MEXICANEADA EN COMODORO PY
Daniel Rafecas cuelga por un rato la toga de magistrado para debutar en la novela policial
Todos los edificios que albergan juzgados ostentan códigos internos, vericuetos, historias cómicas o fantasmagóricas. Ninguno tal vez como ese mastodonte de cemento enclavado entre la zona portuaria y la estación central de siete líneas ferroviarias, en el 2002 de la avenida Comodoro Py. Como en el Triángulo de las Bermudas, allí las brújulas abandonan su cardinal función habitual, cesan el Norte y el Sur, las referencias internas pasan a ser el Río y Retiro. La magia oculta de los Tribunales Federales esfuma, vaya a saber por qué, al Comando en Jefe de la Armada —al frente— y la no menos portentosa sede de los juzgados laborales a sus espaldas. Coordenadas geográficas propias, indicadoras de que allí rige otro lenguaje, costumbres, reglas; los de los expedientes y, claro, los jueces. En rigor, de los equipos de trabajo encabezados por los jueces. De menor a mayor: escribientes, oficiales, jefes de despacho, prosecretarios administrativos, el secretario, único de relación fluida con el titular del juzgado. El escalón más bajo está ocupado por un escribiente auxiliar, al quien nadie llama por ese cargo pues responde a la casi siempre cariñosa denominación de pinche.
Precisamente Pinche es como bautiza su primera novela Daniel Rafecas (Buenos Aires, 1967), a la sazón prestigioso Juez Federal en lo penal, docente universitario, autor de estudios sobre su especialidad y de un profundo ensayo sobre el Holocausto. No resulta azaroso que el autor haya optado por un protagonista fiel representante del último orejón del tarro judicial. Guillermo Menguinner, así figura en sus documentos, Guille para los próximos, ocupa un lugar panóptico desde donde se aprecian (casi) todos los movimientos del juzgado de la doctora Fabiana Pazair, flamante titular, única mujer en ocupar ese cargo. El contraste entre ambos brinda un panorama holgado aunque intensivo, comprensible para el lego, de una función atravesada por situaciones capaces de incidir severamente en la vida ciudadana, así como otras de carácter burocrático, cuando no nimio, sin estridencias ni, a la postre, personas afectadas.
Lo que para su señoría ha de ser su primer caso relevante, para el pinche puede ser significativo desde la otra punta del espinel, y acaso el último. Los perfiles de ambos van surgiendo en forma paulatina al ritmo de los acontecimientos desatados, hasta dejar bosquejadas dos personalidades intensas, empáticas con el lector. La doctora Pazair es un mujer soltera, joven y atractiva, jura su cargo sobre los Evangelios y la Constitución, está dedicada en forma obsesiva a su función, es estudiosa, comunicativa y discreta. Guille, el pinche, por su parte, tiene veintipocos años, estudiante de Derecho, conduce un autito con sus kilómetros recorridos; realiza las tareas que nadie quiere, reparte las causas, sirve café, pero disfruta de una novia bonita y pretenciosa.
El enredo se desata a raíz de una transacción entre narcos locales y compradores de un cártel mexicano en los fondos de Villa Farga, un asentimiento más o menos imaginario al sur de la ciudad, lindero con los terraplenes del ferrocarril. Un tendal de cadáveres de ambos bandos es el resultado del fallido negocio, cuando los vendedores argentinos intentan apoderarse de los cuatro millones —entre dólares y euros— que a tal fin llevaban los compradores cartelizados. En momento alguno aparece el botín, que el capo mexicano intenta recuperar, enviando a su más eficiente sabueso, un investigador independiente que otrora fuera agente de la ley, hasta que se cambió de bando. La novela pasa de albergar las delicias intestinas tribunalicias para convertirse en un policial hecho y derecho. Con distintos objetivos y recursos, los dos personajes principales pasan a ser los detectives: la jueza y el pinche; una con astucia y el aparato del Estado; el otro con sagacidad, codicia, picardía y la ventaja del último eslabón de la cadena, donde se enganchan los objetos de valor.
Dentro de la agilidad del relato, Rafecas incorpora observaciones con el ritmo calculado a fin de nunca entorpecer la trama y al mismo tiempo divulgar entretelones críticos: “Ni en la carrera de abogacía ni en la formación judicial suelen preverse contenidos o herramientas que permitan a los integrantes del Poder Judicial lidiar con los cada vez más influyentes medios masivos de comunicación. De modo que cada uno se las arreglaba como podía, aprendiendo de los errores, y tratando de tener claro qué rol debían cumplir unos y otros”. El valor de la observación en sí misma se potencia en su carácter extensivo a otras circunstancias, de las imaginables y de las otras.
Sin apartarse del lenguaje propio del género policial, el autor dispone comentarios paralelos, atinentes tanto a la trama que transcurre en el ámbito del narcotráfico como en consideraciones políticas articuladas al relato. Al referirse a la legalización de la marihuana con fines recreativos en algunas ciudades de los Estados Unidos, señala: “Consagrada por la ciudadanía mediante el voto popular, su legalización conllevaba una reducción dramática del negocio del narcotráfico, a expensas de una floreciente y dinámica industria”. Léxico a la vez próximo a la crónica, permite entrever en forma esporádica algún modismo de estilo judicial. (“Los gastos irrigados por la misión…”, “… se apostaron frente a la unidad funcional indicada…”, etc.) Gajes del oficio, en el conjunto de la historia distan de desentonar, por el contrario, aportan al clima general característico del dialecto del espacio donde se mueven los personajes. El restante ambiente referido es el argot de los narcos mexicanos, reproducido con precisión y conocimiento, otorgándole a la historia una variación lexical, necesaria al momento de los cambios de clima. Ignoramos las razones por las cuales Pinche, el título del libro y a la vez apodo del protagonista, connotado positivamente, coincide con la jerga popular mexicana, tan presente, donde se utiliza como adjetivo peyorativo. Ninguna coincidencia, tal vez, en este juego dialéctico y de contrastes plasmado por Daniel Rafecas dentro de una historia alusiva a las contradicciones que impulsan o percuden la condición humana.
FICHA TÉCNICA
Pinche
Daniel Rafecas
Buenos Aires, 2024
248 páginas
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