¿Qué no hizo este muchacho?
Autobiografía de Daniel Grinbank, un animal del espectáculo
En los 50 años recientes Daniel Ernesto Grinbank hizo de todo en la industria del entretenimiento. Estuvo arriba, estuvo abajo, perdió, ganó, pero su nombre y apellido (que nada casualmente contiene la palabra bank) es una marca registrada. De esa trayectoria da cuenta Te amo, te odio, dame más, el libro autobiográfico que editó Planeta.
Gestionó memorables recitales de los principales grupos y solistas argentinos y extranjeros. Fue el impulsor de un concepto radial aún vigente que alcanzó el éxtasis durante el mejor tiempo de la FM Rock and Pop. Produjo teatro de repertorio y musical también en salas de su propiedad. Pasó por la televisión, durante un tiempo administró el zoológico porteño y ambicionó la presidencia de Independiente, el club de sus amores. Pero si hay algo que lo pinta de cuerpo entero es que desde adolescente, cuando quedó seco en un casino de Las Vegas, es un jugador, un apostador de cuanta mesa lo tiente, un timbero en dólares, en euros, en reales y en lo que más dolores de cabeza le provocó: en pesos moneda nacional.
Ya desde el capítulo inicial uno parece estar viendo el avance de una vida de película. Tenía 17 años cuando con ayuda de sus padres viaja a los Estados Unidos, se fascina con Nueva York y en Los Ángeles conoce a parte de su familia paterna. Lo aloja Lili, su tía abuela, y allí conoce a quien era su marido, un famoso manager de grandes músicos de la época llamado Herb Cohen. El tío Herb –su contraseña para conocer de cerca a Frank Zappa, a Jefferson Airplane, a Santana y otros– fue ese personaje inspirador de lo que, poco tiempo después, ya de vuelta en la Argentina, iba a ser su vida futura. Ahí también conoció a Marty, hermano de Herb, un habilísimo picapleitos, defensor de los intereses de números uno como Bob Dylan y George Harrison. Pero, según cuenta, nada le sirvió tanto como una advertencia de su padre cuando él tenía diez años. Había juntado las figuritas más difíciles del álbum y en la escuela, en un descuido, alguien se las manoteó. Cuando volvió a su casa, apesadumbrado, el padre le puso punto a las ies: “Esto te pasó por ostentoso”, le dijo.
A los 15 era disc-jockey “porque nunca me gustó bailar”, afirma, y confiesa que pinchar vinilos de The Herman’s Hermits, de The Foundation o de Johnny Rivers “era una tarea que generaba cercanía con las chicas”. Antes de convertirse en productor bebió de la generosidad de una época pródiga en solistas y grupos de rock que, igual que él, buscaban un lugar bajo el sol, desde Los Shakers de los uruguayos Fatorusso a The Tremeloes, de Los Gatos a Billy Bond. Precozmente fascinado por el mundo de la radio, juntó unos pesos y compró media hora en Radio del Pueblo, en donde puso en el aire el programa Arrorock. Así empezó una cadena de acciones que no siempre fueron exitosas y de logros que todavía caracterizan su vida personal y profesional. Con el apoyo del conductor Leo Rivas se convirtió en manager del duo Vivencia. Por entonces ingresó a la carrera de Sociología. Eso y el cine ruso que veía con su papá en el cine Cosmos o el europeo que seguía en otras salas, más acontecimientos como el Mayo Francés o la guerra de Vietnam fueron para él alertas intelectuales de primer orden. Otro paso decisivo en su carrera fue manejar a Sui Generis. Era el mejor momento del grupo, pero ese acercamiento le costó un contencioso con Jorge Álvarez, otro prócer de la producción discográfica. A su relación personal y artística con Mercedes Sosa le dedica un capítulo conmovedor. La comenzó a producir en plena dictadura con magros resultados por amenazas políticas. La revancha llegó en 1982, todavía con los militares en el poder, cuando La Negra pudo ofrecer más de una docena de recitales.
“Cuando se acercaba el primer concierto yo ya había pasado por todos los servicios de inteligencia de cada una de las fuerzas armadas para mostrar y discutir acerca del repertorio”. Uno de esos agentes de inteligencia le observó el tema Los hermanos, de Atahualpa Yupanqui, porque contenía la palabra “libertad”. Mercedes la cantó igual y el Ópera entero se prendió en demanda de ese preciado bien por entonces amenazado y faltante. La gira se extendió luego a Estados Unidos, México y Centroamérica.
