Paquito
Cómo heredar un oficio: en el Día del Periodista, Angela Urondo Raboy recordó así a su padre
La foto clásica del día del periodista me recuerda que hay figuritas fáciles y otras más difíciles de hallar. Que más allá de la curiosidad que nos moviliza a investigar y difundir, más allá de la verdad y la construcción de lo verdadero mediante lo probable y lo creíble, las posverdades, las realidades intervenidas, aumentadas u opacadas, dependiendo de la conveniencia en cada ocasión, más allá de todo oficio, de toda operatoria, mas allá de todo encuadre, todo altruismo, de toda vocación, hay personas que influyen y dejan huella.
Heredé de mi abuela Edelma cuatro cajas de cartón madera, llenas de papeles, cartas, fotos y documentos, pero sobre todo recortes de diarios. Ella ya había muerto cuando llegué a la casa de mi familia con veinte años de vivir otra historia, y las cajas estaban ahí esperando, junto a los libros de papá en la biblioteca.
Los distintos diarios, periódicos y revistas, nacionales, internacionales y regionales, dan cuenta de casi toda una vida y se convierten en una especie de álbum familiar, que refleja la historia de mi padre pero puede ser también la historia de estos medios de comunicación a través del seguimiento de su figura pública.
El primer recorte data del año 1935 y pertenece a la sección sociales de un diario santafesino, que anuncia un “Gran Concurso de Arte Infantil” del que participaron un tierno Paquito de 5 años, junto a su hermana mayor Beatriz. También hay de esa época unos retratos en lápiz negro, junto a un poema dedicado a sus abuelos y algunos recuerdos de la primera comunión.
Paso las hojas. Los recortes de los diarios están, o estuvieron pegados sobre hojas blancas de papel y guardadas en folios transparentes. El pegamento en algunos casos sigue siendo eficaz y en otros, los papelitos quedaron sueltos, pero siempre dejando una marca oscura indeleble como sello. Todo parece muy frágil y yo bastante torpe. Sigo adelante con cuidado.
Entramos a la adolescencia con la noticia de un importante premio a la poesía “La Perichole” y a partir de ahí su actividad literaria toma vuelo propio, desarrollando una voz muy personal con la que establece un profundo diálogo interior en su poesía. Sin embargo, es con otros que se completa.
En un programa color azul celeste del Museo de Bellas Artes de Santa Fe, lo veo rodeado de nombres, algunos muy conocidos ahora. Esos eran los principios. El Retablillo del Maese Pedro, fue una importante exposición de jóvenes artistas y también una muestra itinerante, que se hizo noticia en cada pueblo al que llegó. Viajaban en grupo con el retablo de marionetas por el país, en un intercambio cultural sin fines de lucro, que duró hasta la muerte de Eva y la clausura por duelo de todas las actividades culturales.
A medida que me sumerjo en el archivo puedo experimentar la diferencia entre un texto escrito en columnas, o en continuado. Descubrir la fluidez en ciertas tipografías, la solidez de una buena diagramación y diseño, la importancia del espaciado. Lo que se dice en primer plano. Lo que decanta. Entre líneas. Lo que queda al costado. Destacado.
El grupo Poesía Buenos Aires es otra forma de experiencia conjunta, un espacio no solo de publicación literaria, sino especialmente de debate. Las publicaciones tienen un diseño moderno y aireado, con una cuidada selección de contenidos, con poesías en portugués y en castellano, en una visión amplia y regional de la cultura,.
Las repercusiones de esta iniciativa en otros medios dejan varias entrevistas donde queda plasmado el espíritu de aquel momento, con fotografías que registran un conjunto de muchachos vestidos de camisa y sombrero, divertidos alrededor de los escritorios, queriendo parecer serios, fumando, escribiendo, compartiendo el trabajo, el pensamiento, la vida, la acción.
El lenguaje expresivo de los medios, sus recursos comunicacionales, distintivos y líneas editoriales, varían de acuerdo al lugar y la época en que fueron redactados.
Los documentos se mezclan. Los distingo por épocas. Tienen fecha, pero no sé bien cuál va antes o después, hay tantos detalles, muchas capas de información.
