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La burguesía nacional es el opio de la dirigencia política argentina
Hablar sin matices de la dirigencia política argentina es pasar un rasero inconveniente. La aludida como tal de aquí en adelante es la correspondiente al porcentaje mayúsculo de ese colectivo que, con consciencia o no, forma parte del movimiento nacional, y que cuando no se malogra y se pierde en agonías tan ridículas como costosas para los intereses populares bien entendidos, el núcleo de su conducta se pone como meta –con sus más y con su menos— la integración social y el desarrollo del país. La minoría reaccionaria del colectivo, generalmente liberal, juega el partido contrario, así que no viene al caso. La demarcación hecha de la dirigencia política argentina es para inquirir cuánto se comparte o no entre sus miembros el diagnóstico de que el estancamiento y no-desarrollo de la Argentina se debe principalmente a una burguesía nacional que no estuvo, no está y no hay porqué sospechar que estará, a la altura de las circunstancias. Hasta donde llega nuestro conocimiento, nunca hubo una encuesta destinada a calibrar la incumbencia de esa hipótesis.
A falta del pan de la compulsa, las tortas de la intuición, la observación parcial y la consideración de lo que propone ese rasgo tan humano como infeliz de echarle la culpa a otro, sugieren que la hipótesis debe haber reclutado una mayoría de adherentes a efectos de encontrarle una explicación a que la tasa de variación del producto bruto per cápita con mejora en la distribución del ingreso desde el renacimiento de la democracia en 1983 a la fecha, con la muy honrosa excepción de los 12 años finalizados en 2015, fluctuara entre la nada misma y menos que cero. De todas formas, independiente de cuál sea la cantidad real de adherentes a esa visión, el diagnóstico corre y su examen vale la pena porque en ese andar se puede medir la distancia que media entre la percepción y la realidad de la verdadera naturaleza de sistema económico en que vivimos y la superestructura que administra su reproducción. De ser estrecha, ningún problema. De no serlo, de crisis en crisis hasta la derrota siempre. Como por sus frutos los conocemos, lo segundo es lo que parece primar, sea esa u otras las ideas rectoras que rigen el accionar político.
En principio, hay que considerar que los burgueses por más que estén en la periferia están desarrollados. A escala social, el proceso de desarrollo supone la mejora de la técnica de la producción a raíz de haber alcanzado cierto nivel tecnológico y de que se cuenta con los recursos para financiar su aplicación en el proceso productivo. Los dos ítems implican además de la evolución del saber humano, también y sobre todo una acumulación del producto del trabajo pretérito. Es esto lo que genera a lo largo del tiempo una producción efectiva mayor de bienes y servicios por unidad de trabajo y la elevación del nivel de vida. A escala individual, ese nivel de vida elevado en la periferia corresponde a los extractores de plusvalía, de manera que el objetivo del desenvolvimiento en un mundo signado por el desarrollo desigual no es algo que los conmueva. Así, el desarrollo es una meta que pertenece de forma indelegable a la clase política interesada en proteger y no dañar a su pueblo mediante la elevación del bajo nivel medio de vida, propio del subdesarrollo.
Ya en el primer modesto asomo a esta cuestión, la burguesía es declarada no culpable (la burguesía por definición jamás es inocente). Entonces, para que aparezca perfilada con la mayor claridad la responsabilidad histórica indelegable de la dirigencia política de impulsar el desarrollo en aquellos países subdesarrollados donde eso es posible —la Argentina, entre otros pocos—, es menester bucear en cómo se establecen los precios y cómo estas instituciones funcionan en el mundo tal cual es. ¿Por qué es necesario atravesar ese desfiladero? Porque es ahí donde la dirigencia política se pierde y acude, entre otras excusas, a la desidia burguesa nacional como plan de evasión. La burguesía nacional es el opio de la dirigencia política argentina. Está en hurgar la naturaleza de los precios para dar con una explicación aceptable de hechos que van desde los que tienen o exudan tener trascendencia geopolítica hasta los que articulan los episodios baladíes de la vida cotidiana. El ejercicio es para agenciarse un criterio que mida la pertinencia y alcance de un eventual programa de gobierno del frente nacional. En lo que queda del día, la complejidad de los episodios sociales los explica el materialismo histórico, en tanto ciencia general de la sociedad, pero se hace imprescindible pasar por la anatomía de la sociedad que es la que describe la economía política.
Factor común
En la búsqueda de algunos ejemplos del factor común precio entre las distintas clases de hechos incriminados, aparece por el lado de Asia, Singapur, una ciudad-estado que tiene la cualidad de ser invocada a menudo en los debates sobre desarrollo-subdesarrollo, a raíz de lo cual los mismos pierden toda seriedad. Una minúscula urbe centro global de lavado de dinero inventado por las necesidades fiscales de las corporaciones no debería ser ejemplo de nada. A lo sumo, de la razón que llevó en el gobierno anterior a asumir la titularidad del consulado argentino a Nicolás Caputo, cargo del que fue relevado por la cancillería hace unas semanas. El actual Primer Ministro de Singapur Lee Hsien Loong para el número julio-agosto de Foreign Affairs escribió un ensayo titulado “El siglo asiático en peligro de extinción. Los Estados Unidos, China y los riesgos de la confrontación”. Loong afirma que “lo que hizo posible la estabilidad y la prosperidad de Asia fueron los Estados Unidos”, en un proceso de despegue en el que “Japón fue el primero en hacerlo, seguido por las economías recientemente industrializadas de Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán”.
