Memes con rango de ministros

La Argentina, la OTAN y el modelo de democracia. Hýbris en la política exterior y de defensa mileísta

 

La tragedia griega, el género teatral que inspirado en mitos y representaciones sagradas alcanzó su apogeo en el siglo V a. C., concedía a un puñado de palabras una centralidad estructurante. Como precisa César García Álvarez: “Tuxe, hýbris, katharsis y epidemía, por ejemplo, sustentan el edificio de la literatura que un día Esquilo, Sófocles y Eurípides levantaron para la eternidad”.

La política exterior y de defensa de Javier Milei, con toda su distopía a cuestas, difícilmente pueda ser considerada un género destinado a trascender en la historia. Sin embargo, interpretada por el propio Presidente, por su ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, o por su ministro de Defensa, Luis Petri, se acerca bastante a algunas de las acepciones que la Real Academia Española concede al término “tragedia”. En cualquier caso, existe un punto de contacto entre el género teatral que alcanzó su esplendor en Atenas medio milenio antes de Cristo y lo que Milei denominó una “nueva doctrina de política exterior”. Nos referimos a la posibilidad de estructurarlos —como sostiene García Álvarez respecto de la tragedia griega— en torno a una “palabra culminante”. En este caso, el término es hýbris (hay quienes lo traducen como hubris), a la que corresponde interpretar como “desmesura”.

Una serie de asuntos conexos de los últimos tiempos —la candidatura argentina a socio global de la OTAN, su compromiso con Ucrania en la guerra con Rusia y la política concesiva en torno a Malvinas— son un buen reflejo de la desmesura como eje ordenador de la política exterior y de defensa mileísta. Desde luego, las declaraciones de los responsables de Defensa y Cancillería empalman a la perfección con el descomedimiento de las posturas asumidas por el primer mandatario.

En este sentido, Luis Petri, al sellar el pasado 13 de junio la incorporación de la Argentina al Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (Ramstein) —nuestro país es el primero de América Latina en sumarse a este entramado de apoyo militar a Kiev organizado por Estados Unidos vía la OTAN—, afirmó: “No podemos permitir que prevalezca la tiranía, no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos en Ucrania. Luchemos por un mundo libre, es una lucha de la que nunca nos arrepentiremos. Y como dice mi Presidente, ¡viva la libertad, maldita sea!” Como advirtió al respecto el profesor Juan Tokatlian: “No hubo explicación o justificación pública de esta decisión que puede tener consecuencias graves e imprevisibles. Esta determinación lleva a asumir un alto perfil (…) mediante una conspicua postura contra Rusia en circunstancias en que Moscú ha logrado frenar la denominada contraofensiva ucraniana”.

El compromiso argentino con Ramstein, en un escenario geopolítico sin intereses vitales en juego para nuestro país, ofrece semana tras semana versiones sobre eventuales apoyos concretos que trascenderían la faz humanitaria. Primero fue el fracaso del plan Mondino-Petri de enviar a Volodímir Zelenski cinco aviones Super Etendard —adquiridos por Macri a Francia en 2019—, y que se encuentran fuera de servicio por el embargo que aplica Gran Bretaña como consecuencia de la guerra del Atlántico Sur (1982). La idea original, revelada por Román Lejtman, era devolver estos aviones a Francia para que el gobierno de Emmanuel Macron los remitiera a Ucrania a cambio de pertrechos militares para la Argentina. Luego surgió el rumor de tratativas para la entrega de tanques TAM de fabricación argentina a Alemania para ser tercerizados a Kiev. Finalmente, circuló la versión de que el gobierno de Milei podría convertirse en proveedor de pólvora y drones para Ucrania —lo que podría extenderse a otros conflictos en donde interviniera la OTAN—, y también colaborar en la restauración de la infraestructura afectada por la guerra.

