Quién dirige la batuta
Las conflictividades se acumulan, aunque por andariveles separados
El panorama económico y social francamente oscuro que se viene dibujando desde la asunción del actual gobierno para la mayoría de la población, por primera vez empezó a oscurecerse también para el oficialismo y sus planes neo-coloniales.
Un conjunto de noticias de diverso orden y relevancia coincidieron temporalmente en las últimas semanas, con la característica común de que fueron todas adversas a la marcha desenfrenada de la actual gestión.
Entre otras, es remarcable la eclosión de una situación salarial desesperante para los empleados públicos en la provincia de Misiones. Situación que es compartida en muchas otras comarcas del país, pero que empezó a aparecer en la superficie de la conciencia pública a partir de muy visibles medidas de fuerza que cuentan con un apoyo popular contundente.
Lo significativo de la situación es que parte de los protagonistas de estas luchas por el salario son votantes mileístas, que eligieron a LLA pensando que la furia que expresaba Milei antes de las elecciones representaba su malestar por su propia situación precaria.
Muchos no asocian su adhesión a la figura del Presidente con las medidas que impulsa el gobierno nacional, que se traducen inevitablemente en la situación de maltrato a que son sometidos por parte de un Estado provincial desfinanciado desde la administración central.
Es Milei quien les ha destruido el sueldo, pero no lo perciben así. Ahí es donde se ve cómo ha llegado a un grado cero la política de esclarecimiento popular por parte de los partidos que no comparten la perspectiva del neoliberalismo depredador.
Es más, muchos de los manifestantes tampoco asocian que esa acción elemental de reclamar por el sustento de sus familias es una acción política, aunque no esté partidariamente encuadrada. Se esfuerzan en resaltar que no están politizados, pensando que la política es hacer politiquería partidaria, en busca de votos y puestos en el Estado.
Si bien quienes participan en este episodio políticamente significativo provienen de muy diversas experiencias políticas –algunas de ellas muy valiosas–, reconocer estas complejidades de la acción popular es necesario para no hacer traducciones inmediatas entre el rechazo a las consecuencias inevitables del extremismo oficial, y un vuelco sorpresivo en la conciencia de los sectores sociales más castigados por el experimento libertariano.
“Yo nunca hablé de dolarizar”
Milei somete a toda la sociedad a un experimento peculiar: miente a todos, tanto a nivel local como internacional. Miente en la cara, contra todas las pruebas, todas las informaciones, todas las grabaciones y testimonios, y todos los datos disponibles de fuentes serias. Miente en forma oral y miente en forma escrita, como testimonian las reiteradas pruebas de plagio presentadas por los autores originales de los textos robados por el insigne plagiario.
Milei pone a sus oyentes frente a la disyuntiva: quien quiera creer, que crea; quien quiera fingir creer, que finja. Entre esos dos grupos se podría dividir el público que se agolpó en el Luna Park para escuchar su clase indigesta –por lo aburrida y lo errónea– de Fake Economics. Estaban los que ponen honestamente en el cosplayer algo noble, o contestatario, o poco careta, y estaban los que entienden perfectamente el conjunto de negocios que se están proyectando en este momento a costa de la mayoría del país, incluso de buena parte de los que hacían número en las tribunas del estadio.
Pero vale rescatar una cuestión que apareció en la disertación y que es central en el proyecto político-económico que encarna: Milei vuelve una y otra vez, desde Davos hasta aquí, a reiterar su firme convicción en el valor de la concentración económica y en los monopolios. En su versión del mundo, serían los monopolios y el capital concentrado los portadores del progreso humano, e incluso de la reducción de la pobreza en el siglo XX y XXI.
Confunde capitalismo a secas con revolución industrial y salto tecnológico.
La revolución industrial fue producto de un largo proceso civilizatorio –cultural, religioso, institucional, idiosincrático– ocurrido en el norte de Europa. El salto tecnológico más reciente –el que fascina a todo el mundo hoy– ha tenido como protagonista central al Estado norteamericano –no a los ricachones que vienen después de que los recursos públicos hicieron el gran esfuerzo inversor, y que los investigadores públicos desarrollaron las bases de la tecnología–, como ha demostrado ampliamente la investigadora italiana Mariana Mazzucato.
Y le atribuye a un supuesto mundo globalizado liberal el mérito de reducir la miseria, olvidando que fue la República Popular China la responsable concreta de haber sacado a cientos de millones de pobres del mundo de esa condición en las últimas décadas.
No se va a equivocar quien ponga en duda cualquier parte del discurso presidencial: o es ignorancia, o es superchería, o es propaganda reaccionaria a favor de las corporaciones. Milei expresa precisamente ese ángulo de mira, el que observa a la sociedad desde la cúspide del 1% más rico del planeta, apoyándose teóricamente en cuanto ideólogo marginal la permita sostener sus seudo argumentos.
