El viernes 28 de enero la Argentina pagó 721,5 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, a los que hay que adicionar otros 368,4 millones de intereses que se oblaron el martes 1° de febrero. Al día siguiente del primer pago, el diario del multimedios Octubre, que conduce Víctor Santa María, publicó una nota según la cual el actual Presidente aprovechó la experiencia de Néstor Kirchner en 2003 para buscar la solución a la deuda que le dejó Maurizio Macrì.
La diputada Victoria Tolosa Paz publicó una tapa de Clarín de aquel momento. De inmediato la diputada camporista Paula Penacca le respondió que no usara a Néstor Kirchner.
Quien terminó de complicar las cosas fue el consultor Emmanuel Álvarez Agis, al pretender que el acuerdo que firmó Kirchner fue peor que el actual y que le sorprendía gratamente lo que logró Martín Guzmán, sin reformas estructurales y con impulso a la obra pública. Alejado de la política para dedicarse a la consultoría, Álvarez Agis no explica cómo puede comparar un acuerdo firmado hace 19 años, cuyo texto es tan conocido como sus consecuencias, con la indefinición actual, donde sólo hay comunicados del Ministerio de Economía y del FMI, para colmo contradictorios, sobre un acuerdo que aún se sigue negociando. En aquel momento Néstor Kirchner decidió no pagar un vencimiento de 2900 millones de dólares con el Fondo para presionar por un acuerdo que se demoraba y que se firmó a la semana siguiente.
Esta vez también, Alberto Fernández había decidido no pagar salvo que se celebrara el acuerdo, que desde hace meses su gobierno dice que ya está listo, y depositar el dinero del vencimiento en un fideicomiso, para que no pudiera declararse al país en mora, pero no lo hizo público y terminó conformándose con el intercambio de comunicados que declaran la voluntad de seguir negociando.
Cotejando ambas situaciones, Kirchner podía pagar o no hacerlo, sin consecuencias graves, porque la economía estaba en tren de recuperación y las cuentas públicas eran sólidas. Fernández debió resolver al filo de una corrida cambiaria porque aguardó hasta último momento y llegó sin reservas al día D. Aún así, el tanque del Banco Central sigue por debajo de los niveles de subsistencia y en este verano hay que cruzar un desierto hasta que comience a liquidarse la cosecha gruesa, en abril. Lo que se discutía entonces no eran puntos de déficit sino de superávit, que Kirchner no quería aumentar, de 3% a 4,5% porque decía que necesitaba esos fondos para la obra pública. No había cepo, dólar paralelo, inflación ni brecha cambiaria. Un miembro del equipo económico de entonces sostiene que no es posible la comparación. “Hoy no hay ningún resultado, sobre una negociación que hace mucho debería haberse cerrado”, dice.
El columnista del Cohete Horacio Rovelli, ex Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y profesor de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA), enumera en esta misma edición las consecuencias de aquella política en una respuesta directa al consultor AA.
Este debate sobre una negociación y otra continuó con una carrera para redefinir el kirchnerismo, ese apelativo que según Néstor Kirchner se inventó “para bajarnos el precio. Somos peronistas”. Como de costumbre, picó en punta el eviterismo. Su co-conductor, Fernando Navarro, quien también se encarga de las relaciones parlamentarias en la jefatura de gabinete, dijo que “el kirchnerismo es más que Cristina y Máximo”. Agregó que él y el Presidente Alberto Fernández también eran kirchneristas. Algo parecido declaró el diputado santafesino Germán Martínez, a quien Alberto encomendó ocupar el cargo que dejó Máximo. “Soy kirchnerista y peronista, sin contradicciones”, dijo.
Parece que ha dejado de ser mala palabra, siempre que se remita a Néstor, no a Máximo ni a Cristina, como precisó con la sutileza paquidérmica que lo caracteriza el Chino proveniente del duhaldismo de Lomas de Zamora. Sus intenciones son ostensibles, pero sin querer señala un camino interesante: muchas personas que no están encuadradas en ninguna de las organizaciones del kirchnerismo, valoran a Cristina por encima de cualquier otra persona. Los propios eviteros lo padecen cada vez que salen a la calle: tienen que morderse la lengua para no decir lo que piensan, porque sus bases adoran a CFK. Organizar esos sentimientos populares es un desafío militante al que hasta ahora no se dio la respuesta adecuada.
