MIRAR Y ATENDER
La Fundación Bunge & Born quiere que miremos a la Argentina entre los países con más muertos por habitante
Mirar con atención
El 17 de noviembre leía una columna de Apoorva Mandavilli titulada Immunity to the Coronavirus May Last Years, en el New York Times, cuando me encontré en medio del texto con un anuncio sorprendente: bajo el título global "¿En qué países murieron más personas por Covid-19?" se desplegaba en español un análisis estadístico comparativo de la Argentina con el resto del mundo, para concluir señalando que nuestro país ocupaba el cuarto lugar mundial en el número de muertos cada millón de habitantes. Creo que mi sorpresa como lector fue encontrarme en un periódico de referencia internacional con un anuncio que, aunque sugería información comparativa sobre la gravedad de la mortalidad por la pandemia en el mundo, en realidad se enfocaba en la Argentina.
El informe en cuestión había sido elaborado por el proyecto Decodificar de la Fundación Bunge & Born y, aunque ahora actualizado, ya había sido difundido el 25 de agosto en el sitio de esa iniciativa. Decodificar se anuncia allí como un espacio para que todos tengamos herramientas que nos ayuden a interpretar la realidad y entender lo que pasa a nuestro alrededor, porque, aunque rodeados de gráficos, números y comparaciones, y con acceso a tanta información y opiniones, de lo que se trata es de saber a qué le tenemos que prestar atención y cómo elegir qué mirar.
En este caso, dicen, "para comparar entre distintos países, nos conviene ver cuántas personas fallecidas hay en relación al tamaño de su población.(...) Por ello, uno de los indicadores que usamos es el de muertes por millón de habitantes". Este es el foco del tema desarrollado —mayor mortalidad por país—, aunque al final, al pie, se lee que hay otras comparaciones posibles como etapas similares de la pandemia, densidad habitacional, condiciones sanitarias, edad de la población, riqueza del país, etc. Pero el foco de atención en la interpretación de la mortalidad ya estaba dado.
La pregunta que me hice entonces fue: ¿cómo se explica el encontrar un informe sobre el Covid-19 en la Argentina en modo de anuncio global en un periódico que entre sus 130 millones de lectores mensuales sólo debe tener a un modesto número de argentinos? La respuesta, para este y otros casos, la da Google al decir que usan nuestros datos, en base a la similitud con los grupos de usuarios a los que el anunciante quiere llegar, para mostrar anuncios personalizados que les ayudan a financiar sus servicios: "Con algunos tipos de anuncios, los anunciantes nos pagan únicamente por su emplazamiento (...), con otros tipos, nos pagan en función del rendimiento de los anuncios".
Se deduce que como yo mostré interés en la columna de Mandavilli, y seguramente en otras sobre Covid que haya identificado el artefacto de inteligencia artificial más potente que hay, que es Google, fui merecedor del personalizado anuncio. Pero, ¿por qué y para qué pagaría la Fundación Bunge & Born ese anuncio? Si atendemos a lo dicho por Decodificar sería para saber:
- ¿A qué le tengo que prestar atención?, y
- ¿Cómo elijo qué mirar?
Si es así, entonces queda claro: debo mirar y prestar atención a que la Argentina está en cuarto lugar entre todos los países del mundo en el número de muertos por millón de habitantes.
A los toros de lidia, en el tercio de varas de la corrida, se les hunde una lanza en los músculos del cuello para obligarlos a que no levanten la cabeza y así mirando al ras de la arena no se distraigan del capote que les ofrece el torero para hacer una buena faena. Pero la mirada en el vivir humano es muy distinta. Veamos.
Cancelar
Varios medios han informado sobre el dato más significativo del informe del proyecto Decodificar. El 19 de octubre, La Nación señalaba bajo el título "Coronavirus: la Argentina es el país con más muertos diarios por millón de habitantes", que el nuestro es "el país con mayor número de muertes diarias por millón de habitantes con alrededor de ocho" y que se podían "establecer comparaciones para analizar la efectividad de las medidas sanitarias". Aunque la nota no lo decía, un país europeo, Francia, el 1° de abril contaba alrededor de 8 muertos por millón, al día siguiente 20, y el 17 de noviembre 18.5.