Colocar en un lugar que no le corresponde al territorio bajo su férula y advertir con preocupación que "es poco probable que cualquier confrontación entre estas dos grandes potencias termine como terminó la Guerra Fría, en el colapso pacífico de un país", sólo demuestra que Loong debió buscar argumentos más razonables para preguntar cuál es la parte de la acumulación mundial que les toca a los países del sudeste asiático en esta menesunda. Su temor se funda en que no pueden darse el lujo de elegir entre los Estados Unidos y China y espera que los países del sudeste asiático no se vean obligados a hacerlo, aguardando que ninguna de las dos potencias busque castigarlos por profundizar sus lazos con la otra.
El factor común también se localiza en la buena voluntad de la académica de Ciencia Política de la Universidad de Michigan Yuen Yuen Ang. Escribe acerca de lo que observa como el mito de la carrera tecnológica que “al malinterpretar fundamentalmente la diferencia entre las escenas tecnológicas estadounidense y china, los responsables políticos y analistas occidentales se han unido detrás de una competencia de suma cero cuando deberían estar buscando oportunidades para cooperar y reinvertir en las capacidades domésticas. Las ventajas tecnológicas comparativas de China y Estados Unidos no solo son diferentes entre sí, sino que incluso podrían ser mutuamente beneficiosas” (PS 28/04/2020). La doctora Ang rezuma que “los responsables políticos chinos y estadounidenses no deberían sobrestimar lo que la política industrial puede lograr […] De hecho, la innovación dirigida por el Estado tiene algunos inconvenientes”. Una investigación de Ang enfocada en la campaña del gobierno chino iniciada en 2006 para promover la innovación nacional, halló que “si bien la cantidad de patentes registradas en China aumentó drásticamente entre 2006 y 2015, la proporción de patentes nuevas (una medida común de la calidad de la innovación) disminuyó”. La patente derivada es la que tomando un invento patentado, le agrega algo o le da otro uso y si bien tiene novedad deriva del invento anterior. Mientras dura el derecho de la primera patente, la segunda tiene que pagar regalías por su uso. Ang pone como ejemplo del proceso que hay que preservar a “Wiko, una empresa de teléfonos inteligentes fundada en Francia y con sede allí, cuyos productos se fabrican en Shenzhen [China]. En dos años, […] capturó el 18% del mercado francés, convirtiéndolo en el tercer teléfono inteligente más popular en Francia (después de Apple y Samsung)”.
Entre los europeos, dos eventos donde se hace presente el factor común son las telecomunicaciones y las hamburguesas vegetales. El Financial Times (15/06/2020) refiere que a finales de mayo, el Tribunal General, el segundo más alto de la Unión Europea, anuló la decisión de 2016 de la Comisión Europea de bloquear la adquisición de una empresa de telecomunicaciones por otra más pequeña, y por esa causa “banqueros y abogados que trabajan para algunas de las corporaciones de telecomunicaciones más grandes de Europa anticipan una bonanza de fusiones a raíz del dictamen del tribunal el mes pasado, que asestó un golpe a la estricta política de competencia de la Unión Europea […] Su impacto también puede extenderse a otras industrias, entre ellas la del acero”. Ni bien despuntó junio, distintos medios informaron que otro juzgado, el Tribunal de Distrito de La Haya en los Países Bajos, falló que la Hamburguesa Increíble hecha por Nestlé con vegetales infringió las marcas registradas de Impossible Foods, una startup estadounidense que hace con vegetales la primigenia Hamburguesa Imposible. El tribunal dijo que el producto de Nestlé, la empresa de alimentos más grande del mundo, tenía como objetivo deliberadamente confundir a los consumidores imitando el nombre de Imposible. Después del fallo Nestlé rebautizó con Hamburguesa Sensacional a su albóndiga chata verde.
Tres episodios para palpar cómo opera el factor común entre los norteamericanos. Según trascendidos en los medios norteamericanos, la Casa Blanca está redactando una propuesta de 1 billón de dólares de inversión en infraestructura para acelerar la economía. Tres cuartas partes irían a los clásicos de estos planes: puentes y rutas. El cuarto restante se invertiría en las autopistas de información del siglo XXI: banda ancha rural y redes inalámbricas 5G. Atento a la escena global, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin alertó que si los países europeos se empeñan en poner impuestos específicos a las empresas digitales casi todas norteamericanas, como represalia impondrán aranceles. La revista Ars Technica (15/06/2020) reporta que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos está enfrascado en lograr para 2025 un prototipo de motor termo-nuclear de propulsión de los cohetes al espacio. Ningún motor de cohete de este tipo ha volado. La propulsión a hidrógeno es lo suficientemente conocida para que se encargue el sector privado, como ya está ocurriendo.
