MENSAJES EN UNA BOTELLA

El auge de la bolsa neoyorquina y la devaluación global del dólar en medio del rebrote

 

El 1 de abril de 1976 nacía Apple. En 2018, su capitalización de mercado llegó al billón de dólares y el miércoles 19 de agosto superó los dos billones, colocando al gigante electrónico en el podio de la empresa más valiosa del planeta. Llevada por esa mano y otras pocas similares, la bolsa de New York sube y sube. Esto sucede en medio de la pandemia y mientras el dólar frente a una canasta de monedas se ha hundido a su valor más bajo en dos años y los inversores advierten que podría haber una caída prolongada para la moneda estadounidense. Los diagnósticos más pesimistas machacan que es la primera fase de un proceso que llevaría a que una mayor parte del mundo abandone el dólar y a los Estados Unidos a perder el privilegio exorbitante de pagar las importaciones con su propia moneda; que no cuesta más que el papel y la tinta con que están impresos los billetes. La relación a las trompadas con China va completando un cuadro en el que no falta la caída fuerte del comercio mundial.

Encontrar en el mar de fondo la botella para enterarse de lo que dice el mensaje que contiene, comienza por localizar al Standard & Poor's 500 (S&P 500), el índice bursátil que reúne la cotización pública de las principales cinco centenas de empresas de la economía más importante del mundo, la de los Estados Unidos, en la bolsa más voluminosa por lejos de la economía internacional, la de Nueva York. El derrotero del índice, entonces, da un primer indicio de las perspectivas que se pueden alentar desde el presente pandémico acerca de la alicaída maquinaria productiva planetaria. En lo que va de este oscuro año, la ganancia que registra el S&P 500 fue del 4,9%. En contraste en el mismo período, el índice MSCI de acciones globales, excluidas las de los Estados Unidos, declinó 4,7%. Y al cierre de las operaciones del martes 18 de agosto corriente el S&P 500 era un 0,1 % más alto que hace seis meses. Esto es simultáneo con el desastre y descontrol sanitario de la administración Trump y con la decisión de casi la mitad de los gobiernos estaduales de dar marcha atrás o frenar la reapertura de la actividad económica.

Los operadores de los mercados albergan una fe inconmovible en la vacuna, de la que aún no hay ni una dosis disponible, y en el entendimiento entre republicanos y demócratas para la continuidad de la política de estímulo y preservación de las tasas casi nulas.

La consultora AlphaSense examinó los documentos regulatorios publicados por DealBook, la newsletter del New York Times, y constató que las ventas de acciones poseídas por los ejecutivos de las empresas con que éstas erogan parte de sus remuneraciones, en lo que va de mes ya han superado el total del mes pasado y están en camino de batir el récord tocado en febrero, cuando el mercado estableció su máximo anterior. Según datos recabados por varias consultoras del sector, los fondos de renta variable (así se le dice a las acciones) han experimentado salidas netas todos los meses este año y de forma creciente en el último trimestre, a medida que los precios de las acciones han subido. En marzo cuando el mercado pisó fondo habían salido 25.600 millones de dólares. En junio las salidas ya sumaban 45.100 millones de dólares. En julio totalizaron 76.700 millones de dólares. Para la última semana para la que hay datos disponibles, que terminó el 5 de agosto, los inversores sacaron 20.300 millones de dólares de acciones y pusieron 27.300 millones en bonos.

Hilando y no mucho más fino, se verifica que 495 empresas de las 500 del S&P en promedio desde el 23 de marzo pasado se comportaron a la baja en congruencia con el sesgo hacia la salida. Entonces: ¿de dónde este alza? Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft, las llamadas tecnológicas, valen algo así como 7,5 billones de dólares, lo que significa una quinta parte del valor del medio millar de empresas del índice. Las cinco grandes entre las grandes en lo que va del año aumentaron su cotización 40%. El índice Nasdaq formado con empresas tecnológicas durante el transcurso del año hasta la fecha creció 22%, llegando en el recorrido a establecer varios nuevos máximos históricos durante meses.

