Hace unos días me contactó un desconocido por WhatsApp. En su mensaje me pedía que habláramos, ya que tenía una idea para transmitirme. Mi curiosidad ganó la partida y rápidamente le respondí que sí. Son excepcionales los casos en que alguien me propone algo nuevo, en general quienes se comunican conmigo lo hacen en busca de una solución a los problemas, o bien son algún conocido o familiar. La persona desconocida se presentó (mi pobre memoria hace que no haya retenido su nombre) y me contó que tiene 71 años de edad, que es contador y empresario de buena condición económica. A renglón seguido me dijo que en reuniones a las que asiste va gente de su misma condición económica que se encuentra trabajando y que se vanagloria de cobrar una jubilación a la que, si bien tiene derecho, él creía que era éticamente repudiable que lo hiciera. Incluso me dijo que él también tiene derecho pero se negó a jubilarse porque le parecía que era una violación a la solidaridad con los que menos tienen. Finalmente me manifestó que creía que había que prohibir que quienes trabajan y tienen ingresos elevados puedan percibir las dos cosas. Le dije que compartía su inquietud y que ese era un viejo debate, aun no saldado, en la seguridad social.
Debo decir que fue una charla mucho más enriquecedora de lo que seguramente tengo capacidad de transmitir en esta nota. Me pareció muy alentador que alguien que es profesional y que posee una buena posición económica tenga ese nivel de sensibilidad y de responsabilidad social. Quizás por timidez o por el apuro, no sólo no tomé el recaudo de apuntar su nombre sino tampoco un modo de seguir en otra oportunidad esta conversación que me reconfortó. Me hizo recordar a Fito Paez con aquello de “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Sobre todo comparado con la mezquindad de los titulares de las grandes fortunas que se desgañitan pidiendo que no los obliguen a dejar unas migajas para paliar la crisis de la pandemia.
Sin quererlo, o quizás de ex profeso, mi interlocutor desconocido dejó instalada en mis pensamientos una idea que hace ya mucho tiempo no reparaba y que resulta oportuno hacerlo en estos tiempos de crisis, donde el gobierno hace malabares con los números para ver qué más hacer para mitigar la difícil situación de los más vulnerables. La jubilación y el trabajo en relación de dependencia casi siempre fueron incompatibles, la vieja Ley 18.037 lo expresaba taxativamente. Incluso en la actualidad, para jubilarse, cualquier caja profesional requiere la renuncia a la matrícula, por lo que la jubilación resulta incompatible con el ejercicio de la profesión. Muchas cajas provinciales tienen una incompatibilidad absoluta con el trabajo en relación de dependencia, excepto con la docencia. También existe una incompatibilidad tácita en el decreto 894/2001 “entre el cobro de un haber previsional y la percepción de remuneración por cargo en la función pública, concediendo al personal involucrado la posibilidad de optar por la percepción de uno de los citados emolumentos”. Los regímenes especiales también son incompatibles con el trabajo en relación de dependencia excepto con la docencia. En consecuencia, la compatibilidad del trabajo en relación de dependencia con la jubilación involucra a los jubilados nacionales, siempre y cuando no sean empleados públicos.
La causa de la eliminación de la incompatibilidad entre la jubilación y el trabajo en relación de dependencia comenzó cuando se privatizó el sistema previsional mediante la ley 24.347. El razonamiento de aquellos tiempos tuvo el objetivo de distender una cuestión social con ribetes belicosos, producto del ajuste en las prestaciones en función de la privatización del sistema previsional con las AFJPs que generó un aire de disconformidad al cual el gobierno trato de contrarrestar concediendo esta compatibilidad. Pero han pasado 27 años y en este tema nada cambió. El único argumento que de vez en cuando se oye es que los jubilados que siguen trabajando le quitan empleo a los más jóvenes.
A nivel regional casi la totalidad de las legislaciones del continente establecen una incompatibilidad estricta. Hay un caso muy especial, el de Canadá, uno de los mejores regímenes previsionales del mundo, en el cual no se habla de incompatibilidad sino que se establecen parámetros de ingresos de cada miembro de la población para instituir el derecho y la eventual incompetencia, lo cual se logra con un estricto control de las declaraciones juradas del impuesto a las ganancias.
