¿Se puede recuperar la renta (medida en datos con valor de mercado) que los ciudadanos generamos en internet? La base del negocio millonario de la economía de plataformas, incluidos los gigantes Google, Facebook, Apple, Microsoft y Netflix, son esos datos. Los que producimos al postear y compartir mensajes, fotos y videos. Y también las huellas digitales que dejamos incluso cuando dormimos.
“No entregues tus datos gratis. Obtén un beneficio”, azuzan los creadores de Wibson, una start up que está a punto de salir al mercado.
La compañía creada por egresados de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (mentores también de Grandata, radicada en Estados Unidos) desarrolló un “mercado descentralizado de datos” basado en la tecnología blockchain.
En pocas palabras parecieran querer decir: las grandes corporaciones se apropian de los datos que generás online para hacer billones. En vez de cederlos gratis, monetizalos voluntariamente a través de nuestra plataforma.
Wibson conecta a empresas que desean usar flujos de datos cedidos por los usuarios que se agreguen a su plataforma.
El tema prendió. En un mes, la plataforma agregó 5.000 “vendedores de datos”. Es decir, “oferentes” a los que les pagan en “wibs”, una moneda provisoria que luego podrá cambiarse por bitcoins.
Así lo explicó el CEO de la empresa, Mat Travisano, la semana pasada en la conferencia C20 sobre criptomonedas (monedas virtuales) que reunió en Buenos Aires a los principales especialistas de América Latina en esta tecnología. “La propiedad de los datos debería ser un Derecho Humano” es el mantra de Travisano.
Curiosamente el emprendimiento atrajo inversiones de DGG Capital, Kenetic Capital y el brazo de inversión de Telefónica, Wayra, actores no necesariamente movidos por una pulsión filantrópica.
Algunos analistas adjudican este interés al escándalo de Cambridge Analytica/Facebook (ver Un Tiburón Ganando Elecciones) que alertó a las corporaciones sobre los riesgos de jugar siempre fuera de la ley.
Big Big Data
La organización automatizada y algorítmica de la totalidad de la vida es la columna central de esta etapa del capitalismo. La mercantilización de cada resquicio se hace posible a partir de una estructura tecnológica cada vez más sofisticada. Un sistema saturado de sensores que modifica la economía política y la comprensión misma de la categoría de trabajo.
“Podemos estudiar comportamientos sociales de individuos, díadas, pequeños o grandes grupos. Pasamos de contar cosas a analizar grandes redes”, explicó en Flacso Carlos Diuk, experto argentino que se desempeña en el área de Ciencias Sociales Computacionales de Facebook.
Para Ángel Luis Lara de la Universidad Complutense de Madrid, una asimetría estructural entre usuarios y plataformas instituye una nueva servidumbre. “Redefine e intensifica el fenómeno de la explotación”, señaló en un estudio publicado en octubre: “Facework: trabajo digital, redes sociales y nueva servidumbre”.
Así lo entendieron los irreductibles repartidores de Rappi y Glovo que el mes pasado crearon un sindicato para reclamar la armonización de sus condiciones de trabajo con las del sistema legal argentino.
Esta fue una de las respuestas en el territorio físico a las lógicas de acumulación de lo que Shoshana Zuboff, economista de Harvard, denomina “capitalismo de vigilancia”.
“La nueva forma de capitalismo informacional apunta a predecir y modificar el comportamiento humano como medio para generar ingresos y controlar mercados”, sostiene Zuboff en un paper que anticipa el libro que publicará en 2019.
Esta visión se aparta de lecturas conspirativas y se centra en la arquitectura de los sistemas operativos de los dispositivos que cimentan la cultura de la conectividad.
Las plataformas operadas con IA no tratan, pues, de analizar datos para llegar al usuario con un marketing hecho a medida de sus supuestos intereses. La lógica estructural de la economía basada en datos es lograr un “gemelo digital”, a partir de la extracción y análisis inteligente de flujos inmensos de datos, que permita identificar patrones de conducta en el océano insondable de la Big Data.
