En Rusia había una tradición de poetas que leían en estadios de fútbol. Así, Evgueni Evtushenko los llenaba. Pablo Neruda y Nicanor Parra leyeron alguna vez en el Estado Nacional y lograron la ovación del pueblo chileno. En el 20º aniversario del golpe militar argentino, Hebe desafió a esa tradición recitando ante una multitud en el estadio de Ferro Carril Oeste un poema titulado Oración al padre nuestro latinoamericano, el Che.
El recitado fue bastante impresionante, en un contexto donde tocaban León Gieco y varias bandas conocidas (La Bersuit, A.N.I.M.A.L., Attaque 77, Actitud María Marta, etc.), la líder de las Madres no se quedó atrás. En el momento que le tocó hablar prefirió sacar una hoja y leer un poema, y así hizo una demostración cabal de que su sola voz era tan potente como cualquiera de esas bandas.
Yo estaba ahí. Nunca volví a ver algo igual, el estadio bailaba un pogo con su canto.
Por entonces muchos creyeron que los versos que salían de su boca pertenecían al padre dominico brasileño Frei Betto, pero si bien imitaba el intercalado a la oración, no se trataba del mismo poema.
Supuestamente (eso lo dijeron desde la Asociación) el poema lo trajo Hebe de Cuba en uno de sus viajes, y sería de un poeta que conoció allá en la isla. Un (supuesto) poeta anónimo.
Sin embargo, mucho tiempo después, buscando el posible origen de aquellos versos terminé consultando a varias fuentes, y no quedaba muy clara su procedencia.
Hay un “credo” al Che, escrito por Roque Dalton (El Che Jesucristo / fue hecho prisionero / después de concluir su sermón en la montaña…); y hay un Padre nuestro dedicado al Che, pero se desconoce su autor. Solo se conoce a su recitadora. Extraña coincidencia proveniente de Hebe, que amaba profundamente la poesía de Dalton. (Hace no pocos meses recitó alguno de sus versos en la Plaza. Los leyó también con una pasión desaforada.)
La pesquisa de la Oración al Che me llevó entre los variados “oratorios” escritos en nuestra América por poetas, pasando por el Evangelio de Solentiname de Ernesto Cardenal, el oratorio de Victor M. Ascanio Huaringa. La oración de la utopía de Martín Nieto, hasta llegar al Padre nuestro latinoamericano de Mario Benedetti, referido en el poema de Hebe como aquel de “miga y cascara de Benedetti”, en una suerte de guerra de los oratorios por cuál es el más verdaderamente revolucionario.
Las versiones libres del oratorio parten de la intuición de santa Teresa de Jesús sobre los grandes secretos de la oración evangélica del Padre Nuestro, “que encierra en sí todo el camino espiritual” (Camino, c. 42), y responde a la verdad más profunda de su misterioso contenido que viene desde los comienzos de la literatura cristiana (Tertuliano, Cipriano, San Agustín, etc.) y pueden llegar hasta el Pater Noster de Jacques Prévert: Padre Nuestro que estás en los cielos / quédate allí / y nosotros nos quedaremos en la tierra / a veces tan hermosa / con los misterios de Nueva York... (De Paroles, 1945.)
En un encuentro de salud mental que se hizo en La Plata en el año 2012, titulado “Las madres como hecho poético”, me puse en campaña de develar el misterio. Alguien del panel volvió a leerlo en voz alta, mientras Hebe escuchaba desde la primera fila.
¿Usted escribió ese poema?, le preguntaron al final. Hebe no dijo que no. Tampoco dijo que sí. “Digamos que es anónimo…”, dijo, y se rió…
Años después fui invitado a ser jurado en el concurso de poesía organizado por las Madres. El jurado estaba también compuesto por Víctor Heredia y Liliana Herrero. Se presentaron como 500 poemas. Recuerdo que la terna de poetas pre-seleccionados debía ser elevada a Hebe, y solo ella definía el ganador. Su ojo para el tema era bastante infalible.
Evidentemente hay varias Hebes para armar. Entre todas ellas, está la recitadora pasionaria, la voraz lectora de poesía. Y otra, escritora oculta de versos. Dicen que hay un baúl en su casa repleto de esos escritos.
Ojalá tarde o temprano salgan a la luz.
Oratorio Padre nuestro, al Che Guevara
Padre nuestro que estás en el tiempo
sangre que corre por los ríos de América
guerrillero intacto que invoca los Andes
sueños y esperanzas que inunda
el corazón de los indios y corre por sus venas.
Santificado sea tu nombre
que comparte su luz con el sol
y esparce su oscuridad de infierno sobre la serpiente del siglo veinte
esa misma serpiente que nos brinda sus manzanas
y sus transnacionales y sus bancos y sus deudas
que nos quiere imponer su comercio
y nos embarra con su mierda.
Cárganos pues en tus brazos de acero
y haz que vengamos a tu reino
para seguir viviendo como tú vives
para alzar nuestras armas y ofrendarlas al viento
llévanos en tus pupilas de fuego
en tu sonrisa de vida
y en tu garganta de vencedor inmortal.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en la tierra
cubre este continente que amanece
resplandeciente en tus cabellos
y que busca su libertad
sin saber que ella es un pájaro
danos el pan nuestro de cada día
no el de miga y cáscara de Benedetti
sino el pan que necesitamos para alimentar
nuestras fuerzas y sueños de futuro
el valor, el de la victoria,
el que necesita Chile y le falta a América,
el que necesita Argentina.
Ni siquiera te pido que perdones nuestras deudas
porque jamás las pagaremos
pero sí ayúdanos a no perdonar
a nuestros deudores y enemigos
cabalga de nuevo sobre tu rocinante de ideas y principios
y guíanos que llegó la hora de cobrarles
y de cobrarles la vida de los nuestros.
Te exijo, además,
que no nos dejes caer en la tentación
de traicionar nuestros principios
y apagar las voces de nuestras guitarras
de vender nuestra poesía
en nombre del pobre
de todos los sin trabajo
y del indio
y del espíritu santo
¡Che!
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