En nuestro país deberíamos abrir un debate profundo y serio sobre este tema. En mi opinión no hay una verdad revelada, pero creo que el régimen actual es muy injusto por lo que habría que rediscutirlo. Por ejemplo, en nuestro país habría que establecer un sistema de compatibilidades e incompatibilidades moderno, que evite injusticias y optimice el sistema. Va de suyo que para una persona que percibe la jubilación mínima y tiene la oportunidad de completar sus ingresos con un trabajo registrado sería un crimen prohibírselo; pero también me parece un desatino y una injusticia flagrante que un empresario gane millones con su actividad y además perciba una jubilación. Es posible que sea necesario pensar en un sistema mixto, donde se consideren de manera integral el haber de la jubilación, el patrimonio y los ingresos actuales. En otras palabras, que el trabajo en relación de dependencia sea incompatible con la jubilación cuando:
- Una persona perciba una jubilación mayor de “X” prestaciones mínimas, donde la variable X se defina en consenso con los sectores involucrados, sea flexible en el tiempo en base al crecimiento económico del país;
- Cuando los ingresos generados por la actividad superen un monto que resulte razonable; y
- Cuando el patrimonio supera un valor prefijado y se sigue trabajando en relación de dependencia.
Es probable que parezca complejo armar un esquema de incompatibilidades de este tipo, pero no es así. Con el nivel de desarrollo informático y de manejo de datos que han alcanzado organismos públicos como AFIP y ANSES, tanto en recursos humanos como en equipamiento y software, estos parámetros pueden construirse sin mayores inconvenientes. Y lo más importante es que los beneficios para el Sistema Integrado Previsional Argentino pueden resultar relevantes.
Desde siempre los medios concentrados de comunicación y los panelistas neoliberales de turno han hecho hincapié en que los recursos del sistema son insuficientes y que el régimen previsional es insustentable, por lo que siempre proponen la solución más simple: ajustar a los que menos ganan argumentando que el sistema es muy lábil con los pobres. Nunca se les ocurrió, como la canción de Víctor Jara, “que la tortilla se vuelva”, que el ajuste lo hagan los que más ganan. Esta propuesta tiende a crear un sistema más justo, más solidario y que a la vez optimice sus recursos.
Tengamos en cuenta que si se hace un régimen de incompatibilidades seguramente:
- Se liberarán puestos de trabajo para ser ocupados por los más jóvenes, ya que aquellos que tienen trabajos de poco monto y jubilaciones altas optarán por su jubilación y liberarán el puesto de trabajo;
- Podría significar un ahorro importante para las cuentas del sistema, ya que quienes tienen ingresos altos suspenderán su jubilación;
- Otro ahorro importante puede lograrse mediante el cruce de información entre el régimen de autónomos, el patrimonio de las personas y el actual trabajo. En particular, los grandes comerciantes, que tienen una jubilación baja pero ingresos privados elevadísimos, aportan como autónomos y no se detecta su verdadera situación;
- Se transparentarían infinidad de directorios de sociedades anónimas que usan a jubilados y los hacen aportar como autónomos. Correr el velo en estas sociedades puede resultar muy interesante.
En fin, pueden mencionarse varios otros beneficios que podrían obtenerse de un estudio profundo de este tema, con ahorros muy importantes y la eliminación de dispendios injustos. Siempre es bueno tener presente que en el ejercicio de la solidaridad social, aporte y recompensa no son variables dependientes. La búsqueda de la igualdad requiere firmeza en las decisiones e inteligencia en la definición de la estrategia.
Si esta idea se pudiera complementar con un plan progresivo de recuperación de las contribuciones patronales, ¡cuántos sueños podrían transformarse en realidad! Por ejemplo, un nuevo plan de inclusión que les devuelva dignidad a las mujeres adultas más pobres; o eliminar la Prestación Universal para el Adulto Mayor (PUAM) y darles el 100% de la mínima a los discapacitados, e incluso avanzar de algún modo en la epopeya del Ingreso Básico Universal. Necesitamos un poco de creatividad y cierta osadía para hacer grandes cosas. El futuro nos está esperando.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí