MODELO PARA DESARMAR

El presupuesto consagra transferir gratis al exterior el excedente argentino

 

La ley del presupuesto es la ley del presupuesto y sus circunstancias. Como ucase votado a libro cerrado, cuantifica en tono de fantasía la endemia de la crisis muy real que venimos atravesando. La meta es saldar la crisis consolidando la malaria a como dé lugar. El mecanismo es indexar los ingresos por la inflación proyectada y los gastos por debajo, al arbitrio de la decisión política. El cuadro se delinea a trazo grueso, al considerar que la proyección presupuestaria de la inflación es del 35% y las partidas presupuestarias aumentan nominalmente no más del 30% y en el mejor de los casos. Así el gobierno intenta dar mucho menos para muchos más. La excepción: los intereses de la deuda pública. Ahí la fórmula se invierte: mucho más para muchos menos.

La aritmética presupuestaria deviene en la expresión por antonomasia del cinismo blindado del gatomacrismo. No sin mella. Ocurre que entre las circunstancias, la propia del recorrido de los votos del trámite legislativo en los tres presupuestos anuales también da fe del creciente deterioro político del gobierno. El presupuesto 2017, recibió 177 votos a favor, 58 en contra y 4 abstenciones. En las elecciones de 2017 la coalición Cambiemos abultó su dotación en la cámara baja con 19 diputados. Sin embargo, el presupuesto 2018 receptó 165 votos a favor, 64 en contra y 1 abstención. Ahora, el de 2019, cosechó 138 votos a favor, 103 en contra y 8 abstenciones. Al descalabro político, se agrega para zamarrearlo aún más, que la represión va adquiriendo dinámica propia, al punto que hasta los más ignotos miembros de la coalición gobernante se sienten obligados a justificar lo injustificable.

Los avatares en torno a la sanción legislativa del presupuesto nacional son una manifestación de primera importancia del extravío estratégico del gatomacrismo y afines para conducir los destinos del país, en medio de la crisis que avanza al ritmo de su propia lógica, supervisada por el FMI a recorte de gasto limpio. La factura contrahecha del presupuesto y en lo que le toca, que no es poco porque alcanza al 40% del producto bruto, galvaniza el objetivo de la reacción de bajar el ingreso de los argentinos. Nada puede ir más en contra del interés nacional, y la mano se pone mucho más espesa en la coyuntura mundial signada por el creciente proteccionismo norteamericano.

 

El sueño americano

El próximo martes 6 de noviembre los norteamericanos son llamados a las urnas en las elecciones de mitad de término para renovar el congreso. Donald Trump, como todo Presidente, busca revalidar su mandato que tiene un eje mayúsculo en la política proteccionista que impulsa. Esa política tiene tan malhumoradas a las grandes corporaciones como bien predispuestas a las empresas de menor tamaño. Eso se infiere de los índices privados y públicos que relevan el estado de ánimo empresario y sus expectativas. Las grandes están perdiendo el negocio de producir a costos periféricos y vender a precios de países centrales en esos mismos territorios, los únicos con el volumen de demanda solvente adecuado. En cambio, las pymes comienzan a recibir los beneficios de ser contabilizadas, con sólida rentabilidad, en el costo norteamericano.

Como todo ajuste de este tipo, no va a ser sin corcoveos. A todo esto, los mercados financieros globales, entripados por la posible desaceleración de China, el conjunto de tensiones geopolíticas y el alza de la tasa de interés confluyen a una intermitente performance. El último viernes de octubre el más comprensivo índice bursátil de Wall Street, el S&P 500, cayó 1,7%, sumando para todo el mes un declive del 8,8%. Si no se revierte en los últimos días hábiles que quedan de octubre, resultará en el peor desempeño mensual del S&P 500 desde febrero de 2009. Los análisis consignan que los mercados parecen estar acusando el golpe de empezar a vivir sin la ayuda de los bancos centrales. El comportamiento sintetiza el temor de que estalle el conjunto de burbujas que se vienen incubando desde hace una década.

Por contraste, los mercados financieros norteamericanos donde se opera a futuro están mostrando otra imagen. Los precios pactados sugieren que están previendo un crecimiento de la actividad económica sostenido y tirado por la locomotora norteamericana. Están reflejando una notable consolidación del crecimiento de la economía norteamericana. El crecimiento anualizado del tercer trimestre fue de 3,5%. Si bien por debajo del correspondiente al segundo trimestre del 4,2%, considerando los antecedentes inmediatos y mediatos, estos números hablan de solidez. Lo que viene causando este crecimiento es el aumento del consumo y el gasto público. Dentro del gasto público los análisis relacionados, con cierto espíritu impresionista, hacen hincapié en el impacto del gasto militar, el más alto registrado en tiempos de paz.

Pero es muy apocada su incidencia con respecto al consumo, puesto que este explica dos tercios del producto bruto norteamericano y el gasto de defensa unos cuatro puntos. El alza del consumo se debe a la política proteccionista. Se retomaron producciones que se habían abandonado a manos de la baratura china y otras tantas por el estilo. Los precios más altos que sobrevinieron por los mayores costos norteamericanos pusieron en marcha las demandas por más salarios. Las presiones inflacionarias, en extremo módicas en comparación a los estándares argentinos, lejos de significar un problema prueban que America First está haciendo su trabajo.

