no solo se deterioran y pierden, sino que ese deterioro puede producir otros peligros, vinculados a la seguridad. Es el caso del nitrato de celulosa, soporte iniciático del cine, a veces demonizado por su composición química combustible.
El soporte se usó en nuestro país aproximadamente hasta 1950, antes de ser reemplazado por las cintas de acetato. Hay varios tipos de nitratos, evolucionando su estabilidad a medida que pasaron los años y avances técnicos. Mientras que el nitrato es inestable y combustible, su preservación es imprescindible por varios motivos: primero, por su valor histórico: los inicios del cine están producidos en ese formato. Después, por las cualidades estéticas de las imágenes que producía. El contenido de plata en la formulación de las cintas de nitrato permitía un luminoso contraste de claros y oscuros en los films en blanco negro. La calidad y precisión superiores, nunca alcanzadas por ningún otro soporte, permiten que de la imagen en nitrato se pueda extraer muchísima información visual.
En la Argentina, hay films de nitrato en todas partes, mucho aún por descubrir y relevar. Un ejemplo de color: cuando se removió la estatua de Cristóbal Colón para trasladarla, se hallaron en su base dos rollos de nitrato, que a modo de cápsula de tiempo mostraban el proceso de su emplazamiento original. Generaciones de estudiantes porteños transitaron los pasillos del Nacional Buenos Aires mientras simultáneamente se alojaban allí las películas de nitrato producidas a principios de siglo por Pablo Ducrós Hicken, hasta su traslado al Museo del Cine. Aunque no se produce material fílmico en nitrato hace más de 70 años, todavía se descubren, cada tanto, films en ese soporte que han existido durante un siglo sin inconvenientes. En Buenos Aires, hay tres instituciones que albergan colecciones de nitratos, con diferentes grados de conservación: el Museo del Cine, en la Boca, el Archivo General de la Nación y el INCAA. Esta última colección, que duerme en un depósito de Floresta y que fuera originada por una donación, es la que está, definitivamente, en peores condiciones de seguridad.
¿Es peligroso alojar colecciones de nitratos? Sí y no: todo depende de la situación y condiciones de su preservación. Sin embargo, la manipulación inapropiada puede significar un riesgo importante para su proyección y guarda, personas y el ambiente. El fuego que produce el nitrato es difícil de extinguir. Las latas que pasan muchísimas décadas cerradas pueden contribuir a la generación de explosiones y los gases derivados de las mismas son altamente tóxicos.
La prensa y la literatura tienden a sensacionalizar los peligros de los nitratos, llegando a afirmar, temerariamente, que una tragedia derivada de su sola existencia “es una cuestión de tiempo”. Esta perspectiva se asienta sobre sobre mitos originados en una época donde la conservación segura era una quimera tecnológica, como el de la supuesta combustibilidad espontánea del material. Hoy, después de grandes saltos tecnológicos, estos argumentos pertenecen a los libros de ciencia ficción y no a los manuales de conservación. Afortunadamente, hoy los peligros del film de nitrato son manejables y hay consenso científico y técnico respecto a acciones básicas para custodiar el material de forma segura:
- La creación y sostenimiento de un ambiente refrigerado en determinado rango de temperaturas (bajas) y condiciones de humedad, además de una ventilación adecuada.
- La separación de las colecciones de nitrato de aquellas producidas en otros soportes.
- La regular revisión de los materiales, para advertir de forma temprana el comienzo de su deterioro.
- La promoción de alternativas del traslado de la información a formato de acetato o digital en caso de que el material deteriorado deba desecharse.
En archivos filmicos y fotográficos, los esfuerzos de preservación activa se basan en los materiales soportes de los films. Mantener en un mismo recinto material de celulosa de acetato y de nitrato es un problema. Por eso, el desorden también es un gran enemigo de la preservación de films (y de la seguridad). Es muy importante poder diferenciar estos materiales. A simple vista, es difícil: una lata que contiene film de acetato y una que contiene nitrato son indistinguibles. Hay que abrir, mirar, tocar, oler, saber qué buscar y cómo hacerlo. La conservación requiere un nivel de atención importante y demanda manos y cabezas, es decir: presupuesto.
