Piense un número
El médico y filosofo argentino Juan Carlos Tealdi le responde al médico israelí Yoram Lass
El número Uno
El domingo 24 de mayo, el New York Times publicó una portada que formará parte de la historia del periodismo. Su motivo era el estado de la pandemia en los Estados Unidos pero su mensaje fue universal. Simone Landon, editora del departamento gráfico, se propuso representar el número de muertes ya cercano a los 100.000 y dijo entonces que el número en una página “en realidad no dice mucho acerca de quiénes eran esas personas, de las vidas que vivieron, de lo que todo esto significa para nosotros como país”. Por eso tuvo la idea de compilar obituarios y esquelas de víctimas de Covid-19 publicados en diversos periódicos del país para seleccionar algún fragmento vívido de cada persona.
Alain Delaquérière, investigador del diario, compiló una lista de cerca de mil nombres, y un equipo de editores y tres estudiantes de periodismo seleccionaron frases que rescataron la singularidad de cada vida perdida: “Jack Butler, 78, Indiana, vivió en la casa en la que creció”; “Ann Youngerman Smoler, 87, Nueva York, tenía pasión por la justicia social”; “John Prine, 73, Nashville, cantautor de country y folk que fue favorito de Bob Dylan”.
Aunque se tuvo la decisión compartida de “invadir la página entera”, se evaluaron dos ideas conceptuales: una de cientos de imágenes de personas muertas por Covid-19 y otra “todo tipográfica”, que fue la opción elegida. Tom Bodkin, director de diseño, dijo que en sus cuarenta años en el Times no recordaba ninguna portada sin imágenes pero que “esta es sin duda la primera de los tiempos modernos”.
Dos días después, bajo el título “Piensa un número del uno al 100.000”, Elda Cantú escribió en una reseña del NYT: “En una pandemia los números son tan inevitables como las muertes. Por eso a veces el que más interesa es el uno: esa cifra mínima que representa al individuo y su identidad única con rostro, nombre y apellido. El uno que ilustra la única esperanza que tenemos de sobrevivir a la infección, de empatizar, de rescatar del anonimato a una tragedia de millones. Uno por uno, olvidar es imposible”
Números reales: ¿vale la pena salvar vidas?
El mismo día de la tapa del NYT, Spike Online publicó una entrevista a Yoram Lass, quien fuera Director General del Ministerio de Salud en Israel y hoy es un declarado opositor a las “medidas draconianas” de cuarentena. La nota lleva como título una de sus sentencias: “Nada puede justificar la destrucción de la vida de la gente”, y en la bajada, una pregunta: “¿Vale la pena salvar vidas?” Desde la visión: “Esto no es más que una epidemia de gripe”, Lass enhebra una seguidilla de afirmaciones tan provocativas como infundadas:
1.- “La mortalidad por coronavirus es un número falso. La mayoría de las personas no mueren por coronavirus”. Cabe preguntarse en qué desconocida fuente de datos se basa esta iluminación, porque, en sentido contrario, es razonable pensar que el número de muertos de Covid-19 que hoy tenemos sea mucho menor al real. Durante el período abril de 2009/agosto de 2010 se reportaron 18.500 muertes confirmadas por laboratorio causadas por la influenza pandémica A H1N1 en todo el mundo. Fatimah Dawood y otros autores estimaron dos años después (Lancet Infect Dis, 26-7-12) que a nivel mundial hubo 201.200 muertes respiratorias con 83.300 muertes cardiovasculares adicionales asociadas a la influenza pandémica. Al mencionar esa pandemia, Lass coincide al decir que murió un cuarto de millón de personas, pero no aclara, y no sabemos si lo sabía, que el número es 15 veces mayor que el estimado al momento de la misma.
2.- “Es la primera epidemia de la historia que se acompaña de otra epidemia: el virus de las redes sociales... Mire la historia de la gripe porcina en 2009 (…) Un cuarto de millón de personas murió. Pero la gente estaba mucho más interesada en la crisis económica que golpeó un año antes en 2008. No tuvieron tiempo para prestar atención a estas tonterías”. A la mayor pandemia de gripe de la historia, la de 1918-19, se la conoce como “la gripe española” aunque afectó al mundo entero. La razón de esto es que todos los países en guerra censuraron la información sobre las muertes por gripe para no mostrarse débiles. El país que permitió informar sin censuras fue España y por su difusión la pandemia tomó su nombre. Sobre la gripe de 2009, quizá sea ese interés en lo económico lo que explique la “tontería” de ese desajuste de 15 veces en el número real de muertos. Pero no hay dudas: es mejor padecer el virus de las redes sociales que padecer las injusticias de una muerte negada o censurada por uno u otro interés.
