Hace unos días inauguré mi temporada 2019 de antibióticos. Como uno quiere siempre saber qué es lo que consume, me puse a buscar información acerca de estos y me encontré con que, mucho antes que Fleming y sus colegas, los chinos ya habían estado explorando y creando algo parecido a los antibióticos, utilizando cepas y esporas de hongos.
Uno ya no debería sorprenderse de estos cachetazos al orgullo supremacista de Occidente: El papel, la pólvora, la imprenta y hasta algunos afirman que los fideos. Pero tranquilos, el cine no ha sido inventado por los chinos. Afortunadamente el séptimo arte ha sido más una invención de una época que de una nación, una evolución colectiva que tuvo pioneros en todo el globo terráqueo. Y en este reparto de roles voy a cometer la osadía de atribuirles a los chinos la invención del cine social, aquel cine que tendrá con el correr del siglo XX puntos altísimos en el neorrealismo italiano, en los tantos filmes estadounidenses acerca de la gran depresión, o por supuesto en aquel nuevo cine latinoamericano que floreció allá por los años '60 contemporáneamente a los ingleses del Free Cinema.
Esta sentencia, que reconozco es muy arriesgada, está motivada no tanto por un rigor histórico sino más bien por el entusiasmo y la sorpresa que me provocó el conocer la historia de la Lianhua Film Company.
Fundada en Hong Kong en 1931, esta empresa comenzó a funcionar con la idea de hacer películas que pudieran competir con las japonesas, europeas y estadounidenses, tomando de estas últimas el modo de producir y ciertas características técnicas y narrativas. Como sello distintivo frente a sus competidoras locales, las películas de Lianhua tenían como personajes principales a gente de las clases populares, contaba sus problemas y planteaba sus derechos. Luego instalada en la populosa Shanghai, Lianhua encontró una respuesta masiva de un público que al fin podía ver en una película algo parecido a un espejo. Además, sus realizadores, actores y guionistas gozaban de una absoluta libertad creativa. Habrá que revisar muy a fondo la historia del cine, pero realmente debe ser muy difícil encontrar una experiencia de este tipo antes de la aventura de Lianhua Film Company.
Lamentablemente se conservan sólo algunas de las películas de Lianhua. Una de ellas es La diosa, de 1934, que suele ser considerada la gran obra del cine mudo chino y que fue protagonizada por la legendaria Ruan Lingyu, la actriz más popular de aquellos años, que por su origen humilde estaba profundamente identificada con esta y con todas sus otras participaciones en las películas de Lianhua.
La diosa cuenta la historia de una joven prostituta que se desvive por asegurarle un futuro a su pequeño hijo. Aunque esté sometida por un truhán, se las ingenia para cambiar de vecindario y juntar dinero para enviar al niño a la escuela, pero las humillaciones vendrán ahora de sus nuevos vecinos, que harán presión para que el hijo sea expulsado de la escuela.
Digamos que La diosa podría considerarse un cine mudo tardío. Cuando fue estrenada, las voces de Sandrini y Merello ya resonaban en las salas argentinas. Vaya a saber por qué aún entrados los años '30 en China aún se apostaba por lo silente, pero lo concreto es que esta cinta ostenta ciertos atributos visuales y una fluidez narrativa que no suelen encontrarse fácilmente, sobre todo para con quien no esté familiarizado con el cine mudo.
Hablar de esta película es hablar de la actriz Ruan Lingyu, una mujer con la cual todos los amantes del cine estamos destinados a tener una cita en algún momento de nuestras vidas. El papel que hace en La diosa es de verdad extraordinario, es ella la que le otorga al film esa dosis de humanidad y sencillez conmovedora. Lejos de los tópicos de actuación del cine mudo, Ruan Lingyu exhibe una notable economía de gestos que subraya su condición de mujer frágil pero valiente para quien no hay lugar en su comunidad.
En los breves 70 minutos que dura la película, ella tendrá apenas un momento feliz, cuando observa ilusionada cómo su hijo actúa en una muestra escolar, escena después de la cual el colegio va a sentenciar su expulsión. El único que va a congraciarse con ella es el director del colegio, que antes de renunciar va a soltar un escueto discurso en el que se trasluce la línea editorial de la película y de la productora Linhua, a quien insisto en otorgarle la invención del cine social.
Queda por contarles la parte más triste de esta historia: la gran Ruan Lingyu no vivió muchos años más. Se suicidó a los 24, poco después del estreno de La diosa. La versión más aceptada es que se quitó la vida por el acoso al que era sometida por la prensa y una opinión pública que no aceptó que ella dejara al borrachín de su marido para concubinarse con otro hombre.
Su velorio, cuentan, fue una de las más grandes manifestaciones de dolor popular que se recuerden en la China contemporánea, con un cortejo que llegó a tener cinco kilómetros de largo (estoy tentado de decir que los funerales multitudinarios de artistas también son un invento chino, pero Rodolfo Valentino les ganó de mano).
Lejos de la atención de Occidente, la figura de Ruan Lingyu ha alcanzado una estatura inusitada en la cultura popular de su país y su vida está debidamente honrada en la muy buena biografía Center Stage, con Maggie Cheung, a la cual el público de hoy bien conoce por maravillosas películas como Con ánimo de amar.
Triste también fue el destino de Lianhua Film Company. Con la invasión japonesa comenzaron a perder su capacidad productiva y, aunque al final de la guerra hubo algunos proyectos refundacionales, ya no fue lo mismo. Durante los años de Mao, aquel cine que tanto había identificado a Lianhua con su gente años atrás ya no era bien visto y sus clásicos cayeron en el olvido y la mayoría de ellos se perdieron. Afortunadamente algunos fueron encontrados en países tan remotos como el Uruguay.
FICHA COMPLETA
Título original: Shen Nu (The Goddess) / CHINA / 1934 / Duración 72 min. / BLANCO Y NEGRO / Dirección: Wu Yonggang / Guion: Wu Yonggang / Fotografía: Hong Weilie / Reparto: Ruan Lingyu, Tian Jian, Li Keng, Zhang Zhizhi, Li Junpan, Tang Huaiqiu
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