Debe recordarse que la Argentina inició el pasado 18 de abril el proceso de ingreso a la OTAN como socio global, luego de que el propio Petri se reuniera en Bruselas con su secretario general adjunto, Mircea Geoana, para solicitar el mentado estatus que únicamente reúne —entre los países latinoamericanos— Colombia (desde 2018). A su vez, tres países de la región han sido designados aliados extra-OTAN de Washington: la Argentina en 1998 (durante los gobiernos de Bill Clinton y Carlos Menem), Brasil en 2019 (durante los gobiernos de Donald Trump y Jair Bolsonaro) y Colombia en 2022 (durante los gobiernos de Joe Biden e Iván Duque).

El coqueteo imprudente con la guerra ruso-ucraniana, sumado a los devaneos en torno a la OTAN, impactan de lleno en la cuestión Malvinas. Debe recordarse que hace diez años, en visita oficial a la Argentina, el Presidente ruso Vladimir Putin señaló que su país “[seguía] apoyando la necesidad de encontrar la solución a la disputa por las Islas Malvinas, sobre la base de negociaciones directas entre Gran Bretaña y la Argentina”. Por su parte, en marzo de 2023, el ex Presidente y ex Primer Ministro ruso Dmitri Medvédev destacó que “el empeño de Buenos Aires de continuar su lucha justa por la soberanía de los territorios disputados mostró claramente el curso (…) contra las vergonzosas prácticas del neocolonialismo”. Podríamos requerir “un cuaderno por allí” —extremando el recurso de Raúl Alfonsín desde la tribuna— para que tome apuntes la canciller Mondino.

 

 

La semana que pasó fue testigo de un nuevo aporte de la titular del Palacio San Martín a la saga de desatinos sobre Malvinas. En el enésimo paso en falso que revela la falta de asesoramiento experto dentro del área de competencia (la Secretaría de Malvinas, Antártida, Política Oceánica y Atlántico Sur), la canciller comparó la disputa de soberanía con el Reino Unido con una disputa por un departamento. Distendida en el Rotary Club, dejó aflorar su inconsciente al sostener que “nosotros somos los legítimos dueños y ellos son inquilinos y algunos pensarán que son okupas”. Este nuevo dislate —que acompaña una secuencia iniciada en plena campaña electoral cuando fue entrevistada por The Telegraph y señaló que “los derechos de los isleños [serían] respetados”– sigue la traza de la lógica concesiva del escandaloso acuerdo Foradori-Duncan materializado durante el gobierno de Mauricio Macri. La canciller debería saber muy bien —y en esto la ayuda más su trayectoria como economista y banquera que sus conocimientos en política internacional— que para que exista un inquilino debería regir algún tipo de contrato entre partes, lo que nunca ha sucedido en la historia de Malvinas. Gran Bretaña ha usurpado las islas, los mares circundantes y los recursos naturales que pertenecen al conjunto de los argentinos.

Los despropósitos en materia de política exterior y defensa del gobierno de Milei revelan un particular sincretismo de desmesura e imprudencia, dos características que alejan al país de una ponderación realista del interés nacional. Las expresiones de la canciller serían simplemente anécdotas cordobesas si como consecuencia de ellas no se vieran menoscabadas las estrategias de la diplomacia profesional en torno a Malvinas. Sin embargo, el impacto es evidente: durante la última sesión del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas (C24), el tradicional apoyo al reclamo argentino estuvo a punto de naufragar debido a que algunos países manifestaron su malestar por “el cambio de la política exterior argentina, la postura anti Agenda 2030 que enoja a los países caribeños que sufren el cambio climático y el alineamiento con Israel, especialmente el traslado de la embajada a Jerusalén, que aleja a los países árabes”. En efecto, el representante argentino ante la ONU, Ricardo Lagorio, habría enviado —según reveló Augusto Taglioni— un “cable secreto dirigido a Mondino en donde sostiene que ‘varios países disminuyeron su nivel de apoyo debido a decisiones de política exterior argentina en otros asuntos que los afectan directamente’”. Otras fuentes diplomáticas citadas en la misma nota sostuvieron que “en África, Sierra Leona rompió el histórico consenso en la Unión Africana y defendió el derecho a la libre determinación de los isleños. Antigua y Barbuda rompió el consenso de la CARICOM al pedir por la autodeterminación de los isleños. Por primera vez desde su creación, la CELAC no apoyó como grupo regional a la Argentina. Lo mismo sucedió con el MERCOSUR”. En esta misma línea, tanto Timor Oriental como Fiji amenazaron con incorporar la cuestión de los “deseos” de los isleños.