El 13 de noviembre otra nota con el título: "Covid-19. Muertos por millón: ¿por qué la Argentina está cuarta en el mundo?" trataba el tema con el que Decodificar daba respuesta a las preguntas: ¿a qué le tengo que prestar atención? y ¿cómo elijo qué mirar? Esa nota afirmaba que "estos resultados son difíciles de explicar si se tiene en cuenta que incluso naciones que optaron por no restringir las actividades y la movilidad (o hacerlo en pequeñas dosis) hoy presentan menor mortalidad".
Nada se decía entonces del mayor ejemplo de no restringir las actividades y la movilidad, que fue Suecia, admirado inicialmente por su diferencia con los controles estrictos de Dinamarca y Noruega, pero que hoy con sus 634 muertos por millón se ha visto obligado a cambiar su estrategia. Este lunes, el primer ministro sueco Stefan Lofven dijo que la "nueva norma" eran restricciones más estrictas durante al menos cuatro semanas: “No vayas al gimnasio. No vayas a la biblioteca. No tengas cenas. No hagas fiestas. Cancelar”. Tres días antes, una nota de La Nación había tenido como título: "Coronavirus: Suecia se muestra desafiante y confía en su estrategia voluntaria pese a la suba de casos". Mientras tanto, Dinamarca tiene ahora 128 muertos por millón de habitantes y Noruega 244.
Argentina vs Brasil
El dato del cuarto lugar de la Argentina en número de muertos por millón ha sido contrastado por varios medios de comunicación con el lugar inmediatamente inferior de Brasil, considerando el escaso control de las políticas promovidas por Bolsonaro (naciones que optaron por no restringir las actividades y la movilidad) frente a las medidas de control más estrictas (“la cuarentena más larga del mundo”) establecidas por el gobierno argentino y que no habrían evitado su fracaso.
Hay que recordar que desde el inicio de la pandemia hasta el 1° de julio el número de muertos diarios en la Argentina no superó los 50. Fueron 4 meses de curva aplanada como se había propuesto el gobierno. El 20 de julio se superaron los 100 muertos diarios, el 18 de agosto los 200, el 17 de septiembre los 300, cuatro días después los 400, y el 9 de octubre los 500 (el pico) para después comenzar a bajar. La escalada se dio en tres meses epidemiológicamente muy duros, como sucede ahora con el rebrote del Hemisferio Norte. Y el incumplimiento de las medidas preventivas fue creciendo en la sociedad debido a un comprensible cansancio que a la vez fue agitado por algunas personas desatinadas. El aumento en el número de muertes se debió al aumento en el número de contagios y no al fracaso del sistema de salud. Pero el AMBA no logró aplastar el número de contagios y ese foco impactó en todo el país.
No hay ninguna dificultad en explicar la diferencia de resultados de salud pública entre las políticas más restrictivas en cuanto a aislamiento y distanciamiento (Argentina), y las políticas con escasas medidas de control (Brasil). Basta con entrar al "Rastreador de respuesta del gobierno al coronavirus", de la Escuela de Gobierno Blavatnik de Oxford , que considera 18 indicadores con datos de más de 180 países.
En ese rastreador es posible analizar comparativamente, por ejemplo, a cada estado del país con mayor número de infectados, los Estados Unidos, con un puntaje de 0 (más débiles) a 100 (más fuertes) en sus medidas políticas desde marzo. Hoy, los estados más restrictivos (vg. Nueva York, California, Massachusetts o New Island) registran muchos menos proporción de nuevos casos que los estados con menos controles (p.ej. Dakota del Norte, Nebraska, Wisconsin o Indiana).
Esta fuente, considerando a las medidas políticas de salud pública en esa escala, muestra la evolución de las curvas de esas medidas según su puntuación y su relación con la curva de muertos desde el inicio de la pandemia hasta hoy en cada país. En Brasil, hasta el 1° de mayo ambas curvas crecían en paralelo, con la de muertos por debajo. Pero a partir de entonces los controles se estancaron en un puntaje cercano a 65 y la curva de muertos pasó a estar cada vez más arriba de ella.
