Milagro como síntoma
El delicado estado de salud de la dirigente y del Poder Judicial jujeño
Alejandro “Coco” Garfagnini es contundente: “Si Morales logra mandarla a Milagro de vuelta al penal, la mata”. Lo dice luego de haber recibido el informe de los peritos que viajaron a Jujuy en representación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. La licenciada en Psicología Adriana Taboada y el médico clínico Fernando Rossi comunicaron que Milagro Sala se encuentra en un estado muy delicado. Tiene un coágulo de tamaño considerable en la pierna izquierda, que la obligará a atravesar un tratamiento con anticoagulantes durante un período que puede oscilar –en principio– entre los seis meses y el año. La psicóloga también ha expresado que su cuadro es complejo a nivel emocional, y sería extraño que no lo sea. ¿Quién podría estar bien luego de siete años de prisión sin el debido proceso?
Este panorama acuciante motivó el pasado jueves una multitudinaria marcha del Frente Milagro Sala al Congreso para exigir la intervención del Poder Judicial jujeño. “Coco” declaró estar sorprendido por la cantidad de gente que acudió a manifestarse y que este tipo de hecho político era importante para sostener el reclamo de justicia. Dijo, además, que ese día a las 12,30 del mediodía tuvieron una reunión en la que se encontraban la senadora nacional Juliana Di Tullio; Daniel “El Tano” Catalano, secretario general de ATE Capital; el co-presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Eduardo Tavani; y el diácono Ricardo Carrizo del Grupo de Curas en Opción por los Pobres. El tema central del encuentro fue que el proyecto de ley presentado por el Frente de Todos para la intervención del Poder Judicial jujeño ha perdido estado parlamentario. La respuesta fue la promesa de que volverá a ser discutido a partir del inicio de las sesiones legislativas en agosto.
Que el Poder Legislativo haya creado un proyecto de ley para intervenir el Poder Judicial de Jujuy da cuenta de que en dicha provincia se vive una situación verdaderamente anómala. Los 16 allanamientos de esta semana así lo demuestran. Efectivos de la Policía provincial ingresaron el pasado miércoles en domicilios de dirigentes y sedes de organizaciones sociales, en cumplimiento de una medida judicial ordenada por el juez de Control Rodolfo Fernández a solicitud del fiscal Diego Funes. Las organizaciones denuncian que esto ocurre en el marco de la persecución política. Algo interesante a resaltar es que en este caso el hostigamiento no ha tenido a la Tupac como único blanco, sino a movimientos sociales diversos, incluso a aquellos que exponen claras diferencias con la organización liderada por Sala.
Coco Garfagnini, referente de la Tupac.#LibertadAMilagroSala pic.twitter.com/Puxe9T29Pu
— Radio Gráfica (@radiografica893) July 7, 2022
Qué no le perdonan a la Tupac
En octubre de 2009, La Nación titulaba: “El increíble Estado paralelo que levanta Milagro Sala”. Siete años antes de que llegara la prisión, ya estaba en funcionamiento la estrategia comunicacional para horadar su nombre y construir el clima propicio para que la Justicia avanzara, no como un órgano que busca ecuanimidad, sino como una corporación. En uno de sus primeros párrafos, la nota enumeraba: “1.800 viviendas para 10.000 habitantes, una fábrica de bloques, caños y adoquines, un taller textil, otro metalúrgico, un hospital, un estadio de fútbol, dos escuelas con un plan de estudios especial y un supermercado propio. Todo tiene el mismo nombre: Tupac Amaru. En un mes abrirá un parque acuático, con una pileta de 120 metros de largo. Se dedicará después por el siguiente objetivo: un shopping”. Que la construcción de obras y la generación de trabajo fueran un problema digno de ser denunciado en un medio hace pensar dónde radicaba el verdadero conflicto. Puede que la lucidez de Arturo Jauretche traiga algo de luz sobre este asunto: “La multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor”.
El Cohete habló con Rosario Dassen, socióloga y secretaria académica del Instituto Superior Tupac Amaru en el período 2014-2016. Ella reflexiona acerca de lo que logró la Tupac en términos de salud, pero no sólo desde la perspectiva del acceso concreto a ambulancias, medicamentos y profesionales, sino también del cambio de paradigma en la forma de atender a los pacientes. Dassen señala que en Jujuy se experimentan, a diario, fuertes violencias ligadas al racismo y a la cuestión de clase. También explica que uno de los ejes centrales de la medicina propagada por la Tupac era tratar bien a los pacientes, humanizarlos, salir de la lógica del desprecio y la exclusión que caracterizaba la salud pública provincial de ese entonces.
