Discurso esquizo opositor

Antagonismos comparativos y rol pandémico de Juntos por el Cambio

 

Los voceros de la oposición sabotean y entorpecen de forma sistemática la cuarentena y el distanciamiento social. Muchos de ellos comunicaron su contagio en las últimas semanas. Sin embargo, el objetivo central de sus fracciones continúa minando toda medida recomendada por los epidemiólogos. Desde el inicio de la pandemia, la tarea del bolsonarismo argento reside en evitar una posible gestión exitosa de la emergencia sanitaria, medida en términos de reducción de daño, tanto a nivel de contagios como de fallecimientos.

Existen pocos casos en todo el mundo en que una oposición institucionalizada, con representación parlamentaria, haya utilizado la tragedia como plataforma de disputa política. Uno de los referentes políticos que fue más explícito a la hora de verbalizar los motivos intrínsecos de la arremetida fue el titular de la UCR, Alfredo Cornejo, cuando en diálogo con Patricia Bullrich, Cristian Ritondo, y Miguel Ángel Pichetto, señaló que “la pandemia le ha dado la excusa para empoderarse y aparece lo peor del kirchnerismo”. La decisión gubernamental de liderar de forma enérgica la crisis epidemiológica fue inscripta acríticamente en el territorio de una competencia por la visibilidad pública y el mezquino bien ganancial futuro de índole electoral.

A nivel internacional, no surgen ejemplos de oposiciones políticas similares a las que se vislumbran en Argentina. Las alianzas progresistas actualmente en el gobierno en  México, Portugal y Nueva Zelanda han recibido el respaldo de las diferentes fracciones opositoras en lo que respecta a la pandemia. En el caso de México, la oposición al partido de gobierno, MORENA, y a su Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO,) se encuentra fraccionada en tres conglomerados: el PRI, el PAN y el PRD. Los tres partidos administran, además, 25 de los 32 Estados subnacionales, situación que justifica –según sus máximos referentes– la morigeración del conflicto en lo que respecta a la pandemia. Las reyertas políticas entre el gobierno y la oposición intentan canalizarse por fuera de la situación epidemiológica, porque –afirmó recientemente un legislador opositor– “es suicida entablar una guerra donde la disputa sea la cantidad de contagiados y muertos”.

En Portugal, el partido conservador, de la derecha lusitana, está liderado por Rui Rio. Cuando se inició la emergencia sanitaria, Rio se presentó al parlamento lusitano y declaró que la pandemia exigía la unidad nacional porque tenía la gravedad de una guerra. Opinó en forma reiterada que el Covid-19 no podía de convertirse en un subterfugio para la confrontación parlamentaria o mediática: “No es posible especular ni confrontar  –declaró en un mitin virtual– mientras los médicos se juegan la vida con los pacientes”. En su alegato parlamentario como jefe de la oposición, frente al jefe del gobierno, el socialista António Luís Santos da Costa, manifestó: “Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Su suerte es nuestra suerte”. Para ser más preciso en su aval, agregó: “Yo no estoy cooperando con el Partido Socialista, estoy cooperando con el gobierno de Portugal, en nombre de Portugal”.

En Nueva Zelanda sucedió algo similar a lo que aconteció en Portugal. El Partido Nacional, de centro-derecha, es la oposición del laborismo, actualmente en el gobierno. Su primera ministra, Jacinda Ardern, fue una de las funcionarias más elogiadas a nivel internacional por las medidas aplicadas para reducir el daño generado por la difusión del virus. Parte de esos halagos provinieron de la actual jefa de la oposición, Judith Collins, perteneciente al Partido Nacional, de orientación neoliberal, quien se postula en octubre próximo para las  elecciones generales como candidata a Primera Ministra, en competencia contra Ardern.

En Alemania, donde Angela Merkel preside un gobierno de centroderecha desde hace 15 años, la gestión de la pandemia no se convirtió en un motivo de antagonismo para los partidos más representativos de la oposición, la socialdemocracia y el Partido Verde. Solo fue tematizado –como eje de debate y confrontación– por los neonazis de Alternativa (AfD), cuya representación minoritaria en el parlamento (el Bundenstag) proviene del 12% de los votos obtenidos en 2017. El último 29 de agosto se realizó en Berlín una manifestación contra las medidas promovidas desde el gobierno de Merkel. La única organización que convocó a la concentración fue el partido negacionista AfD, que se congregó junto a ciudadanos afectados por las restricciones, grupos antivacunas, conspiranoicos de toda laya, terraplanistas, enemigos de los laboratorios farmacológicos y contrarios a un supuesto Nuevo Orden Mundial digitado por George Soros y Bill Gates.