El 5 de junio, cuando Brasil había superado las 35.000 muertes, el Ministerio de Salud retiró el sitio web con las estadísticas de la pandemia en ese país, y cuando al día siguiente la página volvió a estar activa, se habían omitido los datos históricos dejando fuera a los infectados y muertos hasta entonces. Gilmar Mendes, juez de la Corte Suprema, consideró entonces a "la manipulación de estadísticas del gobierno (como) una táctica de regímenes totalitarios”, y concluyó que el “truco no absolverá al gobierno de un eventual genocidio”.
En la Argentina, en cambio, la distancia entre las medidas políticas que desde marzo y abril superaron un puntaje de 80, y el número de muertos, siempre fue considerablemente más grande, aunque de todos modos y mes a mes esa brecha se fue reduciendo. El impacto de las medidas para frenar el aumento de muertos en la Argentina fue perdiendo efectividad aunque manteniéndose siempre en una curva superior.
Por eso queda claro que toda asociación que quiera hacerse entre el cuarto lugar en el número de muertos por millón de habitantes con un hipotético fracaso de las medidas políticas de aislamiento y distanciamiento para la salud pública que se tomaron en la Argentina, es una asociación falsa. En todo caso lo que corresponde es ir a buscar una explicación sobre ese cuarto lugar, que es un reflejo cierto de los datos que hoy disponemos, en otro tipo de interpretaciones. Y queda claro también que los datos de Brasil, por su probada manipulación, son aún menos creíbles que los datos imprecisos de cualquier país en el mundo.
¿A qué tengo que prestar atención?
Si tomamos la tabla de los doce países con mayor número de muertos por millón de habitantes (tasa de mortalidad) en la que la Argentina se ubicaba en cuarto lugar el 16 de noviembre, y consideramos otras variables como población total, número de casos positivos, porcentaje de la población total infectada, número de muertos por Covid y tasa de letalidad, el ordenamiento de los doce países se reformula en cada una de ellas y la interpretación se hace más compleja.
Para empezar, nadie sabe, con un margen razonable de error, cuál es el número total de infectados por coronavirus en un país cualquiera o en el mundo. Y tampoco cuál es el número total de muertos por Covid-19. Y al decir nadie nos referimos a ninguna persona o institución en ningún lugar. No es por ocultamiento y manipulación, como en el caso de Brasil, o por abandono sanitario como se ha visto en varios países y se ha acusado a México, sino por imprecisiones y sesgos de los sistemas estadísticos.
Las cifras que disponemos, originadas en fuentes como los ministerios de Salud, son aproximadas y varían según el criterio adoptado para medir. España no cuenta a los muertos en domicilio. Bélgica aparece en el primer lugar del porcentaje de población infectada y en el segundo de muertos por millón, pero a diferencia de otros países considera muertes por Covid a toda muerte sospechosa incluyendo a geriátricos.
Hace una semana, el Reino Unido informó oficialmente que su número total de muertos ascendía a 50.365, incluyendo a quienes murieron por sintomatología Covid dentro de los 28 días de una prueba positiva. Sin embargo, con base en la Oficina de Estadísticas Nacionales, y otros registros estadísticos de Escocia e Irlanda del Norte, esa cifra se estimaba en 70.000. En Brasil, Perú, Bolivia y Ecuador se encontró que al comparar la mortalidad por exceso con el número de muertos por Covid, estos eran mucho menos. Y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) estimó que a nivel global el número de infectados es 12 veces mayor y el número de muertos un 50% más alto.
Los números hoy son provisorios porque estamos en pleno desarrollo. Ahora mismo el Hemisferio Sur está yendo hacia el verano mientras el Hemisferio Norte avanza hacia el invierno y quedó claro el descenso que hubo en éste durante los recientes meses pasados. No disponemos ahora de un instrumento que sea capaz de reducir todos los sesgos e insuficiencias de la información sobre la pandemia. Cuando esta finalice, un profundo trabajo de investigación que requerirá de mucho tiempo, será necesario para ajustar los resultados a estimaciones más consistentes. Mientras tanto, podemos levantar la mirada sin tener miedo a distraernos.
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