La propia nota de La Nación lo decía sin vueltas: “(Milagro) da respuesta en cuestión de horas a necesidades que a cualquier gobierno le costaría meses atender”. Valga agregar que a cualquier gobierno le costaría meses resolver determinadas cuestiones, sólo en caso de que exista la voluntad política de hacerlo. Si la misma no está, no hay tiempo que alcance. Y de hecho, la propia Milagro era citada en el texto dando cuenta del mismo eje: “Si el Estado fuera eficiente, nosotros no existiríamos”. Dassen, consultada sobre este aspecto, esgrimía lo siguiente: “Lo que sí es un Estado paralelo, por ejemplo, es Ledesma. Ledesma es una empresa privada que maneja la policía territorialmente. O Mina El Aguilar, donde para entrar a la mina desde la ruta tenés que dejar anotado quién sos, y es un espacio público. Utilizan fuerzas como la Gendarmería de manera privada. Eso es un Estado paralelo, realmente”.
El enojo con los propios
Garfagnini se refiere a su sentir por estos días y define el caso de Milagro como la síntesis de la hipocresía de quienes se dedican a la política en la Argentina. Dice que está cansado de ver a compañeros que se sacan la foto con la carita de cartón, pero que después no hacen nada concreto: “‘¿Qué querés que haga, ‘Coco’?’, me dicen. ‘¿Y a mí me lo preguntás? No sé, yo soy ‘Coco’, el gordo de la Tupac, vos sos el que está en el Estado, el que ocupa un cargo, el legislador, vos decime cómo hacemos’. Y lo peor es que si hablamos con los compañeros y les acercamos ideas sobre cómo hacer, tampoco las hacen”. Señala que no está seguro de que la totalidad del Frente de Todos vaya a acompañar el proyecto para la intervención del Poder Judicial jujeño. Y apunta que lo que se cruza ahí es el litio, los intereses, las internas. “Mirá, yo soy peronista de pibe, y a mí lo que me enseñaron es que con la sangre y la cárcel de los compañeros no se negocia nada. Jujuy recibe más recursos que Santa Cruz. ¿Por qué? Porque a Morales lo quieren dejar crecer para que haga interna en Cambiemos, dicen que les conviene. Para mí hay cosas que no se negocian”. Nada que esta cronista pueda agregar será más claro que este pensamiento descarnado. Pero una imagen aparece clara: el estado de salud de Milagro, endeble, delicado, frágil, pareciera ser un espejo de la salud del Poder Judicial, que está enfermo, dañado por dentro, y con su insalubridad todo lo contamina. Porque ese es el chiste de una República, donde si falla un Poder, se afectan los tres.
Metáforas de antaño
Ayer fue 9 de julio, Día de la Independencia. Independencia que está intrínsecamente anudada a la idea de libertad: se es independiente en tanto se es libre del yugo español. Celebrar en este momento de la Argentina, donde hay presos y presas a quienes no se les ha garantizado el debido proceso, es tratar de olvidar –al menos, durante un rato– que aquí no rige el Estado de Derecho. Y más aún. Tupac Amaru, quien le diera nombre a la organización que estas personas lideran, fue descuartizado en 1781 por el imperio español. Primero ataron su cuerpo a cuatro caballos para intentar desmembrarlo y, tras fracasar, lo descuartizaron. Pareciera que ahí yace una metáfora. Primero el Reino de España mató a este líder de la forma más cruel y, siglos después, en la Argentina ya descolonizada, una organización social toma su nombre, su legado, y termina siendo desmembrada, desarmada, atomizada, ya no por quien entonces fuera el enemigo, sino por el propio Estado. Bregar en una Nación por el buen funcionamiento de la Justicia no es cuestión de una facción, o no debería serlo.
Tan solo por poner un ejemplo, son las familias de las propias víctimas del terrorismo de Estado quienes han impulsado que a los genocidas se los juzgue con todas las garantías. No se trata de cuán grave haya sido el crimen. Se trata de cimentar de una buena vez y para siempre un Poder Judicial a la altura del siglo XXI. Que nadie se confunda: que dicho poder demande una transformación no es un imperativo de los últimos diez años. En 1930, el primer golpe de Estado de la historia moderna de este país pudo asentarse y constituir legitimidad gracias a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que le dio nombre. Lo acuñó “gobierno de facto” y ahí vino la catarata golpista. Décadas después, en una maniobra vil e insensata, la misma Corte dictó una Ley de Acefalía para quitar a Arturo Frondizi de en medio y poner a José María Guido, que iba a responder a las Fuerzas Armadas. Pero este poder nunca se ha tocado. Es hora.
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