Uno de los tantos colmos del personaje es el reportaje que le efectúa la revista Time. Por un lado, el Presidente obtiene un logro en su auto-campaña publicitaria mundial, que es salir en tapa de un importante magazine con una foto que mejora bastante su estampa en relación a la realidad. Pero quien se toma el trabajo de leer la nota encuentra muchos elementos de interés, y de contradicción, cuando Milei se encuentra –sólo por razones obligadas de interés publicitario– con periodistas más o menos serios.
Sólo señalamos un punto que nos resulta extraordinario: mientras cientos de miles de jóvenes lo votaron porque proponía la dolarización, la liquidación del peso y la conversión de los salarios a esa moneda santa –¡fantaseando que les dolarizaban los salarios a un peso = un dólar!– Milei le miente en la cara a la periodista diciendo que él siempre propuso la competencia de monedas… y no la dolarización. Recordemos que la competencia de monedas era la propuesta de Patricia Bullrich, o sea de Melconián, a quien se ha ocupado de insultar recientemente.
¿Importa que mienta descaradamente? O, mejor expresado, ¿le importa a su público que le haya mentido descaradamente y lo haya estafado visiblemente, o le siguen dando crédito porque continúa repitiendo como Presidente los grandes éxitos que le festejaban cuando era candidato, como era su capacidad de formular argumentaciones nuevas y fuera del libreto conocido, con temeridad y agresividad?
Hay que entenderlo: los contenidos hoy importan poco, y los gestos de fanta-política mucho, para una fracción de la población que acompaña este experimento con fe y esperanza, como diría Scioli.
25 de Mayo, ¿dónde estás?
Fuera de la muy decorosa actitud de los bloques parlamentarios de Unión por la Patria y del FIT, el nivel de aquiescencia con los grandes lineamientos liberales extremistas del gobierno expresados en el DNU y la ley Bases es muy grande en el resto del espectro político.
Ya se ha señalado la incongruencia enfermiza al interior de sectores de la política un poco más ilustrados, que a pesar de ser capaces de enumerar las aberraciones que incluye la actual propuesta de legislación, la votan con mínimas modificaciones.
No disienten con un país gobernado por los caprichos de las corporaciones, sino con meros aspectos parciales. En algún sentido es como lo ocurrido con el presupuesto de funcionamiento de las 61 universidades nacionales. Ya si se le giran fondos a la UBA, se asordinan todos los tambores de guerra. Si se le envía alguna partida a alguna provincia, si no se privatiza alguna empresa que algún gobernador necesita, se baja la resistencia al paquete neoliberal extremista.
Es lastimoso presenciar a personal político que entiende perfectamente el carácter antinacional, antipopular y antifederal del nuevo ordenamiento que se propone, sosteniendo que “hay que acompañar al gobierno, no hay que ponerle palos en la rueda”, o “hay que darle los instrumentos” para que puede gobernar.
Como si gobernar fuera una cuestión técnica. Como si Milei tuviera que cambiarle una rueda al auto y alguien quisiera negarle las herramientas para que pueda hacerlo por el bien de los viajantes. No es así. Si quieren pensar en sencillo, Milei quiere robarle la rueda al auto –el auto es la Argentina– y le están dando las herramientas para hacerlo, para no tener una “actitud negativa”.
Ese tipo de razonamientos, que parecen gozar de alta popularidad porque parte del público valora las actitudes políticas constructivas –nosotros también lo hacemos–, no cuenta con una herramienta elemental para entender la realidad política, diríamos cualquier realidad política.
En la vida social, en la economía, existen conflictos de intereses. Eso es así nos guste o no, seamos pacifistas o no, tengamos sentimientos nobles o no. Esos conflictos de intereses entre sectores sociales son parte ineludible de la realidad, y hay muy pocas políticas económicas en la historia argentina que beneficiaron a todos los sectores.
A la gente bien intencionada se le presentan políticas públicas totalmente sesgadas a favor del poder económico como las políticas que “nos beneficiarán a la larga a todos”. Y si se acepta ese argumento, es fácil concluir que los que se oponen son unos aguafiestas, unos amargados, que boicotean la fiesta de prosperidad que nos está aguardando en el porvenir.
No poder distinguir una política popular de una antipopular es una desgracia para quienes sólo tienen el voto como herramienta de intervención en los asuntos públicos.
El ciudadano común no tiene por qué entender lo que es el RIGI, el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones, y esa es la gran oportunidad que tiene un puñado de empresas gigantes para hacerse de impresionantes activos del país, a bajo costo y con altísima ganancia garantizada por décadas. El espacio dejado por la política popular en ese sentido es inmenso, ya que no se le puede pedir al poder farsante y a los intereses que lo sostienen que le expliquen al público en qué condiciones la gran inversión nos podría ayudar a salir de la actual encerrona, y en qué condiciones –como está actualmente planteado el RIGI– no nos va a servir para nada.