In extremis
Sin el pago de enero se habría producido un golpe de mercado y el gobierno no hubiera tenido otro recurso que decretar un feriado bancario, es el razonamiento del Presidente Alberto Fernández. Quienes cuestionan la estrategia y los resultados obtenidos, como Máximo Kirchner, no niegan que entrar en mora con el FMI tendría un alto costo económico, social y político. Pero señalan que se llegó a esa encrucijada por malas decisiones previas, que se remontan al anuncio del entonces Presidente electo Fernández de que el dólar a 60 pesos estaba en un buen nivel, en cuanto ganó las PASO de 2019. Ese no era momento para convalidar la política de Maurizio Macrì sino para denunciarla y producir un corte abrupto con ella, afirman. Entre esa fecha y la elección presidencial, el Frente de Todos perdió votos equivalentes a ocho bancas en la Cámara de Diputados. A eso alude la renuncia de Kirchner a la presidencia del bloque de diputados del oficialismo, cuando agrega que nunca dejó de transmitirle a Alberto “mi visión para no llegar a este resultado”. Entramos en el espectral territorio de lo que hubo de haber habido.
También podría decirse que no le quedaba otro camino a Kirchner, como consecuencia de decisiones anteriores. Su renuncia a la presidencia del bloque sorprendió a funcionarios y militantes que se enteraron por las redes sociales y los medios. El malestar que expresan es por la falta de cualquier anuncio o discusión previos. Pero hubo advertencias públicas, como su discurso del 8 de julio de 2021 en la Cámara de Diputados, donde asoció la modificación a la ley de vacunas con la situación de la deuda externa: “Cuando no escuchamos la propia experiencia como pueblo, terminamos siendo juguetes de las circunstancias. Yo no quiero un país que sea juguete de las circunstancias. (…) Si un laboratorio nos obligó a cambiar todo el andamiaje, ¿cómo vamos a compatibilizar el desarrollo argentino y la inversión que necesitan diferentes sectores de nuestra industria? (…) ¿Cómo vamos a hacer para exportar más, para producir más, qué vamos a hacer con el Fondo Monetario Internacional?" Esas preguntas iban dirigidas a la oposición, responsable del endeudamiento y defensora de un acuerdo a cualquier precio con Pfizer (hace menos de un año Patricia Bullrich propuso entregarles las islas Malvinas a cambio de sus vacunas). En el oficialismo los únicos sordos fueron los que no quisieron oírlo.
Juego de roles
Pero la superposición de roles que asumió Kirchner preanunciaba su incompatibilidad. El primogénito de la única pareja presidencial de la historia argenta era, al mismo tiempo
- Guardián del legado de su padre.
- Vocero de su madre.
- Jefe de una organización de cuadros.
- Presidente del bloque de diputados del Frente de Todos, y
- Presidente del Partido Justicialista del mayor distrito del país, la acromegálica provincia de Buenos Aires.
Estaba escrito que en algún momento algunos de esos cables se iban a cruzar y a producir un cortocircuito. Sólo el tiempo dirá de qué manera el joven Kirchner, que ya tiene 44 años, conciliará esos roles, o a cuál otro de ellos deberá renunciar.
El arco político y mediático le atribuyó a la Vicepresidenta la posición tomada por el hijo, con distintos matices según la perspicacia y los modales de cada uno: desde la presunción vía análisis de que no es posible imaginar esa actitud sin acuerdo de ella hasta la interpelación machista en la señal de cable Soez+, donde le exigieron que diera la cara. Un marginal resentido como Cantinflas llegó a decir que Cristina debería pedir disculpas y renunciar.