Después de sucesivas mudanzas por barrios de la capital, hasta su desembarco definitivo en La Boca, la dirección del Museo del Cine se volcó, con trabajadores y especialistas, a estas tareas, pese al escaso apoyo que el gobierno de la ciudad le brinda a la institución.
De esa forma se logró identificar la totalidad del acervo en nitrato y su traslado seguro a un depósito con las características técnicas necesarias para su adecuada preservación, aislado del resto de los fondos en acetato. Los avances en la conservación y catalogación del material, especialmente en los últimos dos años, se cristalizaron en el proyecto Nitrato Argentino, que mediante varias plataformas conformó un catálogo minucioso de los primeros años del cine nacional.
Nitrato Argentino: Salida de la fábrica de cigarrillos "La sin bombo", producido en algún momento entre 1904 y 1911.
Aunque fue objeto de varias polémicas que se sirven del desconocimiento general del formato y del pánico, es erróneo afirmar que el depósito del Museo del Cine, en pleno barrio de La Boca, sea “una bomba de tiempo” o “un polvorín”. La distancia entre la explosión de los depósitos del puerto libanés y el presente de los almacenes de nitrato en La Boca es tan grande como la de Beirut y Buenos Aires. La futurología que augura al depósito porteño el destino de las grandes tragedias del nitrato, como la destrucción de la bóveda de la Fox en 1937 o el incendio de la Cineteca de México en 1982, es ingrata e imprecisa: aún nadie puede determinar exactamente qué factor desató el incendio que hizo humo el acervo fílmico del país hermano, y se barajan hipótesis que van desde el descuido hasta el sabotaje. Este último factor era una constante en la causalidad de incendios de nitratos. En nuestro país hubo varios. Quizás el más notable fue el de los Laboratorios Alex, en 1968, que se llevó consigo casi todo el archivo del cine clásico argentino, joyas del patrimonio cultural nacional. Se presume que ese, en particular, tenía como motivación la reclamación del seguro. A menudo, los incendios servían para “tapar” el robo del componente de plata de las cintas para su reventa.
Hasta el más reciente incendio ocasionado por nitratos, el de un sector de la bóveda de films de la hiper moderna y prestigiosa Cinemateca de Bolonia, se debe, según la propia admisión de la institución, a factores externos al nitrato, vinculados a su (mala) manipulación, y no a la inestabilidad del nitrato en sí. De acuerdo al británico Kevin Brownlow, uno de los historiadores de cine más prestigiosos del mundo, “tener nitratos en las condiciones apropiadas de cuidado, no es más peligroso que la nafta que lleva tu auto”.
Por supuesto, pese a no estar cerca de tragedias de dimensiones épicas –al menos en La Boca— es necesaria la construcción de instalaciones especialmente dedicadas a su guarda, tal como exigen al unísono desde hace décadas la comunidad del cine nacional, expertos y trabajadores. La promesa del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el gobierno nacional de construir una en el polo audiovisual permanece vacía: ni un ladrillo se ha puesto pese a los anuncios rimbombantes producidos el año pasado. Es imperioso que se asigne presupuesto para la realización de esta obra que garantizaría un hogar apropiado no solo para el nitrato, sino para la mayoría de las colecciones que hacen memoria sobre nuestra rica historia cinematográfica.
Entre seguridad y conservación no debemos elegir: van de la mano. El mayor peligro de una colección de nitrato es no conocerla. Orson Welles decía, en referencia a las cintas de nitrato, que “el film tiene una personalidad autodestructiva. El trabajo del archivista es anticiparla y prevenirla”. Insistir en el hipotético peligro intrínseco sin ahondar en las posibilidades de anticipación y prevención –la conservación de los materiales— es naturalizar el riesgo de autodestrucción y eludir la responsabilidad sobre las acciones necesarias para la guarda. Estamos en condiciones de anticiparnos y debemos hacerlo, porque el cine es memoria.
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