Publicados por vez primera en 1985 y 1998, respectivamente, Ezeiza y Hemisferio Derecho, sumados, no llegan a completar el mapa interior de Horacio Verbitsky. Por más que ambos libros sean considerados, respectivamente, el meticuloso paradigma de la reconstrucción periodística de finales del siglo XX y la voz apasionada de “un hombre conmovido por el afecto, la pena, la furia o el cansancio”, tampoco bastaría con agregarle los restantes 21 libros, miles de artículos e intervenciones en la vida política, institucional y cultural. Sin contar, claro, este Cohete a la Luna. Una idea vaga de ese plus es el conjunto que otorga la reedición de su obra por parte de Editorial Las Cuarenta, bajo el cuidado de Diego Sztulwark, en la que los dos títulos aludidos llegan renovados con nuevos aportes. Sin alterar el contenido original, brindan necesarias facetas que complementan con otros sentidos, a la luz de las décadas transcurridas, los pormenores primigenios.
Desde las tripas
Imposible caracterizar mejor Hemisferio Derecho que el vigente prólogo original de Juan Gelman. Amigo y compañero de generosidad jamás condescendiente, el poeta subraya cómo Verbitsky presenta al modo de “un paisaje, la historia que nunca aparece en los manuales”, de manera de componer “una apuesta contra el olvido”. Rescata una experiencia, que es mutua, la de “haber atravesado una derrota”, circunstancia que “marca indeleblemente la conciencia del sueño”, recurso con el que el autor “cultiva la esperanza”.
Esta edición de Hemisferio Derecho incorpora cinco textos nuevos textos, a diferencia de los 31 anteriores, sin fecha de escritura o publicación. Detalle por cierto innecesario, ya que cuatro de ellos aluden a seres de relación tan próxima como queridos, muertos recientemente. El quinto texto, “Del otro lado del mostrador”, releva los juicios llevados a cabo en Córdoba y Mendoza contra “los magistrados comprometidos con el terrorismo de Estado, en demostración de la vitalidad del proceso de Memoria, Verdad y Justicia pese a los intentos por paralizarlos o impedir su continuación”. Crónica presencial del artefacto endogámico judicial, a la vez radiografía tridimensional del subterfugio, la complicidad y el necrosado cinismo, en cuatro páginas Verbitsky describe, analiza, conjuga y también responde, sin ocultar su propia efervescencia.
Chiquito es el apodo familiar con que circulaba Leonardo Favio en la intimidad de la que Verbitsky fue partícipe. Para despedirlo, Horacio traza el itinerario de una conmoción que adopta la forma de semblanza. En algunos tramos retoma escenas visitadas en 1993 que, bajo el título (¡vaya!) “Todos tus muertos”, figura páginas atrás, en el mismo volumen, donde recrea la salida a ver Gatica en el cine, acompañado por un adolescente díscolo. Si en aquel texto hacia pie en la tragedia argentina, en el recién incorporado, “Adiós, Chiquito”, retoma para explayarse hacia la esperanza. En esta vía, Verbitsky escribe la frase tal vez más de mayor extensión en su acervo: “Cuando un talento torrentoso recupera esta marca de infancia, para narrar la vida de un ídolo del más aluvional barro, amasado con lágrimas en la tierra de la Patria sublevada cuyo subsuelo Scalabrini Ortiz vio emerger aquel 17 de octubre, se produce el milagro de una ópera popular, en la que los temas mas complejos pueden transmitirse de un modo accesible a todos”. Definido el entrañable punto de encuentro con Favio, concluye: “La obra de arte regresa al pueblo que la originó, y a su vez lo ennoblece, al ofrecerle esa nueva dimensión de sí mismo. Así se forja la cultura de una Nación, esa categoría tan desmedrada y, sin embargo, indeleble”.
"Nada personal" también es una despedida, a la anhelada vecina de la infancia María Elena Walsh. Como es usual, articulada con personajes y acontecimientos de relevancia pública, esta vez sazonada con barrio de niñez, Ramos Mejía y sus habitantes: los “gallegos Fernández, la británica Walsh, la alemana Stern y los moishes Verbitsky”. Cada cual tomaría luego su camino, adquirirían distintas relevancias, se perderían las pistas, hasta retornar en los hallazgos melancólicos.
La siguiente partida “con lagrimas en los ojos y el corazón contento”, es la del cineasta Fernando Birri. En “Adiós, maestro querido”, Verbitsky procura al principio mantener la compostura, barajar en la brisa el sacudón afectivo que lo catapulta más de medio siglo hacia el pasado, hasta la redacción de Noticias Gráficas donde se inició en el periodismo.