Nunca se lo tomó con soda
El manager que los tuvo a todos aún se lamenta no haber fichado en su momento a Soda Stéreo. Eso de tener a todos es literal. Controló y gestionó actuaciones y trayectorias de Virus y Celeste Carballo, de Nito Mestre y Los Abuelos de la Nada, Sueter y la presentación en Ferro del disco de Charly García Yendo de la cama al living. Más adelante, otro tema de Charly, como Inconsciente colectivo, también le trajo nuevos problemas con la censura. Así decía lo que con el tiempo se convertiría en himno de varias generaciones: “Mama la libertad, siempre la llevarás dentro del corazón. Te pueden corromper, te pueden olvidar, pero ella siempre está”. El chico que se había formado con las grandes voces de la radio, más temprano que tarde llegó al negocio de la radio con la FM Rock and Pop. Luego tuvo otras emisoras, eminentemente musicales: Aspen, Metro, Spica, Kabul y la infantil Panda, pero ninguna tuvo la influencia y la repercusión de la R&P. Esa marca llegó a la televisión y un segmento de ese programa dedicado al público juvenil también le trajo líos con la autoridad durante el gobierno de Alfonsín. Inspirado en la aparición de Bo Derek en la película 10, la mujer perfecta recién salida del mar, con la ropa mojada que le marcaba sus formas, presentaron la sección "Largo de pecho" a cargo de jóvenes participantes. Los entes reguladores y otros sectores hicieron tronar su descontento. Otro más de tantos aprietes.
Cuando la marcha de cada jueves de las Madres de Plaza de Mayo cumplía diez años, en el estadio de River se concretó una presentación inolvidable. En esa ocasión, un grupo de las Madres caminó el escenario junto al cantante Sting. Esa participación de Grinbank fue decisiva para que, al año siguiente, en 1988, Amnistía Internacional le confiara la organización de un show monumental que conmovió a Buenos Aires. Sin exagerar, Grinbank manejó a los más grandes del rock y pop internacional que llegaron a actuar al país. Produjo lo que se le cantó: desde las figuras más explosivas del rock a pegadas globales para niñas y adolescentes como Soy Luna y Violetta. Este animal del espectáculo cuenta que nadó en dólares y padeció quebrantos. Volver a empezar y reconvertirse fue algo que le sucedió con frecuencia. El libro concluye con el capítulo llamado Postdata, donde se refiere a la pandemia (tiempo que aprovechó para escribir el libro) y a sus afectos, a la muy lamentada pérdida de su padre, a su pareja, la actriz Andrea Pietra, a la niña que juntos adoptaron en Haití y a una de sus tareas actuales, las llamadas experiencias inmersivas como la que 250.000 personas apreciaron de vida y obra de Van Gogh en la Rural. Te amo, te odio, dame más es la historia de un tirador de martingalas que, entre revolcones y ascensos, se las rebuscó para aprender y disponer de todas las reglas del juego.
Una más y no jodemos más
The Cure, Depeche Mode, Ramones, Tina Turner, The Police, Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Guns and Roses, U2, Rogers Waters, The Rolling Stones es una lista demasiado incompleta de algunos de los creadores extranjeros que presentó en cinco décadas, entre riesgos enormes y probadas celebraciones. Y un detalle más. Como ya mencioné, sería imposible una sola reseña para abarcar la cantidad enorme de actividades que Grinbank asumió en sus primeros 50 años de trabajo. Algo que me gustó especialmente: de cada uno de sus espectáculos menciona elencos, técnicos, colaboradores, allegados, sin olvidar a nadie. Hay lugar para unas frases que lo muestran como el probado gestor de luminarias que es pero que, al mismo tiempo, evidencian que nada de lo que le fue pasando en la vida le resultó ajeno:
- “Los éxitos son de los artistas y los fracasos de los productores”.
- “Como manager siempre tuve claro que me tocaba hacer del malo de la película”.
- “Siempre fui de la idea que seleccionar buena música es una tarea sencilla. Pero saber combinarla es un arte”
- “La imagen del productor es la del depredador que explota al músico”.
- “Perdí la cuenta de la cantidad de veces que tuve que aclarar cómo se escribe mi apellido. Hasta que desistí”.
- “No soy judío. Mi viejo si lo era, pero mi vieja no. A mis hermanos y a mí nos dieron libertad absoluta y somos ateos, agnósticos”.
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