Nunca más, a la siciliana
El italiano Alberto Todaro investigó sobre los desaparecidos sicilianos durante la última dictadura
La reconstrucción de los hechos históricos trasciende fronteras geográficas y temporales. El investigador italiano Alberto Todaro está por concluir su doctorado en la Universidad de Granada, España, sobre los desaparecidos sicilianos en Argentina durante la última dictadura cívico-militar (1976-1973). “Un desafío de más de tres años, que me permitió desenterrar una etapa compleja de un país que ya lo siento como mío”, explica Todaro, profesor con larga experiencia en diversos colegios de la región de Agrigento, en el sur de Sicilia. Su compromiso asociativo, al igual que su empeño intelectual, tampoco tienen fronteras. Luego de un viaje a África fundó junto con su esposa y otros cooperantes un Centro de Acogida para niños huérfanos a causa del SIDA en Isimani, en el mismo corazón de Tanzania, al que continúa sosteniendo. De Sicilia hoy a la Argentina dictatorial de hace casi 50 años, pasando por Tanzania, “el mundo es uno solo, amplio, diverso, en el que deben prevalecer nuevas relaciones de equidad y justicia. Sin un trabajo sistemático de memoria será imposible construir ese nuevo e imprescindible paradigma planetario”, afirma Alberto Todaro al comenzar esta entrevista con El Cohete a la Luna.
Pregunta: No es muy común que un italiano desarrolle un tema de doctorado sobre Argentina en una universidad española. ¿Cómo escogió esta temática para su tesis?
Alberto Todaro (AT): Pienso que los italianos deberían preocuparse mucho más por los argentinos de lo que lo hacen, ya que Argentina es, sin duda, una nación hermana, con raíces comunes que nos acercan particularmente. Desde la unidad de Italia, en 1861, hasta los años 1960-1970, cerca de tres millones de italianos fueron a vivir a Argentina. El escritor Jorge Luis Borges dijo alguna vez que pensaba que no era argentino ya que no tenía ni sangre ni apellido italianos.
En 2008 visité por primera vez ese país latinoamericano con mi esposa y cada jueves participamos en las rondas de las Madres de Plaza de Mayo. A partir de ahí creció mi interés por el tema de los derechos humanos en Argentina, en su dimensión más general. Me enteré, entonces, de que hubo algunos sicilianos que habían desaparecido allá durante ese triste período. Tuve acceso a un informe del consulado italiano en Buenos Aires con un listado de 45 italianos desaparecidos en esa época, seis de los cuales eran sicilianos.
Me surgió una gran curiosidad por saber más sobre ellos. Fue tan fuerte la motivación, que solicité una licencia profesional en la escuela en la que trabajaba para investigar sobre el tema.
Viaje al pasado
¿Cuáles son, brevemente, los contenidos esenciales de su tesis de doctorado?
AT: La investigación consta básicamente de tres partes: las historias de vida de los desaparecidos sicilianos; el contexto histórico en el que se desarrollaron los acontecimientos, y las entrevistas con personas vinculadas al tema. Las dos primeras partes las desarrollo a través de los testimonios de quienes fueron testigos de la época. Lamentablemente, no me fue posible localizar a familiares, parientes o amigos de cada uno de los seis desaparecidos sicilianos. De uno de ellos no se tienen noticias de ningún tipo. Para combatir el anonimato, quiero mencionar sus nombres: Salvatore Privitera, Claudio Di Rosa, Vincenzo Fiore, Giovanni Camiolo, Silvana Cambi y Giuseppe Vizzini. Con mucho respeto, en este proceso, ellos pasaron a ser, como lo digo siempre, “mis” desaparecidos, es decir, mis compañeros de ruta en la búsqueda de la verdad.
Según su explicación, un aspecto central de su estudio fue el intercambio y los encuentros con los familiares de los desaparecidos sicilianos.
AT: En efecto, todo ello constituyó una experiencia esencial. Por ejemplo, el encuentro con doña Josefa, madre de Vincenzo Fiore, obrero de la Peugeot desaparecido en Quilmes, Buenos Aires. Ella integra las Madres de Plaza de Mayo.
Entrevisté a hermanos y hermanas, amigos y amigas y compañeros y compañeras de militancia: fueron encuentros muy conmovedores. Encontré personas con gran amabilidad, dispuestas a contarme sus historias. Traté de ser muy prudente al acercarme a ellas, ya que pienso que recordar ciertas circunstancias dramáticas de vida puede ser profundamente doloroso. De hecho, por ejemplo, a pesar de varios intentos no logré hablar con la hija de Silvana Cambi, la única mujer entre esos seis desaparecidos sicilianos. A pesar de su disposición a hablar de sus experiencias en los centros de detención, noté que algunos de los antiguos detenidos desaparecidos que entrevisté tenían reticencias de tocar el tema de la tortura. A fines de 2022, en plena época del Mundial de Fútbol, visité nuevamente Argentina para hacer una parte de esas entrevistas. Fue un viaje muy especial, hacia la historia y el presente… Con toda la magia y la fuerza de lo que uno puede vivir cuando el imperativo principal es activar la memoria.
¿Qué aspectos de ese viaje lo interpelaron más?
AT: Podría mencionar docenas de hechos. Ese viaje constituyó un momento crucial de la investigación y representó la parte más emotiva y menos técnica de la misma. Fue importante visitar los lugares donde sucedieron los acontecimientos y hablar con las personas que los habían vivido dolorosamente en su propia carne. Recorrí sitios y conocí personas que no solo aportaron materiales esenciales para mi tesis, sino que además me obligaron a una inmersión en el corazón mismo de la historia de aquellos años. Por ejemplo, el mero hecho de visitar la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los mayores centros clandestinos de detención, fue como adentrarme en esta narración. Estuve en otros centros del mismo tipo, como el Garage Olimpo, el Club Atlético, Automotores Orletti, entre otros. Entrevisté a miembros de organizaciones de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, Familiares, H.I.J.O.S. y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. Hablé con profesionales del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Fui al Parque de la Memoria. En definitiva, caminé mucho por las calles de Buenos Aires, donde todavía se respiran los vestigios de esa historia brutal.