Era un hombre joven cuando fue nombrado Director de Cultura de la provincia de Santa Fe. Las notas que cubren sus actividades como funcionario, empiezan a reflejar un pensamiento político y global de la cultura. Pone en marcha entonces un gran Encuentro de Arte Contemporáneo al que concurren más de 200 artistas. Luego doy vuelta la página y me encuentro con una solicitada defendiendo su gestión de gobierno. Lo echaron. Sin mayor explicación, las cosas cambian y las noticias también.
Su producción sigue adelante. Se viene a vivir a Buenos Aires, se separa, se vuelve a juntar. Va y viene. Se reinventa. Eso no sale en los diarios, pero el cambio de etapa se ve reflejado cuando empieza a aparecer junto a su nueva pareja y reconocida actriz, en las fotos de la sección de espectáculos tomadas en los halls de los estrenos.
Hizo varias obras de teatro y películas como autor: Turismo de Carretera, Noche Terrible, Pajarito Gómez, de enorme repercusión. Hay unos cuantos folios llenos de propagandas de las campañas de prensa, que son un paseo por la vanguardia gráfica de los años '60.
De sus viajes, que fueron muchos, hay muy poco material. Alguna foto en Cuba como jurado de Casa de las Américas. Un folleto de una conferencia en una universidad francesa de La Sorbona, cuyo contenido no se aleja demasiado de lo que se estaba haciendo acá, según puedo ver en los programas de las Charlas sobre Poesía, donde se trataron temas como: “La ubicación de la poesía brasileña y resonancia en la poesía argentina” y “La moral de los poetas”.
Paco tenía una letra difícil, aplanada y chiquita, que a él mismo le costaba entender. Generalmente escribía a máquina, incluso sus notas personales. Tecleó y siguió tecleando. Siempre escribió: poesías, cuentos, novelas, obras de teatro, cine y televisión, a dos y a cuatro manos, ensayos, manifiestos, cartas, denuncias, traducciones, adaptaciones, entrevistas, y cantidad de investigaciones periodísticas, que en la actualidad se encuentran compiladas por la editorial Adriana Hidalgo.
Paco fue sujeto y objeto de las noticias. Comunicador y comunicado. Escribía en los diarios, al tiempo que los diarios escribían también de él, en un recorrido de doble mano donde se puede encontrar de ida y vuelta esa huella indeleble.
Otra joya visual que encuentro es de los '70: el programa de la obra de teatro “Archivo General de Indias”, con dibujos que evocan los calquitos escolares Simulcop.
En la textura de los papeles busco mensajes escondidos, con las yemas de los dedos, con todos los sentidos.
Superposición de elementos y contenidos, ejes y transversales. Señales, cabos sueltos.
Las notas se concadenan en su línea de tiempo y van pintando diferentes espacios.
Imagino a mi abuela Edelma saliendo a la calle a comprar los diarios que estoy leyendo. En diferentes sitios, a distintas edades. Sus zapatos sobre los adoquines, el sombrero, abrigo y monedero; y luego en su casa, con la tijera recortando los trozos de papel y con la lapicera azul subrayando el nombre impreso de su hijo.
Cuando hablaban bien, cuando hablaban mal, todo el registro forma parte del archivo. “Fabulador Urondo, sin poesía” dice una de las notas, con foto y todo. Es un premio a la ironía. Una puñalada al aire, incapaz de hacerle un rasguño al temperamento de Paco, o al orgullo de Edelma, que no claudica ante nada. Ni al final, cuando las cosas se complican, y como sabemos, se ponen malas.
Sigo pasando las páginas. Sección policiales, titular sobre la captura de “Miembros de una célula extremista”, que era nuestra familia en cana. La foto impacto de un arsenal. “A ocho delincuentes subversivos dictose prisión”. Era diciembre de 1972 y el lenguaje de las noticias deja constancia del encuadre castrense.
Como contracara, a través de un cable de la prensa internacional, llega el apoyo de colegas intelectuales promoviendo una solicitada: “Por la libertad del poeta Urondo y de todos los presos políticos”. Hay grandes firmas y una carta abierta de Cortázar, junto a otras cosas que se mezclan en mi cabeza con cantidad de anécdotas preciosas que me fueron contando y no están registradas en ningún lado. La sorpresa de mis abuelos, que eran anti peronistas por una vieja herida de cesanteos universitarios, y la historia de cómo terminaron votando la fórmula de Perón, que era Cámpora.
