NUDOS GORDIANOS
La protesta social corta el nudo gordiano de una estructura injusta
Desde el inicio de la vida en el planeta, la humanidad ha enfrentado problemas aparentemente insolubles y con posibles consecuencias caóticas. A pesar de ello, la capacidad de razonar, de definir los problemas, de conocer sus causas y encontrar sus soluciones le ha permitido sobrevivir. Varias leyendas griegas han inmortalizado esta capacidad de la mente humana. Una de ellas relata la historia de Gordio, un campesino muy pobre elegido rey de Frigia gracias a la intervención de un oráculo. En agradecimiento a los dioses por esta deferencia, Gordio ató su única posesión: un carro tirado por bueyes, al templo de Zeus. Lo hizo con un nudo muy intrincado en el que los lazos desaparecían misteriosamente al interior de sus pliegos. El que pudiese desatar el nudo conquistaría el mundo. Muchos lo intentaron, pero fracasaron. Luego de varios intentos fallidos, Alejandro Magno sacó su espada y de un solo golpe partió al nudo, iniciando así su conquista del Imperio Persa. La capacidad de encontrar soluciones inesperadas a problemas aparentemente insolubles ha sido la senda que condujo a la humanidad desde la barbarie hacia la civilización.
A lo largo del tiempo, múltiples problemas han amenazado la integridad de la vida en sociedad. Entre estos se destaca la perdida de legitimidad del orden social imperante, es decir de las normas que regulan las relaciones sociales. Cuando esto ha ocurrido, el caos ha asomado su horrible cabeza. Esto ocurre porque todo conjunto social implica una distribución asimétrica de los bienes y servicios de una sociedad y de la capacidad de decisión sobre los mismos. Una estructura de poder es un verdadero nudo gordiano, que subyace a todo orden social. Las sociedades, aun primitivas, han elaborado siempre algún tipo de contrato social con el objetivo de hacer prevalecer al interés común por encima del tumulto estrepitoso de los intereses individuales. Así, la legitimación del orden que reproduce a la estructura de poder amortigua el conflicto social y pone un límite a la ley de la selva. Cuando esa legitimación entra en crisis, los lazos del nudo gordiano se vuelven visibles: los intereses y los medios que los reproducen quedan expuestos a la luz del día, pierden su carácter natural que les atribuye una existencia eterna.
La codicia es tal vez uno de los sentimientos más primitivos de la especie humana y un poderoso elemento desintegrador del bien común. Su prevalencia abre las puertas al canibalismo social. En estas circunstancias la coerción desmadrada se impone sobre la búsqueda de consenso. El ejercicio de la violencia abierta para mantener la vigencia de un orden social abre una ventana por la que se divisa la estructura de poder y los conflictos sociales que esta engendra. El nudo gordiano puede entonces ser cortado. Esto no ocurre de un día para el otro. Se produce en el contexto de una intensa ebullición de los conflictos y de la existencia de una capacidad de acción colectiva capaz de expresarlos.
Hoy el mundo vive inmerso en relaciones de poder global que, mas allá de las diferencias culturales e institucionales, tienen un rasgo esencial: la maximización de ganancias en todos los aspectos de la vida social. La otra cara de esta estructura es una enorme dispersión y fragmentación de los muchos que, teniendo poco y nada, enfrentan el bloqueo de su capacidad de decidir sobre cuestiones esenciales a sus vidas. En este mundo así polarizado, la pandemia ha tenido un impacto brutal. El apagón económico global ha acelerado el desencadenamiento de una crisis económica y financiera mundial de envergadura inédita. Esta crisis se ha expandido por el mundo y repercute sobre la trama de los conflictos específicos a cada lugar.
En los Estados Unidos, centro del capitalismo global monopólico, esta crisis desnuda progresivamente el nudo gordiano que ahoga a la gran mayoría de sus ciudadanos. Rompiendo con la cuarentena, muchos de ellos han salido a las calles para repudiar una situación económica, política, social y cultural que los ahoga y los condena a una esclavitud de nuevo tipo. El rugido de su protesta desnuda poco a poco el racismo inherente a esa estructura de poder y los intereses, las complicidades y los mecanismos de cooptación que la vuelven posible. La explosión social recién empieza y el nudo gordiano se aprieta buscando neutralizar al enemigo a través de distintas vías: desde la represión brutal, a los intentos de división, cooptación, y aislamiento en los confines de la identidad de raza.
