Todos piden perdón pero nadie se arrepiente ni cambia de conducta
El papa Francisco, el ministro Jorge Triaca, el actor cómico Tristán, el cantante Cacho Castaña pidieron perdón, como antes lo había hecho el presidente Maurizio Macrì por políticas de su gobierno y negocios de su familia, que tan a menudo se confunden. El Día del Perdón es una de las festividades centrales del judaísmo, diez jornadas de arrepentimiento en que los fieles piden perdón a Dios por sus actos que hirieron o dañaron a otros y realizan la penitencia de ayunar para reconciliarse antes del nuevo año. Tiene ostensibles puntos en común con el sacramento católico que se conoce por tres nombres: del perdón, la penitencia o la reconciliación. El fondo común es el arrepentimiento profundo, la voluntad de reparar el daño, enmendar la conducta y el reencuentro con Dios. Estos valores religiosos han permeado la cultura política argentina.
Los videos en los que Jorge Bergoglio se pronuncia sobre los casos de pedofilia eclesiástica que involucran entre decenas de casos al obispo de Osorno, Juan Barros, son muy impresionantes. Muestran al disciplinario que rigió la Compañía de Jesús con mano de hierro en la década de 1970 antes que al comprensivo constructor de puentes que llegó para blanquear los sepulcros que apestaban Roma.
Cuando Bergoglio se convirtió en Francisco, una de sus prioridades fue enfrentar la oleada de denuncias en todo el mundo por abusos sexuales y de poder cometidos por personal eclesiástico. La investigación realizada en Estados Unidos por el importante diario Boston Globe, llevada luego al cine en la multipremiada Spotlight, dejó la credibilidad de la institución por el suelo. Varias diócesis quedaron al borde de la quiebra por las indemnizaciones que debieron pagar a las víctimas. Señalado como encubridor de los abusos, el cardenal Bernard Law debió dejar la arquidiócesis de Boston. Como sucesor, Francisco designó al obispo estadounidense Sean Patrick O’Malley, un capuchino con barba y sandalias de activa participación en el Cónclave de marzo de 2013. Además lo convocó a integrar el consejo asesor de cardenales con el que intentó soslayar a la incriminada curia romana. A su propuesta Bergoglio creó en diciembre de 2013 y le encomendó que la presidiera, una comisión pontificia para la protección de los menores, integrada por 70 personas de todo el mundo y un secretariado de cuatro miembros de la curia en Roma.
Desde la Argentina se señalaba la contradicción entre la nula tolerancia anunciada hacia los predadores del rebaño y la benevolencia de Bergoglio como presidente de la Iglesia Católica argentina respecto del cura Julio César Grassi. Pero no había oídos bien dispuestos a escuchar nada que perturbara el idilio con el pastor que llegó desde el fin del mundo con sus zapatos gastados, su portafolios negro y sus gestos simpáticos como pagar la cuenta del hotel y moverse en ómnibus o en un autito.
Pero en 2016 dejó la comisión Peter Saunders, fundador de la Asociación Británica de Personas Abusadas en la Infancia. El Vaticano anunció que se tomaba una licencia, pero él no estaba enterado. Francisco “es parte del problema” porque durante su papado “la Iglesia católica no ha hecho nada para terminar con los abusos a niños por parte del clero", declaró Saunders. Durante una conferencia de prensa en Roma, lo acompañó el chileno Juan Carlos Cruz, uno de los acusadores de Barros. "Francisco dijo cosas muy dañinas y dolorosas sobre los sobrevivientes", dijo Saunders, quien reclamó el despido del obispo de Osorno y la asistencia papal al encuentro de la comisión. "Sería escandaloso si no participa y va a ser el final de la luna de miel con Francisco". El papa no asistió y Saunders fue renunciado. "Me dijeron que Roma no se construyó en un día, pero se necesitan segundos para violar a un chico", agregó.
En febrero del año pasado, y esta vez sí por propia voluntad, se alejó la única mujer abusada que formó parte de la Comisión Pontificia, la irlandesa Marie Collins. Su carta dirigida al Papa y a O’Malley señala que la Congregación para la Doctrina de la Fe actúa en forma “vergonzosa”, negándose a cualquier cambio de procedimiento para el mejor cuidado de las víctimas.
Pero el caso chileno ya había salido de control. En el primero de los videos, el Papa dice que la ciudad de Osorno es tonta y se deja llevar de la nariz por “los zurdos que inventaron la cosa”.
