Merci, Madame
Unas palabras de despedida a Christine Lagarde, a quien tanto le debemos, literalmente, los argentinos
Esta semana tenía pensado escribir sobre Libra, la moneda virtual con la que Mark Zuckerberg planea conquistar el mundo, pero cómo no dedicarle unas palabras de despedida a Christine Lagarde, a quien tanto le debemos, literalmente, los argentinos y en especial yo.
Cuando el director de El Cohete me propuso escribir una columna semanal sobre economía, le advertí que yo no soy un escritor profesional y dudaba de mi capacidad para detectar temas relevantes sobre los cuales redactar mil palabras contra reloj todas las semanas. No sé si lo hubiera logrado sin la ayuda de Lagarde. Una docena de estas columnas dominicales exploraron el vínculo entre el Fondo Monetario Internacional y el gobierno de Mauricio Macri, y las implicancias para la economía argentina de haber vuelto a endeudarnos con el organismo que Lagarde gerenció hasta el martes pasado.
Además, Lagarde es la santa matrona de todos los abogados que osamos adentrarnos en los laberintos de la ciencia maldita. Cada vez que alguien cuestiona mi aptitud profesional para escribir esta columna económica porque mis diplomas de la Universidad Nacional de Rosario y de Harvard solo me habilitan a ejercer la abogacía, puedo responderle que es un detalle formal en el que tampoco repararon el presidente francés Nicolás Sarkozy, los directores ejecutivos del FMI y los líderes de las naciones de la Unión Europea cuando designaron a la abogada Lagarde ministra de finanzas de Francia en 2007, directora gerente del Fondo en 2011 y 2016, y presidenta del Banco Central Europeo ahora. Merci, Madame por facilitar que se agrande Chacarita.
La elección de Lagarde para reemplazar al italiano Mario Draghi en la conducción del Banco Central Europeo es un ascenso y no el despido camuflado de su cargo anterior, que sólo existe en la imaginación monopolizada por la agenda doméstica de algunos analistas locales. La identidad de la persona que ocupa el cargo de director gerente del FMI es muy importante para la Argentina y la veintena de países que hoy reciben su auxilio financiero, pero la del presidente del BCE es absolutamente crucial para todo el ecosistema financiero privado.
La frase inicial del principal artículo de tapa del diario Financial Times, publicado 48 después del anuncio, explicó lo que los mercados esperan de Lagarde: “El mercado global de bonos disfrutó un fuerte rally el miércoles al apostar los inversores que la nominación de Christine Lagarde para ser la próxima presidenta del BCE prolongaría la política monetaria ultra-dispendiosa en la Eurozona”. Es decir, la misma Lagarde que es elogiada por recomendarle déficit cero a la Argentina en recesión y promover una reforma de la carta orgánica de nuestro Banco Central que le prohibiría financiar al gobierno nacional, será celebrada si decide que el BCE vuelva a emitir moneda para comprar bonos de los gobiernos europeos.
Lagarde pidió una licencia temporaria en el FMI hasta que el Parlamento Europeo formalice su nombramiento y renunciará definitivamente cuando asuma en el BCE el 1° de noviembre. El rol de director gerente del Fondo ya lo está desempeñando interinamente su segundo, el estadounidense David Lipton. Cualquier especulación de que Lipton, un supuesto “duro” más apegado que Lagarde a la ortodoxia cambiaria clásica del Fondo, limitaría la potestad del Banco Central de vender dólares, quedó descartada tras su comunicado del viernes, en el que felicitó a “las autoridades argentinas por su firme implementación de los compromisos y políticas del programa respaldado por el FMI” y anunció que le propondría al directorio ejecutivo del organismo que aprobara un nuevo desembolso de 5.400 millones de dólares en su reunión del próximo viernes.
¿Quién podría reemplazar a Lagarde en el FMI? ¿Es posible que Donald Trump desafíe los precedentes e intente imponer un candidato estadounidense? ¿Hay alguna chance de que la designación recaiga en un candidato de un país emergente? ¿Nos importa?
El director gerente debe ser elegido por los 24 miembros del directorio ejecutivo, cuyos porcentajes de votos reflejan el peso relativo del grupo de países que cada uno de ellos representa. Por ejemplo, el voto que emite el director ejecutivo argentino “vale” el 1,59% que suman Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Hasta ahora, nunca se ha recurrido al voto porque el ganador siempre ha sido escogido por consenso.
Oficialmente, la nacionalidad del postulante no cuenta pero la tradición afirma lo contrario. En los 73 años de vida del FMI, siempre lo condujo un europeo. A los Estados Unidos le toca presidir el Banco Mundial, donde Trump designó a David Malpass en abril sin que Europa lo objetara o propusiera una alternativa. Un intento de Trump de capturar ambos lugares para su país sería resistido por los europeos, que juntos suman más porcentaje de votos en el directorio ejecutivo del FMI que Estados Unidos.
La lista tentativa de candidatos incluye a banqueros centrales como Mark Carney de Inglaterra y Francois Villeroy de Francia, políticos profesionales como el ex ministro de finanzas británico George Osborne, funcionarios públicos de carrera como la búlgara Kristalina Georgieva, que secunda a Malpass en el Banco Mundial, y hasta financistas como el egipcio Mohamed El-Erian, ex ejecutivo jefe del fondo de inversión Pimco.
El único latinoamericano mencionado es el mexicano Agustín Carstens, que presidió el banco central de su país y hoy dirige el Banco Internacional de Pagos en Basilea. Carstens ya compitió por el cargo sin éxito en 2011, cuando Lagarde fue elegida para su primer mandato. La lengua nativa en común no es garantía de más simpatía por nuestras dificultades o menos ortodoxia para corregirlas. En definitiva, el nombre y el lugar de nacimiento del sucesor de Christine Lagarde importarán menos que los miles de millones de dólares cuyo repago se nos exigirá a partir de 2021 y la firmeza con que nuestros gobernantes defiendan el derecho de subordinar las condiciones de su devolución al bienestar de los argentinos.
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