Tampoco la gente tiene por qué tener noción de qué se juega en cada momento histórico, y por qué ciertas decisiones pueden determinar un futuro mejor o peor para los suyos. Esa debería ser la función de la educación política popular, tarea mucho más profunda, compleja y desafiante que los consabidos empeños electorales que presenciamos cada dos años.
Pero lo cierto es que, a pesar de todas estas debilidades e incongruencias, el gobierno no pudo avanzar con la sanción parlamentaria de la ley Bases, no se pudo concretar el festival de Córdoba el 25 de Mayo, y no hay claridad sobre cómo sigue. El impulso inicial de la actual gestión, más allá del festival publicitario centrado en la figura llamativa de Milei, parece desgastado y no hay claridad en el corto plazo sobre cómo relanzarlo. Cada día se suma un desgaste adicional.
Con el dólar no se jode
Otro oscurecimiento tuvo el horizonte de la actual gestión con el salto ocurrido durante la semana en la cotización del dólar ilegal, o blue, que pareció despertarse y amenazó con una trepada que finalmente se contuvo, al menos transitoriamente. Este salto se dio en el contexto de una poco clara política del gobierno de expulsar a los ahorristas en pesos del sistema bancario, como tratando de que enfilen en busca de otras alternativas de inversión de corto plazo. Todo el mundo sabe que el dólar blue es una posibilidad a mano, y que además está “barato”.
Pero el otro tema que proporciona un contexto más amplio en torno al enrarecimiento del clima cambiario es la polémica, dentro de los economistas libremercadistas, sobre la famosa “salida del cepo”.
Para charlatanear antes de las elecciones son todos mandados a hacer. El pícaro gordito les mató el punto mandando la fruta de la dolarización. Pero ahora se están rompiendo la cabeza entre ellos para apurar la salida del “cepo”, que, como ya hemos señalado, no es otra cosa que un sistema público de administración del uso de divisas, que son escasas, tratando de otorgarle alguna racionalidad macroeconómica o social a su utilización. Todos esconden que la escasez de divisas está planteada para nuestra economía, en forma estructural, por el endeudamiento externo promovido por esos mismos adoradores del libre mercado financiero.
El eliminar las restricciones a la compra y venta de dólares, cuando el Banco Central cuenta con tan pocas divisas, puede provocar un estallido cambiario, con el impacto instantáneo en remarcaciones enloquecidas, reciclaje de la inflación, y una V que no será la del despegue económico –que no se avizora–sino la del malestar social extendido.
Por si el panorama cambiario no fuera ya muy complicado, porque no consiguieron fondos frescos de afuera, el sector agroexportador está liquidando por ahora muy pocos dólares, disconforme con la cotización oficial, y ahora reforzado en sus convicciones por el saltito del blue, que estaría confirmando, según sus interesados puntos de vista, que el dólar oficial a 910 está mal, y un dólar a 1.300 estaría mucho mejor.
Pero ese dólar friendly con el campo destruiría la posibilidad concreta de lograr la Única Meta Nacional Admisible establecida por Milei y toda la derecha argentina: bajar la inflación. Con ese “logro”, después de haber mandado los índices mensuales para arriba, parece que se llegaría al mundo feliz, se resolverían todos los problemas, nadie tendría derecho al pataleo y el gobierno podría declarar que logró alcanzar todos los objetivos planteados en el período preelectoral. “Cumplí con lo prometido”, podría declarar el Presidente a su base electoral.
Ya sabemos que lo social no es cuestión de verdades, sino de impresiones y sentimientos.
Conjunciones astrales
Por ahora estos tropiezos económicos, sociales y políticos parecen transcurrir por andariveles independientes, y muchos de sus protagonistas efectivamente desean que sea así.
Reflejan la realidad de un país desflecado, cuyas mayorías todavía no ven que sus intereses están absolutamente asociados y que hay posibilidades muy limitadas de progreso individual, sectorial o regional en este escenario de hundimiento económico y remate del patrimonio nacional.
No están excluidos de esta dinámica intereses empresarios que son capaces de visualizar un escenario caótico e inestable, de continuar la actual dirección económica y social.
La interacción entre dinámicas separadas, en lugares geográficamente distantes, con protagonistas políticos y sociales muy diferentes, tienen el potencial de ser coordinadas por la acción de poderes ejecutivos torpes, ineptos o delirantes, como ya pasó en nuestra histórica con Presidentes como Onganía o De la Rúa.
Las actuales características psicológicas de quien está a cargo del Ejecutivo Nacional no permiten suponer cambios en un rumbo llamado a hacer confluir todas las conflictividades que se están acumulando en esta Argentina atribulada, que conserva, por ahora adormilada, su capacidad de reacción ante la adversidad planificada.
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