O tempora… o mores!
Del Diálogo Argentino de 2001 a los insustanciales documentos actuales del Episcopado
Hubo un tiempo en que muchos esperábamos muy atentos un eventual documento del Episcopado. Sabíamos que era posible que “algo” pudieran decir. Quizás.
Pero pasó ese tiempo, pasó la dictadura con bendición eclesiástica, pasaron documentos y más documentos. Y para muchos, ¡el desencanto!
En lo personal, hoy, no los aguardo (la palabra esperanza es demasiado importante). Los leo, sí, pero habitualmente al finalizarlos quedo igual que antes, con menos tiempo y, en ocasiones, con un cachito de bronca. Destaco esto porque las tres palabras basales de la vida creyente, fe—esperanza–amor, lo son porque se viven en el encuentro con Dios. Ciertamente puedo creerle o no a alguien, esperar o no alguna cosa, amar más o menos a muchxs, pero “la” esperanza, en este caso, no está puesta sino en Dios.
La Argentina cumple en este tiempo 40 años ininterrumpidos de democracia. Al menos así parece. Y los obispos acaban de publicar un texto (afortunadamente breve) al respecto.
Los dos primeros párrafos son una breve descripción populista de algo que todos podemos ver para luego comenzar el tercero diciendo “no pretendemos ser expertos en diagnósticos” y a la pregunta ¿qué hicimos con nuestra patria? se concluye que “desaprovechamos las posibilidades”.
Fiel a lo que viene diciendo –felizmente– desde fines de la dictadura, el Episcopado reafirma la importancia de la democracia, señalando que debemos hacerla “entre todos” y, aquí, recurre a la “palabra, maldita” y lanatiana “grieta” (sic) y señalando al “pueblo”. Pero luego dirá –a los que tienen mayores responsabilidades– que “la gente” necesita propuestas “no inconsistentes”, privilegiando a los “tirados al borde del camino”. La vieja idea de “pueblo” y sin “antipueblo”, que a lo mejor ayudaría.
Como era de esperar, recurren a una cita de Francisco (y ninguna bíblica) y destacan algunos valores cívicos. Añadiendo, al finalizar, una mirada desde la fe, señalan que Dios “nos quiere tanto” que nos da la fuerza para no bajar los brazos, ya que somos protagonistas (y bajándolos seríamos “espectadores fracasados”).
Finalizan anunciando un pequeño gesto en cada diócesis, de visita a un barrio vulnerable.
Creo que no hay más. Señalo la presencia de un lenguaje llano y asequible, una actitud que parece de escucha, pero no puedo sino formularme preguntas…
Por momentos distinguen –creo que razonablemente– a los sectores dirigentes del común del pueblo (dejo de lado el uso de la macrista palabra “gente”). Un cura amigo me decía “otra vez los dos demonios”. ¡Coincido! Pero la frase “desaprovechamos” está dicha a todos, no a los sectores de la dirigencia, y no hay ni un mínimo indicio de quiénes, cómo, cuándo “desaprovechamos” la posibilidad de ser una “Argentina pujante y feliz”. El endeudamiento externo (que el pueblo ni contrajo ni disfrutó), ¿no influyó en el desaprovechamiento? Las corridas bancarias con las que “cuatro vivos” se llevan puesto un país entero, ¿no influyeron? Un Poder Judicial impúdico que siempre falla en favor de los poderosos, ¿tampoco influyó? Legisladores que no legislan, ¿tampoco? Empresarios remarcadores consuetudinarios, ¿acaso? ¿O las señoras que cocinan en el comedor comunitario “Ceferino Namuncurá” son tan responsables como aquellos en el desaprovechamiento? ¿O los vecinos que se reúnen con una cierta periodicidad con gente del municipio en las comunidades de base para escuchar y ser escuchados?
Una de las críticas que hicimos varios curas al fracasado “Diálogo Argentino” en el 2001 fue que el Episcopado se ponía en el medio como una suerte de instancia impoluta. Y les decíamos que debía “tomar partido”. No podía ponerse en el medio de banqueros especuladores, agroempresarios envenenadores por un lado y campesinos o trabajadores por el otro como si nada. Hoy, remedando aquello, leo un diagnóstico (diagnostiquito, me gustaría señalar) y luego una especie de papás entristecidos por sus hijos díscolos. Hay una realidad que nos duele, ciertamente. ¡Pero hay responsables! Lamentablemente, hemos de decir, algunos de estos suelen invitar a obispos a sus mesas. Mientras sigan ausentes las citas de los profetas, algunos seguiremos sin aguardar atentos las palabras episcopales.
* Eduardo De la Serna es un cura católico en opción por los pobres.
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