Baruch Spinoza fue uno de los filósofos más importantes del siglo XVII. En su obra encontramos temas como la naturaleza de Dios, la relación entre mente y cuerpo y la defensa de la libertad de pensamiento y expresión. Se lo ubica dentro de la tradición racionalista de la filosofía, junto a Descartes, Leibniz y otros, quienes defendían la idea de que el conocimiento humano proviene de la razón y de nuestra capacidad para razonar, en contraposición al pensamiento medieval que otorgaba ese lugar a la fe y a la religión.
En su Tratado Teológico-Político, Spinoza estudia e interpreta la Biblia de una manera que busque eliminar elementos sobrenaturales y milagrosos, considerándola más como una obra ética y literaria que como un documento divinamente revelado. Esta interpretación crítica de la Sagrada Escritura lo llevó a ser excomulgado con un texto muy duro de la comunidad judía en la que había crecido. El Tratado brega por ser un estudio donde se logre separar la filosofía, basada en la razón y la reflexión, de la teología, asociada con las creencias religiosas tradicionales. Una invitación a conocer la realidad a través de nuestra propia razón, sin la tutela de divinidades creadas por la misma mente humana.
En el capítulo titulado “De los profetas”, Spinoza realiza una ácida crítica hacia estos personajes del relato bíblico, apelando a un estudio racional, fundamentado y construido a partir de la propia Escritura. Aquí se cuestiona la idea de que los libros bíblicos, incluyendo los escritos de los profetas, fueran dictados o inspirados de una manera sobrenatural o divina, argumentando que deben entenderse en términos naturales y racionales. Se sostiene que estos escritos eran producto de mentes humanas con una gran capacidad imaginativa, y que se limitaban a reflejar las circunstancias históricas y culturales en las que fueron escritas. Pues nada de divino o milagroso se encuentra en verdad en estos relatos. Los profetas solo poseían un mensaje o un relato que penetraba en el pueblo, debido a que era acorde al momento en que se emitían. Este mensaje variaba de profeta en profeta, a partir de su grado de imaginación, su temperamento, sus opiniones, entre otros aspectos. Era el relato correcto en el contexto indicado lo que los convertía en profetas. Así, Spinoza aboga por una interpretación más contextual y racional de las Escrituras, sugiriendo que los profetas hablaron en términos de eventos contemporáneos y enseñaron principios éticos y políticos más que un conocimiento detallado del futuro a partir de relatos divinos (e imaginados) como una revelación o una visión de Dios. Los pueblos y los contextos fueron cambiando, y con aquellos los profetas y sus profecías han cambiado su apariencia y contenido, adaptándose a las nuevas comunidades a las que van a interpelar. Pero la presencia de una teología o metafísica que sostenga y dé sentido a la vida misma es algo que permanece en las sociedades a pesar de todos sus cambios.
Hoy, 10 de diciembre de 2023, un economista que se refiere a sus simpatizantes y adherentes como “Las Fuerzas del Cielo”, que ha asimilado el vínculo que lo une a su hermana Karina con el de Moisés y su hermano Aarón, que asegura haber visto la resurrección de Cristo y cree que Dios le encargó “la misión” de ser Presidente, asumirá la primera magistratura de la Argentina. Frente a esto podría ponerse en duda su salud mental, pero ese análisis mas visceral no puede nublar la apelación a una sensibilidad y a una identidad que se aleja de lo político y se acerca a creencias de fe sostenidas en el relato económico que Milei profesa, y en la misión a la que dice haber sido encomendado: ser Presidente, profesar “las ideas de la libertad” y lograr el retorno a una tierra prospera (¿y prometida?) como considera que fue la Argentina del siglo XIX. Hoy encontramos la fe del pueblo volcada hacia este profeta de la libertad, el progreso y el mejor vivir.
En un país como el nuestro, donde varias figuras políticas han tenido un carisma que ha atrapado la esperanza y la fe de un pueblo que jamás dejó de cargar penurias y deudas pendientes de progreso y desarrollo sobre sus espaldas, vemos que la base de esa fe que se le ha otorgado a estos políticos no se encuentra exclusivamente en su uso del arte de la política, sino que fue a partir de sus “milagros económicos” que construyeron legitimidad y sus figuras trascendieron en el tiempo (como el desarrollo industrial y la ampliación de derechos de Perón, el fin de la hiperinflación y la estabilidad del periodo menemista, y la reconstrucción de la Argentina de Kirchner). Ante este escenario, se vuelve interesante y necesario analizar la relación entre teología, política y economía.