La idea de que el hijo hablaba por la madre estaba tan asentada que cuando Alberto reveló en una aparición pública destinada a poner paños fríos que Cristina tampoco estaba de acuerdo, uno de sus interlocutores entendió que no se refería a la renuncia de Máximo sino al entendimiento con el Fondo. El Presidente tuvo que repetir lo que había dicho para que le quedara claro.
Algunos citaron la nota del domingo pasado en El Cohete, que contradice esa idea de Máximo como un dócil sícristino y anticipó lo que ocurriría. Alberto Fernández escuchó a Máximo decir: “Yo no estuve de acuerdo con tu candidatura, así como no apruebo ahora esta negociación. Por eso, creo que te va a ir mejor con ella, que es la jefa de ese espacio político”. El principal reproche se centró en el maltrato hacia Cristina. “No es necesario estar de acuerdo con ella y se puede disentir, aunque tenés que prepararte porque anota todo, estudia cada cosa y te discute hasta las comas. Pero lo que no se puede es faltarle el respeto”, opina Kirchner. Pocas cosas irritan tanto a Alberto como que le digan que está allí porque Cristina lo eligió.
Otra nota del Cohete sobre las candidaturas bonaerenses contó que ante Alberto, Cristina, Sergio Massa, Axel Kicillof, Wado de Pedro y Gabriel Katopodis, Máximo propuso que Santiago Cafiero encabezara la lista de diputados, secundado por Luana Volnovich, Carlos Bianco y Malena Galmarini y que en tal caso él le cedería su cargo a Cafiero porque “yo no nací presidente de bloque”. Nadie dijo nada, pero a través de notas en Clarín se instaló que el Presidente quería que encabezara la lista Victoria Tolosa. Son señales muy concretas por ambas partes, que pocos supieron interpretar.
Otra frase de circunstancias dice que la decisión de no pagar debería haberse adoptado 4.500 millones de dólares antes, que es lo que el gobierno le fue pagando al Fondo en 2020 y 2021. Como en los tangos de Homero Manzi, sólo queda atormentarse pensando en los actos o las omisiones que sucedieron en un pasado que no vuelve.
El asesor de seguridad de Estados Unidos para Subamérica, Juan González, llamó a su amigo argentino, Sergio Tomás Massa, quien lo tranquilizó:
—No hay ningún problema. Todo sigue bien.
Ni alguien tan listo como Massa advirtió la posibilidad de obtener alguna mejora en el trato, a partir del temor al fracaso.
En abril de 2021, González cenó en la casa del matrimonio Galmarini-Massa en Tigre. El presidente de la Cámara de Diputados invitó también a Kirchner, quien prefirió no asistir. Massa tampoco parece haber entendido la actitud de su colega. “Por encima de nuestras peleas o diferencias lo que tenemos que pensar es que está un país en juego", dijo. Ni Alberto ni Máximo privilegian cuestiones internas, difieren sobre políticas fundamentales.
Ni Chacho ni Cobos
Dentro de los dislates que siguieron al desconcierto, figuran las comparaciones con la renuncia del licenciado Carlos Álvarez a la vicepresidencia en 2000 y el desempate de Julio Cobos en el Senado en 2008. Parecen debidas a la necesidad de llenar espacio con divagaciones cuando se carece de información y/o a la pasión por la anécdota de la que hay que desmalezar los terrenos de la política y los medios para entender algo.
- Álvarez dejó la vicepresidencia, con la especulación de regresar como jefe de gabinete, en tándem con la Segunda Aparición de Domingo Cavallo en Economía, propuesta que Fernando De la Rúa rechazó. Es decir que no tenía ninguna diferencia política o económica profunda. Tanto que el ejecutor de la ley Banelco de precarización laboral que detonó el escándalo fue el hombre de mayor confianza de Álvarez en el Frepaso, Alberto Flamarique.
- Cobos votó dos veces en contra de su propio gobierno. En la primera, frustró la aplicación de retenciones móviles al comercio exterior de granos. En la segunda obligó a vetar la ley que establecía la jubilación del 82% móvil, cuando era ostensible que no había recursos para pagarla. El movimiento lo mareaba. Ahora opinó que la renuncia de Máximo lesionaba la autoridad presidencial (sic).
