Perder en la timba
Los Grobo en default: los riesgos de apostar en el casino y errar en los pronósticos
La producción agrícola siempre tuvo un flanco azaroso debido a los aspectos climáticos, pero desde que los fondos de inversión ingresaron al negocio, la timba colonizó la actividad. Jugadores fuertes que apostaron en ese casino, erraron los pronósticos y ahora avisan que no pueden afrontar sus deudas.
Los Grobo Agropecuaria es una empresa de agronegocios que se inició como contratista de arrolladoras de pasto en Carlos Casares. Con el correr de los años y realizando múltiples asociaciones vinculadas a la siembra de soja en tierras alquiladas, llegó a convertirse en uno de los grupos más importantes de agronegocios. Sus dos empresas de referencia son Los Grobo Agropecuaria y Agrofina, dedicada esta última a la venta de insumos: semillas y agroquímicos.
Sus números se tornaron impresionantes. En 2020 llegaron a acopiar 2,2 millones de toneladas de soja y en 2021 subieron a 2,5 millones de toneladas. Las proyecciones de las empresas apuntaban a escalar en los próximos cinco años a una siembra de 350.000 hectáreas y acopiar 3,5 millones de toneladas. La firma facturó 650 millones de dólares en la campaña 2020-21, y se estimaba que en la 21-22 pasaría a 750 millones de dólares. En esta facturación se contemplaban también los ingresos de Agrofina.
El viernes pasado las dos empresas anunciaron que no abonaran pagarés bursátiles y Obligaciones Negociables, lo que ha generado gran preocupación en sus clientes, que solicitarán la pronta liquidación de sus operaciones de venta con fijación abierta. Antes del default de Los Grobo, se conoció el de la empresa Los Surcos, vinculada a otro grupo económico, y se esperan nuevas presentaciones de otras firmas del rubro.
Hace un par de años publiqué en Tramas un artículo sobre la relación establecida por Gustavo Grobocopatel con los dirigentes territoriales Emilio Pérsico y Juan Grabois. La conexión entre estos sindicalistas del precariado y este empresario que se presentaba como un auténtico empresario nacional parecía encajar perfectamente en la recreación de la alianza social nacional que históricamente reivindicó el justicialismo. Desde esa identidad, el pícaro de Gustavo acompañó a Cristina Kirchner en su viaje a Venezuela, para explorar por negocios agropecuarios.
Decíamos en ese artículo que Grobocopatel era la cara nacional de empresas multinacionales. Que el accionista mayoritario de Los Grobo era el fondo de inversión Victoria Capital Partner, con un 83% de las acciones, y que Gustavo Grobocopatel apenas contaba con un 17%. El socio mayoritario, que tiene intereses en países tan diferentes como Brasil, Chile, Ecuador, España y Portugal, ni siquiera es un experto en agronegocios. Ha invertido fondos en rubros tan variados como medicina privada, farmacéutica, impresión de libros, venta de semillas, fábrica de autopartes, servicios financieros, compañía de relojes, materiales de construcción, redes de gimnasios y franquicias de Mac Donalds.
Lo ocurrido con estos timberos en los últimos tiempos es bastante conocido. Cuando Milei devaluó, a pocos días de asumir el gobierno, se estoquearon en granos e insumos pagando con dólares caros, pero apostando a futuras correcciones bruscas de la moneda norteamericana. Esto no ocurrió. No previeron que el ministro Caputo iba a tratar de aprovisionarse de dólares del exterior apostando a la bicicleta financiera y a la sobrevaloración del peso. Y así fue que estas empresas, hoy en default, aguantaron mientras tuvieron espaldas, pero después tuvieron que empezar a vender en peores condiciones.
Se agrega a los errores en sus pronósticos, que apostaron a que el precio internacional de la soja se mantendría en torno a los 500 dólares la tonelada y hoy se está pagando 280 dólares. Para completar sus pesares, hubo retrasos en los pagos por ventas de insumos por productores que fueron afectados por las últimas sequías.
En la disputa de negocios entre distintos fondos de inversión, que es lo que empieza a estar en juego en la economía argentina, les tocó el lado de los perdedores. A quienes juegan este juego les importa un carajo la soberanía alimentaria, el campo, la producción de alimentos, la sustentabilidad de la producción agropecuaria, el hambre en el mundo, la patria y la bandera. Son timberos internacionales de casino, que ganan o pierden. Cuando obtienen ganancias se las llevan del país y cuando pierden tratan de socializar las pérdidas. Ahora van a reclamar no pagar impuestos, que saquen las retenciones y una devaluación urgente. Habrá que prepararse para las lágrimas de cocodrilo, los golpes en el pecho y las invocaciones patrioteras.
Por las dudas, quien aceptaba con gusto ser proclamado como el “Rey de la soja” ahora reconoce que siempre fue apenas “un socio minoritario”. Las derrotas y los malos negocios no tienen padres.
Milei no inventó el país de la timba, ni el capitalismo de papeles, pero lo promueve. En este casino, los primeros que pierden son lxs trabajadores, lxs precarizadxs y lxs jubiladxs. Algunos empresarios han confundido este hecho con la posibilidad efectiva de aumentar sus ganancias. No deberían confundir revancha de clase y luz verde para expresar sus sentimientos gorilas, con negocios brillantes. En el casino, hay plena libertad para hacer apuestas, pero siempre gana la banca.
* Artículo publicado en el portal Tramas.
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