“La imaginación no puede medir el rigor y la sevicia, la duración de los plazos mortales que la barbarie impuso a tantas víctimas. Sólo ellas supieron que ese tiempo era eterno en el hedor y la oscuridad de las cárceles, en la persecución implacable, en la tortura sin fin, en la humillación última de los cuerpos destrozados aún latientes, que eran ‘empaquetados’ para ser enterrados vivos”. Augusto Roa Bastos, del prólogo a la 1° edición del libro "Es mi informe. Los archivos secretos de la policía de Stroessner".
Abordar desde el cine la prolongada y cruenta dictadura del general Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989) pareciera implicar, para la generación de cineastas nacidos en ese país entre el final de la dictadura y la transición a la democracia, un desafío tanto artístico como político.
En los últimos años, audiovisualistas comprometidos con los derechos humanos canalizaron sus esfuerzos creativos en obras que buscan aportar a la memoria y al debate histórico sobre el régimen. Paz Encina, Renate Costa, Miguel Agüero y Hugo Giménez son algunos de ellos y vienen dejando huellas en estas búsquedas por medio de trabajos documentales y de ficción.
En este encuadre temporal y temático, podrían mencionarse algunas películas. 108 Cuchillo de Palo (2010), documental de Renate Costa que aborda, a partir de una experiencia personal, la persecución a homosexuales durante la dictadura. Paz Encina, reconocida por su exitosa ópera prima Hamaca paraguaya (2006), desarrolló un trabajo intenso con los archivos del terror y produjo los cortometrajes Viento sur (2011), la serie de tres cortos Tristezas de la Lucha (2015) y el largometraje documental Ejercicios de memoria (2016), en la que reivindica la lucha del dirigente político Agustín Goiburú. Mientras que Miguel Agüero produjo el cortometraje Kurusú rebelde (2015) y el mediometraje Kirirí (2018), que tratan sobre los secuestros y abusos sexuales contra niñas durante el terrorismo de Estado.
La película Matar a un muerto, escrita y dirigida por Hugo Giménez, es la más reciente producción en esta lista de cine político o cine de memoria paraguayo. Tuvo un elogiado preestreno en la Argentina en septiembre de 2019 y se presentará en Paraguay el 5 de marzo.
Representar el terror
Según el Informe Final difundido en 2008 por la Comisión de Verdad y Justicia del Paraguay (CVJ), 425 personas han sido desaparecidas o asesinadas por la dictadura: 337 desapariciones forzadas; 59 ejecuciones extrajudiciales y 29 casos considerados sin convicción para su tipificación. El documento registra 18.772 torturados y estima en más de 20.000 el número de víctimas directas.
Andrew Nickson señala que el llamado “Archivo del Terror”, hallado en 1992, evidencia que los detenidos desaparecidos fueron asesinados y catalogados mediante el uso de una codificación especial: empaquetados.
Matar a un muerto cuenta la historia de dos sepultureros de fosas clandestinas que a diario recibían esos paquetes. Eran cadáveres que, se infiere, correspondían a militantes políticos asesinados en el marco del Operativo Cóndor, que articuló el accionar represivo en el Cono Sur.
El conflicto se desata cuando ambos trabajadores descubren que uno de los cuerpos presenta señales de vida. En esa trama, el filme relata la difícil relación que se establece entre los sepultureros y el sobreviviente (un argentino, interpretado por Jorge Román). El vínculo aparece condicionado por la confusión y las contradicciones que genera el mandato implícito de “cumplir con el deber”: enterrar, ocultar y, llegado el caso, matar a todo “enemigo” que se arroje a ese universo clandestino.
La ficción transcurre en 1978, en los días del Mundial de fútbol que se jugaba en la Argentina con objetivo distractivo. El rodaje coincidió con el 40° aniversario de aquella competencia y se desarrolló en un contexto mundialista: poco antes del inicio de lo que fue la vigésima primera edición de la Copa Mundial, a disputarse en Rusia.
