No me acuerdo si ya te conté la sorpresa del tipo. Y no llevo archivo de estas notas para verificarlo. Pero como dice Mirta Legrand cada vez que le hacen notar que repite las preguntas:
—El público es distinto cada vez.
Un poco menor que yo, venía caminando bajo el sol del último verano con dos muchachos Sub50.
Cuando nos cruzamos le dije:
—Vos sos hijo de Leonel y Julieta.
Me miró azorado y contestó:
—¿Cómo sabés?
—Porque tenés la cara de Leonel y el pelo de Julieta.
Nos quedamos charlando un rato en la vereda ante la mirada intrigada de sus hijos y cada cual siguió su rumbo.
Cuando le pregunté al Doctor Google por la familia de Leonel casi me muero de vergüenza. No sólo era el hijo de Leonel y Julieta, sino también él un cantor conocido, Edmundo Muni Rivero, que durante los últimos mil años administró el Viejo Almacén creado por su padre, Leonel Edmundo Rivero, cuyas visitas a mi casa eran una fiesta, porque traía la guitarra y cantaba entre las mesas atiborradas de libros, y porque para agasajarlo, mi vieja dejaba de lado las papas fritas quemadas de un lado y crudas del otro, y preparaba su insuperable arrollado de frutillas. Perdón Muni. Nunca fui al Viejo Almacén, porque le escapo al Buenos Aires for Export mucho antes de que Macrì degradara el Teatro Colón a su altura para poder mostrar alguna emoción.
Después de ese encuentro, busqué fotos de Julieta. Pero apareció Calu Rivero. Es una pibita valiente pero no tiene esa melena colorada de la esposa que escuchaba con devoción a Leonel en aquellas sesiones inolvidables en la provincia de Buenos Aires de mi niñez. Apenas encontré una estampilla donde se los ve juntos, varios años después de aquellos encuentros de mi viejo con Rivero, para redactar una breve biografía del cantor.
La incluyó en su colección de ídolos populares que se vendía en los kioscos para pelear contra la invasión de basura impresa que les pudría la cabeza a los pibes del conurbano (estoy hablando de la prehistoria, antes de que la tele se encargara de la tarea con tanta mayor eficacia). También escribió los libritos de Salgán, Fangio, Najdorf, Leguisamo y Oscar Panno (que fue el primer argentino campeón mundial de ajedrez), con los que perdió la poca plata que había ganado con el poliempleo. Te pongo la foto de Julieta y Leonel junto a la de Muni para que veas las deliciosas combinaciones que practican los genes si ningún chino omnipotente interfiere.
Los discos que elegí esta semana fueron grabados en los escasos cuatro años que Rivero cantó con la orquesta de Troilo (1947-1950), después de Julio de Caro y Salgán, antes de Stamponi y los guitarristas. Para mi esos son sus años insuperables, con la voz fresca y expresiva del primer barítono o bajo que alborotó el coto reservado a los tenores. Después, la acromegalia afectó sus cuerdas vocales y le dio un tono cavernoso que no es mi preferido, aunque igual dejó grabaciones antológicas, como la de La última curda, en uno de sus periódicos reencuentros con Pichuco, en el terrible año 1956, con FMI y fusilamientos al por mayor.
Gozalo, que está entre los grandes tesoros de nuestro arte popular.
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