3. “Si estuviera tomando las decisiones, trataría de dar a las personas los números reales (…) El único número real es el número total de muertes, todas las causas de muerte, no solo el coronavirus”. Un argumento relativista semejante al que plantea Jenna Ross en su nota “¿Cuántas personas mueren cada día?”, para decir que las principales causas de muerte no se reflejan “en nuestras percepciones de muerte ni en los medios de comunicación” (Visual Capitalist, 15-05-20). Un concepto de “números reales” también promocionado por el Presidente de los Estados Unidos, un país que tiene el 28% de las muertes del mundo por Covid-19 aunque su población sólo representa al 4% de la mundial. Hace ya muchos años que Naomar de Almeida Filho acuñó el término “epidemiología sin números” para interpretar estos despropósitos, aunque Lass seguramente lo ignore. Pero si de todas las muertes se trata, no hay más que mirar ese dato en el período enero-mayo 2020 en su contraste con otros años en distintos países.
4.- “Durante la temporada de coronavirus, hemos tenido un exceso de mortalidad que es aproximadamente un 15 por ciento más grande que la epidemia de gripe en 2017”. Hay una distinción básica que si no se hace supone ignorancia o mala fe: hay gripe estacionaria y gripe pandémica. Las características diferenciales entre cada una, y con las causas ordinarias de muerte en la población, marcan la diferencia en la percepción individual y social. La pandemia Covid-19 ha mostrado su diferente impacto según países, regiones y ciudades. En la temporada 2018-19 y según el Centro de Control de Enfermedades (CDC), en Estados Unidos se registraron 34.200 muertes asociadas con influenza y para la temporada 2019-20 (octubre/abril) se estimaba alcanzar el doble. Pero el 28 de mayo las muertes por Covid-19 ya superaban las 100.000, duplicando o triplicando a las de gripe estacional y sumándose a ellas.
5.- “Las medidas draconianas son de proporciones bíblicas. Cientos de millones de personas están sufriendo. En los países en desarrollo, muchos morirán de hambre. En los países desarrollados, muchos morirán de desempleo. El desempleo es la mortalidad... Pero mira a Suecia. Sin cierre ni colapso de hospitales. El argumento para el bloqueo se derrumba”.
En 1824, la Corte Suprema de los Estados Unidos reconoció el poder constitucional de cuarentena del Estado en el caso Gibbons v. Ogden. En 1902, las leyes de cuarentena de Louisiana fueron ampliamente reconocidas por la Corte como un razonable ejercicio del poder de policía del Estado, en el fallo Compagnie Francaise de Navigation a Vapeur v. Louisiana Board of Health. Por otro lado, la afirmación de Lass de que la pandemia causa más muertes por la pobreza que el aislamiento, no tiene evidencia empírica de generalización ni se señala un solo ejemplo desagregado. Estados Unidos y Brasil siguen mostrando lo contrario. La economía mundial cae con la pandemia y con ello la de todos los países. Suecia, país citado muchas veces como ejemplo de su liberalidad en el aislamiento, ha tenido una contracción del 0,3% del PIB en el primer trimestre de este año y aunque ha sido menor que el promedio europeo, se estima que esa caída será del 4 al 6% durante el 2020. La economía sueca depende del comercio exterior y la contracción mundial no puede sino afectarla.
Los números robados
La línea adoptada por el NYT no impide que haya periódicos cuyas tapas, una tras otra, interpreten los números de otro modo y queden condenadas al olvido. Tampoco puede evitarse que algunas personas tengan una escala de valores que reduce la vida de los otros a la abstracción sin historia de números vaciados de contenido. Y eso aunquedemanden una vida personal concreta que concentre el contenido de todos los números. Tampoco es extraño, aunque repugne, que esta escala de valores se manifieste en jefes de gobierno, en políticos, en cualquier persona, y en la visión de Yoram Lass. Pero la eficacia de la cuarentena y de otras intervenciones del Estado ha sido fundamental en la lucha contra las epidemias, como lo es hoy frente a la pandemia. Las medidas de aislamiento preventivo entre nosotros quedan enmarcadas por las recomendaciones sanitarias fundadas en evidencias y consensos científicos, y por el orden normativo del sistema interamericano de derechos humanos. Es otra escala. Una escala que nos permite pensar en un número que a la vez abarca al conjunto de toda persona en el mundo y a la vida inconmensurable y sin equivalencia de cada persona.
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