Un amor más veces itinerante que consumado en el tiempo y en el espacio es el que cierra esta actualización de Hemisferio Derecho. Relato de un vínculo con Noemí Lapzeson, bailarina, coreógrafa, creadora exitosa reconocida en dos continentes, que perduró desde una infancia conectada a través de la amistad entre ambas parentelas. Vínculo de amplitud térmica y encuentros dispares, en “Noemí” se despliega como un mecanismo donde la interlocución ostenta la fantasía como premisa, la confesión como vehículo y los anhelos por propósito. Es el único texto del libro ilustrado con una fotografía; la de Noemí, hermosa.
Aquella masacre interminable
No todo lo que amerita el adjetivo “definitivo” alude en forma unívoca a lo irreversible, lo que concluye, se extingue, muere, decide, resuelve. Puede concernir a un momento, el de concluir, por supuesto. Como lo indica la etimología, tratándose de un acontecimiento histórico, asimismo puede incorporar definiciones. Sin contar la emergencia de nuevos datos.
Estos últimos fueron incorporándose ya a partir del mismo día de los hechos, a poco de cumplirse medio siglo y 35 años de la primera edición de Ezeiza. La reedición de este clásico de la investigación política es, justamente, presentada como definitiva, acaso más en el segundo aspecto que en el primero. La incorporación de un nuevo prólogo y la conservación de los anteriores, corroboran cómo pueden “modificarse las valoraciones, pero no los acontecimientos”. Algo que ocurre también con los paradigmas y, en orden decreciente, con las teorías de referencia y, más a menudo, la mala leche.
La potencia reveladora de Ezeiza es tal que se presta a las tan folclóricas como recurrentes operaciones de impugnación, asimilación y neutralización por parte de los perennes intereses desenmascarados. Lo que vuelve a demostrar la veracidad del planteo, de los hechos. En esta oportunidad, el flamante prólogo de Verbitsky pivotea sobre el brulote que le dedica un ex operador eclesiástico, en la actualidad panelista catódico, desde donde promueve sus mercancías dedicadas al bestsellerismo de coyuntura. A la sazón, el impugnante lanza un libro propio sobre los mismos sucesos, con otra lectura, por supuesto. Acusa de maniqueísmo, bah, en el idear de que, con la matanza del 20 de junio de 1973 se configura una relación de fuerzas capaz de regir los años subsiguientes.
En fin, la oportunidad le sirve a Verbitsky a fin de menos responder a las agresiones retroactivas hacia quienes acompañaron los intentos revolucionarios de los años '70, y más a poner en negro sobre blanco las reflexiones sobre aquellas experiencias. Esparcidas, fragmentadas cuando cayeron en las garras represivas, cuando no recluidas hacia el interior de los colectivos, tales perspectivas adquieren una sistemática. El autor desenvuelve las visiones que le corresponden, asociadas tanto a las confeccionadas junto a Rodolfo Walsh, como las aportadas por Juan Gelman. Documentos que al ser jibarizados meramente como “autocríticos” resultan objeto de un reduccionismo inoperante, al ser excluidos de proyectos políticos, situaciones históricas y determinaciones singulares.
Si bien Verbitsky sitúa al final de su nuevo prólogo la caracterización de la violencia política en la historia de la Argentina desde su fundación, la síntesis que describe a partir del período que lo tiene como testigo, resulta una clave de lectura ineludible al momento de afrontar las diatribas, la lectura del libro y la actualidad histórica. Hace migajas la creencia de la horda de loquitos violentos que de un día para otro ponen todo patas para arriba sin importar las consecuencias. La pormenorizada documentación que incorpora salvaguarda de todo arranque de oportunismo. Discierne entre los documentos críticos, encuadrados dentro de diversas caracterizaciones de cada etapa, los de Rodolfo Walsh, los de Juan Gelman y los propios, con sus más coincidencias que salvedades. A la construcción de argumentos sobre datos faltos, Horacio contrapone las objeciones oportunamente realizadas “en los ámbitos de militancia correspondientes, con identificación de autor y asumiendo sus consecuencias”. Efectos que se arrastran en forma patética hasta estas horas, cuando ya es factible ordenarlas y ponerlas a luz. Acciones, de las cuales Ezeiza, es solo el comienzo.
FICHA TÉCNICA
Ezeiza
Horacio Verbitsky
Buenos Aires 2021
289 páginas
Hemisferio Derecho
Horacio Verbitsky
Buenos Aires, 2021
240 páginas
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