Al contrario que Álvarez y Cobos, Kirchner se aparta para no obstaculizar una decisión con la que disiente y que no podría defender en la Cámara de Diputados ante propios ni ajenos. También ha dicho que no piensa activar para que el proyecto de ley que el Poder Ejecutivo envíe, naufrague en el Congreso. En democracias más antiguas, estas actitudes son la norma.
Los plazos son exiguos. Hasta ahora sólo se conoce la voluntad de las partes de llegar a un acuerdo, es decir que todo sigue igual, salvo el nivel de reservas del Banco Central, que están al rojo.
Hay varias fechas clave:
- El 9 de febrero regresará Alberto del extenuante viaje por Rusia, China y Barbados. Repuesto del jet lag, estará en pleno funcionamiento el lunes 14. El martes 15 prestará testimonio en la causa armada contra Cristina por las obras viales de Santa Cruz.
- El 1° de marzo, abrirá las sesiones ordinarias del Congreso y toda la expectativa se centrará en el prometido plan plurianual.
- El 21 y 22 de marzo vencen dos pagos con el Fondo, por 967,9 y 1.867,8 millones de dólares, y la Argentina no tendrá para esa fecha tales 2.835,8 millones de dólares.
- El 27 de marzo se celebrarán las elecciones de autoridades distritales en el justicialismo bonaerense.
Serán siete semanas de alto voltaje.
Frío como el hielo
Máximo niega que también contemple dejar la presidencia del justicialismo bonaerense y acude al recuerdo de lo que Néstor y Cristina hicieron durante el menemismo. A diferencia de quienes crearon el Frepaso, los pingüinos continuaron dentro del PJ, pese a sus explícitos desacuerdos. Según Cristina, sostener las convicciones tuvo un costo. Lo dijo en octubre pasado, al inaugurar la Zona Franca de Río Gallegos. Allí recordó que su creación había sido firmada por el gobernador Néstor Kirchner en 1994. Pero en 1996 cuando los Presidentes Menem y Eduardo Frei II firmaron el acuerdo por la traza fronteriza, Cristina organizó la resistencia en el Senado. Incluso exhibió un témpano traído de Santa Cruz. A raíz de eso fue separada del bloque justicialista.
Renunció a su banca para encabezar la lista de candidatos a la Cámara de Diputados en 1997, y cuando el tratado que ambos gobiernos renegociaron llegó al recinto, votó en contra, en diciembre de 1998, alegando que cercenaba una parte del territorio argentino. “Nos revocaron la Zona Franca como castigo por no votar y encabezar una gesta nacional”. Agregó “que defender el patrimonio de los argentinos no es gratis y que cada cosa que los argentinos y argentinas obtengan debe ser muchas veces a través no solo del esfuerzo, sino de la lucha”.
Las palabras y las cosas
Las palabras de Alberto ante Vladimir Putin en Moscú cayeron perpendiculares entre quienes defienden un alineamiento incondicional con Washington. Allí el Presidente dijo que “tendríamos que ver la manera en que la Argentina se convierta en la puerta de entrada para que Rusia ingrese a América Latina de un modo más decidido”. Agregó que “desde mediados de la década de 1990, la Argentina ha enfocado su mirada en Estados Unidos y depende mucho la economía argentina de la deuda que tiene con el Fondo Monetario y la influencia que Estados Unidos tiene en el Fondo. Durante la primera etapa de nuestros gobiernos, entre 2003 y 2015, tratamos de salir de ese corset que la Argentina tenía con los Estados Unidos y ahí pudimos avanzar con el primer acuerdo estratégico que firmamos con Rusia. En 2015 llegó un gobierno que otra vez volcó su mirada hacia los Estados Unidos y nos generó la deuda pesadísima que hoy tenemos. Yo estoy empecinado en que la Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y con los Estados Unidos. Y tiene que abrirse camino hacia otros lados. Y ahí es donde me parece que Rusia tiene un lugar muy importante. Quiero que tenga la certeza de que yo veo una gran oportunidad para que podamos avanzar”.
