QUÉ CULPA TIENE EL SALARIO
Estados Unidos pone en duda una de las verdades sagradas del neoliberalismo
El 27 de agosto el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Jerome Powell, anunció que dejará de mantener a millones de norteamericanos desempleados de manera deliberada.
El desempleo era intencionalmente mantenido en altos niveles por la suposición de que si hay pleno empleo los trabajadores estarían en condiciones de reclamar mayores incrementos en sus salarios, y ello generaría inflación.
El razonamiento no es novedoso. Ya lo patentizaba Karl Marx en 1867, cuando en su obra cumbre El Capital refería al “ejército industrial de reserva” como inherente a la acumulación del capital.
No es de sorprenderse la existencia de la política a la que anuncia dar fin. Pero hay que saber que no solo en los Estados Unidos se tuvo esa práctica. Es que, siguiendo nuevamente a Marx (esta vez a Groucho y no a Karl), tienen ciertos principios pero si no gustan, tienen estos otros.
Existe en el mundo y en nuestro país —por momentos ocupando cargos de gobierno y direccionamiento de políticas en ese sentido— una corriente de pensamiento y acción que entiende que hay que evitar el pleno empleo, que es necesario mantener altos niveles de desocupación como forma de posibilitar la permanencia de bajos salarios y, con ello, de paso y sin sincerarlo, incrementar los niveles de ganancia del capital. De hecho el concepto de pleno empleo no implica desocupación cero, sino un nivel máximo de empleo que resulte lo suficientemente alto para no desmadrar la economía en la concepción histórica de las políticas de la Reserva Federal, de EstadosUnidos y tantas otras economías. Tanto es así que el propio Powell anunció que la Reserva Federal dejaría de suponer cuál es la tasa mínima de desocupación “natural” a la economía estadounidense.
Las declaraciones de Powell, además, confirman algo que venimos afirmando casi inveteradamente desde la perspectiva de las ciencias sociales: se puede mantener un mercado laboral sólido sin provocar una disparada inflacionaria o que las advertencias de que un desempleo bajo puede provocar un alza de los precios son exageradas. Claro que lo sostenemos en otros términos. Lo relevante es que afirma categóricamente que no existe una relación directa y necesaria entre el desempleo bajo que se traduciría en mayor puja salarial y las disparadas inflacionarias.
Una clara evidencia de esta afirmación la hemos experimentado durante la gestión –con perdón de la palabra— macrista en la que las tasas de inflación interanuales, muy superiores a las de períodos anteriores, vinieron acompañadas de una suba sostenida del desempleo, y/o viceversa. De ser cierta la histórica afirmación, las tasas de inflación del período macrista debieron venir acompañadas de plenísimo empleo. Sabemos que eso no fue así.
No puedo dejar de mencionar que también en la Argentina, desde el año 2012 a partir de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central que supimos conseguir, a instancias de quien escribe estas líneas se definió como una de sus finalidades irrenunciables –aunque renunciadas de facto en sus últimas gestiones— la de promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, el empleo y el desarrollo económico con equidad social.
Pero además, el sinceramiento trae aparejadas otras reflexiones. Es que, en efecto, se ha podido apreciar que ciertos niveles de desempleo son sostenidos intencionalmente mediante la suba de las tasas de interés con la finalidad de mantener a raya a la inflación. ¿O es acaso también una finalidad en sí misma la de mantener vigoroso el desempleo? Nos han mostrado que Los Reyes Magos son los padres.
También ha quedado corroborada con la experiencia de nuestro país la falacia del argumento que dice que la puja salarial genera inflación. Podríamos ir a experiencias anteriores, pero yendo a lo más inmediato, en el cuatrienio 2016/2019 los incrementos de salarios corrieron “detrás” de la inflación —y perdieron claramente la carrera—, por lo cual no fueron generadores ni disparadores de inflación sino sus víctimas; y cuando decimos que las víctimas son los salarios en realidad lo son los/as trabajadores/as.
No es desde el Ministerio de Trabajo desde donde se pueden generar fuentes de empleo, sino que es la economía (¿estúpido?). Esta nueva política que busca implementar la Reserva Federal estadounidense procura dejar de pisar la generación de puestos de trabajo. Esto —pisar la generación de empleo— es exactamente lo que ocurrió en la Argentina más reciente, en la que las políticas tuvieron como consecuencia el incremento del desempleo pero también lo tuvieron como objetivo.
La CEOcracia conoce perfectamente el efecto disciplinador que el desempleo posee sobre las clases trabajadoras y sus reivindicaciones. Buscó disciplinar por medio de una miseria administrada. Aunque debemos reconocer que no toda la miseria fue buscada intencionalmente, también fue inoculada a base de negocios propios, negocios para los amigos y otras políticas ruinosas.
Sobre todas las cosas, estas recientes afirmaciones de, ni más ni menos que el Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, ponen sobre la mesa un dilema moral usualmente resuelto de manera inmoral. ¿Qué tasa de desempleo necesita una economía para verse joven y saludable? ¿A cuántos de sus habitantes una sociedad debe sumir en la pobreza para que la “economía” –vaya entelequia— funcione? ¿Para qué y para quién debe funcionar la economía? ¿Qué función cumplen los Bancos Centrales, cómo deben ser administrados y quiénes deben dirigirlos?
Es inmoral. Sí, lo es. Someter a la exclusión social deliberadamente —vía desempleo— a parte importante de la población, y al resto a tener condiciones de vida inferiores a las que podría tener, todo ello para que los dueños del capital tengan umbrales de ganancia superiores a los que deberían tener, es claramente inhumano. Pero es real, existe, y es una corriente que ha dominado —tal como surge del anuncio en comentario— la política económica del país más poderoso del mundo. Y es también la que ha inspirado a los sectores neoliberales que azotaron a nuestro país cuando accedieron al gobierno (dictadura cívico-militar, tercera década infame en los '90, y el reciente macri/radicalismo).
Las ciencias económicas son ciencias sociales y no ciencias exactas que, como tales, deben colocar al ser humano en el centro de sus preocupaciones para que las decisiones, siempre necesariamente políticas y que benefician a algunos en detrimento de otros, protejan adecuadamente los derechos e intereses, primero, de los más vulnerables.
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