Zurdos es una expresión clásica de la pugna entre la derecha y la izquierda peronista en la década del ’70, que hoy ha caído en desuso, pero que figura en un documento de principios de los años ’80 en el que un servicio de informaciones de la dictadura encomia los esfuerzos del padre Bergoglio por limpiar la orden jesuita de zurdos.
En el segundo, el Papa dice que “el día que me traigan una prueba contra el Obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia. ¿Está claro?” Palabras que subraya en tono poco afable.
Esta vez fue el propio cardenal O`Malley quien disintió con las declaraciones del Papa Francisco, que “han sido motivo de gran dolor para los sobrevivientes de abusos sexuales cometidos por el clero o algún otro perpetrador”, porque transmiten el mensaje de que si la víctima no puede probar sus acusaciones su palabra no será creída. Esto deja abandonados y desacredita a quienes sufrieron violaciones criminales de su dignidad humana. En el vuelo de regreso de Perú a Italia, Bergoglio citó a los periodistas que cubrieron la visita. El periodista chileno que introdujo el tema le preguntó por qué le creía a Barros y no a las víctimas. Aquí un fragmento de la conferencia de prensa.
La primera respuesta del Papa fue que no entendía la pregunta. Después dijo que sabía que muchas personas abusadas no podían mostrar pruebas o sienten vergüenza y sufren en silencio su drama que “es tremendo, tremendo”. Añadió que eso le causaba dolor. “Pido perdón si es que los herí sin darme cuenta”, dijo y explicó que “la palabra prueba es la que me ha traicionado y generó mucha confusión” porque “no es la mejor para acercarme a un corazón dolorido”. Llegó a decir que fue una bofetada en el rostro de las víctimas y que debió hablar de evidencias, no de pruebas. Pero a continuación insistió en la defensa de Barros, cuyo caso “se estudió, se reestudió, y no hay evidencias. Es lo que quise decir. No tengo evidencias para condenar. Y ahí, si yo condenara sin evidencias o sin certeza moral, cometería yo un delito de mal juez”. Fue más allá, con una revelación que hasta ahora no tuvo la trascendencia que merece. Un miembro de la Conferencia Episcopal sugirió que los cuatro obispos impugnados por su relación con el cura Fernando Karadima y los abusos se tomaran un año sabático para evitar acusaciones y pasada la tormenta dentro de un año volvieran, “porque son buenos obispos”. Después de esa sugerencia Barros presentó su renuncia en Roma y volvió a presentarla cuando las víctimas protestaron por su nombramiento en Osorno. “Le dije no, porque esto es admitir culpabilidad previa”, fue la respuesta papal. Francisco cerró el diálogo afirmando que había investigado el caso por segunda vez y llegó a la convicción de que “es inocente”. Con un lenguaje de intención jurídica que no es común en su oratoria dijo: “Nadie es malo hasta que no se pruebe”. Claro que él acusó a los denunciantes de calumniar al obispo Barros. Para las víctimas, ¿no rige el principio de inocencia?
Las evidencias son abrumadoras y quien esté interesado en los detalles puede leerlos en la nota del centro de investigación CIPER Chile, que dirige la periodista Mónica González Mugica.
“Ha sido cruel con nosotros y no está siendo claro con la opinión pública al decir que no hay pruebas, porque sí las hay y son testimoniales” lo refutó Juan Carlos Claret, vocero de los Laicos de Osorno.
Pobre Jorge cómo sufre
También el ministro Jorge Triaca pidió perdón por haber insultado a su empleada Sandra Heredia, a quien le pagaba una parte de su salario en negro y otra con una designación en un sindicato intervenido, hasta que la despidió sin indemnización. Ella misma y sus compañeros de trabajo dijeron que asistía al sindicato siempre y cuando no tuviera tareas en la quinta de los Triaca, que era su prioridad. El ministro dijo que había sido un exabrupto por el que se disculpaba. Ese “diálogo personal”, agregó, “no condice con mi manera de actuar ni refleja mi forma de ser”. El gobierno en pleno lo respaldó.
El jefe de Gabinete Marcos Peña Braun dijo que Triaca era un ministro excelente y que lo sucedido no invalidaba “su calidad como funcionario, como persona, ni su integridad”. Su designación como interventora de una filial del sindicato de obreros marítimos fue “un error”, que explicó así: “Privilegió la confianza a otras cuestiones”. En síntesis, “nada que ponga en riesgo su cargo”.
