País jardín de elefantes
El pueblo sometido al poder de los conglomerados económicos
En memoria de Guillermo Wierzba
Ya estamos viviendo el futuro de la embestida cambiaria que se desató hace 15 días. Los precios de algunos productos han pegado un salto similar o mayor al dólar marginal en las dos semanas que siguieron a la renuncia de Aracre y a los rumores autogenerados de devaluación.
Este nuevo envión en precios relevantes para el bolsillo popular no se da, sin embargo, por sorpresa: en lo que va del año los alimentos subieron 40 %, mientras los programas gubernamentales de contención de precios languidecen por falta de aplicación en las cadenas de comercialización.
La ofensiva de los formadores de precios es permanente. Durante 2021 y 2022, le ganaron al dólar blue, al dólar oficial y a la tasa de crecimiento de la famosa “emisión monetaria”. Basta recordar que en plena pandemia de 2020, con la economía planchada y la gente pasando por situaciones extremas, seguían en su infatigable tarea de remarcación compulsiva.
El actual salto en el precio de los alimentos es otro fracaso más en la larga cadena de apelaciones a la sensatez, la responsabilidad, el diálogo y el consenso que viene escuchando el sector proveedor más concentrado desde fines de 2019, sin entender de qué se está hablando.
Mientras tanto, el gobierno busca por todos los medios aumentar la oferta y reducir la demanda de dólares. Sabe que la sequía ha convertido al flanco cambiario en un terreno de la disputa política por el control del país y en un promisorio negocio para el bando de los actores sociales pro devaluación.
Si bien el gobierno logró poner bajo control una embestida que ponía en riesgo la actividad económica y la estabilidad social, no se puede hablar de consolidación de la situación. Las exportaciones cayeron 15,6 % en el primer trimestre, y se estima que con relación a lo que se esperaba, las pérdidas de exportaciones originadas por la sequía rondarán los 19.000 millones de dólares.
El ministro Massa está procurando la aprobación de Estados Unidos a un adelanto de 10.600 millones de dólares por parte del FMI. Los desembolsos de estos fondos ya están comprometidos para todo el año por parte del organismo internacional. Pero su anticipo en el mes de junio contribuiría en un grado importante a disipar las apuestas devaluatorias que hacen permanentemente sectores exportadores y financieros.
Entretanto el BCRA está vendiendo muchos dólares —en una semana 453 millones— y el agro negocio está liquidando dólares con cuentagotas, a pesar de que recibe el privilegio del “dólar agro”, que considera insuficiente.
Mirando al Norte con temor
Para agregar una presión sobre la economía nacional, la Reserva Federal de los Estados Unidos subió la tasa de interés a 5,25 %, lo que incrementa la tasa internacional, las presiones recesivas y hasta las amenazas de desestabilización bancarias en el propio Estados Unidos. Esta semana, dos nuevos bancos regionales norteamericanos entraron en coma, luego de perder una parte significativa de sus depósitos. También allí el capítulo de la inestabilidad bancaria y financiera parece plenamente abierto y sin resolución, y es objeto de puja entre sectores internos con intereses contradictorios.
Suena gracioso que la Argentina esté tan pendiente de una gestión norteamericana ante el FMI, para salir del tembladeral devaluatorio, cuando en los propios debates oficiales norteamericanos se habla insistentemente de la posibilidad de que ese país entre en default.
El severo conflicto político actual entre demócratas y republicanos se centra en si incrementar o no en el corto plazo el “techo” de endeudamiento permitido al gobierno federal. Los demócratas sostienen que si no se aumenta el techo, y por lo tanto se habilita un mayor gasto público para estimular la actividad económica, hay serio riesgo de que la economía entre en recesión. Los republicanos replican que incrementar el gasto acrecentaría la desconfianza global en la moneda norteamericana, ya que exhibiría la absoluta discrecionalidad monetaria de ese país, en un contexto de desplazamiento progresivo del dólar como moneda internacional.
Ambos tienen razón: el Estado debe gastar más, pero no debería ser a través de aumentar el déficit fiscal. La solución es sencilla, pero imposible con los actuales partidos políticos norteamericanos: aumentar los impuestos a la cúpula más rica de la sociedad, para contar con los fondos necesarios sin apelar a la emisión descontrolada. No lo pueden ni pensar.