Esto alborotó a la trifecta mediática.
- Infoemba dijo que con esas palabras, Fernández “puso en jaque su acercamiento geopolítico a Joseph Biden y el entendimiento que cerró con el Fondo Monetario” y “quemó el guion diplomático que había estudiado en su viaje de Buenos Aires a Moscú”.
- Según Clarín, esas declaraciones fueron un cimbronazo en Estados Unidos y el FMI. El Departamento de Estado y el Tesoro le habían pedido a Kristalina Georgieva que encontrara “una solución al acuerdo”. Así surgió lo que llamaron “stand-by temporario” y que en realidad es “un préstamo puente avalado por Estados Unidos para que Alberto pueda terminar su mandato”. También dice que hay cláusulas secretas sobre la estrategia cambiaria.
- Para La Nación, ese diálogo entre ambos Presidentes se transmitió por error a la sala de periodistas, hasta que una funcionaria rusa apagó de mala manera el televisor.
Consultada para esta nota, la Portavoz Gabriela Cerruti dijo que la necesidad de profundizar otras relaciones que no sean con Estados Unidos eran el eje del encuentro tal como había sido planificado, y su difusión no sólo la hicieron los rusos sino también la presidencia argentina.
Las cláusulas secretas
Respecto de las cláusulas secretas, esto coincide con lo sucedido durante el gobierno de Raúl Alfonsín, tal como lo cuenta un miembro de su equipo económico, Juan Carlos Torre, en el libro Diario de una temporada en el quinto piso. Allí se afirma que además del Memorando de Entendimiento se firmaron dos compromisos secretos: uno sobre la devaluación del peso y el otro sobre los ajustes de salarios. Alfonsín dijo entonces que su gobierno consiguió que el FMI aceptara sus instrumentos, que no figuran en el repertorio del organismo, dado que el gobierno ha negociado “a partir de sus propias convicciones”.
Las dudas sobre los acuerdos secretos que puedan existir ahora se incentivaron a partir de un diálogo de Guzmán, el 8 de enero en Chapadmalal, con el gobernador bonaerense. El ministro le dijo a Axel Kicillof que el Fondo imponía cinco condiciones:
- Reducción de subsidios a la energía eléctrica.
- Política de metas de inflación del Banco Central.
- Actualizar la valuación de los inmuebles en todo el país.
- Combate a la informalidad laboral.
- Reducción de los gastos de capital.
Pero poco antes del anuncio oficial del presunto acuerdo, Guzmán dijo que había conseguido que el Fondo desistiera de esas exigencias. A partir de allí se instaló la suspicacia sobre las palabras del ministro, lo cual se sumó a la opacidad sobre el marco jurídico de la negociación. Las pautas que van trascendiendo ya sea en comunicados oficiales de Gita Gopinath o en declaraciones informales de Kristalina Georgieva, más editoriales de diarios financieros de la city de Londres, o el análisis de los compromisos que según Guzmán asumió la Argentina, sugieren que aquellos cinco puntos no desaparecieron, sino que como un tiburón se sumergieron para navegar sin ser vistos, práctica habitual del FMI, que nunca practicó la transparencia.
Ni fácil ni extenso
Ya se trate de un “stand-by transitorio” o de un préstamo puente, como afirmó Clarín en la columna empresarial del viernes, no se trata del Programa de Facilidades Extendidas del que siempre hablaron Guzmán y su alter ego Sergio Chodos (hijo del padrino de Maurizio Macrì, el empresario de la construcción Gregorio Chodos, un peronista que operaba para Enrique Nosiglia). Guzmán se declara mortificado por la desconfianza de Cristina, hacia quien sobreactúa admiración. Afirma que la tuvo al tanto de cada paso, con los documentos correspondientes a cada punto, de modo que dada su inteligencia no puede creer que se declare sorprendida por la refinanciación del préstamo que el ministro anunció ante los gobernadores el 5 de enero. El FMI no reestructura deudas, las refinancia, se encarga de decir en público Chodos, pero su palabra no llega muy lejos. Es decir, lo que el Fondo ofrece son los nuevos préstamos que Alberto rechazó hace dos años y los comparó con un intento de curarse la borrachera tomando vino. Deuda nueva, con intereses nuevos. Y el Facilidades Extendidas recién se iniciaría dentro de tres años, con lo cual la deuda recién se cancelaría en 2036. Hasta entonces, cada tres meses, el Fondo fisgonearía cada detalle de la política económica de un país nominalmente soberano.
