Para el patriarcado soft, visibilizar una lucha emancipadora ya no es el camino hacia la igualdad sino que adelanta la llegada de un mundo peor. Entonces, sin estar en desacuerdo, nos proponen postergarla hasta que el contexto sea amigable. Abordar la violencia machista que nos asesina y oprime desde hace mucho tiempo es un asunto que debe discutirse luego de ganar elecciones.
El primer nivel en este machismo aguado y amigable es que no cuestiona posicionamientos feministas porque se ubica enfrentado a la derecha y el fascismo, pero entiende que reclamos emancipatorios de las mujeres son un riesgo a la estabilidad de la arena política, sugiriendo pasividad. Sucede cuando un compañero del propio espacio político es denunciado/ procesado por delitos contra la integridad sexual de las niñas y los niños, pero el patriarcado soft propone aguardar en silencio corporativo hasta una condena firme (que en Argentina significa años).
En el segundo nivel el patriarcado soft ajusta un análisis microparcial y específico, para universalizarlo a todas las circunstancias. Entonces se escriben noticias en las cuales la caída de la imagen de Gladys Flores en la provincia de Buenos Aires es consecuencia del posicionamiento a favor del aborto, y no porque que es una referente del gobierno neoliberal de mayor inflación, desempleo, recesión y endeudamiento de las últimas décadas. Buena prensa y un análisis equivocado no sólo refuerzan los sectores más conservadores de las iglesias, sino que ocultan los errores de la derecha reaccionaria y neoliberal en Argentina.
El patriarcado soft en su nivel internacional analiza elecciones con resultados reaccionarios –como Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil— y le adjudica el sello de la derrota a los movimientos feministas contra las derechas, una vez más careciendo de lectura analítica y adelantando culpas. Se desatienden las variables importantes para un análisis que tienen que ver con la política contemporánea, los medios de comunicación y nuevas tecnologías, y los ejes que no se abordan desde nuestros espacios pero que atraviesan a las sociedades, como es la seguridad, y demás elementos que emergen con el tiempo.
Al patriarcado soft por supuesto no se le ocurre pedirle a los movimientos originarios del continente que guarden sus reclamos por el territorio hasta que lleguen tiempos progresistas, o a los organismos de derechos humanos que no visibilicen las luchas por ahora, y mucho menos a los movimientos sociales esperar a después de las elecciones para reclamar por la justicia social. Porque los espacios emancipatorios no tienen tiempo para especular, porque en diez meses de 2018 asesinaron a veinte niñas, murieron muchas mujeres por abortos clandestinos, y muchas familias que son sostenidas por mujeres solas entraron al terreno de la indigencia con sus niñas y niños.
Es patriarcado soft porque es fuego amigo, porque está en nuestros espacios políticos, porque no es el enemigo reaccionario fascista y neoliberal fácilmente detectable. Como es muy cercano, nos sugiere que silenciemos, que seamos calmas, ya no porque “siempre fue así” como dice el patriarcado duro histórico, sino “por un tiempo hasta que estén las condiciones”. Sin embargo los feminismos en todas sus formas no esperan las condiciones, sino que están decididos a generarlas.
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