 

Pega primero, pega dos veces

Si los salarios nacionales estuvieran estancados o creciendo a menor ritmo que los norteamericanos, el aumento de los salarios nominales norteamericanos bajaría el ingreso real de los trabajadores argentinos. Encima, por decisión del gobierno los salarios reales argentinos están bajando. Peor, entonces. ¿Cómo se puede decir que mediante la obtención de aumentos en sus salarios monetarios, los trabajadores norteamericanos explotan o comparten la explotación de los trabajadores argentinos? Hay que tener presente y distinguir que los salarios monetarios argentinos no se ven afectados por las variaciones de los salarios monetarios norteamericanos. La fijación de ambos, que es política, es independiente entre sí.

No obstante, los ingresos reales de los trabajadores argentinos se ven significativamente afectados por los aumentos monetarios de los salarios norteamericanos, debido a las alzas resultantes en el precio de los productos importados por la Argentina desde los Estados Unidos. Esa percusión opera en la medida en que tales productos son parte del consumo nacional, ya sea directamente en la forma de bienes o indirectamente como materias primas de otros bienes de consumo producidos en el país. Exportamos barato por nuestros salarios baratos y compramos caro por sus salarios caros. El excedente (grosso modo definido: producto bruto menos salarios) argentino es así como se va al exterior sin ser remunerado; gratis.

Esta transferencia sin contrapartida es una de las claves del funcionamiento de la relación de intercambio desigual centro-periferia en la economía internacional. Ocurre que en todo momento, el total de ingresos del mundo, que es la suma de los salarios y beneficios mundiales, es una magnitud dada. De ello se desprende que cualquier variación de los salarios en un país determinado, en este caso los Estados Unidos, conduce a una variación idéntica en el total mundial de los salarios. La situación implica una variación opuesta en la suma total de los beneficios mundiales y, por tanto, en los beneficios de los norteamericanos. Sin embargo, esta variación de los beneficios se extiende a todos los países y es sólo una parte la que afecta al producto bruto de los Estados Unidos. En cambio, la variación equivalente pero opuesta de los salarios repercute en su totalidad solo en el territorio norteamericano. Eso determina que aunque haya menos tasa de ganancia a escala mundial, como las ventas crecen por efectos de los mayores salarios estadounidenses, la masa de ganancias a disposición de los empresarios norteamericanos crece. El capital fluye a los Estados Unidos desde el resto del mundo. Y fluye doblemente, porque emiten la moneda mundial y manejan la tasa de interés global.

 

La IDEA fija

Si el presupuesto y la nave madre del nuevo acuerdo con el FMI que le da razón de ser, estropean las cosas mucho más de lo estropeadas que ya están, las actitudes de los sectores empresarios no le van a la zaga. En el reciente coloquio de IDEA en Mar del Plata, que reúne a los directivos y cuerpo gerencial de las principales empresas del país, no se les ocurrió mejor idea que reclamar, en nombre de la competitividad, que se avance en la flexibilización laboral.

Se entiende por qué. Más se aproxima el punto que es considerado como el mínimo vital, mejor es la resistencia de la clase trabajadora y más fuerte el respaldo de los otros estratos sociales, mientras que la oposición de los empleadores disminuye. Por el contrario, cuanto más se aleja de este mismo mínimo vital, menos eficiente se muestra la acción sindical de los trabajadores, mientras que la resistencia de los empresarios se endurece más y más.

Que esto sea quizás uno de los pocos puntos de acuerdo en medio de las importantes y marcadas contradicciones que se observan en los sectores empresarios, ya casi sin distingos perjudicados por esta política: habla a las claras de que la intermediación política del movimiento nacional con estos sectores o bien es nula o bien es muy deficiente. No es una tarea política menor, más bien lo contrario, atender esta demanda de la transición.

El salario como precio de la fuerza laboral no es justamente un precio como los otros precios. Representando la parte de los ingresos nacionales que correspondan a la clase trabajadora, no es sólo el precio de una mercancía, sino al mismo tiempo, el elemento constitutivo necesario y suficiente de distribución, siendo el ingreso de los no-asalariados un residuo. En tanto que tal, se fija de manera extra-económica, política, por lo tanto exógena.

Es responsabilidad del gobierno que tome a su cargo la salida de la crisis como precondición de la misma, fijar los salarios al alza. La intermediación política eficaz con los empresarios –hoy objetivamente desatendida— hará que esto suceda con el menor costo y la mayor rentabilidad política. Se constituye de esta manera uno de los principales elementos, sino por lejos el principal, de las luchas políticas dentro del sistema económico en que vivimos. No hay otra alternativa para que la democracia se vuelva más interesante de lo que ya es, que se obture la punción del excedente vertida al exterior sin contrapartida y se despeje la ruta hacia la acumulación acelerada.

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