El único ejemplo con el que Juntos por el Cambio puede compararse, respecto de su rol opositor durante la pandemia, es España. La derecha y la ultraderecha compiten por ver cuál saca mayor ventaja de la muerte. Desde el inicio de la emergencia sanitaria lanzaron una feroz campaña de destitución contra el gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos, exigiéndole a Pedro Sanchez y a Pablo iglesias sus respectivas renuncias, apenas los contagios empezaron a multiplicarse. Los herederos del franquismo, en su doble versión neoliberal o falangista, asumen un comportamiento afín al macrismo vernáculo.

Al antagonismo automatizado y tosco instaurado por Patricia Bullrich, Fernando Iglesias y Waldo Wolff se le sumaron en las últimas semanas los radicales devaluados Alfredo Cornejo y Mario Negri. Estos últimos se disponen a aprovechar la generosa oferta de primeras planas y cámaras televisivas, concedida por el oligopolio comunicacional corporativo, para disputarse el liderazgo de la cáscara de la UCR.

 

 

Sofismas de la Parca

 

 

 

 

Durante los casi seis meses que lleva la emergencia sanitaria, sus máximos referentes políticos objetaron la totalidad de las disposiciones sanitarias que incluían a los 5 distritos subnacionales en los que gobiernan. Sus voceros, junto a los comunicadores de la ortodoxia neoliberal –portavoces oficiosos del macrismo– apelaron a variadas dicotomías ejemplificadoras que trasuntan el nivel de discordancia con el que continúan saboteando cualquier medida destinada a bajar los contagios y las muertes:

  1. Economía versos salud. Lógica Macri, acorde a su necesidad empresarial para seguir facturando a través de su conglomerado de empresas.
  2. Salud mental versus aislamiento. Postulado de Eduardo Feinmann, que en junio se quejaba de que “a casi 80 días de cuarentena, alertan que la situación de la salud mental es caótica”.
  3. Autonomía individual versus cuarentena. Premisa Juan José Sebreli, que llamaba a la desobediencia civil para derrumbar el distanciamiento social.
  4. Libertad versus aislamiento social. Proposición de Javier Milei para que los ciudadanos tengan la libertad para enfermarse si ese es su deseo. Quienes viajen en transporte público o trabajen en fábricas –según el economista payaso– tendrán las mismas posibilidad de contagiarse que quienes hagan teletrabajo. El capitalismo requiere riesgo.
  5. Cuarentena en serio versus aislamiento light. Conjetura de Patricia Bullrich para quien los meses iniciales de cuarentena no fueron lo suficientemente rigurosos que debían haber sido. Motivo por el cual ahora se deberían liberar los controles, porque las diferentes fases decididas con antelación en cada región ya no tienen sentido.

Las diferentes dicotomías no resisten un análisis lógico ni epidemiológico. Sin embargo se suman a la decisión política de impugnar cualquier medida, azuzar conflictos inexistentes entre el Presidente y su Vice e instituir agendas ajenas a los conflictos de fondo, donde se hacen evidentes las contradicciones estructurales entre los grupos concentrados y el resto de la sociedad.

Luego de participar en la marcha del 17 de agosto, Patricia Bullrich afirmó que “la gente va a dejar en el camino a los tibios”. Desde que se inició la pandemia, la Federación Sindical de Profesionales de la Salud informa que 17.000 de sus integrantes se han contagiado. Entre ellos, médicxs, camillerxs, enfermerxs y personal de limpieza de espacios sanitarios. Pocos días después de que Bullrich pronunciase la frase colérica orientada a envalentonar a sus seguidores para impugnar las medidas de distanciamiento social, el médico del SAME Juan Lobel fallecía de Covid a los 47 años, sin contar con ningún antecedente de enfermedad previa. En un video casero grabado tiempo antes de ser internado, nos pedía: “Ayudanos a cuidarte. Quedate en tu casa”. Unos días después, Raúl, de 36 años, internado en la sala de terapia intensiva del Hospital El Cruce Néstor Kirchner, se despertaba luego de 64 días de entubamiento: al abrir los ojos sus primeras palabras fueron dedicadas a quienes lo cuidaron: “Muchas gracias”, balbuceó. La totalidad de los operadores de salud que escucharon esas dos palabras solo atinaron a llorar de la emoción.

Cuando esto termine y se empiecen a confeccionar los balances humanos sobre quiénes fueron solidarios con el cuidado y quienes lo obstaculizaron, es muy probable que tengamos que recurrir, otra vez, a esa tríada sanadora que ayudó a exorcizar muchos de los fantasmas de nuestro pasado: memoria, verdad y justicia.

 

 

 

 

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