Mendoza y el agua
Un brindis con buen vino por quienes defendieron el presente y el futuro de su provincia
Los habitantes del lugar siempre supieron valorar el agua. Antes de la llegada de los españoles, el valle central del actual territorio de Mendoza estaba ocupado por diversos grupos de agricultores, los huarpes, quienes administraron su uso a través de los canales de riego y el sistema de “tomeros”, que es el que reparte el agua y en sus manos está que la tierra sea regada en forma suficiente en tiempo preciso. Ese sistema aún persiste y fue continuado por los españoles desde los primeros años de la fundación de la ciudad de Mendoza hacia 1566, donde se reglamentó el uso y cuidado de los cauces de riego como funciones propias que debía cumplir el Cabildo. En 1606 se creó el cargo de Alcalde de Aguas, primera autoridad encargada de la irrigación y su distribución. Fue lo primero que respetó José de San Martín cuando forjó en esa provincia el Ejército de los Andes, y fue lo que hicieron los inmigrantes españoles e italianos con sus cultivos, convirtiendo el desierto en un oasis.
El perfil económico de Mendoza lo plasma el mundo del vino que es la principal actividad económica: más de la mitad de las explotaciones agrícolas corresponden a dicha rama, con el 70 por ciento de los viñedos del país e igual porcentaje de producción. Con sus más de 1.100 bodegas, Mendoza es el principal centro vitivinícola de América; sin embargo, la riqueza es para los grandes productores y fraccionadores de vinos, dado que el Estado dejó que el precio se regule por el mercado cuando existe una asimetría enorme con la gran mayoría de los productores, donde el viñatero entrega su producción a los industriales que las reciben e incumpliendo con la Ley 9.133 que regla el registro de entrega de uva a los bodegueros, la pagan cuando quieren y el precio que quieren.
Todo ello acompañado de una gran cartelización y extranjerización de esas bodegas con grandes inversionistas franceses, estadounidenses y chilenos y con grandes empresas nacionales que han diversificado sus inversiones en bodegas y viñedos, como Pérez Companc, que comprara las bodegas Nieto Senetiner en 2002 y posteriormente Argenta y Ruca Malén. Esa fuerte capitalización fue acompañada por el cambio de cepa a uvas finas (varietales) especialmente el malbec y su exportación, en desmedro de la uva criolla, en un marco donde se produce un fuerte descenso del consumo de vino en el país que era de 90 litros per cápita en los años 1960-1980, para pasar a ser de 18,7 litros en el año 2017, según informa CONINAGRO.
Pero esa reconversión vitivinícola que tomara impulso en la década de los '90 implicó también la importación de maquinas, equipos y hasta prensas, estrujadoras, tanques de acero, barricas y toneles que desplazaron la producción metalmecánica de la provincia y sustituyó trabajadores en los viñedos y bodegas, lo que explica la alta tasa de desocupación, los bajos salarios y, niveles de pobreza del 37,6% de su población para el primer semestre de 2019, pobreza y desocupación que supera a la media del país y al resto de las provincias de Cuyo.
La minería
La principal veta minera de Mendoza es el petróleo, cuyas regalías representan casi el 90% del sector minas y canteras del Producto Bruto mendocino. La provincia genera cerca del 14,1% del total del país. El petróleo se extrae principalmente de Vizcacheras, La Ventana y Barrancas, seguidas por Malargüe y Tupungato. El mayor aporte lo hace la refinería de Luján de Cuyo, pero su impacto en el resto de la economía es muy limitado. No así la extracción, que genera una gran cantidad de actividades a su alrededor pero que viene declinando desde hace años.
En esa provincia y en ese contexto se da la lucha por la defensa de la Ley 7722 que fuera aprobada y reglamentada en junio de 2007 y que nació de la movilización popular para prohibir el uso de cianuro u otro compuesto o sopa química para separar metales.
En San Carlos, localidad en el centro oeste de la provincia, se llevaron adelante los primeros cortes en la Ruta Nacional 40, en 2006, lo que fue pronto replicado en diversas localidades mendocinas, todos en defensa de la preservación del agua. Se fueron constituyendo asamblea abiertas de vecinos, donde están los productores (recordemos que el promedio de viñedos en Mendoza es de 9,2 hectáreas), los demás agricultores, trabajadores y hasta el cura del pueblo.
Todos en estado de alerta ante el avance inescrupuloso de los que quieren infringir la ley, como Barrick Gold, que en 2015 debió reconocer tres derrames que contaminaron agua, tierra y aire en su mina de oro y plata Veladero, en la provincia de San Juan. Hasta los glaciares fueron afectados.
El gobierno de Rodolfo Suárez asumió el 10 de diciembre de 2019. De inmediato Diputados y Senadores, incluso varios del Frente de Todos, votaron entre gallos y medianoche, el viernes 20, la Ley 9209 que permite el uso de cianuro y ácido sulfúrico en las explotaciones mineras en la provincia. Cuando esto fue conocido por la población, generó el repudio generalizado y la movilización nuevamente en la Ruta Nacional 40, que volvió a ser la referencia de la marcha que convocó el pueblo de San Carlos. Arrancó a las ocho de la mañana del domingo 22 para llegar a la noche a las puertas de la Casa de Gobierno, donde la exigencia fue el veto a las reformas.
