La semana pasada me quedé mal por la elección de la música. Además es parcialmente cierto que la escuché mientras escribía. Poquito, porque me emboló. Sólo la puse como una curiosidad y sobre todo me interesó que el Rey del Tango Ruso fuera ucraniano, porque ilustra sobre la índole del actual conflicto.
Pero me sentí manchado y con necesidad de limpiarme. Para eso recurrí a Brownie, ese maravilloso trompetista que se estroló con el auto a los 25 años, en 1956. Dos años antes grabó un par de discos extraordinarios, uno con Dinah Washinghton (me disculpo por los insoportables agudos de Maynard Ferguson en Summertime) y el otro con Sarah Vaughan, dos de las más extraordinarias cantantes en la historia del jazz, que figuran en cualquier top ten que se te ocurra, y en no pocos top five. Y un tercero con Helen Merrill, que es por lo menos correcta. Es la única que aún vive, y pasados los 90 sigue cantando.
Qué alivio, después de escucharlas.
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