Pelea de gatos

La no diplomacia de Javier Milei

 

Es tentador tildar de locura la absurda riña (no) diplomática del Presidente Javier Milei con el mandatario español Pedro Sánchez. Los comentarios despectivos del líder argentino en un acto del partido de extrema derecha Vox desataron una tormenta de palabras y una performance internacional.

Lejos de ser desliz, la pelea de gatos es útil para todos los políticos involucrados: polariza y fideliza electores en España, tanto por Vox como por Sánchez mismo, ante las inminentes elecciones por el parlamento europeo. La lucha de palabras motiva la base doméstica de Milei, a quien se le asegura que el Presidente tiene de “match-point” al líder del país europeo. El circo diplomático es una rica vena de material para las redes sociales —es ofensivo, machista, nacionalista y kamikaze, todo en un paquete con envoltorio psicodélico—. Un conflicto sin víctimas evidentes. Todos los políticos involucrados, beneficiados; los cronistas, entretenidos; la sociedad civil, enardecida (con alguien, no importa con quién). Algo para todos.

Desde ya, distrajo efectivamente atención negativa del ciclo noticioso en una semana donde la política ofrece poco positivo para Milei: un pacto postergado (indefinidamente) y una ley refundacional capturada por piratas de la casta.

Obviamente, es parte de una estrategia sistemática mileista. En los cinco meses desde que entró a la Casa Rosada mantuvo polémicas con el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, y causó fricción con Colombia al tildar al Presidente colombiano, Gustavo Petro, de “terrorista”. Con Colombia también se llegó a retirar embajador, también rápidamente revertido.

Es una medida política que parecería ser relativamente low cost: se entiende que no pasa de ser una situación diplomática, sin ramificaciones severas para las relaciones entre los gobiernos, como sería si un lado le impone sanciones económicas al otro. Y menos chances aún de que se desate conflicto físico.

Sin embargo, esta perspectiva realista cortoplacista ignora el desgaste del capital blando, que se notó esta semana cuando líderes de grandes empresas españolas salieron a criticar los dichos de Milei.

El autodenominado “máximo exponente de la libertad a nivel mundial” tiene su cuota de originalidad, pero mucho de su estrategia (no) diplomática forma parte del manual de la extrema derecha internacional. Es particularmente interesante la comparación con el pionero regional de la estirpe ultra-derecha, el ex Presidente brasileño Jair Bolsonaro. La estrategia de insultar a la esposa del enemigo ideológico internacional ya la había probado él en el 2019, cuando criticó las apariencias de la primera dama francesa, Brigitte Macron, y desató la ira del Presidente francés. Lo que comenzó como guerra de palabras fue parte de un derrape internacional de Brasil, que se caracterizaba como paria internacional al final del mandato de Bolsonaro en 2022.

Los dos líderes utilizan la política exterior como herramienta de movilización partidaria. Al igual que Milei con Sánchez, la pelea en 2019 entre Bolsonaro y Macron por Twitter tuvo rédito para ambas partes. Bolsonaro “pudo proyectarse como un líder nacionalista que defiende los intereses de Brasil contra los globalistas y ambientalistas europeos que quieren impedir el ascenso de Brasil”, explica Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales en la Fundação Getulio Vargas en São Paulo, en conversación con El Cohete. “No fue bueno para Brasil, pero sí para Bolsonaro.”

Fue una estrategia regular de Bolsonaro, que también golpeó contra China, la Argentina, Chile y, más tarde, Estados Unidos bajo el gobierno de Joe Biden. “Por supuesto, puedes llevarlo demasiado lejos”, dice, citando el caso del ministro de Relaciones Exteriores Ernesto Araujo que renunció su puesto en el 2021, en medio de acusaciones de políticos y diplomáticos que causó un daño irremediable al criticar a los gobiernos de China e India, en medio de la carrera mundial por vacunas y material de sanidad durante la pandemia de Covid-19.

La estrategia de agresión tiene consecuencias sobre las relaciones internacionales del país. El discurso agresivo de Bolsonaro, junto con sus políticas anti ambientales, complicó la relación con la Unión Europea, destino importante de exportaciones brasileñas. Su postura de que Biden le robó la victoria electoral a Donald Trump en el 2020 complicó muchísimo la relación con Estados Unidos.

Hay un video de una reunión de líderes del G20 en el 2022, en el cual Bolsonaro se para incómodamente al margen. Todos charlan mientras Bolsonaro permanece solo, excluido. Que Bolsonaro haya quedado aislado internacionalmente, con impacto económico, fue una de las razones por la que la élite de negocios le termino dando la espalda, parte del motivo por el cual no pudo ganar la reelección.

Para los brasileños, acostumbrados a una fuerte tradición diplomática y presencia imponente en el escenario internacional, fue humillante el desmanejo de Bolsonaro. De hecho, el gobierno actual hace eje central en que Brasil “volvió” bajo Luiz Inácio Lula da Silva. Volvió al mundo, a los foros internacionales y a las relaciones con Macron, que se mostró en una suerte de luna de miel fraternal con Lula en marzo.

Sin embargo, la Argentina de Milei también muestra diferencias (aunque es pronto). El desprestigio lleva un tiempo, señala Stuenkel, que destaca también que internacionalmente se aprecia que la canciller Diana Mondino muestra pragmatismo a pesar de que su jefe quema puentes. Se destaca, de hecho, el pedido de Milei de tener un encuentro con Lula, llevado por escrito por Mondino. Milei había basureado a Lula en campaña el año pasado y el mandatario vecino evitó la asunción en diciembre, a la cual Bolsonaro asistió como invitado de honor.

El modelo Milei es la radicalización por sí misma, es la diferenciación por el hecho de polarizar. Aquí una advertencia del ejemplo del vecino brasileño: la politización de la diplomacia tuvo rédito político, pero dejó a las relaciones internacionales vulnerables a las necesidades electorales del mandatario, explica Stuenkel. Aumentó el costo de no cumplir con expectativas si se opta por pragmatismo a nivel diplomático, lo cual generó un riesgo de volatilidad en lo internacional. Es, también, una posible analogía por los peligros del modelo Milei, con sus evidentes éxitos a corto plazo que generan peligro a futuro.

 

 

 

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