Nadie fue más lejos que su antecesora en el cargo, Patricia Bullrich, durante cuya gestión se rebajaron sueldos estatales y jubilaciones en 13%. Para Bullrich, hoy a cargo del Ministerio de Seguridad, Triaca es la víctima: “Lo que ocurrió fue feo para todos, para él más que para nadie, pero la está sufriendo mucho y no creo que tenga que llegar a renunciar porque creo que la está pasando muy mal” y es “una persona excelente”. Ante una pregunta sobre la situación laboral de la empleada, remató: “Estamos todos mal, no queremos tener una conducta ajena a lo que queremos ser y mostrar y cuando nos pasan estas cosas nos molestan”. Después de tantas disculpas, Triaca no enmendó su conducta. Negó que Heredia hubiera sido trabajadora no registrada hasta pocos días antes de la elección presidencial de 2015, afirmó que el empleador no era él sino su hermano, negoció el pago de una indemnización seis veces mayor a la ofrecida al principio, y difundió el acuerdo extrajudicial como prueba de que no había hecho nada incorrecto, cuando el propio texto dice que lo acordado no prejuzga sobre los hechos y que cada uno mantiene su versión.
Curiosa inversión de roles: el Papa de la misericordia habla como un abogado para justificar su falta de contención a las víctimas. Los funcionarios del gobierno nacional reducen a cuestiones opinables de calidad personal lo que en realidad son faltas administrativas y delitos penados por la ley, como el pago en negro, el despido sin indemnización, la designación para un cargo público de alguien sin la idoneidad necesaria (el artículo 253 del Código Penal lo pena con multa e inhabilitación de hasta dos años) y el uso de los recursos públicos para solucionar “un diálogo personal” entre patrón y empleada. El artículo 260 del mismo código, Malversación de Caudales Públicos, eleva el monto de la multa y la inhabilitación hasta tres años. Triaca tenía buenos motivos para saber que estaba delinquiendo, ya que su esposa, María Cecilia Loccisano, fue la escribiente de las fiscalías que a fines del siglo pasado investigaron un caso similar: el jardinero del jefe de gobierno Fernando De la Rúa que cobraba como empleado de la Legislatura porteña. El único que escapó a la condena fue De la Rúa, porque sus abogados consiguieron que el delito prescribiera para él. En el gobierno de Cambiemos hay casos de corrupción y delitos mucho más graves. Macrì lo sabe y por eso lo defiende. Pero Triaca es el José López de Cambiemos. Insultar a la empleada de confianza desde su posición de poder y pagarle con recursos públicos es algo que cualquier vecino entiende, como esconder plata en un bolso, mientras que las sofisticadas operaciones financieras delictivas tienen un grado de abstracción que las hace indiscernibles de las transacciones legales.
Mil disculpas
La denuncia de la actriz Rita Pauls contra su colega Tristán provocó revuelo. Periodistas y organizaciones de mujeres lo bautizaron como El Último Machocómico. Ella, que cuando grabaron la serie Historia de un clan apenas tenía 22 años, dijo que Tristán, entonces de 78, le decía al oído “cosas sexuales asquerosas”. Soy completamente parcial, porque conocí a Rita cuando tenía seis meses, era la bebé más linda del mundo y gateaba hacia atrás mientras te miraba fijo y sonreía, y Tristán me parece una mala caricatura de Kirchner. Él comenzó por negar el hecho y atribuirlo a que “esa chica quiere ser famosa”, después habló del dolor por la muerte de su madre y de su hijo en otra era geológica y terminó por pedir perdón, “a quien crea que he hecho algo malo” y también a sus hijos, mientras seguían apareciendo otras mujeres que contaban episodios similares de décadas atrás. “Si me he excedido, que no creo que lo haya hecho, y se siente afectada, le pido mil disculpas. No fue ninguna mala intención de mi parte. No pasó a mayores de decir Te quiero. Vení. Salimos”. Pero sin transición desacreditó la confirmación del hecho por la productora de la serie, porque “ella era pareja de Luis Ortega, el director”. Cartón lleno.
Otro que pidió disculpas “por el corto vuelito” fue el comandante de FlyBondi, que a los diez minutos del despegue promocional tuvo que volver a tierra por lo que la compañía llamó “una falla técnica menor”. Lo que ni piloto ni empresa hicieron fue explicar en qué consistió la falla y cómo una compañía formada con un capital de apenas 6.000 dólares y que no posee un solo avión pudo obtener del Estado la autorización para cubrir más de 70 rutas. Entre sus accionistas hay un socio del viceCEO de gabinete Mario Quintana en el fondo Pegasus. Si se cruzaran las disculpas, junto con la tarjeta de embarque Flybondi podría entregar a sus pasajeros rosarios bendecidos por el Papa Francisco.