Argentina al freezer
Más allá de las amenazas económicas que la derecha local está acostumbrando a escuchar a la opinión pública argentina, parecen claros cuales serían los lineamientos estratégicos de este sector, en consonancia con las demandas de los grandes actores de la economía mundial.
De la Argentina los grandes bloques económicos esperan:
1) Que suministre combustibles, alimentos, insumos básicos, minerales diversos, agua.
2) Que pague sus deudas —y las renueve— en tiempo y forma.
3) Que consuma bienes industriales importados.
4) Que sea mercado para las nuevas tecnologías que se desarrollan en diversos centros.
¿Cómo se compatibilizan todos estos intereses externos en un programa económico sostenible por un gobierno local?
Es importante entender que la truculencia de los ajustes anunciados, los despidos, el derrumbe salarial y de la actividad económica —y la represión consiguiente— son sólo la puerta de ingreso al proyecto de largo plazo.
Este consiste en consolidar el mercado interno en un nivel de consumo y actividad más bajo que el actual, compatible con un nivel reducido de demanda de importaciones. El ahorro de divisas en el corto plazo estará asociado a un derrumbe inducido de la actividad económica por unos años. Mientras tanto, tomaría impulso una fuerte salida exportadora basada en recursos naturales que serán explotados por todos los inversores multinacionales que quieran habitar el suelo argentino.
El objetivo mínimo de la salida exportadora es que el superávit externo a lograr permita cumplir con los compromisos financieros externos, tanto con el FMI como con los acreedores privados. Para eso es imprescindible que el mercado interno quede estancado en niveles bajos.
Si se consolida políticamente ese modelo —para lo cual se requiere un fuerte ajuste de las expectativas sociales— puede que los financistas del Norte le abran el grifo nuevamente a la Argentina, lo que permitiría sacar gradualmente del freezer al mercado interno. En el ínterin el país crecerá exclusivamente por los impulsos muy puntuales y acotados de la actividad de los enclaves exportadores.
Sobre estas líneas centrales del proyecto de la derecha, surgen tres comentarios.
- El riesgo de peruanización de la Argentina es evidente. Perú es un país en donde se implementó hace ya décadas un modelo básicamente exportador y excluyente, de consolidación del subdesarrollo económico y social, apoyado en la extracción masiva de minerales por parte de grandes multinacionales y unas pocas actividades más. Sumamente elogiado por los organismos internacionales y los medios financieros globales, goza del prestigio que tienen en el siglo XXI las buenas administraciones semi coloniales. El pueblo peruano no se enteró de que vive un milagro inmejorable.
- La Argentina sería el vértice de un triángulo económico, cuyos otros dos componentes son Asia y el Atlántico norte. Comerciaríamos con Asia, de donde podríamos obtener básicamente los superávits comerciales para juntar las divisas para saldar nuestras deudas con el Atlántico norte, hasta que —debido a nuestra “disciplina fiscal y monetaria”— podamos volver a obtener créditos internacionales para protagonizar nuevos festivales de consumo importado.
- Todo este esquema depende, dejando de lado su viabilidad interna, de que el deterioro de la globalización que hoy está promoviendo Estados Unidos no siga avanzando. Si, en cambio, la primera potencia del planeta forzara una fragmentación profunda de la economía global para impedir la consolidación de un bloque de estados independientes, todos estos flujos en los que se insertaría nuestro país estarían en duda, y habría que recurrir necesariamente a otro esquema completamente diferente en materia de presencia del Estado, planificación, desarrollo del mercado interno y estrategias industriales y tecnológicas.
Crece la demanda de fantasías
La angustiante situación económico-social y el escenario futuro amenazante dibujado por las propuestas económicas de la derecha generan condiciones para las más diversas fantasías, así como la demanda de soluciones mágicas e instantáneas.
Desde su nacimiento, fue indudablemente Juntos por el Cambio el campeón de la generación de expectativas imposibles de realizar, de prosperidades mágicas a partir del simple rechazo a las políticas del kirchnerismo y a la alianza con “el mundo”, o sea con Estados Unidos y Europa. Todo un conjunto de falsedades implantadas por los medios de comunicación a lo largo del tiempo, que fueron desmentidas por la propia experiencia gubernamental macrista y por la inconsistencia de las posiciones que muestra todos los días esa fuerza política. No eran el “cambio”, ni son la república.
