Memoria vs. negacionismo

Los familiares de genocidas perseveran en su pelea contra el silencio y la complicidad

 

Con Javier Milei y el pasado reciente, tal como ocurre en otras áreas sensibles a los derechos humanos, parece no existir respiro. Las últimas noticias cayeron como un balde de agua fría. Poner en venta un centro clandestino de detención en democracia, como el sitio de memoria La Perla Chica en Córdoba, no había estado siquiera en el cálculo de los genocidas que se camuflaron en la política democrática. Los organismos de derechos humanos ya activaron medidas judiciales y la red nacional de H.I.J.O.S reaccionó de inmediato: denunció que es una nueva forma de negar el terrorismo de Estado.

Y, por otro lado, un nuevo ataque a la Asociación Madres de Plaza de Mayo cuando una patota irrumpió en la Universidad de las Madres con la vista gorda de la guardia policial. Allí se robaron documentación digital y en papel, además de generar destrozos en muebles y computadoras, incluso en la biblioteca. En ese marco, bajo el calor sofocante del viernes, en el salón rojo de la Facultad de Derecho de la UBA sucedió una charla multitudinaria con carácter de perentoria. Tal vez lo urgente no deja tiempo para lo importante, decía Quino, pero en los últimos meses del año la universidad y la memoria no viven momentos de sosiego.

“A Victoria Villarruel la invitamos a sumarse al colectivo, pero nunca nos contestó”, suelta Analía Kalinec, del colectivo Historias Desobedientes, en el corazón de la charla “De la negación a la memoria. La responsabilidad de los familiares de genocidas”. A su lado, el abogado y senador nacional Wado de Pedro, como también Juliana Vaca Ruiz, otra familiar de genocida, y Valeria Thus, coordinadora del Programa Justicia y Memoria de la Secretaria de Extensión de la Facultad de Derecho. Al comentar en los pasillos lo de La Perla chica en Córdoba recordaron que, entre otros puntos, la Dirección Nacional de Sitios de Memoria está acéfala desde la asunción de Milei como Presidente. “Esta jornada de reflexión y debate sobre el avance de las corrientes negacionistas y la importancia de recuperar la memoria la hacemos en una universidad pública, de cara al pueblo. En este sentido, volvemos a enfatizar que nuestro colectivo de familiares de genocidas tiene una responsabilidad histórica para alzar una voz disidente del silencio, la negación y la complicidad”, fueron las palabras de apertura de Kalinec.

 

Juliana Vaca Ruiz, Wado de Pedro, Analía Kalinec y Valeria Thus, en su charla contra la desmemoria.

 

No fue la primera acción del colectivo de Familiares de Genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Nacido en 2017 tras las masivas marchas del 2x1 y el develamiento de la historia de Mariana Dopazo, la ex hija de Miguel Etchecolatz, se ha construido como una nueva voz de la memoria social: la de las hijas, hijos y familiares de personal de las fuerzas armadas y de seguridad responsables de crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar. Su primera aparición pública había sido unas semanas después de su fundación, el 3 de junio de aquel año en el marco de la marcha de “Ni una menos”. A partir de allí, se empezaron a acercar familiares con distintos grados de parentesco y de diferentes partes del mundo. El colectivo Historias Desobedientes, que se expandió a nivel internacional comprendiendo a Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, El Salvador y España, es único en el mundo: si bien se conocieron testimonios de hijos de nazis que hacen público su repudio al accionar criminal de sus padres, no se han registrado experiencias de organizaciones colectivas de este tipo.

Eduardo Tavani, presidente de la APDH Argentina, que en la charla se referenció como parte de la generación diezmada de los ‘70, tomó la palabra y se mostró emocionado. “Hay que tener una enorme valentía para hacer lo que hicieron los familiares de genocidas. Es algo que se propaga en el mundo. La memoria, como todo, tiene su tiempo, y hoy más que nunca hay que tener bien en alto el valor de transformar la realidad y hacer posible el sueño de los 30.000 compañeros”, reflexionó ante una audiencia mayormente conformada por estudiantes y militantes.

En el debate se puso en primer plano la necesidad de transformar los discursos de odio en Memoria, Verdad y Justicia, se defendió a los actuales juicios de lesa humanidad en el país –pese a los recortes de áreas y el ataque del gobierno– y se ratificó el derecho a la desobediencia y la transmisión de la memoria colectiva. Analía Kalinec recordó que, cuando Villarruel se postuló como Vicepresidenta, el colectivo sacó un comunicado diciendo que ella “es una hija obediente del genocidio, que obedece los mandatos filiatorios de lealtad familiar que perpetúan el silencio y justifican los crímenes”. La historia personal de Kalinec, maestra, psicóloga y referente del colectivo desde sus inicios, es una de las tantas en la organización que, rechazada por su propia familia, decidió romper con su padre.