En nuestro país la pandemia también ha puesto en el centro de la escena política a un nudo gordiano que viene de lejos. Esta estructura de poder hoy utiliza a la pandemia para deslegitimar a un gobierno que triunfó en las ultimas elecciones promoviendo el fin del hambre y de la exclusión social. Ahora, los sectores que controlan el poder tratan de embriagar a los sentidos y confundir a la inteligencia de la población banalizando la falta de ética, convirtiendo a la codicia en algo legitimo y deseable, sustituyendo la verdad por noticias falsas, atribuyendo al oficialismo las fechorías propias, privilegiando el derecho a la propiedad por encima del derecho a la vida y naturalizando la existencia de mafias enquistadas en las instituciones. En este contexto de violencia y discriminación social, poco a poco se abren ventanas por las que se filtra la pestilencia de la impunidad. Aparece entonces la esperanza de un posible cambio social.
Las bases del poder y de la protesta social
Desde principios de la década de los ’60 del siglo pasado la economía norteamericana ha sufrido una gran transformación. Al mismo tiempo que sus corporaciones se expandían por el mundo en cadenas de valor global dominadas por el control monopólico u oligopólico ejercido sobre la tecnología, la economía domestica sufría una creciente desindustrialización. Así, la integración del proceso productivo mundial dio lugar a una creciente dependencia de los Estados Unidos de la importación de bienes de consumo de distinta índole (ropa, artefactos eléctricos, etc.) muchas veces producidos por sus propias corporaciones en otras partes del mundo, y especialmente en China. Esta situación convivió con el acelerado desarrollo doméstico de tres sectores: la producción de alta tecnología, de armamentos cada vez mas sofisticados y de las finanzas.
Estos fenómenos dieron lugar a un mercado de trabajo fragmentado, con amplios sectores dominados por los servicios y caracterizados por trabajo precario, con salarios estancados o a la baja. Esto sumado al progresivo cierre de los cordones industriales alrededor de las ciudades, configuró una situación de creciente desigualdad económica y social. El fácil y rápido acceso al endeudamiento permitió estimular la demanda interna. Paralelamente, el contexto internacional de alta tensión geopolítica y expansión de las guerras localizadas en distintas partes del mundo, estimuló la inversión en la producción de tecnología y de armamentos y el consiguiente crecimiento del endeudamiento.
Se configuró así una estructura de poder altamente concentrada y vinculada a la guerra que tuvo como contracara crecientes segmentos de la población con niveles de vida cada vez mas precarios y con un endeudamiento que ha llegado al limite de lo socialmente tolerable. La pandemia y su impacto sobre la economía han encerrado a la Reserva Federal en una trampa: necesita inyectar liquidez para salvar a los bancos y a las grandes corporaciones del default. Estas cambian deuda vieja por deuda nueva que derivan al pago de dividendos y a la compra de sus propias acciones replicando la especulación financiera desatada desde la crisis financiera de 2008. La estampida de los precios de las acciones contrasta con una recesión de la economía y con nueva expulsión de mano de obra producida este mes por las mismas empresas que se beneficiaron con la intervención de la Reserva Federal (bloomberg.com 5 6 2020). Existe así una enorme transferencia de recursos hacia un sector minoritario que concentra la mayor proporción de la tenencia de acciones. Esta situación, acelerada por la pandemia, ha desencadenado la explosión de una protesta social, que en pleno desarrollo, ya asume rasgos únicos.
Hacia la cooptación del disenso
Una de las primeras consecuencias de la explosión social de estos días reside en la revelación de disidencias políticas dentro de las Fuerzas Armadas y de las agencias de inteligencia en torno al apoyo a dar a la represión de la protesta social ordenada por Trump. Esto ha derivado finalmente en un distanciamiento de las autoridades militares de la política de Trump, fenómeno que se suma a un creciente distanciamiento de sectores poderosos del partido republicano.