Así las cosas, y lejos de los eufemismos a los que suelen apelar los funcionarios de Defensa para no malquistar al Reino Unido, las islas Malvinas son de facto una base militar de la OTAN en el Atlántico Sur. A las limitaciones que este enclave colonial –con su significativo despliegue militar– impone a nuestro país para el ejercicio efectivo de la soberanía, debe sumársele la posición geopolíticamente estratégica que el Atlántico Sur detenta debido a sus riquezas en recursos naturales renovables y no renovables, y a su función como centro de operaciones para obturar la circulación hacia la Antártida y limitar el flujo de navíos entre el Océano Atlántico y el Pacífico.

 

La Alianza atlántica y ¿el espejo del menemismo?

Algunos analistas con acceso privilegiado a la Casa Rosada, en un intento rocambolesco por darle sustancialidad a algo que no lo tiene, procuran trazar similitudes entre la actual “doctrina de política exterior” de Milei y la política exterior de “aquiescencia pragmática” de Menem. Aun en disidencia con aquellas premisas que orientaron nuestra inserción internacional en los ‘90, sin dudas existían tras aquellos posicionamientos argumentos más sólidos y cuadros intelectuales y de gestión más preparados para conducir los destinos internacionales y estratégico-militares del país. Limitándonos a las áreas de políticas públicas que son objeto de atención en esta nota, podríamos concluir sin temor a equivocarnos que un océano separa a Guido Di Tella de Diana Mondino o a Oscar Camilión de Luis Petri.

Tomemos el caso de la OTAN. Una rápida revisión de fuentes secundarias de los ‘90 nos ofrece una mirada mucho más circunspecta sobre el vínculo con la alianza atlántica que los alaridos de Petri vivando la libertad y los desaguisados semanales de Mondino. Por ejemplo, en octubre de 1993 —casi un lustro antes de la designación argentina como aliado extra-OTAN— se llevó a cabo el seminario “Argentina-OTAN sobre Seguridad Global”, organizado por el CARI, el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino y la secretaría de la OTAN. Algunos fragmentos de las alocuciones de los ministros argentinos de Relaciones Exteriores y Defensa nos ofrecen una pauta de la distancia entre aquellas discusiones y los memes actuales. Afirmaba Guido Di Tella: “No se trata de pretender ingresar a la OTAN. La simple lógica de la geografía demuestra que no podríamos ser miembros de una alianza del hemisferio norte como tal. Pero ello no quita la posibilidad de una fructífera interacción (…) en un común objetivo de paz y seguridad para el mundo”. Por su parte, Camilión concluía: “Quiero hacer una breve referencia a las relaciones de la Argentina con la OTAN. [Ésta] tiene bien definidos sus términos y su área geográfica. Quienes en la Argentina hayan confundido una vocación de aproximación política con algo diferente tienen que rectificar ese enfoque (…) La Argentina está alineada con los objetivos de paz de la ONU y está dispuesta a colaborar activamente con las líneas trazadas por el Consejo de Seguridad. ¿En qué medida la OTAN tiene un papel especial en nuestro tiempo? Esta es una de las razones por las cuales este seminario interesa tanto al gobierno argentino”.