Eduardo Kalinec, temerario torturador conocido como el Doctor K, es un ex policía condenado a perpetua por crímenes de lesa humanidad y lleva casi 20 años preso. Luego de conocer el libro de Analía, titulado Llevaré su nombre, le inició una demanda civil por “indigna”, buscando que no recibiera el legado de su madre. No contento con eso, el ex policía federal firmó una presentación en la que se queja porque en los últimos años se “tergiversó el relato”, acompañado por abogados que tienen vínculos con Villarruel. Lo que pretende, atento al clima de época imperante, es presentarse como víctima y llevar a juicio a los militantes de los ‘70, buscando lograr que los tribunales reabran la causa por la bomba en la sede de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF). En la ex “Coordinación Federal” funcionaba un centro clandestino de detención y tenía su sede el área de inteligencia de la PFA. Doctor K todavía no tuvo suerte en la Justicia.

Juliana Vaca Ruiz es nieta de Omar Jesús Vaca, suboficial del Ejército que integraba el Destacamento de Inteligencia del ex Batallón 121 de Rosario, y que murió impune, sin condena. El último 24 de marzo Juliana marchó con un cartel que decía: “Abuelo, ¿dónde están los 30.000 desaparecidxs?” En la charla en la facultad de Derecho agarró el micrófono y contó los entretelones de su historia personal, atravesada por mandatos de silencio, y unió las marchas del feminismo con las de derechos humanos como determinantes en su vida. Habló sobre cómo revalorizó la vergüenza y dijo que su abuelo “seguramente” la hubiera perseguido por su militancia, que empezó en el secundario influenciada por sus padres peronistas. “A partir de hoy, les quiero decir que mi nombre es Julia Vaca Ruiz Desobediente”, clamó ante el aplauso cerrado de los concurrentes.

 

Vaca Ruiz, Kalinec y Thus.

 

En una pantalla grande se proyectaron imágenes y otros testimonios de familiares de genocidas, como la hija de exiliados y a la vez nieta de un criminal, la chilena Verónica Estay Stange, vicepresidenta de la Asociación de ex presos políticos chilenos y que coordina talleres literarios en el colectivo Historias Desobedientes. Verónica es doctora en Lengua y Literatura Francesa, docente y prestigiosa académica en París, donde vive, y escribió el libro La resaca de la memoria. ¿Reconciliación? No. “No nos reconciliamos”, es uno de los lemas de los desobedientes chilenos. Que no venga la derecha a imponernos sus transacciones, suelen decir. “Pero sí, quizás, reparación; íntima reparación mutua de personas marcadas, cada cual a su manera, por el sello implacable de la Historia”, escribió Verónica en su libro.

Durante el encuentro en la Facultad de Derecho se escucharon también las palabras de Valeria Thus, coordinadora del Programa Justicia y Memoria de la Secretaria de Extensión, quien destacó los diversos modos en que los desobedientes quebraron los discursos de odio al interior de sus familias. Así, poco a poco, los pactos de complicidad fueron cayendo. “¿Qué harías si te enteraras que tu padre es un genocida?”, interpeló a la audiencia mientras le daba el micrófono a Wado de Pedro, no sin antes interrogarse sobre cómo caracterizar al gobierno de Milei. “Tenemos que seguir pensando sobre qué tipo de autoritarismo, fascismo o populismo de derecha es el que viene ahora, con viejos y nuevos negacionismos unidos por el rescate de la subjetividad neoliberal”.

Agradecido por la invitación, De Pedro reconoció que le costó acercarse hace unos años a conocer el colectivo Historias Desobedientes. “Eran historias fuertes, todavía no estaba preparado. El coraje que tienen por la verdad es extraordinario. El genocidio provocó un daño grande en lo económico, en lo personal con los que perdimos familiares y también en los familiares de genocidas, algo que nadie esperaba escuchar”, fueron sus primeros conceptos.

Luego rememoró la marcha histórica de H.I.J.O.S del 24 de marzo de 1996, en un contexto de impunidad y donde la sociedad quería mayormente “dar vuelta la página” sobre el pasado reciente. “Cuando uno sufre en soledad, no lo comparte. Pero cuando eso se orienta hacia la escucha de otro, se genera un colectivo. La de H.I.J.O.S, la identidad, siempre fue algo muy importante para nosotros. Y hoy me emociona ver cómo los desobedientes han crecido públicamente en organizar encuentros, en ir a marchas, en hacer banderas y dar entrevistas. Hoy nos toca tener a Victoria Villarruel, que miente y quiere volver a una Argentina oscura difundiendo en los canales oficiales los discursos de odio y el negacionismo. Eso es lo que hay que discutir con delicadeza y acción en las nuevas generaciones con las ideas de Memoria, Verdad y Justicia siempre en el horizonte. Lo difícil no es describir o diagnosticar la realidad sino modificarla”, proclamó el dirigente.

 

 

 

 

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