Ninguna herencia es liviana o fácil. El archivo es una forma de memoria. Exige responsabilidad y cuidado. Me pertenece si lo comparto.
Me detengo en las noticias del 25 de mayo de 1973, día de la asunción presidencial. Los titulares anuncian la “amplia amnistía” y dan la nómina completa de los liberados. Las fotografías de las puertas abiertas del penal de Devoto ilustran los relatos de los festejos y los abrazos que duraron horas. Mientras tanto ocurre una noticia dentro de otra, que vale la pena destacar.
La puerta cerrada. La celda convertida en otro espacio. La libertad aguarda afuera. Los sobrevivientes de Trelew por primera vez reunidos ahí dentro. Con los ausentes. Las heridas. Las voces. Los silencios. La dolorosa verdad.
La Patria Fusilada es el registro periodístico del momento exacto en que los fragmentos individuales de memoria se recomponen en un relato colectivo, toman cuerpo y se inscriben en la historia.
El libro fue prueba clave en el juicio de lesa humanidad que se llevó adelante por esos hechos, tras más de cuatro décadas de impunidad. Un testimonio que sobrevivió a todos sus protagonistas. Son sus voces, que no las pudieron borrar.
Ese 25 de mayo mi abuela sacó los borradores del libro de la cárcel y se los llevó a su casa, mientras la multitud se llevaba en andas a mi viejo, que sonreía, como aparece en las tapas de los diarios, con la barba crecida y un abrigo grueso cruzado.
Es un pedazo de historia. Un recorte.
Un recorrido en tiempo presente, del pasado.
Hay lugares que podemos de algún modo habitar. Descubrir como paisajes. Desgranar.
Una caja de cartón, llena de papeles, puede contener muchas otras cosas más.
Encuentro expresiones sociales, culturales, políticas, intelectuales y populares, comunes y particulares. Hay eventos de todo tipo, desde encuentros de música y poesía en el Bar O Bar, o algún otro tugurio bohemio lleno de humo y alcohol, hasta el registro de las actividades oficiales, durante su breve pero ruidoso paso como director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, allá por el año 1974.
El clima de época parece disputar entre la opresión y la esperanza.
Se estaba gestando el diario Noticias, en cuya redacción se conocieron mis padres. Podría dedicarle todos los días del periodista y todos los días a ellos, especialmente a mi madre Alicia, cuya ausencia irresuelta es un ardor permanente.
Pero vuelvo a mi abuela. A su legado.
Intento imaginar a Edelma en aquel tiempo vertiginoso. Una figura en blanco y negro insertada en una imagen a color. Un anacronismo intentando descifrar códigos incomprensibles y nada que hacer al respecto, más que observar de lejos y esperar lo que ocurra sin resignación.
Paco super expuesto y clandestino. Con ámbitos de militancia, laborales y sociales superpuestos. Junto a una mujer nueva, mucho más joven y esta hija, de la misma edad que sus nietos. Dando(me) la vida. Poniendo la suya en compromiso. Y las sombras. Los grupos de tareas en acción. La bomba que estalla en el corazón de la redacción. Viene el golpe de Estado. Los juicios morales internos revolucionarios. La degradación. Las despedidas. El inexplicable traslado. El silencio y lo peor.
“Abatieron en Mendoza a un delincuente subversivo” fue la noticia. “Planeaban atacar una comisaría”. “Usaban como escudo un bebé”. El comunicado firmado por Luciano Benjamín Menéndez, fue reproducido textual y publicado en los diarios del 18 de junio de 1976, al día siguiente a nuestra captura.
Jamás se retractaron.
El recorte de papel descansa dentro de su folio transparente, al fondo de una caja de cartón, guardado junto a las fotos de mi padre muerto y su certificado NN de defunción.
Pienso en las palabras. En su significado.
En la forma que adopta cada letra de molde. En la tinta que las imprime.
La información entrando a los ojos de mi abuela en aquel entonces, como ahora entra a los míos, para sacudir desde ahí cada célula, cada partícula y que nada siga igual.
Veo el papel amarillo. Las manos temblando.
La tijera sobre la noticia recortada.
* Compartido con el diario Contexto, de la Universidad Nacional de La Plata
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