Poder compensador
El no nos dejen afuera de Loong, la marcada ingenuidad de la doctora Ang a la que no le hace efecto la política de Trump (y no se da cuenta de que el patentamiento que descubrió es un gigantesco subsidio a las multinacionales), la tendencia a la monopolización, la disputa de los consumidores del mismo producto a través de la marca, la lógica tras los enormes subsidios a la innovación tecnológica y el estancamiento argentino tienen en común ser vástagos de la dinámica de los precios.
¿Cómo es la dinámica de los precios?
Luigi Pasinetti, un economista italiano de dilatada actuación con los discípulos de Keynes en Cambridge, cuyo pensamiento se podría localizar como orgánico al Concilio Vaticano II, partidario de Piero Sraffa a su manera, en un trabajo académico de hace unos años rescata de este último para explicar esa dinámica que “eligió limitarse a hacer lo que llamó teoría de economía pura, no un análisis económico exhaustivo […] Claramente, muchas preguntas en economía no pueden ser resueltas sobre la sola base de la teoría pura. Esta fue la criba de Sraffa”. Arghiri Emmanuel le reprocha a Sraffa que hizo silencio sobre el peso de los salarios como variable independiente de la distribución del ingreso, que una vez establecido su nivel por la lucha de clase por fuera del sistema económico quedan determinados el resto infinito de los precios. Pasinetti entiende que Sraffa “exploró todas las posibilidades alternativas (con respecto a la distribución del ingreso), pero se abstuvo de tomar una postura en el asunto: ¿puede la tasa de ganancia considerarse dependiente de la tasa de salarios o viceversa? Creo que Sraffa nunca quiso presentar una solución a este dilema […] Sabía que para llegar a una respuesta a esta pregunta necesitaba suponer alguna cosa (como una estructura institucional específica), lo cual no reunía la característica de ser incuestionablemente persistente”.
Emmanuel, en el ámbito de la teoría objetiva del valor, le pone al esqueleto de Sraffa los músculos institucionales de un mundo donde los salarios son nacionales y la tasa de ganancia se forma internacionalmente. Esa determinación de los precios es rescatada ahora por un economista tan neoclásico como el ex secretario del Tesoro Larry Summers, que en un trabajo académico de mayo pasado señala que es la “reducción del poder de los trabajadores” lo que está detrás el entorno macroeconómico de la última generación definido por el “aumento de la rentabilidad y las valoraciones del mercado de las empresas estadounidenses, el lento crecimiento de los salarios y la disminución de la participación laboral en los ingresos, y la reducción del desempleo y la inflación”. Propone que la base de la solución para devolverle la vitalidad al crecimiento pasa por rescatar de John Kenneth Galbraith la idea del poder compensador que amplíe espacio a los sindicatos.
Galbraith, en el ensayo El Nuevo Estado Industrial, plenamente vigente a pesar de haber sido escrito en 1967, engloba en el proceso de la tecnología la operatividad institucional del factor común precio que debería servir de brújula al accionar político comprometido con el interés de las mayorías nacionales. Precisa Galbraith que “la tecnología lleva, en todas las circunstancias, a la planificación […] Las necesidades de la tecnología, y no la ideología ni la voluntad política, impondrán a la empresa el buscar la ayuda y la protección del Estado […] la tecnología no es sólo la causa del cambio sino también la respuesta al mismo […] Aunque requiere una organización extensa, es también resultado de la organización”. Este andamiaje asume una demanda creciente sostenida por el poder compensador de las organizaciones populares y los sindicatos que impiden que sus ingresos decaigan y a su vez, ni bien las circunstancias lo permitan, vayan por más.
Si los precios se forman a partir de establecer el nivel de los salarios como dato extra económico, político, el drama argentino no proviene de la maldad burguesa sino de la falta de consciencia política para que esos salarios sean llevados al alza, aparezcan así los mercados y los precios que vuelvan interesante invertir para el capital propio y el foráneo. Así debe pasar en los Estados Unidos para que Trump tenga éxito, los precios van a tener que subir porque los salarios subieron. Así va a tener que pasar en Europa, la fusión permite alcanzar economías de escala que posibilitan no aumentar los precios cuando es menester tener en alza los ingresos para que haya demanda. Así los consumidores podrán alienarse alegremente por tener con qué comprar y creer que la marca hace distinto lo que es igual. Así podrán los asiáticos encontrarse con una terrible crisis política cuando si todo va como hasta ahora parece, los dejen afuera de la acumulación a escala mundial realmente existente. Para cumplir con la historia, chinos e indios ya andan matándose a palazos por un viejo conflicto fronterizo y en Delhi el eje de la campaña es: haga patria, no compre chino.
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