Mejor que decir
Que un comunicado del staff técnico reconozca que la inflación es un fenómeno multicausal no significa gran cosa, si la política monetaria procura una contracción brutal y la meta de déficit fiscal cero se adelantó para 2025. El propio Guzmán advirtió ante los gobernadores que si ese reclamo del Fondo se impusiera (la Argentina proponía alcanzar ese número redondo en 2027) equivaldría a “un ajuste real que con alta probabilidad detendría la recuperación que estamos viviendo. La diferencia entre el FMI y la Argentina es entre tener un programa que ayude a darle continuidad a la recuperación versus exponer a la Argentina a la necesidad de la buena suerte para continuar recuperándose”.
Quien cree sin dudas ni murmuraciones en la buena suerte es Carlos Maslatón, el broker que acompaña al neofascista Javier Milei. Según el cripto financista que en la década de 1980 dirigió la agrupación universitaria de la UCeDe de la familia Alsogaray, con el aumento de los precios de la soja, el trigo y los hidrocarburos, que continuará por no menos de cuatro años según sus cálculos, la Argentina sobrecumplirá las metas que fije el FMI y hasta podrá cancelar la deuda por anticipado, como hizo Kirchner.
Dos de las cinco exigencias del Fondo no son contrarias a los intereses populares. Si el gobierno esta vez pudiera cumplir la promesa que viene haciendo desde hace una década, de segmentar las tarifas para que los aumentos eléctricos sólo recaigan en quienes pueden pagarlos, lograría unir lo útil a lo agradable. El ENRE entregó en enero la propuesta, que se inicia en el AMBA, donde distribuyen la energía Edenor y Edesur, que concentra el 40% de los usuarios residenciales del país. La primera etapa abarcaría los barrios más pudientes de la Ciudad Autónoma, la Zona Norte del Gran Buenos Aires y todas las urbanizaciones cerradas del AMBA. Esto comprendería a casi medio millón de usuarios, con un ahorro fiscal superior a 20.000 millones de pesos anuales a los que debe sumarse el incremento de la recaudación por el IVA, hasta llegar a 25.000 millones. La propuesta contempla una instancia de reclamo “ágil y sencilla” para quienes dentro de esa población no puedan afrontar el aumento y estén en condiciones de demostrarlo.
Tampoco es objetable la revaluación fiscal de los inmuebles en todo el país. De allí a que sea posible media un buen trecho. Lo mismo vale para el control de la evasión fiscal, que es un mal endémico. La revaluación depende de los gobernadores, que no son entusiastas del conflicto con los poderes locales. El cordobés Juan Schiaretti, quien teme ser desbordado por Cambiemos, acaba de pedir la eliminación completa de las retenciones agrícolas.
El parate en seco a la emisión monetaria y al déficit fiscal, la devaluación del peso y el simultáneo aumento de las tasas de interés contradicen en forma concreta los buenos propósitos enunciados. En esas condiciones no son necesarias nuevas leyes con el pomposo nombre de reformas, para adecuar la situación de trabajadores y jubilados a los deseos del Fondo. La precariedad laboral es un excelente pretexto, y ya Roberto Lavagna expuso la propuesta de segmentar la mano de obra, de modo de reducir la protección a quienes consigan empleo de ahora en adelante, una vieja ilusión de Techint.
Ya es un clásico la oposición entre el Word, que distrae a los críticos y a las víctimas, y el Excel con el que se comunican los que están en la pomada. Como dijo alguien hace muchos años, mejor que decir es hacer.
La música que escuché mientras escribía
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