PATRICIA EN EL INFIERNO CON ADOQUINES
Vida, pasión y sustitución de lealtades de la futura ex ministra de la mano dura
Una atendible leyenda señala que, durante los veinticuatro años que vivió en la Argentina, el noble polaco volcado a la escritura Witold Gombrowicz (Maloszyce, 1904-Vence, 1969) solía advertir a sus jóvenes seguidores: “Incendiario a los veinte, bombero a los cuarenta”. Qué será a los cincuenta, aún a los sesenta... O bien, qué categoría aplicar al serpenteante historial de la inminente ex ministra de Seguridad del gobierno saliente, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón (Buenos Aires, 1956).
Tal es una de las —muchas— cuestiones que pueden desprenderse de la biografía no autorizada realizada por Ricardo Ragendorfer (La Paz, Bolivia, 1957) en la que repasa una trayectoria política que arranca en una infancia dentro de una familia oligárquica donde es Patus, avanza hacia el peronismo revolucionario durante la adolescencia donde se transforma en Cali y llega hasta nuestros días como “el garrote del régimen”, no sin antes distinguirse en tanto indiscutida “pionera de una conducta que bien se podría definir como ‘sustitución de lealtades’”. Que Patricia Bullrich provenga de una cuna enclavada en la alta burguesía de cabotaje y en su momento haya adherido a la organización político militar Montoneros, en absoluto significa que haya sido la única en realizar esa movilidad de clase, ni tampoco resulta original en el hecho de haber culminado su recorrido como adalid de la migración ideológica a las antípodas; mientras que muchos otros, no. Ha servido sin embargo a fin de trazar una suerte de fábula carente de moraleja, de arquetipo de la desmesura, de caricatura de sí misma. Acto que no es de crueldad ni de justicia, resulta más bien un repositorio de las más diversas y enfáticas adjetivaciones.
Ante el alud de evidencias (fotos, notas periodísticas, testimonios, libros, etc.) el biógrafo consigna que la biografiada, en 2010 “ofrecía una versión Billiken de su propia historia. Dicha versión negaba su pertenencia a la ‘Orga’. Y apenas reconocía un breve y poco significativo paso por la JP”. Al fin y al cabo, tampoco fue la única negacionista de sí misma.
En Patricia – De la lucha armada a la Seguridad, Ragendorfer desarrolla una pormenorizada descripción de los usos y costumbres, genealogías, parentescos, prosapias y protagonismos históricos ancestrales, y deja la eventual influencia en el espacio reservado a la conjetura subjetiva: “Tal vez entonces haya empezado a sentir que ese hombre, el factótum de la Campaña del Desierto, era un espectro omnipresente en su historia familiar, un vaso comunicante entre dos linajes”. Superado el tranco, la fase montoneril, la más fragmentariamente divulgada de la vida política de la dirigente próximamente catapultada, ocupa más de la mitad de la investigación. No sólo por resultar de una pesquisa detallada, sino asimismo porque le sirve al autor para describir la personalidad de su antiheroína. Es en esta dirección en la que Ragendorfer, poco afecto al juicio de valor, emerge con el reiterado adjetivo “vidrioso”. Marca con trazo fino un acceso a la actividad política por una vía frívola, casi lúdica cuando, siguiendo a su hermana mayor y su pareja, el entonces dirigente juvenil Rodolfo Galimberti, se deslumbra con su enigmática personalidad. A su imagen y semejanza, Patricia Bullrich, ahora Cali, “seguía con significativa atención los dichos del cuñado, como si los estuviese memorizando”. Modelo vincular que el autor impone como escuela de formación y se reitera a lo largo del tiempo: “Su ‘discípula’, ese animal político que por más de una década él había amaestrado, se prestaba a la requisitoria periodística con su típica gestualidad en situaciones de exposición pública: dientes apretados, labios casi inmóviles y mirada esquiva. Galimberti, siempre a unos metros, no le sacaba los ojos de encima, pese a que por el bullicio sus respuestas fueran inaudibles”. Detalles deconstruidos sin alcanzar la obscenidad, con idéntica prudencia el biógrafo repasa en clave política los amoríos y se abstiene siquiera de mencionar los rastreros chismes acerca de hábitos en la esfera privada.
El paradigma aprendido junto a Galimberti es postulado por el autor como un hilo conductor que continúa más o menos inalterable con distintos, sucesivos y variopintos epónimos con los cuales cumple un ciclo semejante. En un principio acompaña el liderazgo convirtiéndose en la más ferviente difusora, trascartón se autoproclama vocera, aun diciendo lo que su mentor ni se atreve a decir. Elegida para alguna función, asume una corriente personal con la que se independiza. Esa posición la relanza como una pieza preciada en el mercado del profesionalismo político. Artilugio que le permitió saltar de Galimberti a Antonio Cafiero, de ahí al menemismo, coquetear con el grupejo del almirante Massera, escala carapintada, Ricardo López Murphy, Eduardo Varela Cid, Lilita Carrió, su célebre guadañazo a los jubilados con Fernando de la Rúa, Laura Alonso, Claudio Avruj, Alberto Nisman y el estrellato cambiemita, para resumir.
Entre otros detalles más significativos, del recorrido vital se colige que el personaje jamás tuvo un trabajo tradicional, salvo de camarera en una hamburguesería durante un par de meses en la adolescencia. Siempre vivió de la familia y/o de la política. Lugar común en la política profesional vernácula, el momento histórico actual brinda la asombrosa eventualidad de verlos trabajar, si fuera posible. Tal vez ni la persona ni la personalidad de la venidera otrora ministra Patricia Bullrich merezcan capítulo ni párrafo de un libro de Historia ni de psicopatología. El de Ragendorfer, no obstante, sintetiza y encarna una forma de hacer política que precisamente tampoco es exclusiva de la Argentina. Lo que importa es que, a esta hora, sus mecanismos, métodos y, sobre todo, efectos, están a la vista. Con lo que es más que suficiente para escarmentar.
FICHA TÉCNICA
Patricia – De la lucha armada a la Seguridad
Ricardo Ragendorfer
Buenos Aires, 2019
272 págs.
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