Para construir esta relación teológica-política-económica es útil remitirse al jurista alemán Carl Schmitt, quien en su Teología política explica: “Todos los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados. Lo cual es cierto no sólo por razón de su evolución histórica, en cuanto fueron transferidos de la teología a la teoría del Estado, convirtiéndose, por ejemplo, el Dios omnipotente en el legislador todopoderoso”. Esta transpolarizacion de conceptos teológicos secularizados que se encuentran dentro de la teoría del Estado moderno puede extenderse también a la teoría económica de los mercados libres, autorregulados y superiores a los Estados. Bajo esta lógica, el Estado pierde su poder divino y se limita a ejercer el rol de la espada secular que actúa y castiga según el capricho de la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia de las relaciones y de los actores construidos alrededor de las lógicas económicas del mercado como verdadero regulador de la vida social. Verdades únicas que nos llevan al camino divino, donde todos estaremos y viviremos mejor si cumplimos con la ley divina de la libertad del mercado.
Desde aquí es posible realizar articulaciones de concepciones teológicas con esta teología político-económica que nos propone Milei:
- ¿Quién es la “gente de bien” de la que hablan tanto Milei como Macri? El fiel creyente de la predica del Dios de la economía, que sigue y cumple su ley, realiza su capricho y ofrece el fruto de su trabajo como ofrenda para un mejor porvenir. Esta “gente del bien” no cuestiona el capricho divino, sino que se somete a éste, creyendo que así alcanzará su propia realización personal dentro del cumplimiento de la ley divina: mayor esfuerzo para mayor recompensa, ofrecer al prójimo bienes de mejor calidad al menor precio a través de la competencia, etc.
- ¿Y qué hay de los” orcos” que atenten contra “la gente de bien”? Las criaturas dotadas de inteligencia y libre albedrío poseen la obligación moral de cumplir con la ley divina (la ley del mercado). Este derecho de Dios a ser obedecido por la “gente de bien” fundamenta el derecho divino de castigar la desobediencia a la ley divina. Todo aquello que atente contra el desarrollo divino del mercado, como los “orcos” que planean resistir, ha de ser castigado con todas las fuerzas coercitivas del Estado, como espada secular del capricho divino.
- Finalmente, la bondad y la prosperidad postergada indefinidamente se asimila al pensamiento religioso que propone que la bondad de Dios no se puede refutar porque cometa un acto que nos parezca cruel. Esto es entendido por la masa creyente de la prosperidad del mercado como imponer un castigo justo (como ejecutar un brutal ajuste que corrija los desbalances macroeconómicos y nos saque del fondo del pozo). El porqué de este castigo se encontraría en lograr un mayor bienestar futuro. La Biblia sugiere que las pruebas y las dificultades producen cristianos más fuertes y mejores, y que debemos “tener por sumo gozo” (Santiago 1:2) cuando las afrontamos.
El gran mérito de Milei para llegar a tomar posesión de los atributos presidenciales se encuentra en que, desde su rol auto-asumido de profeta, y no de político, construyó un relato que penetró en el pueblo en tanto supo conectar con el contexto de desesperanza y desgobierno en el que fue expresado. Supo construir una teología política y económica que diera sentido a sus concepciones y prácticas políticas, que vinculara estructuralmente este momento histórico con los conceptos y supuestos que orientan su pensamiento y su acción política y, de ese modo, lograr el apoyo que lo lleva a la Presidencia luego de apenas dos años dentro de la función pública.
El peso de la fe, de la teología política y económica no puede ser subestimado. Es en estos nichos de fuertes creencias dogmáticas donde se construyen grandes cambios de paradigmas en la historia. El peso de la religión y la creencia metafísica va in crescendo cuando el ser humano empieza a encontrar limitaciones a su propia supervivencia, cuando encuentra fenómenos tan complejos en el día a día que no puede explicar por sí mismo. Y ante la aparición del profeta correcto en el momento indicado, el vulgo ira detrás de él.
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