¿Normalidad o discontinuidad ?
Logramos percibir dos grandes opciones: o se vuelve a la normalidad o se elige la discontinuidad
Hace meses que no hablamos de otra cosa. Algunos nos proponen inéditas perspectivas, no sólo, explican cómo será el mundo mañana.
Nosotros en cambio, pensamos que cada previsión confirma l0 impredecible de la historia humana y se revela como puro azar.
Estamos frente a una situación que no tiene parangón alguno. Tal vez este sea el punto fundamental: no existe una experiencia análoga en la historia de la humanidad. Estamos viviendo un momento que en muchos aspectos es único, y tal vez no sea necesario enumerar aquí lo que cada uno de nosotros singularmente experimenta en cada ángulo del planeta. Pero sí es necesario destacar que nunca la globalización se ha hecho más evidente y sentida como hoy.
La humanidad entera se encuentra frente a un monstruo invisible que no logra aún develar ni mucho menos contrarrestar.
La humanidad entera tiene una misma preocupación. Un tema único, las guerras y los conflictos han pasado a segundo plano, al menos aquí en Europa nos hemos olvidado de su existencia. La prensa, que busca siempre sacudirnos con novedades, se repite narrando como si fuera un mantra las mismas cosas que nosotros fascinados seguimos escuchando con atención. Tratamos de entender, quedamos a la espera de un dictamen unívoco de la ciencia que no llega.
La realidad nos dice que estamos frente a un cambio de época, una enormidad, diría una revolución axial, tal vez sólo comparable con aquélla que ha dado forma a la modernidad.
Se dice que «nada será como antes» pero no sabemos todavía qué significa. Estamos perdidos, mareados, confundidos y quisiéramos que todo esto termine o que todo vuelva a empezar.
Logramos percibir dos grandes opciones: o se vuelve a la normalidad o se elige la discontinuidad.
Volver a la normalidad significa elegir la continuidad de la inercia. Bajar los brazos y decir con resignación que ahora es demasiado tarde, la suerte está echada y no se puede detener. La humanidad procede guiada por la economía financiera hacia la destrucción del trabajo y del planeta.
Un suicidio inconsciente fruto de un sonambulismo cómplice.
Todos los países registran y prevén una vertiginosa caída de su producto bruto, proclaman que serán necesarios años para volver a lo que éramos. Habrá millones de desocupados porque muchas actividades no serán más lo que fueron. Un desastre planetario de la economía guiada por una ambición desmesurada de lucro.
La otra alternativa es aceptar la discontinuidad y preguntarnos el por qué de tanto desastre, tratar de entender cómo hemos hecho para confluir en este drama universal. Comprender qué fue lo que hicimos para gestar la muerte. Interrogarnos e indagar nuestra responsabilidad en este desequilibrio «natural».
Encontrar respuestas significa también empezar a delinear alternativas.
Hemos comprendido que nos debe interesar el estado de salud de todo el mundo, que la vida debe ocupar el primer lugar, antes de los negocios.
Decíamos que otro mundo era posible, luego dijimos que otro mundo era necesario, ahora decimos que es indispensable construir un mañana distinto. Se trata de detener la pasividad de la inercia.
Encontrar un compromiso global que sentencie la discontinuidad en cada ámbito, una construcción que involucre miles de millones de personas, sí porque esta vez somos miles de millones.
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