En los últimos días han ocurrido nuevas manifestaciones de repudio a la política represiva de Trump, esta vez expresadas por más de 280 ex funcionarios de las agencias de inteligencia y de la Seguridad Nacional. Con una carta titulada “La Fuerza de los Militares Norteamericanos Apolíticos” han expresado su preocupación por el uso político hecho por Trump de los militares al convocarlos a reprimir la protesta social. Recuerdan además que “todo ciudadano tiene el derecho constitucional a expresarse libremente, aunque algunos se puedan sentir incomodos con sus ideas” (cnn.com 5.6 2020). Menos de una semana después de estos dichos el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Frank Milley, hizo un contundente mea culpa por haber acompañado a Trump hace unos días, para sacarse una foto con la biblia frente a una iglesia, luego de haber desalojado por la fuerza a los manifestantes que la rodeaban, Milley condenó el brutal asesinato del George Floyd, elogió a los pacíficos manifestantes que ejercían sus derechos, lo cual demostraría que la libertad está vigente, y dijo que haber estado allí fue un error porque "creó la percepción del involucramiento de los militares en la política interna”. (zerohedge.com 11 6 2020). "Quienes vestimos el uniforme de la patria y somos parte del pueblo debemos atenernos al principio del apoliticismo militar", dijo.
Otro indicio del progresivo aislamiento de Trump lo dio el comité del Senado a cargo de las cuestiones militares, liderado por los republicanos, votando a favor de una propuesta del Pentágono de eliminar de las bases militares a los nombres de Comandantes del Ejército Confederado durante la guerra civil. Esta propuesta había sido rechazada categóricamente por Trump (nytimes.com 12 6 2020).
Las manifestaciones populares continuaron esta semana en diversas ciudades exigiendo ahora grados de desinversión en los departamentos de Policía. Esta decisión fue adoptada por el Consejo Deliberante de Minneapolis mientras otras ciudades, incluyendo Nueva York, la licuaron anunciando recortes presupuestarios y otras medidas tendientes a controlar la violencia policial. Esto motivó la reacción contraria de los sindicatos de la policía, apoyados abiertamente por Trump. Paralelamente, Joe Biden, candidato del partido demócrata a la presidencia, rechazó la posibilidad de desmantelar a la policía y tanto el partido demócrata como el republicano han preparado sendos proyectos de ley con el objeto de reestructurar a las policías y volverlas susceptibles de mayor control (zerohedge.com 8 6 2020, npr.org 11 6 2020).
Trump ha quedado progresivamente aislado y encerrado en una retórica guerrera contra los manifestantes que contrasta con el intento de diversos sectores del establishment económico, político y militar y de la prensa liberal de encuadrar a la protesta social dentro de los limites del racismo. Pero las marchas son multirraciales y los destinatarios del enojo social no son solo los policías blancos, sino también las autoridades municipales, en su gran mayoría demócratas, que han avalado la discriminación racial en el ejercicio de la violencia policial. Luego de ocho años de gobierno de Obama, la situación económica y social y la represión racial no han desaparecido de las zonas urbanas y populares mayoritariamente controladas por el partido demócrata.
Así, las manifestaciones han trascendido la polarización entre republicanos y demócratas, y enfrentan a un sistema represivo encarnado en una policía militarizada y en la autoridad civil, mayoritariamente demócrata y afroamericana que impone políticas económicas y sociales que condenan a la juventud a una vida sin futuro. El objetivo de la protesta es según uno de sus dirigentes “minar tanto la autoridad de la dirigencia afroamericana como la de Trump… antes de que esto termine vamos a ver una alianza entre Trump y su gente y … el partido demócrata. Todos se van a alinear para aplastar esta protesta que amenaza la estructura de poder de estos dos partidos políticos”. La violencia y el saqueo de las grandes tiendas constituyen “la única forma de llamar la atención de una sociedad que nos ignora” (theintercept.com 4 6 2020).
