Quienes estamos al frente del INCAA asumimos en circunstancias difíciles, con una idea precisa de por qué y para qué. Somos profesionales y estamos trabajando. Coincidimos lo suficiente, discrepamos lo necesario, y creemos ser un buen equipo. Sin embargo, muchos integrantes de la actividad tendrían una percepción opuesta. Esto se manifestó con fuerza días atrás. Lo sucedido con la convocatoria del Festival de Mar del Plata es un claro ejemplo de que la comunicación de las actividades del Instituto no es la esperada. Nos hacemos cargo de los hechos cuya difusión haya sido insuficiente. Como el nombramiento, en cuanto asumimos, del nuevo Presidente del Festival, reconocido por sus conocimientos sobre el cine. Y la respuesta a su pedido de que la exhibición de las películas beneficiarias de subsidios, en el festival, se considere "Estreno", en forma similar a la resuelta para el programa "Jueves Estreno" en las pantallas de Cine.ar. La confirmación en sus cargos del equipo completo de seleccionadorxs, que viene trabajando sin interferencias en los festivales internacionales desde principios de año. La producción encarada para conmemorar los 25 años de Historias Breves I, hito fundacional del Cine Independiente argentino. El acuerdo con las autoridades de la Provincia de Buenos Aires, plasmado en la Asamblea Federal, para volver a poner en marcha el Lab Mar del Plata, como una escuela de animación y efectos digitales integrada a la Enerc. Y muchas otras ideas en desarrollo.
Pero los reclamos no son todos iguales. También están los de aquellos que perdieron privilegios y se montan a las demandas genuinas. La pandemia hizo evidentes problemas endémicos y precipitó necesidades urgentes, en medio del quebranto de las pymes y de las economías familiares. En ese contexto, la administración del INCAA parte de facultades y obligaciones determinadas en la Ley. Esto, que es objetivo y está escrito, fue frecuentemente ignorado. El resto es subjetivo, aún nuestra propia percepción. Todos creemos saber para qué sirve el INCAA y para qué debería servirle a cada uno. Basta comparar con lo que le exigimos a otros organismos de Fomento para advertir la diferencia.
Creemos que además de fomentar la realización de películas debemos sostener nuestra identidad cinematográfica, nuestras escuelas, la riqueza del cine argentino expresada en su diversidad. Tenemos cine porque lo hemos tenido siempre, desde que fue inventado. La Argentina es uno de los no tantos países con una cinematografía propia, un lugar en el mundo donde la tradición ha reunido al cine de autor con el industrial, donde aún hoy los proyectos siguen siendo impulsados por directores-productores. A veces tuvimos una industria y podemos volver a tenerla. Entre otras cosas, porque tenemos una Ley. Proteccionista. No sólo de quienes hacemos cine, sino también y sobre todo de quienes lo ven. Ese es el sentido. Tiene sentido defender el cine para que refleje todas las voces que lo constituyen y para que se vea en todas las pantallas posibles.
La manta es corta, pero tiene que alcanzarnos a todos. Necesitamos trabajar juntos, como sector, como sociedad, en una única dirección. Que hoy, nuevamente, incluye al Congreso. Tenemos que acudir juntos, para explicar la necesidad de actualizar el fondo audiovisual, que no ha variado desde que fue creado en el '94 mientras la cantidad de películas producidas se ha multiplicado diez veces. Pero no es solo una demanda sectorial. El país necesita que la industria audiovisual mire hacia adelante, que desarrolle su enorme potencial en el mundo que viene. Aunque sea difícil lograr la unidad de los que somos más, cuando aún en las actuales, trágicas circunstancias que vivimos, prevalecen las actitudes mezquinas, los aprietes con operaciones canallas que terminan siendo contra el cine.
Todo depende del punto de vista, claro. Y a veces hay que mirar desde el punto de vista del otro para identificar el conflicto. Que también depende de los personajes que entran en acción. Entendiendo a los personajes, y a sus amigos y sus grupos de pertenencia, es posible identificar el conflicto. Es lo primero que hay que preguntarse: quiénes son, qué quieren. Sus antecedentes, su historia personal, sus objetivos, y en ciertos casos su prontuario.
Hace días leí una nota referida a nuestra gestión en el INCAA, titulada La oportunidad perdida. La leí atentamente, entre líneas, como se debe leer a los que saben de oportunismo, tratando de ponerme en el lugar del autor para entender qué pretendería si estuviera en el nuestro. Y volví a ver, en mi memoria, algunas películas ya vistas. O sus remakes, tal vez próximas, en el eterno Presente del cine. Traté de imaginar el género apropiado, con perdón de la palabra. Si el policial, el periodismo, la comedia.
El productor devenido columnista publicó su columna en el portal de uno de sus socios y se arrogó la representación del Estado para decretar el Fin de la Oportunidad. Como si fuera él quien nos la hubiera dado. Avalado, tal vez, por haber recibido muchos beneficios del INCAA a lo largo de los años. Afortunadamente, esta oportunidad para hacer un trabajo serio y honesto nos la dio quien merece todo nuestro respeto, cuya tarea es mucho más difícil que la nuestra.
Lo que plantea ese texto es el Conflicto. Qué quieren unos y qué quieren otros. Una profesora de guión preguntaría cuál es el Santo Grial, en esta trama. Nos daría que pensar, si hablara de una caja. Si describiera a los guardianes del templo, a los que no dejan que nadie la toque. Pero no nos adelantemos, se ve venir la crisis, pero falta. Siempre da curiosidad el Desenlace y está bien que así sea, pero ahora hay otras cosas que hacer.
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Director de La historia oficial y La peste entre otras, actual director del INCAA.
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