La boca del pez (y la del boga)
Ante una pregunta sobre la situación nacional Cacho Castaña respondió que “si la violación es inevitable, relájate y goza”. Luego de una semana de polémicas, su abogado Fernando Burlando publicó un comunicado de impremeditada calidad literaria, que hubiera deleitado a Bioy Casares. Para anunciar que se suspendía un show de su cliente en Mar del Plata porque podía ser escrachado se refirió al “linchamiento mediático” que por “aquel desgraciado comentario lo puso en la picota de un grupo de organizaciones que militan la noble causa contra cualquier forma de violencia de género”. Si consideran que Cacho Castaña “se ha convertido en un caníbal, pues estas organizaciones demuestran su intención de comérselo. Y ya se sabe que a los caníbales no se los debe comer a riesgo de convertirse en uno de ellos”.
“El pez por la boca muere, dice el refrán pero en la vida real esto no debe ser así. Cacho Castaña no debe morir por un importunio que salió de su boca y fue puesto en un contexto erróneo. Cacho Castaña no es un pez al que haya que torturar retorciéndole el anzuelo clavado a partir de un frase desgraciada”.
“Quizá no venga al caso querer explicar por qué Cacho dijo lo que dijo. Pero bien valdría la pena mirar en un contexto generacional donde este tipo de expresiones —equivocadas por cierto— no generaban lo que hoy generan. Un contexto social que cambió. Que cambió para bien pero que ese cambio significó un aggiornamiento al que todos no pudieron llegar”.
“Así es el tiempo en que vivimos, así marcha la vida y no se puede condenar al escarnio a aquel que no tiene el reflejo que debe tenerse. El genial Alberto Olmedo sin dudas hoy estaría en serios problemas, valga esto como accesoria reflexión”.
“Promover un mecanismo de escraches, pretender que no pueda trabajar, que su público lo abandone, transita mucho más allá de las intenciones que dicen tenerse”.
“¿Debe morir Cacho Castaña porque a estas organizaciones no les alcanza con la disculpa más descarnada que pueda dárseles?”
“En un rincón oscuro hay un hombre que ya no sabe qué hacer, qué dar, qué ofrecer para que se considere su más esencial condición: la de ser un humano que erró”.
Las credenciales de Burlando en cuestiones de género son impresionantes: su novia treinta años menor lleva un chip implantado en el cuerpo. “Me lo puso Fernando, por si me secuestran”, dijo la chica.
El mejor equipo
Francisco es una categoría en sí mismo pero dentro del gobierno Triaca palidece al lado de su jefe. En su primera semana como presidente, Maurizio Macrì designó por decreto a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia en comisión. Ante la reacción unánime en contra, que incluyó a uno de los partidos de la Alianza gobernante, se retractó y envió los pliegos al Senado.
“Si quieren magos, busquen a David Copperfield, Si me equivoco, pido disculpas y corrijo”, dijo al anunciar la “vuelta a foja cero” del acuerdo entre el Estado y Sideco Americana SA, la empresa de su grupo familiar, que controla el Correo Argentino. La fiscal Gabriela Boquín había denunciado que el acuerdo perjudicaba al Estado y beneficiaba a Macrì en 70.000 millones de pesos. Al disponer como jefe de Estado la anulación del trato dejó en evidencia el conflicto de intereses.
También anuló los cambios en el cálculo de haberes jubilatorios y una intimación bien bergogliana a los pensionados viudos para que presentaran pruebas de que su cónyuge había muerto. Cuando el cielo se le cayó encima por suprimir el 24 de marzo y el 2 de abril del calendario de feriados inamovibles, hizo saber que “fue un error no forzado”, y dio marcha atrás. La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, dejó de pagar 83.000 pensiones por invalidez y ante las protestas dijo que serían reestablecidas, cosa que pasado el debate público no sucedió. “Cada error nos duele”, lagrimeó Stanley. Macrì anuló otro decreto que recortaba jubilaciones y explicó: “Uno comete errores, lo importante es no persistir. Si me equivoco pido disculpas, doy un paso atrás y lo corrijo”.
¿Qué tienen en común personas tan distintas como el papa Francisco, el ministro Triaca, el nada cómico Tristán, el arrinconado Castaña y el presidente Macrì? Todos tantean los límites, avanzan hasta donde pueden y ante el obstáculo retroceden para volver a intentarlo más adelante cuando encuentren una situación más propicia. No se arrepienten y carecen de voluntad de enmienda y reparación. Lo que detestan no es su propio acto, sino haber sido descubiertos en conductas que sí reflejan su forma de ser.
Nadie lo explica mejor que Diego Capusotto.
La música que escuché mientras escribía esta nota
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