A esa movilización se sumaron los pueblos vecinos y los habitantes de la ciudad de Mendoza. Hasta los símbolos como la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia en repudio dijeron que no se iba a realizar la tradicional fiesta, y el Arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, envío una carta abierta a los legisladores y otra al gobernador para pedirle que vetara la ley. Se multiplicaron las autoconvocatorias y se crearon las Asambleas del Agua con dos consignas: “No hay licencia social para la mega minería” y “El agua es más importante que el oro”.
¿Cuál es el camino?
En primer lugar la minería implica siempre un impacto ambiental y el primer párrafo del artículo 41 de nuestra Constitución Nacional textualmente dice: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.
También es cierto que si el vino se produce hace más de 6.000 años, desde la prehistoria el hombre ha usado diversos minerales para la fabricación de herramientas y armas.
El núcleo del problema es que la actividad mayoritariamente se lleva a cabo por grandes grupos concentrados, la megaminería funciona como una actividad meramente extractiva, donde se exportan minerales sin procesar mientras la población y el Estado (nacional por las exportaciones, y provincial) se apropia de una porción ínfima de la renta y padece las consecuencias ambientales de las malas prácticas en el territorio.
Esas grandes corporaciones financian a muchos políticos y hasta institutos de investigaciones y universidades, acá y en el mundo. Las principales explotaciones mineras están en Australia y Canadá, pero en esos países les obligan a cumplir estrictas y severas medidas de seguridad, por lo que cuentan con excelentes expertos en sus órganos de control. La propuesta lineal debería ser contratar a varios de sus técnicos sumados a los pocos de nivel internacional que tiene la Argentina para que auditen al controlador (todo se paga de las regalías mineras) pero siempre con la participación activa y directa de la población, como en Mendoza y también del Estado nacional, provincial y municipal.
Se debe sancionar una ley que anule a las anteriores y que preserve el hábitat como tienen Australia y Canadá, e incluso copiarles las severas penas a las mineras por infringirlas.
El camino no es fácil, pero debemos contar con una cadena de valor que parta de la minería controlada y responsable y su industrialización, que genere trabajo en el país, máxime cuando observamos la transformación del mundo laboral, el avance de la ciencia y de la técnica en reemplazar parcial y hasta totalmente el trabajo humano.
Mendoza es un ejemplo, por un lado de concentración económica en la vitivinicultura y sus secuelas de desocupación y pobreza y, por otra parte, en la inteligencia, conciencia y lucha de su pueblo para preservar y defender el agua, generando una democracia participativa.
Esa conducta del pueblo mendocino debe generalizarse a todo el país, pero no solamente por la minería, sino por la defensa del empleo y del salario. Históricamente el problema del agua es concreto y visible y sin embargo, la desocupación y los bajos salarios no se perciben con la misma claridad y no surgen propuestas como, por ejemplo, la ley 7722 sobre la minería.
Los jóvenes que no trabajan ni estudian, que el Ministro Daniel Arroyo estimó en un millón y medio en la Argentina actual, no son solo un problema de la familia, sino que interpela a toda la sociedad. Si Perón decía que gobernar es generar trabajo, debemos ingeniarnos no solo para que se abran nuevas fuentes de empleo, sino también para remunerar trabajos que no se pagan (como el de ama de casa, cuidado de enfermos, de ancianos, controles de precios de bienes de la canasta alimentaria, de los medicamentos, tareas comunales, etc.), a fin de generar nuevas modalidades de empleo para que todos percibamos un ingreso.
El Problema de la República Popular China en sus inicios tras la revolución de 1949 era luchar contra el hambre, por eso el objetivo de Mao Tse Tung era que cada chino tuviera diariamente su porción de arroz. En 1976, el objetivo de Deng Xiaoping era que cada chino tuviera trabajo, porque con ello se garantizaba el sustento de la familia. Hoy los objetivos de China son crecer sostenidamente e invertir en la llamada inteligencia artificial, y por supuesto que adoptan decisiones de riesgo. Una meta explícita en el Plan Quinquenal es la de aumentar la producción de energía nuclear a 58 gigavatios para el año 2020, gracias a la puesta en servicio de nuevas centrales de una capacidad total de 30 gigavatios. Actualmente China dispone de 54 reactores en actividad y 4 reactores están en proceso de construcción para ponerse en funcionamiento este año.
La economista italiana Mariana Mazzucato en su libro El Estado emprendedor dice: "Steve Jobs, con razón, ha sido llamado genio por los productos visionarios que concibió y comercializó, pero esta historia crea un mito sobre el origen del éxito de Apple. Sin la gran cantidad de inversión pública detrás de la computadora y las revoluciones de Internet, tales atributos podrían haber llevado solo a la invención de un nuevo juguete”.
Se trata de tomar conciencia del problema y resolverlo con la participación de todos. Para ello se necesita no solo contar con la debida información y formación, sino decir las cosas como son. La misma autora afirma: “Los empresarios de Silicon Valley rara vez reconocieron que estaban parados sobre los hombros de gigantes”.
Tenemos de dónde agarrarnos, el ejemplo de dignidad del pueblo de Mendoza.
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