Si debiera recordar algunos de los momentos más impactantes en este proceso de casi tres años, mencionaría la primera ronda de las Madres en la que participé y en la cual lloré todo el tiempo. También el encuentro con Vera Vigevani Jarach, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, o la visita a la casa de Vincenzo Fiore y el encuentro con su madre, doña Josefa, contándome los detalles del secuestro de su hijo en la misma habitación donde ocurrió.
No al olvido
A punto de terminar su investigación de doctorado, ¿cuáles son las conclusiones más significativas?
AT: La principal: que es necesario, casi un deber, no olvidar lo sucedido. Por supuesto, también es necesario seguir adelante, pero recordar aquellos hechos puede servir para que nunca más se repitan. “Nunca más”, como se tituló el Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas de 1984 o como enfatizó el fiscal Julio Strassera en el Juicio a las Juntas en 1985. Se transformó en una frase que ahora pertenece a todo el pueblo argentino. Sigue existiendo en ese país sudamericano un amplio movimiento que reivindica las tres palabras clave: Memoria, Verdad, Justicia. Los lugares del horror se han convertido ahora en sitios de la memoria.
También me impactó el análisis sobre los diversos caminos y derroteros en el proceso de integración de los sicilianos, en particular, y los italianos, en general, que emigraron a Argentina con sus familias en busca de trabajo y de una vida digna (muchos, en situaciones económicas desesperadas). Algunos quedaron atrapados en las mallas de la dictadura en tanto víctimas de la represión. Otros se convirtieron en represores: muchos de los “jefes” del Proceso de Reorganización Nacional, tal como se llamó a la dictadura, tenían apellidos italianos.
A pesar de la distancia necesaria y obligatoria que exige cualquier estudio científico, este tema en particular lo confrontó con un drama humano. ¿En qué medida cambió su visión personal este trabajo casi terminado?
AT: Le cuento algo. En uno de mis primeros días en Buenos Aires me encontré con Ricardo y Mirta, dos amigos de Claudio Di Rosa, uno de “mis” desaparecidos sicilianos. Nos sentamos en un bar cerca de Plaza de Mayo y entonces Ricardo y Mirta empezaron a hablar entre ellos. De igual forma que nosotros lo hacemos en Italia, cuando nos encontramos con nuestros antiguos compañeros de colegio o infancia, o de la universidad. Nosotros hablamos de nuestros otros compañeros, diciendo que uno se fue a vivir afuera de la ciudad, que otro se casó con su novia de entonces, etc. Ricardo y Mirta comenzaron a recordar que a uno lo mataron los militares, que otro sigue desaparecido, que a otro lo secuestraron y lo tiraron al mar... En ese momento, en ese bar de Plaza de Mayo, me confronté a la revelación de lo que fue la dictadura militar para la juventud argentina de entonces. Y eso me impactó mucho.
Actualizar la memoria, militar la solidaridad
En paralelo a su investigación, ¿se involucró con otras actividades ligadas a la memoria en Argentina?
AT: En esos últimos años también descubrí el mundo de los presos que pasaron durante la dictadura por cárceles oficiales, debidamente reconocidas, que es algo de lo que se habla poco. Con un grupo de compañeros y compañeras sicilianas organizamos en mayo de este año la presentación del libro Grand Hotel Coronda, editado en italiano, sobre esa prisión de máxima seguridad de Argentina. Un microcosmos de historias de vida, de sufrimiento, de lucha, de resistencia unitaria y de aporte a la memoria, la verdad y la justicia que, francamente, no me hubiera imaginado.
Casi en paralelo a la fase final de su tesis, crecen en Argentina concepciones y discursos negacionistas. ¿Su mirada al respecto?
AT: Vivo en un país donde hay gente que dice: “Mussolini también hizo cosas buenas”, así que no me sorprende que haya formas de revisionismo o negacionismo incluso en otros lugares del mundo. Sin embargo, tengo el sentimiento de que una gran parte del pueblo en Argentina se apropió de la memoria, la verdad y la justicia. Estas palabras se sembraron en el corazón de amplios sectores, muchos de los cuales han sufrido a nivel personal y familiar los acontecimientos de los años '70. Aunque se pueden producir algunos retrocesos parciales, no dudo de que estos conceptos tan anclados retomarán su camino y seguirán germinando.
Entiendo que luego de tantos meses de investigación usted también se ha involucrado en una campaña de solidaridad activa.
AT: Por supuesto. Lancé una especie de “campaña de memoria” en Sicilia. Escribí a los alcaldes de los pueblos de origen de “mis” desaparecidos; les conté en pocas palabras la historia de sus conciudadanos –primero emigrantes, y luego desaparecidos— y los invité a dedicar una calle de la ciudad en su nombre. Hasta la fecha, solo uno de esos alcaldes ha respondido a mi invitación: el alcalde de San Mauro Castelverde, el pueblo de origen de Vincenzo Fiore. De hecho, el pasado mes de agosto estuve allí, invitado por el propio alcalde, para asistir a la inauguración de una placa recordatoria de Vincenzo y brindar mi testimonio. Ahora volveré a escribirles a los demás alcaldes para hablarles del evento de San Mauro Castelverde y espero que esta experiencia continúe multiplicándose.
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