Nudo gordiano y pestilencia del poder
Esta semana se potenciaron los contagios con Covid-19 y se hizo más patente la contradicción entre una estrategia que privilegia la vida y enfatiza la cuarentena, y otra que prefiere maximizar los negocios flexibilizando la cuarentena justo cuando el país entra en la fase mas peligrosa de la evolución de la pandemia. Más allá de la actitud conciliadora del gobierno de la ciudad frente al gobierno nacional, en la práctica sus acciones son coherentes con una oposición macrista que busca provocar el caos a cualquier precio.
El macrismo deja trascender la pestilencia de la impunidad de un poder acumulado durante varios años de control del gobierno de la Ciudad. Una impunidad que, entre otras cosas, ha permitido que este gobierno haya dejado sin agua a las villas más pobres ante el avance del coronavirus y continúe haciendo negocios privados a la luz del día con el precio y la cantidad de los alimentos que se distribuyen en los comedores escolares de la ciudad. Esta pestilencia también brota del refugio que ofrece en los estamentos municipales a ex funcionarios macristas muy comprometidos en las causas de espionaje ahora investigadas por la Justicia. No son sin embargo, los únicos que exudan las emanaciones tóxicas del poder y su total desprecio por la vida humana.
Este tufo también brota del rechazo generalizado de los grandes empresarios y de algunos dirigentes políticos a la intervención estatal de Vicentín y su posible expropiación anunciada esta semana por el Presidente. Lo que más les preocupa es que “la solución no es estatizar sino que los privados compitan entre sí. Mucho mas cuando se alude a controlar el mercado de granos y el mercado de cambios” (ámbito.com 12 6 2020). Esta critica apunta al corazón de la importancia estratégica de la expropiación de esta empresa. Ocurre que, más allá del defalco a las arcas del Estado a través de una deuda sideral con los bancos públicos, de la fuga de capitales, de la subfacturación de exportaciones y de la evasión de impuestos; y más allá de la corrupción política, del vaciamiento de la empresa y otras maniobras delictivas que la justicia investiga, el caso Vicentín abre una ventana a la estructura de poder que prevalece en la Argentina desde hace décadas y a su modo de funcionamiento.
Este nudo gordiano se caracteriza por el control monopólico y oligopólico de áreas claves de la industria, del campo y del comercio de exportación e importación. Estos sectores formadores de precios dependen tecnológica y financieramente de un puñado de grandes corporaciones multinacionales. Su control sobre la economía local les ha permitido controlar las políticas económicas de los distintos gobiernos, impulsando corridas cambiarias e inflación descontrolada para transferir recursos a su favor y repeler políticas que limitan sus intereses. Esos son los lazos de un nudo gordiano que aprieta al país, a través de una restricción permanente de divisas, a la que se suma ahora el mecanismo del endeudamiento ilimitado. La sobrefacturación de importaciones, subfacturación de exportaciones y fuga de capitales no fueron inauguradas por el gobierno de Macri. Han sido una constante a lo largo de décadas, llegando a vaciar la capacidad productiva del país y a arrojar a cerca de la mitad de la población en la pobreza y la desnutrición.
La expropiación de Vicentin no solo es acertada porque permitirá garantizar el empleo de miles de personas y el pago de lo adeudado a cientos de productores agropecuarios. Es además de importancia estratégica para incidir en la formación de precios de los alimentos y en su abastecimiento a la población. Permitirá introducir un cuño en las maniobras delictivas con las exportaciones y la liquidación real de divisas y será un paso de enorme importancia para lograr una integración de las cadenas de valor del campo y de la industria empezando así a poner limites a la dependencia tecnológica que por décadas y décadas ha chupado la sangre del país con total y absoluta impunidad a lo largo de todos los gobiernos sucedidos en democracia.
Esta decisión del gobierno nacional y el avance de las investigaciones judiciales sobre el espionaje macrista son cruciales para el futuro del país y ponen el foco político sobre el eje de la desestabilización política, que no está precisamente en una deuda externa insostenible y cada vez más cuestionable sino en las maniobras de la estructura de poder local con el objeto de reafirmar su control de la economía, vaciar de contenido a las promesas electorales, cooptar a los dirigentes y envenenar a sectores de la población con una campaña sistemática de odio y discriminación social y política hacia los sectores mas vulnerables.
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