¡NO SE OLVIDEN DE LE PERA!

Los discos de Gardel y Le Pera ensayan de noche

 

Yo adivino el parpadeo

Mi abuelo era metalúrgico y tenía un patio. Ese patio se llevó mi infancia. Tipo raro mi abuelo, solía vivir en una nube de silencio solo interrumpida cuando se le daba por desenfundar el Winco para enyuntarse un rato con Gardel. Un día un oráculo se lo llevó. Del tango me enseñó dos cosas: que el sonido de la orquesta de Pugliese es igual al de un balancín en movimiento: rabioso, fabril, proletario. Y que Gardel más que cantor era mago; eso sí, varios de sus trucos –decía– le pertenecen a Alfredo Le Pera.

Sin embargo, una ración del género se ha empecinado en arrojar más de un veneno contra el poeta. Acusaciones: mal genio, peor guionista, autor de letras con historias y rimas esperables solo salvadas por la voz del morocho, y dueño de la bala que dormía en el cuerpo de éste desatando la tragedia de Medellín. Incluso Homero Manzi jugó al Guillermo Tell con su cabeza y de paso se tiró un lance: “El primer error de Gardel es su debilidad por Alfredo Le Pera. Me consta que aquel no se mueve si no es dentro de la trama que le prepara. Y como ya está probado que le prepara bodrios, exentos de interés argumental y de valor nacionalista, Gardel ya debió haber buscado otro pergeñador que le evite ridículos”.

¿Qué hizo Le Pera? Nada. O mejor dicho, todo. Inventarse una paleta, probar nuevos colores, trazos y a puro riesgo contribuir a la reinvención de Gardel. Su maestría –sin perder de vista el matiz de lo porteño– consistió en desalambrar todo ese repertorio engolado de lunfardismos, chicas de casas malas, fiolos y malandrines, ubicando al cantor estrella en torno a una letrística de cuño universal. Le Pera venía con el taco de billar endiablado, jugó a tres bandas: mercado local, Latinoamérica y España. Del resto se encargaría Gardel, solo era cuestión de pararse frente al micrófono, abrir la jaula de su boca, soltar los pájaros.

Así la cantó en 1934 en El tango en Broadway.

 

 

 

 

 

 

El paulista    

Le Pera nace el 8 de junio de 1900 en Cidade Jardim, San Pablo. Según su familia, a los dos años y medio conoce el cielo porteño. San Telmo y San Cristóbal serán sus barrios. Siendo adolescente destaca en notas teatrales de corte periodístico. Todo lo escribe bajo el ala del dramaturgo Vicente Martínez Cuitiño. Recala en las redacciones de Última Hora, El Telégrafo, El Mundo. Este último lo envía a Europa y los Estados Unidos. ¿Su función? Vaso comunicante entre la Argentina y el mercado cinematográfico extranjero. Le Pera –que manejaba idiomas– rápidamente se convierte en el traductor de los intertítulos de varios films, entre ellos: The Iron Mask de Allan Dwan y City Lights,  de Charles Chaplin. 1931 es su año bisagra: radica en Paris; se enyunta definitivamente con el Zorzal.

Entre 1932 y 1935, en pleno éxito, vendrán canciones, discos, reportajes, viajes, y guiones de películas: La casa es seria, Espérame, Melodía de arrabal, Cuesta abajo, El tango en Broadway, El día que me quieras, Tango Bar, Cazadores de estrellas. Las tres primeras filmadas en los estudios Paramount de Joinville, París. Cuando todo el tango se mira desde el ombligo parisino. Alfredo y Carlitos dan el salto a New York.

Es cierto, sus guiones son débiles pero voy a romper una lanza por Le Pera. En carta al crítico de cine Adolfo Avilés dirá de El día que me quieras “Después de aprobado el libro por Paramount, comenzó lo de siempre, la lucha con el director que no entiende el diálogo, y que falsea las situaciones deshumanizándolas o haciéndolas circenses. Es inútil llevar las cosas al extremo. Yo lo hice veinte veces hasta colocarme en una posición irascible, que tal vez no le haga mucho bien a mi futuro cinematográfico”.

Solo una catástrofe pudo detenerlo: el 24 de junio de 1935 un avión de palo se incendiaba bajo los cielos de Medellín.

 

 

Carta de Gardel a Le Pera, 1934. Archivo gardeliano.