 

 

Pizza con menos champagne

No obstante estos números, la situación no está para descorchar espumantes como bien lo saben los productores franceses de la Champaña, los que conforme indica un cable de Associated Press decidieron el mismo martes 18 de agosto poner límites sin precedentes a la cantidad de uvas que cosecharán este año con la esperanza de apuntalar los precios. El sector perdió 2.000 millones de dólares en ventas debido a la cuarentena global y suponen que les llevará varios años volver a la normalidad. Por efecto de la cancelación generalizada de bodas, suspensión de los vuelos de primera clase y que en todo el mundo las persianas de restaurantes y clubes nocturnos permanezcan bajas, a fines de 2020 se espera que hayan quedado sin vender 100 millones de botellas, de las poco más 270 millones anuales que produce esa región francesa, única con la capacidad legal de denominar champagne al espumante. 

En esta realidad demográfica signada por el reino de los adultos mayores, los productos anti-vejez son la otra cara de la moneda. En 2020 los productos contra las arrugas, las canas y los achaques se contabilizaran entre los menos afectados por la pandemia a pesar de que la masa de consumidores la constituye la población de riesgo por antonomasia. La consultora IMARC calcula que el mercado global de estas especialidades crecerá moderado hasta 2025, a causa del alto precio de los productos que lo definen. Contrasta con el volumen de su potencial demanda impulsada por el envejecimiento que crece a mayor tasa.

El sitio Allure (18/08/2020) da cuenta de que la esperanza de vida humana promedio podría aumentar a 115 años muy pronto, desde los 75 años actuales. La columna firmada por Liz Stinson reflexiona que eso plantea otra pregunta: "¿Deberían?” Más allá de que no se ve cómo se podría frenar una tendencia así, la esperanza está puesta en una gama de productos innovadores —hoy únicamente prospectos— que atenuarían mucho los achaques, los que conquistarían un mercado creciente a precios muy por debajo de los actuales, consigna Stinson.

Estos casos muy puntuales contradictorios entre sí, no quitan la preeminencia de los resultados económicos negativos por la pandemia, que en distinto grado se repiten en todos los países, porque lo que se ha deteriorado es el consumo de productos masivos. La reversión de esa tendencia es por donde va a transitarse hacia la salida y es a lo que apuestan los mercados. Tema para tener en cuenta especialmente, porque no faltan los que insisten en que la salida es por el lado de las exportaciones haciendo centro en aquellas más valiosas. Eso se resume en el mito de las llamadas cadenas de valor. Curioso, porque encima la Organización Mundial del Comercio (OMC) informó el 19/08/2020 que en el segundo trimestre el intercambio global de mercancías sufrió una declinación interanual del 18,5%, lo que lo coloca 15,5 % por debajo del nivel de referencia 100. Sin embargo, la OMC percibe "crecientes expectativas de recuperación económica" en que desde mediados de marzo los futuros del cobre subieron 37%. Usualmente el alza de los futuros del cobre refleja la creencia de que se viene un aumento en el consumo masivo donde este metal juega un papel clave.

 

 

Greenback

Estos vaivenes de los mercados y del comercio internacional dieron lugar a que la moneda mundial, el dólar, fluctúe en gran forma y se prediga el principio del fin del reinado del dólar. Implícita, cuando no cínicamente, se postula que volver a rehacer la globalización que Trump está demoliendo a partir del enfrentamiento con China salvaría al dólar. La revaluación del euro en julio, los pronósticos del oro a 3.000 dólares casi pasado mañana en vez de ser vistos como movimientos esperables en estas épocas anormales, se los utiliza para atizar expectativas sensacionalistas. Por caso, un cable de Bloomberg (12/08/2020) se titula: “Rusia abandona el dólar para la mayor parte de sus exportaciones a China”. Al final del cable se lee que “los datos muestran que Rusia todavía depende en gran medida del dólar para pagar las importaciones de la UE y China". Pero el cable concluye señalando que “los movimientos de Rusia apenas han disminuido el papel dominante del dólar en el sistema financiero mundial. La participación de las transacciones de divisas en dólares aumentó a 88,3% en 2019 desde 87,6% en 2016, según el Banco de Pagos Internacionales. La proporción de reservas extranjeras en dólares se ha mantenido estable alrededor del 60% durante la última década”. Habría que ver si ejerce alguna influencia o no en el tratamiento de las noticias que Michael Bloomberg, el factótum de la agencia que lleva su nombre, a sus 78 años haya competido con Joe Biden por la candidatura demócrata a la presidencia.