Pero el dato más singular es que Matar a un muerto comenzó a filmarse el lunes 23 de abril de 2018, justo el día después de las elecciones presidenciales de Paraguay en las que triunfó Mario Abdo Benítez, del Partido Colorado (Asociación Nacional Republicana, ANR), hijo de Mario Abdo, quien fuera secretario privado de Stroessner durante 25 años. Nikson apunta que Abdo Benítez (padre) “había amasado una fortuna gracias a su rol de ‘guardián’ de Stroessner” y observa que también ejerció un “fuerte patronazgo político”.
“En ese contexto iniciamos el rodaje, ya sabiendo que el hijo del secretario del dictador era el nuevo Presidente electo de Paraguay. Quién iba a pensar. Imaginate: tanto tiempo de pensar la película, del desarrollo, y uno ni se imaginaba cuál iba a ser el escenario en el que la filmaríamos. Fue muy loco, hubo cosas muy interesantes, que hicieron que la película trascendiera ya en esos contextos de rodaje”, expresa Hugo Giménez.
Además, el momento político en la Triple Frontera aparecía marcado por el retorno de gobiernos autoritarios y neoliberales, que evocaban de diferente manera el terrorismo de Estado en la región: en Brasil, Jair Bolsonaro, y en Argentina, Mauricio Macri.
Observa Giménez que cinco años antes, cuando comenzó a escribir el proyecto, era impensable este escenario. Reflexiona que “como creadores, cada uno es también, como se dice, producto de su tiempo”. La obra, sostiene, se inserta y permite una lectura del presente: “Es lo que rescato siempre, por más que esté situada en un tiempo concreto, igual, al ser tan mínima, es atemporal, está hablando del hoy”.
En ese sentido el autor y director de Matar a un muerto siente que “todavía estamos en ese limbo, que es lo que creía recrear con el universo de la película”. Señala que en el imaginario paraguayo “está todo en lo místico todavía, ‘será que pasó’ y ‘se dice qué’, muy poco trabajo concreto de memoria”.
“Entonces, la única forma que yo sentí que podía situarse eso era generando ese limbo a cielo abierto, donde están a merced de ellos y de lo que venga, y con el sistema ahí acechando”, comenta.
Desde esa apertura simbólica, el filme de Giménez abre preguntas y diálogos transfronterizos. A su vez, la figura del “muerto que sobrevive” deviene en una metáfora potente para reflexionar sobre la vigencia política y cultural del stronismo en Paraguay, a treinta y un años del fin de la dictadura y a trece de la muerte de Stroessner. En esa clave de lectura la obra pareciera representar, también, a esa memoria popular, marginal, casi subterránea, que resiste y se aferra a la vida a pesar de todo, como la cigarra de María Elena Walsh.
Ficha técnica
Protagonistas: Ever Enciso - Anibal Ortiz. Con la participación de: Jorge Román - Silvio Rodas.
Guión y Dirección: Hugo Giménez.
Producción: Sabaté Films (Paraguay) Zona Audiovisual (Argentina) Altamar Films (Francia) Pandora Film (Alemania).
Producción Ejecutiva: Gabriela Sabaté (Paraguay), Vanessa Ragone, Carolina Urbieta, Mónica D’Uva (Argentina), Alexa Rivero (Francia), Christoph Friedel, Claudia Steffen (Alemania).
Productores Asociados: Picante – Puatarará Films – El espejo Cine.
Equipo técnico
Dirección de Fotografía: Hugo Colace
Dirección de Arte: Adriana Ovelar
Diseño de Vestuario: Tania Simbrón
Montaje: Andrea Gandolfo
Jefatura de producción: Ivana Urízar
Asistente de Dirección: Mauricio Rial
Dirección de Sonido: Martin Grignaschi
Música Original: Sergio Cuquejo
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