 

La democracia como justificación

Si tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra es perro. La obviedad, objeto de este adagio popular, aplica perfectamente al abordaje estratégico de la actual política exterior y de defensa argentina.

El pasado 23 de julio, la Fundación Argentina Global junto al William Perry Center for Hemispheric Defense Studies (National Defense University, Estados Unidos), llevó a cabo el webinar “¿Qué significa ser socio global de la OTAN?”. Con la destacada participación del oficial mayor de Alianzas Globales Asia-Pacífico de esa alianza militar (Gwendoline Vamos) y del secretario de Asuntos Internacionales para la Defensa argentino (Juan Battaleme), más de 300 participantes abordaron el nuevo vínculo de la Argentina con la OTAN, las implicancias de la solicitud presentada por Petri y las “oportunidades” que se abren para el país.

Sobre la condescendencia del funcionario argentino respecto de la base británica en el Atlántico Sur ya conocemos su mirada, que se resume en evitar la herejía del término “enclave colonial” y en su preferencia por el mucho más british situación territorial irresuelta”. También sabemos que, desde su perspectiva, “no hay margen para realizar acciones que comprometan la seguridad hemisférica ni tampoco espacio para incorporar capacidades militares o realizar acciones que sean percibidas como desafíos a las pautas del orden de seguridad hemisféricas establecidas por Estados Unidos”. Seguramente esta apreciación se ganó el corazón (aunque no las mentes) de los participantes del webinar organizado por el CHDS. Lo novedoso, en esta oportunidad, ha sido la justificación democrática para dar cuenta del colaboracionismo periférico: “Se trata de una cuestión de valores: la OTAN defiende los valores de la democracia que Argentina sostiene”.

El funcionario y profesor de la carrera de Ciencia Política (UBA) es secretario de un gobierno en el que:

  • El Presidente Milei elogió los indultos de 1989 y 1990.
  • La Vicepresidenta Victoria Villarruel alentó la búsqueda de una “solución jurídica” para los detenidos por el terrorismo de Estado.
  • El procurador del Tesoro, jefe de los abogados del Estado, elogió las leyes de impunidad y los indultos.
  • Funcionarios del Ministerio de Defensa visitaron a altos mandos de la estructura represiva militar y policial presos por delitos de lesa humanidad.
  • Seis diputados/as de La Libertad Avanza se reunieron con un grupo de condenados en el complejo penitenciario de Ezeiza, entre ellos Alfredo Astiz, a los que uno de los visitantes definió como “ex combatientes contra la subversión marxista”.
  • Desmanteló el equipo de Relevamiento y Análisis documental de los archivos de las Fuerzas Armadas.
  • Permitió actos reivindicatorios de la dictadura en la ex ESMA y en guarniciones militares.
  • Decidió que los ministerios de Defensa y Seguridad no aporten legajos de las Fuerzas Armadas, Fuerzas Policiales y de Seguridad Federales a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI) en los expedientes donde se investiga el destino de niñas y niños apropiados [1].

En definitiva, estas decisiones erosionan sensiblemente el carácter republicano de la democracia argentina. Que el argumento para asociarse a la OTAN y subordinarse acríticamente al eje Washington-Londres, con severas consecuencias para los intereses nacionales en torno a la cuestión Malvinas, sean los valores democráticos compartidos —como arguye Battaleme— es un exceso del lenguaje. O, puesto en los términos de Giovanni Sartori, un “estiramiento conceptual”. Desde luego, siempre que no estemos pensando en la Hungría de Víctor Orban como modelo estándar de democracia OTAN.

 

 

 

* El autor es doctor en Ciencias Sociales (UBA). Profesor de Relaciones Internacionales (UBA, UTDT, UNDEF, UNQ, UNSAM).

 

[1] Un detalle más extendido sobre otras dependencias del Estado puede encontrarse en el excelente informe “Memoria cancelada”, elaborado por Memoria Abierta y el CELS.

 

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