Putin huye hacia adelante

El Presidente de Rusia apela a la fibra nacionalista

 

Arrinconado por la derrota militar de principios de septiembre, con las fuerzas ucranianas llegando a la frontera rusa, Putin huye hacia adelante. La leva de reservistas es una clara respuesta a lo que los generales siempre piden cuando sufren reveses: más efectivos. Así se amplía la responsabilidad de la guerra que él no quiso que se llamase así, y deja de ser un asunto exclusivamente de Vladimir Putin para serlo de todos los estamentos de poder rusos.

El casi zar, Presidente de Rusia desde el 2000 (y de gobierno en dos intervalos legales) amplía así su base política, amplía el territorio de Rusia, lo que equivale formalmente a una conquista, al declarar con pompa y circunstancia la integración al país de las regiones en disputa: Donetsk, Luhansk, Kherson y Zaporizhzhia. El parlamento, o Duma, se apresta a tratar medidas económicas para tiempos de guerra y el tema de Ucrania, mantenido hasta ahora al margen de la vida civil, está conmocionando a la sociedad. Rusos que huyen del país, rusos que vacilan y se quedan porque los sueldos del Estado son buenos, y sólo pueden sacar del país una cantidad limitada de dinero. La guerra pasa a ser asunto de todos, y Putin apela a la fibra nacionalista que supo usar Stalin para revertir el efecto de sus purgas y encaminarse al triunfo de lo que supo llamar, no en vano, “la gran guerra patria”.

Estas líneas se escriben cuando llega de Moscú la noticia de que se han retirado los 5.000 efectivos rusos de la ciudad clave de Lyman tras ser cercada por Ucrania y “para evitar un baño de sangre ante la superioridad de fuerzas”, dijo la Defensa rusa. Lyman está en un territorio que según Rusia ya es parte del suyo y que estaba en poder de separatistas desde 2014. Es la victoria más significativa de Kiev desde el comienzo mismo de la guerra, en febrero, dice Ucrania, y Putin está tan enojado que degradó a los gritos al general a cargo de Lyman a soldado raso.

Así, está testeándose el rumbo no solo de esta guerra, sino de los términos del enfrentamiento. Putin hizo un cambio formal que implica que los ataques ucranianos y el suministro de material bélico, etc., por parte de OTAN, lo son contra la Gran Madre Patria rusa. Esto, si obtuvo la fuerza política para ser convincente en este punto. En el camino, hubo no sólo chantaje nuclear, leva de ciudadanos capturados, y captura de familias ucranianas llevadas a lejanos puntos del territorio para “rusificarlas”, crímenes de guerra contra civiles, sabotaje de gasoductos bajo el mar, actos que solo pueden cometerse con la fuerza de un Estado, y de los que Rusia bien puede ser responsable.

Todo esto comenzó con la ocupación y anexión de Crimea en 2014, tal como insistían los ucranianos ante una OTAN que descubría la agresión en febrero de 2022. La ocupación impune de Crimea fue posible por la infundada confianza de la OTAN en el capitalismo, tal como lo entienden los países centrales de Occidente, como marco de las relaciones. En 2011, la premier alemana Angela Merkel aprobaba la obra de los gasoductos y planteaba trabajar con Putin en la construcción de “una arquitectura de seguridad paneuropea”. La dependencia energética de la Unión Europea de Rusia es claramente un error estratégico de los europeos, conllevó la desconexión comercial europea con China, y abrió así paso a que Estados Unidos juegue sus propios intereses tanto en esa zona como en Taiwán. El objetivo de Washington, y de la OTAN, es apoyar a Ucrania a ganar sin que eso desate la tercera guerra mundial.

En el error de la OTAN hay que incluir la mala lectura del estilo político de Putin, y del hecho no menor de que siempre aplicó fuerza militar para lograr lo que la política no le permitía alcanzar. El hombre llegó al poder promoviendo la guerra con el separatismo checheno, mandó tropas rusas a Georgia y Siria para obtener posicionamientos que le servían a su política, y en 2014, a Crimea. Cada vez, la OTAN esperó que buscara una salida al estilo occidental, capitalizando las ventajas obtenidas por vía militar para negociar. Pero, cada vez, Putin seguía profundizando su política por vía militar.

Putin amenaza con esa tercera guerra –que de hecho se está peleando crecientemente tanto en el terreno bélico como en el económico y político–, promueve en este momento una negociación no se sabe en qué términos, y acciona para tener mejores rehenes en esa situación.

Pocas dudas caben de que desde el Pentágono le han suministrado al Presidente Joe Biden diversos planes de acción, incluido el panorama de ataques atómicos. El resto de los miembros de OTAN están muy posiblemente en desacuerdo con ellos, sin que haya información sobre estas opciones.

Al cercar la ciudad de Lyman pero todavía no atacarla, Volodymyr Zelensky tiene voz en la opción que puedan hacer tanto Moscú como la OTAN, pero excluyendo los plazos que necesitan las sanciones económicas para ser eficaces: Kiev está pidiendo decisiones inmediatas.

Con los gasoductos fuera de operación, Alemania se ve empujada a decisiones más radicales, porque ya no hay negociación posible para atender el 40% de sus requerimientos energéticos. Y lo que le pide Ucrania es sus tanques Leopold, con cuyas características lograrían hacer caer las defensas rusas antes de que la leva de 300.000 reservistas se transforme en fuerza activa en el terreno bélico.

La caída de la ciudad de Lyman se produjo al día siguiente de que Putin anunciara en ceremonia pública la anexión territorial del 15% de Ucrania. Antes de hacerla, en una aparente demostración de fuerza, Rusia atacó un convoy de autos con civiles que huían. Zelensky firmó, en un acto público en la calle, la solicitud de pronto despacho para el ingreso de Ucrania a la OTAN. El secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, respondió que se toma en cuenta, se procesará, se buscará el consenso de los 30 miembros, y mientras tanto se seguirá apoyando la guerra defensiva que Ucrania lleva adelante. Como es notorio, de la respuesta puede inferirse que seguirán apoyando a Kiev, y lo del ingreso a la OTAN no es urgente.

Putin quiso mejorar su situación interna logrando más apoyo, plantándole el tema de la guerra en la vida de la sociedad rusa, y queriendo tomar de rehén a sus contrincantes: si me atacan, atacan a Rusia, si me obligan, vamos a la opción atómica. Lo particular de la situación en que se colocó Putin es que no tiene marcha atrás a la vista, más que su derrocamiento.

 

 

 

 

 

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