De todas formas, la vociferación de la ruina del dólar conlleva una ruptura con la tradición demócrata de pasar de largo de la contradicción que significa que la divisa norteamericana funja de moneda mundial y que para su manejo a la Reserva Federal la tiene muy sin cuidado lo que le ocurra al resto del mundo. Un buen examen de este comportamiento lo proporcionó hace ya más de una década Robert Skidelsky, cuando en la New York Review of Books (17/04/2008) reseñó el ensayo de Joseph E. Stiglitz, “Making Globalization Work” (Cómo hacer que funcione la Globalización). El eminente biógrafo de Keynes confiesa que “el misterio para mí es cómo un economista tan bueno podría escribir un libro tan insatisfactorio”.

Entre las razones que lo condujeron a semejante afirmación, señala con mucha ironía que “Stiglitz ignora el nexo maligno entre los desequilibrios globales de la cuenta corriente, como el ejemplificado por el enorme déficit comercial de los Estados Unidos y el movimiento libre de capital y la pérdida de empleos norteamericanos. No se trata solo de una cuestión de libre comercio que expone a las empresas estadounidenses a la saludable explosión de la competencia de los trabajadores peor pagados en el este de Asia. Es el hecho de que los acuerdos cambiarios actuales permiten que persistan los enormes desequilibrios en la cuenta corriente […] Esto se debe a que el dólar es la principal moneda de reserva del mundo. Estados Unidos se encuentra en la feliz posición de poder escribir pagarés por compras de bienes y servicios que destruyen puestos de trabajo estadounidenses”.

Skidelsky la vio venir cuando previó que “es probable que haya una reacción proteccionista tan pronto como el 'sonido de succión' [de la pérdida de empleos por el outsourcing] de Ross Perot se vuelva demasiado ensordecedor. Para asegurar el libre comercio, tiene que haber un acuerdo sobre las reglas de los tipos de cambio y los movimientos de capital entre las potencias dominantes. Si ese acuerdo está ausente, no se le permitirá permanecer libre. La falta de atención a estos problemas interrelacionados en un libro sobre cómo hacer que funcione la globalización es su defecto más palpable”.

Otro economista tan liberal (izquierdista en la jerga política americana) como el anterior, Paul Krugman, va más lejos y en una columna publicada en El País de Madrid, (6/09/2015) niega el problema. Así, dice que “el hecho de que el país controle o no una moneda internacional es […] una cuestión trivial”, y para que no queden dudas dice que “descubrimos que se presta demasiada atención a la función que las divisas nacionales desempeñan en el sistema monetario internacional”, razón por la cual hay que focalizar que “lo importante, tanto para los capitales como para el comercio, es si la economía ofrece buenas oportunidades de inversión bajo un paraguas de estabilidad jurídica y política.” Con todo, no puede evitar hacerle alguna concesión a la realidad al puntualizar que “es cierto que el dólar estadounidense es especial: es una moneda de reserva que otros países acumulan; es una moneda en la que se valoran muchos contratos internacionales. Y a menudo se oyen afirmaciones de que el uso generalizado de dólares estadounidenses fuera de nuestra jurisdicción nacional tiene muchas repercusiones, para bien o para mal”.

Estos tres botones de muestra refieren el presente del dólar en plena debacle. Así como vamos, la salida de la crisis política en que el planeta anda metido no depende de que siga o no Trump, que ocupó el vacío dejado por los que se hacen los osos. En todo caso, mal época para hacerse el oso dado que se atravesó por el mercado bajista (bear market) más corto de la historia, según Reuters. Medido a partir del récord anterior del S&P 500 desde el 19 de febrero hasta su mínimo del 23 de marzo, el mercado bajista duró solo 33 días, en comparación con la duración promedio de 302 días para los 20 mercados bajistas acaecidos desde 1920. También porque Facebook, presionado por sus anunciantes, dio de baja las páginas conectadas a QAnon, el movimiento asociado con la teoría de la existencia de una conspiración pergeñada por una red mundial de pedófilos adoradores del diablo que está tratando de derrocar al Presidente Trump, entre otras teorías extravagantes e inexactas. En conferencia de prensa Trump dijo que no sabía mucho sobre QAnon, excepto que sus partidarios "me quieren mucho". En cuanto a los trastornados de la movilización del 17 de agosto, se ve que es un fenómeno global. Eso también está en el mensaje de la botella. “Parece que no estoy solo en esto de estar solo”, canta Sting.

 

 

 

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