 

 

 

 

Su respiración

En los últimos meses del año 1930 escribe junto a Discépolo el tango Carrillón de la Merced. De allí en adelante –como se ha dicho– toda su producción será para Gardel. Juntan treinta y cuatro piezas musicales, solo quince son tangos. Este abanico propició la universalidad de sus letras tocadas por el romanticismo tardío del poeta modernista Amado Nervo, con algo de Bécquer. El pulso de Nervo asoma en sus creaciones, incluso toma el título y los giros del famoso poema El día que me quieras del libro El arquero divino (1915).

El día que me quieras tendrá más luz que junio;

la noche que me quieras será de plenilunio,

con notas de Beethoven vibrando en cada rayo

sus inefables cosas,

y habrá juntas más rosas

que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas

irán por las laderas

saltando cristalinas

el día que me quieras (…) 

La respiración lepereana gira en torno al objeto perdido a partir de la frustración de amor y en la imposibilidad del regreso el signo del tiempo suelta su carta brava: “Es solo un fantasma del viejo pasado que ya no se puede resucitar”. El viaje, lo errabundo son otros de sus tópicos, de allí sus repetidas golondrinas, rutas, mares y barcos. La supuesta desprolijidad de su escritura se atribuye a la presión que ejercían sobre él las empresas cinematográficas obligándolo a trabajar con celeridad. Luego de leer estas frases, ¿usted piensa lo mismo? “Golondrina con fiebre en las alas”, “Mi corazón una mentira pide”, “Si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, “sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando”. Otrxs se ensañaron con la acentuación de las palabras, por caso, en Cuesta abajo y Volver. ¿Gardel, él o ambos proponen jugar a las esdrújulas con la palabra pasado? “con el pásado que añoro”, “con el pásado que vuelve”. ¿Dos veces acentuarla mal? Conclusión: lo buscaron, otra vez el martillazo a la matriz del tango, la irreverencia, el sello de agua.

 

 

 

 

En medio de la efervescencia popular la dupla amplía sus antenas, es turno de conquistar el mercado de habla inglesa. La runfla empresarial disponía de un cheque en blanco. ¿Vieron la veta en el fox-trot Rubias de New York que causó urticaria entre los tangueros? Díganme si no presagia la audacia provocadora de ese otro fox-trot de los hermanos Expósito “Tienes eso, eso, eso, que me tiene preso…” interpretado en los ’60 por los TNT.

Lxs dejo con el morocho en colores, machiruleando un poquito entre Betty, July, Mary, Peggy.

 

 

 

 

 

 

 

Salpicaduras lepereanas

Sus irradiaciones salpicaron a más de unx. Manuel Puig escribe una novela y la titula Boquitas pintadas (1966); Osvaldo Soriano No habrá más penas ni olvido (1978), ambas llevadas al cine. Roberto Cossa dirigió la obra teatral Vendrán caras extrañas, el poeta Alberto Szpunberg publica Luces que a lo lejos (2008). La calle lo volvió anónimo en sus expresiones “se me pianta un lagrimón”, “siempre se vuelve al primer amor”, “es un soplo la vida”, “veinte años no es nada”. Joaquín Sabina escribe Con la frente marchita (1990). El turf se promociona bajo el slogan Por una cabeza, más un sinfín de versiones en voces y agrupaciones que van de Caetano Veloso a José Carreras, de Chavela Vargas al Cigala, de Luis Miguel a Los Pericos.

 

 

 

 

Chavela Vargas y Lucho Baigo interpretan Sus ojos se cerraron (1995)

 

 

 

 

Medellín y el misterio

Cuentan que en un estado cercano al nervioso y la fiebre dormía de día y trabajaba de noche como si la muerte le comiera los talones. Cuando llegó el 24 de junio, tenía treinta y cinco años. La luminiscencia de Gardel todo lo ensombrece y Alfredo no fue la excepción. Sucedió lo mismo con los guitarristas: Guillermo Barbieri (muere en el accidente), Ángel Riverol (muere dos días después), Aguilar (el único que sobrevivió).

Nosotrxs, que respiramos por fuera de los discos de la dupla, sabemos que el Zorzal cada día canta mejor. ¿Y Le Pera no escribe cada día mejor? ¿Y los guitarristas? Ah, para ellos también el aplauso cerrado. ¿O usted no se dio cuenta de que los discos de Gardel y Le Pera ensayan de noche?

¡Hasta la Victrola Siempre!

 

 

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