Desgastado el verso macrista, aparece, en un contexto claramente deteriorado con relación al año 2015, la ilusión Milei. Es un significante aún más vacío que Cambiemos en su momento, porque ha hecho un eficaz despliegue publicitario no de ideas o de conceptos de sentido común conservador, sino de emociones básicas. Los sentimientos de frustración o bronca son legítimos y deben expresarse en la política, pero la pregunta es por qué se canalizan hacia un personaje patológico en lo personal y lo político. Nuevamente el pensamiento mágico existente en la sociedad funciona, colocando en ese candidato un conjunto de cualidades a pedido de cada votante potencial. Una parte de sus potenciales votantes, por ejemplo, defiende y reclama la protección del Estado.
Aunque podamos explicar y demostrar por qué la concreción gubernamental del pensamiento social reaccionario constituiría una brutal agresión contra los propios votantes de ese espacio, poco ayudaría a neutralizar ese fenómeno, porque estamos en el terreno de la irracionalidad, de lo fantástico. La clase media, que va a ser masacrada económicamente por el shock contractivo libertario, cree que el arrasamiento “sanador” sólo le pasará a “los negros”. Los comerciantes y profesionales son otro pozo profundo de incomprensión política y económica. Interesante será la posición del “campo” frente a un candidato que propicia la ruptura de relaciones con la República Popular China, principal mercado de las exportaciones agrarias argentinas.
La fantasía de prosperidad instantánea opera en un mar de despolitización y desinformación impresionante. La mera expectativa de que los pesos puedan ser reemplazados hoy —¡uno a uno!— por dólares denota el pozo de ignorancia y pensamiento mágico que estamos padeciendo en nuestro país.
Pero también el espacio nacional y popular atraviesa por su propio momento de pensamiento mágico.
Espera que una sola persona lo rescate de un estado de desmovilización, desorganización, falta de debate político que vienen de hace años. Agregado a esto, la desmoralización y el desencanto provocados por la actual gestión encabezada por Alberto Fernández.
Como lo señaló la propia Cristina en alguna oportunidad, refiriéndose a los logros laboriosamente conseguidos en los 12 años kirchneristas, “no fue magia”. Y no va a ser con magia como se revertirá el debilitamiento de un campo político que debería estar llamado a representar a las grandes mayorías nacionales en un proceso de recuperación de la soberanía sobre nuestro propio destino.
Jardín de elefantes
A pesar del microclima venenoso en el que vivimos, vale la pena reiterar que el potencial argentino es enorme, no sólo en términos productivos, sino para resolver buena parte de los problemas más difundidos de salud, educación, hábitat urbano, seguridad, que hoy parecen endémicos. Esas “condenas eternas” pueden ser transformadas en el término de una década, cambiándole la cara al país.
La actual situación se modificaría si mediara un comportamiento socialmente responsable por parte de los empresarios, se podría atravesar sin ningún cataclismo severo. Habría que tomar medidas paliativas transitorias, administrar con mucha eficiencia la coyuntura y observar cómo, ya en 2024, crecerá fuertemente la oferta de dólares y empezará a evaporarse ese clima de opresión que genera un cuello de botella transitorio.
María Elena Walsh escribió, sobre el final de la dictadura cívico-militar, un memorable artículo titulado “Desventuras en el país jardín de infantes”, en el que agudamente describía algunos rasgos lamentables de la sociedad argentina de aquel momento.
Hoy nuestro país se parece a un jardín poblado de elefantes, donde los conglomerados económicos hacen lo que quieren con el destino de los ciudadanos, pisoteando impunemente el bienestar económico de los habitantes, sin que el encargado del lugar, el Estado, sea capaz de detener los estropicios que realizan en la economía común con los precios, los salarios, las regulaciones, las cuentas públicas.
Está desbalanceada una relación que en otras regiones del mundo funciona mucho más equilibradamente y permite creer en el progreso en común.
Alguien tiene que volver a poner las cosas en su lugar. Y tendrá que ser un sujeto colectivo.
No se hará con magia, sino con trabajo y tenacidad.
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