Zuboff coincide con el filósofo francés Eric Sadin, que presentó en Buenos Aires recientemente su trabajo La Silicolonización Del Mundo, juego de palabras que expone el rol neo-colonizador global que adjudica a la oligarquía de Silicon Valley.
Trabajo 24/7
“La expansión de los objetos conectados hace posible el ideal libertario de ocupación de la totalidad de la experiencia de vida” para extracción de renta, dice Sadin.
La desregulación de la explotación no se da solamente en el nivel aeróbico de las bicisendas de Buenos Aires. A través de los asistentes virtuales se instala “una nueva forma de alteridad”. Interacciones que convierten también a nuestros cuerpos en dispositivos.
Ejemplo son las prendas “smart” (remeras y pulseras que miden el ritmo cardíaco) o la incrustación de chips en el cuerpo mismo de los trabajadores.
Al mismo tiempo que la economía de plataformas des-corporiza la relación entre el empleado y su responsable jerárquico (los capataces son reemplazados por planners ubícuos), contactless payment, pagos sin contacto, convierte a los cuerpos en virtuales tarjetas de crédito.
Transición (idiota) a lo transhumano
La sustitución de empleos por sistemas robotizados es la dinámica que sigue. La transmutación de taxistas a Uberistas es solo una etapa transitoria. Todos los choferes serán sustituidos progresivamente por vehículos automatizados.
A partir de enero Vale, una de las principales mineras del mundo, convertirá a Brucutu, Minas Gerais, en la primera explotación de Brasil “completamente operada por camiones autónomos”. Bestias de 240 toneladas conducidas por Inteligencia Artificial, señalan.
En el corrimiento de lo humano a lo maquinal (o al híbrido de ambos) los “acompañantes digitales” cumplen funciones cada vez mayores. En Argentina, Botmaker aplica Inteligencia Artificial a la fabricación de bots que interactúan de manera automática con humanos de WhatsApp for Business y Workplace de Facebook. Nubimetrics, basado en Jujuy, es una plataforma que utiliza herramientas de Microsoft para hacer minería de datos dentro de MercadoLibre, anticipando tendencias y desalentando malos negocios.
En un extremo del absurdo transhumano, la plataforma Gatebox de Japón vende una novia holográfica para varones solitarios. En el otro extremo desde el mes pasado se puede adquirir Autoblow. Este dispositivo, sintomático de niveles de misantropía imposibles de alcanzar en el mundo analógico, promete “disfrutar de una relación de sexo oral sin tener que interactuar con ningún otro ser humano”. La empresa se jacta de aplicar machine learning al análisis de cientos de horas de pornografía “para que el aparato pueda ir cambiando su técnica como lo haría una persona”. Su desarrollo se financió a través de la plataforma de crowdfunding Indiegogo.
El último resguardo
“Cuando los usos y consumos digitales devienen producción, el usuario de las plataformas digitales se convierte en un trabajador invisible que realiza una prestación no reconocida ni remunerada”, afirma Lara.
Este nuevo tipo de fetichismo aplicado a la generación de valor reviste importancia en la Argentina, que es “el segundo país con mayor presencia de iniciativas en economía colaborativa en América Latina, puesto que comparte con México, mientras que el país que lidera la región es Brasil”, explican Eric Grosembacher y María Victoria Ras de la Universidad Nacional de Rosario.
El capitalismo industrial producía tensiones y también formas de resistencia que impulsaban avances de derechos laborales y sociales. Aquello no existe en el mercado de plataformas. Ni sindicalización (por ahora), ni pago de impuestos, ni ajuste a la norma.
Los tecno-utopistas quieren ver aquí un avance de la humanidad que despoja a las personas de tareas “repetitivas”. Sebastian Thrun, co-fundador de la empresa de investigación experimental Google X, declaró este año que la IA nos convertirá en “trabajadores superhumanos”.
Aún no sabemos si iniciativas como Wibson contribuirán a rescatar parte de la renta que generamos casi de manera espontánea en el ciberespacio. Pero en la Argentina al menos, lo único superhumano parece ser el trabajo desregulado de los ciclistas uberizados.
(*) Periodista, docente e investigador. UMET y Centro de Estudios Latinoamericanos CEL-UNSAM.
--------------------------------Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí